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La figura de Mussolini ha entrado
en la Historia por la puerta grande y va agigantándose el cuanto la pasión
partidista va dejando lugar a perspectivas menos impresionables y más ajustadas
a la verdad de los hechos. Tras una oleada de literatura mezquina y detestable,
comienzan a publicarse en Italia obras serenas y objetivas sobre la
personalidad humana y política del Duce, cuya grandeza nadie, ni sus mismos
adversarios, se atreve a discutir.
En la tempestuosa existencia del
gran italiano existe un período casi desconocido para nosotros: el más
dramático de toda su vida, aquel que comprende desde su liberación en el Gran
Sasso hasta su trágica desaparición, el que el autor denomina con acierto LOS
SEISCIENTOS MAS DE MUSSOLINI. La existencia de la República Social Italiana,
las reacciones del dictador ante su tragedia personal y política, sus planes
para el futuro, las circunstancias en que se desarrolló su vida durante aquel
período, así como las que acompañaron a su dramática muerte, son asuntos
interesantísimos, de los que hasta ahora sólo teníamos conocimiento a través de
una visión deformada y muchas veces inexacta.
A ERMANNO AMICCUCI debemos la
confección de este relato, al que necesariamente deberán acudir los
historiadores del futuro. Amiccuci — uno de los mejores periodistas italianos —
conoce los acontecimientos de primera mano, debido a su puesto de director del
gran rotativo milanés Il Corriere della Sera, durante la época social-fascista.
Condenado a muerte a raíz de la terminación de la guerra y amnistiado más
tarde, su prosa es tan vibrante como dramáticos los acontecimientos que
describe.
Prólogo del traductor
"Los 600 días de
Mussolini". Veinte meses de lucha y de luto para la República Social
Italiana. Duras batallas contra el enemigo en los montes y en las llanuras, las
costas y los ríos. Horrores y destrucciones de los bombardeos "científicos".
Guerra fratricida en las calles y las plazas de las ciudades.
Empezaron con la liberación del
"Duce" de su cautiverio en el Gran Sasso de Italia y acabaron en la
sangre de más de 300.000 partidarios de la idea fascista.
Veinte meses de pasión para el
Hombre que supo hacer de Italia un imperio y que pagó su culpa con la vida.
Desde el fin de la guerra hasta
la fecha se ha escrito mucho sobre este tema. Una plétora de generales y
sargentos, políticos y plumíferos, jefazos más o menos reconocidos,
secretarios, y amigos del limpiabotas del cuñado del chofer de Fulano o Mengano
vertieron toneladas de tinta en forma de palabras en las complacientes páginas
de periódicos y libros.
Fueron centenares los escritos de
este género; sin embargo pocos, muy pocos los que no desaparecieron sin dejar
rastro. Se trataba en la mayor parte de "revelaciones sensacionales",
de evidentes fines lucrativos, de "diarios" misteriosamente
descubiertos y de muy dudosa paternidad, de desahogos de rencores y pasiones
personales, de quejumbrosas disculpas o retractaciones, y así en lo sucesivo.
Sin pretender descubrir la
pólvora se puede decir que la objetividad no es una virtud de las que más
relucen en nuestra humana sociedad. Uno escribe, se figura que miles de
personas en todas partes y bajo todos los cielos leerán sus palabras y que a lo
mejor se formarán cierto concepto de un determinado acontecimiento precisamente
merced a las mismas. Y entonces cuesta trabajo ser imparcial y objetivo.
Ermanno Amicucci lo ha
conseguido. "Los 600 días de Mussolini se pueden considerar en efecto como
el primer paso hacia un sereno examen de los sucesos de aquel período tan
rebosante de historia. No hay en ellos ni siquiera la más leve tentativa de
interpretación. Sería absurdo pretenderlo. Pero los que dentro de unos lustros
traten de hacerlo, a saber los historiadores, no podrán prescindir de esta
obra. Representa indudablemente la primera piedra de aquella alta construcción
desde cuya cumbre, únicamente, los venideros podrán tener una visión clara,
panorámica y total de lo que aquí abajo, es decir, en nuestra época, ocurrió.
