Anillo Totenkopf de honor de las SS (modelo 1)

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El anillo de honor de las SS (en alemán: SS-Ehrenring) o Anillo de la calavera (Totenkopfring) fue en origen una distinción privada concedida por Heinrich Himmler a un máximo de 5.000 miembros de las SS. Más adelante se llegó a conceder el anillo a prácticamente todos los mandos de las SS.
En su interior estaba grabado S Lb (“Seinem lieben” o “a su apreciado”), seguido del apellido del portador, un facsímil de la firma de Himmler y la fecha de concesión. Así por ejemplo, "S Lb Meier H. Himmler 1.11.43" significaría "A su apreciado Meier de Heinrich Himmler, 1 de noviembre de 1943".


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El último Protocolo - Leo Ferraro

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Peso 400 gr.
Pags 439
Pasta blanda
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Las claves secretas del dominio sionista mundial
Tal vez el estudio más completo que se haya realizado sobre el judaismo-sionismo y sus relaciones con los distintos ámbitos de la vida política y cultural, así como las herramientas que han utilizado históricamente para convertirse en tan importante grupo de poder
Los temas principales de este estudio son:

ÍNDICE

I - EL SIONISMO A TRAVÉS DE LA HISTORIA
¿Qué es el Sionismo?
El Gran Sanhedrín Mundial.
Irán mucho antes de Khomeini.
El judaísmo en torno a la época de Jesucristo.
El Talmud y la Kábala.
Crímenes rituales, genocidios y otras barbaridades.
II - EL SIONISMO Y LA MASONERÍA
Origen de la Masonería.
La Masonería y la Rosacruz.
La Masonería actual con sus ritos y obediencias.
La moderna Rosacruz.
La Orden de los Beni Berith.
El judaismo de la Masonería.
Los crímenes de la Masonería.
III - SIONISMO Y CAPITALISMO
Los fundamentos del capitalismo
EE. UU.: La tenaza capitalista judia
El apogeo americano
Bélgica entre "francos"
La "dulce" Francia
Tulipanes y florines.
Alemania "enmarcada"
"Lirismo" italiano
La "Libra" del Shylok inglés
La orgia capitalista
IV - EL SIONISMO Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL
El Cuarto Poder
Los Judíos y la Pornografía
Agencias Mundiales de Noticias
Ríos de Tinta
El séptimo arte —el Cine— o el arte de los Siete
Directores de Cine, Teatro y Danza judíos
Actores y cantantes judíos
Compositores y músicos judíos
V - SIONISMO Y SOCIALISMO
Carlos Marx, un mesías contemporáneo
Un mesías no condenado por el Gran Sanhedrín.
Un mesías humano, demasiado humano.
La Internacional
Principales figuras de la Internacional
VI - SIONISMO Y COMUNISMO
El marxismo ruso
El marxismo y los judíos cazares
Los Protocolos de los Sabios de Sion.
Los Protocolos y la revolución mundial
El comunismo con Lenin
El comunismo con Stalin
El comunismo con los sucesores de Stalin
La política comunista y los Protocolos de Sion
VII - SIONISMO Y FASCISMO
La llamada cuestión judía
El guiñol
La mentira más grande jamás contada
Números cantan.
El gas se volatiliza
Hornos de incineración
La revisión histórica
Criminales de guerra: Los responsables de la II Guerra Mundial
El juicio se pierde en Nuremberg
Hitler y la gran revelación
VIII - SIONISMO Y CRISTIANISMO
Jesucristo y los judíos
Los Deicidas
Las herejías obra de judíos
Los Padres de la Iglesia y los Santos luchan contra los judíos
Los concilios ecuménicos toman posiciones
Los Papas y la cuestión judía
La Santa Inquisición
El Concilio Vaticano II y los judíos
Antisemitismo y cristianismo
IX - SIONISMO Y ESTADO DE ISRAEL
El sionismo: Apuntes de una tragedia
El nacimiento de un Estado probeta
Palestina: Cuna y solar de los árabes
Germinación de la mala hierba
El terrorismo como argumento: Los criminales de guerra
Refugios bajo lonas: El genocidio del pueblo palestino
El cristianismo en sus manantiales geográficos: El odio secular judío
Preguntas en conciencia
X - LOS JUDÍOS EN LA ESPAÑA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA
Los judíos y el siglo XIX español
Los judíos y la Segunda República Española
Los judíos y la Guerra Española de 1936-1939
La Postguerra
Los judíos españoles y la cultura
El sector automovilístico
El sector informático
Alianza Popular y los judíos
El Partido Comunista y los judíos
El Partido Socialista y los judíos
Españoles en la Trilateral
EL SIONISMO A TRAVÉS DE LA HISTORIA

¿QUE ES EL SIONISMO?
El Sionismo es un movimiento específico del pueblo hebreo, cuyo objetivo no es la vuelta de los judíos dispersos a la Tierra Prometida, como suele creerse en los medios árabes y europeos. Por el contrario, los objetivos del Sionismo son mucho más amplios, y hasta cierto punto contradicen la creencia anterior. Ello nos obliga a hacer las siguientes puntualizaciones:
1ºEl Sionismo es un movimiento y no un partido político. Por lo tanto, agrupa a hombres de distintas tendencias, unidos en función de una serie de objetivos comunes, pero discrepantes a veces en la manera de alcanzarlos. A lo largo de la Historia encontramos a sionistas de tendencias liberales, como David Ricardo, Luis Borne y Mendizábal; de tendencias conservadoras, como Benjamín Disraeli; de tendencias republicanas, como Michel Debré y Henry Kissinger; de tendencias socialistas, como Carlos Marx, Moisés Hess, Víctor Adler, Federico Adler, León Blum, Julio Moch. Pierre Mendes-France y Bruno Kreisky; y de tendencias comunistas, como León Trotski, Rosa Luxemburgo, Bela Kun, Matías Rakosi, Walter Ulbricht, Laurenti Beria. Yuri Andropow y el general Jaruzeiski.
2º El Sionismo es un movimiento específico del pueblo hebreo, y como tal suele adoptar formas racistas (ya veremos en su momento que el mismo Marx era racista). Este racismo se apoya originalmente en la Biblia, aunque ha sido desarrollado por el Talmud y la Kábala. No debemos dejarnos engañar por la decisión tomada a principios de 1985 por el gobierno israelita de evacuar a los hambrientos judíos falaschas de Abisi-nia, pues los negros convertidos al judaismo siempre han chocado con dificultades para establecerse en Israel. Los falaschas. si es que finalmente se quedan, se transformarán en fieles trabajadores no especializados, que desplazarán a los asalariados árabes de las empresas israelitas. Los falaschas servirán también como clases de tropa v de policía para atacar a los mismos árabes.
3-  El Sionismo no desea que todos los judíos se conviertan en ciudadanos del Estado de Israel. Esto sólo cuenta para los judíos pobres, y más concretamente para los de Asia y África. Si todos los judíos emigraran a Palestina. el Sionismo perdería gran parte o incluso todo el poder que actualmente detenta en Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Rusia. El judío Andropow, durante el tiempo que ha ocupado el mando supremo en Moscú, no ha permitido emigrar a Israel más que a matrimonios de jubilados y algunos obreros sin especializar.
4º El Sionismo no ve en el Estado de Israel más que un Hogar Hebreo, apto para recibir desheredados y también para servir de punto de apoyo en sus planes imperialistas sobre una zona sumamente estratégica, donde se hallan el canal de Suez y los ricos yacimientos petrolíferos de Oriente Medio. Pero no se trata de un Hogar Hebreo único, pues los sionistas crearon hace tiempo otro en la Tartaria Oriental dependiente de Rusia. Tiene la categoría de región autónoma, su nombre ruso es Ewreskaia y su capital está en Birobidzhan. Los sionistas han elaborado igualmente planes, a veces abandonados pero nunca olvidados, para crear otros Hogares en sitios como Gibraltar, Malta, Uganda, Madagascar y Argentina-Chile. Este último, denominado Landinia, abarcaría toda la Patagonia desde el río Chubut más la Tierra del Fuego y las Malvinas, oportunamente cedidas por Inglaterra, que ya cedió en su momento Palestina. Debemos tener en cuenta que la política de Gibraltar y Malta la llevan dos judíos sionistas, Jossua Hassan y Dom Mintoff, convenientemente apoyados por la Masonería inglesa, a la cual ambos están afiliados.
5º El Sionismo se propone extender aún más su influencia en Oriente Medio con la formación del Gran Israel, que debe llegar desde el Eufrates hasta el Nilo, como declaró en un discurso David Ben Gurión en 1956. Estas dimensiones se basan en una supuesta promesa hecha por Dios al patriarca Abraham, que efectivamente aparece en el libro del Génesis, pero que sin duda constituye una interpolación apócrifa realizada por la escuela de Ezra, en el siglo V antes de J.C. Ezra fue precisamente autor de una ley prohibiendo a los judíos casarse con mujeres de otras razas.