Ermanno Amicucci se hizo cargo de
que la tarea de intérprete se presentaba como particularmente ardua e
inadecuada para quien quería relatar unos acontecimientos en que había
participado, y por ello se propuso narrar los hechos sin emitir juicios, osaría
decir limitándose a fotografiarlos.
Pero esto no significa que su
obra es tan sólo una crónica fría e incolora.
Desde el primer capítulo, desde
el momento en que la "cigüeña" del "hombre más peligroso de
Europa", el capitán Skorzeny, aterrizó en los montes de los Abruzzos para
liberar al prisionero de Badoglio,
hasta las ráfagas del fusil ametrallador que concluyó el último acto de la
tragedia de Mussolini, los acontecimientos, los sentimientos, los motivos
políticos e ideológicos, y los hombres que provocaron y vivieron las duras
vicisitudes del tiempo adquieren una fuerza y un dramatismo poderosos. Y en
cada página palpita el inexpresado dolor del narrador.
Su estilo de consumado periodista
y escritor es como siempre claro, preciso y descriptivo. Llega a ser vibrante y
vigoroso cuando nos cuenta las esperanzas que brotaron con el nacimiento de la
República Social Italiana y el trágico epílogo que apagó su breve existencia.
Durante muchos años Ermanno Amicucci trabajó al lado de Mussolini; el 8 de
septiembre de 1943, acorde con sus ideas, quiso seguir su destino. Desde el 1
de octubre de 1943 hasta el 25 de abril de 1945 dirigió el "Corriere della
Sera", el más acreditado periódico del momento. El 26 de abril fue
arrestado y el 30 de mayo el Tribunal Extraordinario de Milán le condenaba a
muerte "por haber dirigido el periódico político "Corriere della
Sera", asumiendo en su cargo unas responsabilidades aun mayores por haber
publicado en el mencionado diario deciséis artículos que él mismo recogió en un
volumen con el título de "Partida abierta" mientras la partida para
el Fascismo estaba perdida”. El 18 de Junio de 1945 la Corte de Casación anuló
la sentencia por no haber sido concedidas las circunstancias atenuantes
genéricas, presentando a Amicucci, para que le juzgaran de nuevo, ante el
Tribunal Extraordinario de Brescia, que el 25 de septiembre del mismo año le
condenaba a treinta años de reclusión. La exposición de motivos de la sentencia
de Brescia era precedida por esta declaración: "Estos hechos (es decir las
circunstancias resultantes de los testimonios) revelan en Ermanno Amicucci,
como periodista y hombre político, una personalidad no inspirada por la pasión
del sectarismo y de las persecuciones personales hacia los adversarios de su
partido, y propenso a sentimientos de humanidad y benevolencia para con los
caídos en desgracia, aun en el caso de ser antifascistas. Por su conducta moral
y por el hecho de que Amicucci no se manchó con actos propios de criminalidad,
se le considera merecedor del beneficio del que..."
El 25 de febrero de 1947 el
Tribunal Supremo de Justicia —al que Amicucci había apelado nuevamente— anulaba
la sentencia de Brescia "por extinción del crimen a causa de la
amnistía", declarando que "por la ponderada consideración y el atento
aprecio de los artículos acriminados en relación a la personalidad moral y
política del autor, el Supremo Colegio se ha convencido de que los escritos
están entonados a unos criterios de equilibrio y moderación, de compostura y
tranquilidad de ánimo, desprovistos de exageraciones y excitaciones, de
calumnias y exaltaciones facciosas". La sentencia añade que "el
estilo de los artículos fue moderado y ponderado" y que "el sereno
análisis de los escritos persuade a concluir que Amicucci no se sirvió de un
medio unívocamente eficiente para ayudar al enemigo y no se manchó con actos
propios de criminalidad..."
Tales reconocimientos de la
Magistratura Italiana definen el carácter y el estilo de Ermanno Amicucci y son
una garantía de la honestidad, intenciones y serenidad de juicio que animan el
contenido de este libro.
ALERAMO SPADA DI COLLE D'ALBERI
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