6º El Sionismo busca el dominio total del mundo por medios de infiltración política, colocando hombres clave en puestos clave, y de control económico, a través de sus empresas multinacionales. Hoy día, todas las grandes empresas capitalistas, salvo rarísimas excepciones, pertenecen a clanes judíos o están mediatizadas por ellos. Entre las excepciones no debemos contar a la famosa constructora de automóviles Ford, cuyo fundador Henry Ford denunció sin embargo el peligro sionista en los años 20 (más tarde tuvo que doblegarse y desmentir sus afirmaciones anteriores). El primer delegado americano en la Ford española, al finalizar el período franquista, fue precisamente un judío, Carl Levy. En 1984, el judío Abraham Katz presidía en Nueva York la organización US Council for International Business.
7º El Sionismo se sirve para sus fines, en gran medida, de la Masonería. Aunque ésta era al principio una asociación genuinamente europea (a la que debemos nuestras hermosas catedrales) que hacía jurar a sus iniciados sobre el Evangelio de San Juan y que no admitía judíos, sus ritos actuales proceden de la Kábala hebrea y sus jefes ocultos son miembros del Gran Sanhedrín Mundial. La judaización de la Masonería se inició a principios del siglo XVI11 con la fundación de la Gran Logia de Inglaterra. Casi todos los primeros ministros de Inglaterra, así como casi todos los presidentes de Estados Unidos y Méjico, han sido y son masones.
8º El Sionismo cuenta con una rama masónica especial, reservada exclusivamente para judíos, cuyo nombre es Beni Berith, transcrito a veces B'nai B'rith, que en hebreo significa Hijos de la Alianza. Esta organización se creó en Estados Unidos a mediados del siglo XIX, y a ella han pertenecido algunos intelectuales de renombre como Alberto Einstein y el doctor Freud. Empezó a introducirse en España antes de la muerte de Franco, que recibió a su gran maestre americano Label Katz. Su jefe actual en este país es el empresario Max Mazin, miembro del cuadro dirigente de la CEOE. Otro jefe europeo importante de la Beni Berith es el político socialista austríaco Bruno Kreisky.
9º El Sionismo está dirigido por un Gran Sanhedrín, donde se reúnen los jefes judíos de la Masonería y de la Beni Berith con los representantes del Estado de Israel, de la Alianza Israelita Universal, del Congreso Mundial Judío, del Gran Kahal de Nueva York, de la banca Rothschild y de varias empresas multinacionales. Ha sido presidente del Gran Sanhedrín el judío americano Bernardo Baruch, consejero de todos los inquilinos de la Casa Blanca desde Wilson hasta Kennedy. A partir de 1940, el Gran Sanhedrín ha contado también con miembros honoríficos de nacionalidad soviética como Litwinow, Kaganowicz, Mazurow y Andropow.
Habrá quien piense que todo lo que acabamos de afirmar es una exageración fantástica. Nuestra respuesta es que lean este libro hasta el final, sin saltarse una sola página, pues a lo largo del mismo damos pruebas suficientes sobre los planes y actuaciones del Sionismo. Al final ofreceremos también una interesante bibliografía clasificada por temas, aunque debemos confesar que buena parte de los libros consignados son prácticamente imposibles de encontrar por efecto de la encubierta censura que se ejerce en los países del mundo mal llamado libre. Este hecho, por sí solo, es ya una prueba demostrativa del poder sionista.
Sobre el asunto se ha dicho y se ha escrito mucho. Pero lo que actualmente ofrecen al público los kioscos y las bibliotecas suele ser muy malo. En España tenemos a mano dos ejemplos recientes: "El Contubernio judeo-masónico-comunista" del padre Ferrer Benimeli, publicado en 1982 por Ediciones Istmo, y "El Mito de la Conspiración Mundial Judía" de Norman Cohn, publicado en 1983 por Alianza Editorial. Ambos libros sostienen tesis contrarias al nuestro. Pero ello es lógico, y vamos a ver por José Antonio Ferrer Benimeli es un jesuíta de antigua ascendencia judía, que se afilió a la Masonería nada más ser legalizada en España por el gobierno aperturista de Adolfo Suárez. Ya se hizo famoso, antes de la publicación del citado libro, por su teoría de que la Masonería no había tenido nada que ver con las persecuciones sufridas por la Compañía de Jesús en el siglo XVIII. Es evidente que el padre Ferrer Benimeli ha tomado a sus lectores por idiotas que aceptan monedas de madera, pues la Enciclopedia Masónica de Frau y Arús, en el tomo I, páginas 640 y siguientes, dice: "Los jesuítas comprendieron desde un principio toda la importancia que la Masonería encerraba, lo mismo por la fuerza de sus principios que por la de su organización. No se les ocultaba que, si llegaba a extenderse por todos los países y a llevar sus principios y sus hombres a la gobernación de los Estados, acabarían para siempre los gobiernos y las instituciones fundadas sobre la preocupación y el fanatismo, para dar lugar a la soberanía de la razón y de la justicia. Así es, que estos centinelas avanzados del ultramontanismo, fueron los que más se distinguieron en la persecución contra la Masonería. Desde el segundo tercio del siglo XVIII se trabó la lucha entre las dos sociedades, y si la llamada Compañía de Jesús fue vencida, ha sido porque en definitiva siempre triunfa la verdad sobre el error, la justicia sobre la iniquidad... la Masonería, casi siempre perseguida y proscrita, sin contar con más recursos que los ahorros de los asociados, supo minar el poder de los jesuítas y de la Inquisición, principales columnas que sostenían el poder absoluto de los Reyes y de los Papas... Uno de los rasgos característicos de la sociedad de Jesús consiste en que sus afiliados procuran siempre, hasta donde les es posible, mezclarse con el mundo y sus obras, imponiendo a sus miembros la obligación de ejecutar ciegamente todas las órdenes y de aceptar cualesquiera misiones que les encargue el soberano Pontífice, sin objeción ni demora alguna. Loyola vino a crear junto al Papa una milicia encargada de mantener y defender su poder, no ya en Roma solamente, sino también en toda la superficie de la tierra... Así como las otras órdenes religiosas procuran atemorizar al pecador, los jesuítas al contrario, lo que procuran a todo trance es halagarle para seducirle. De aquí su moral fácil, su gusto por las grandes pompas religiosas, su habilidad para introducirse junto a los grandes, y el arte que despliegan para atraerse a las mujeres, a fin de dominar por ellas a toda la familia... Establecida y dirigida, según el señor de Souvestre, hacia el fin de la dominación universal, esta sociedad presenta, en los resortes de su organización, un poder tan invasor, una moral tan capciosa, que no se habría de pensar en ella sin experimentar una especie de espanto..."
No entramos en la cuestión de si es verdad o mentira lo que los eruditos masones Frau y Arús afirman sobre los jesuítas. Al margen de la parte de razón que puedan tener, lo que nos importa es dejar bien claro el crédito que merecen los autores de la categoría del padre Ferrer Benimeli, quien no sabemos si es un jesuíta infiltrado en la Masonería o un masón infiltrado en la Compañía de Jesús, pero en todo caso judaizante por su origen y por sus ideas.
El otro libro que hemos citado es en realidad una traducción del ingles cuyo título origina! era "Warrant for Genocide". Su autor, Norman Cohn, lo escribió en 1966 asesorado por los profesores León Poliakof, Jorge Mossé y Leonardo Schapiro, judíos sionistas como él mismo.
EL GRAN SANHEDRIN MUNDIAL
El Gran Sanhedrín se reunió públicamente en París a comienzos del siglo XIX, bajo la protección de Napoleón. Gracias a la Revolución Francesa los judíos habían obtenido los mismos derechos civiles y políticos que los demás habitantes del país. Sin embargo, después de la derrota de Napoleón, el Gran Sanhedrín se trasladó a Inglaterra, donde siguió actuando en secreto y donde consiguió grandes beneficios colaborando con el imperialismo británico. A comienzos del siglo XX, el Gran Sanhedrín se trasladó por último a Estados Unidos, gracias a las activas gestiones de la hermandad Beni Berith, centrada en Chicago, y del poderoso Gran Kahal de Nueva York.
Que el Sionismo está sólidamente organizado y que ejerce un control asfixiante sobre el mundo, a pesar de las periódicas reacciones en su contra que se producen en diversos países, es algo que hoy día no podemos dudar. De nada sirve que un sionista de tercera o cuarta fila, como el citado Norman Cohn, niegue la realidad de la conspiración mundial judía, cuando uno de los miembros del propio Gran Sanhedrín, el banquero americano James Paul Warburg, ha dicho claramente que "tendremos Gobierno Mundial nos guste o no". Sobre la implantación del Gobierno Mundial hablan también los llamados Protocolos de Sion, que unos tachan de falsos y otros creen auténticos. Ya volveremos sobre este tema en su debido momento.
Con respecto a Europa, otro miembro del Gran Sanhedrín, el judío alemán Walter Rathenau, dueño de la firma industrial AEG. confesó en su libro "Crítica de la Época" que trescientos hombres que se conocían entre si y que se buscaban sucesores dentro de su propio ambiente, eran quienes regían los destinos económicos del continente. Ratheanau no llegó a conocer el régimen nazi, que desmanteló por completo el capitalismo judío en Alemania, Austria y Checoslovaquia, y que estuvo a punto de hacerlo en toda Europa con la ayuda de los partidos fascistas afines de Italia, España, Rumania, etc. Pero después de 1945. las aguas volvieron a su cauce, y aunque Franco no quiso integrarse en la nueva Europa democrática, que le resultaba hostil, se colocó bajo la protección de los Estados Unidos, aceptando bases americanas y dando entrada a empresas multinacionales como la Chrysler y la Ford. Franco sólo se mantuvo inflexible en una cuestión: el no reconocimiento del Estado de Israel.
No se conocen los nombres de todos los miembros que ha tenido el Gran Sanhedrín desde la caída de Napoleón hasta nuestros días. Pero, con bastante fundamento, y en algunos casos con seguridad absoluta, se señala a individuos como:
El rico barón Moisés Haim de Montefiore, judío británico de origen sefardita, nacido en Livorno. Emparentado por vía matrimonial con la rama inglesa de la familia Rothschild. Ayudó económicamente a las comunidades judías del Imperio Otomano. Su dinero sirvió también para tapar el sucio asunto del crimen ritual de Damasco, en el que unos judíos fueron acusados por la justicia musulmana de haber matado sádicamente al misionero cristiano Thomas.
Nathan Rotschild, fundador de la rama inglesa de la familia Rothschild. Judío askenazi nacido en Frankfurt del Main. El control de las minas de Almadén, en España, y de otras existentes en Austria, le convirtieron en el "rey del mercurio".
Lionel Rothschild, segundo jefe de los Rothschild ingleses, que entró en la Cámara de los Comunes a mediados del siglo XIX, a pesar de su obstinación en conservar la religión judía.
-- Nathaniel Rothschild, tercer jefe de los Rothschild ingleses, hecho lord Rothschild por la reina Victoria.
Lionel Walter Rothschild, cuarto jefe de los Rothschild ingleses. Fue quien recibió la famosa declaración Balfour, redactada en forma de carta en 1917 por lord Balfour, ministro de Asuntos Exteriores, sobre la creación de un Hogar Hebreo en Palestina tras la derrota de los turcos, entonces aliados de Alemania.
Benjamín Disraeli, político conservador de origen sefardita, hecho lord Beaconsfield por la reina Victoria. A diferencia de los anteriores, practicaba oficialmente la religión anglicana, pero seguía siendo judío, como revelan algunos pasajes de su novela "Coningsby". Fue el principal exponente del imperialismo británico.
Alfonso de Rothschild. segundo jefe de los Rothschild franceses. Fue regente del Banco de Francia e hizo grandes donativos para fundar colonias judías en Palestina. Murió en 1915, a la avanzada edad de ochenta y ocho años.
Adolfo Cremieux, liberal y masón francés. Se llamaba en realidad Isaac Moisés. Nombrado ministro de Justicia en 1848 y en 1870, logró que se concediera la ciudadanía francesa a todos los judíos argelinos. Fue también uno de los fundadores de la Alianza Israelita Universal, organización sionista con sede en París.
Luis Börne, liberal y masón alemán, llamado en realidad León Baruch. Era miembro de la logia judía "Aurora Creciente" de Frankfurt del Main, fundada bajo la protección de las tropas napoleónicas. Murió exiliado en Francia en 1837.
Adriano Lemmi, gran maestre judío de la Masonería italiana. En 1874 unificó el Gran Oriente monárquico de Turín con las Grandes Logias republicanas de Nápoles y Palermo. Banquero de profesión, el famoso liberal italiano Nitti decía sobre él que "hablaba de principios, pero organizaba negocios". Acusado varias veces de estafas y fraudes financieros, ningún tribunal se atrevió a meterlo en la cárcel.
Ernesto Nathan, judío inglés nacionalizado italiano. Sucesor de Lemmi como jefe de la Masonería italiana. Fue alcalde de Roma e influyó en la declaración de guerra a Alemania en 1915, durante la I Guerra Mundial.
Walter Rathenau, político e industrial alemán, hijo del fundador de la AEG. a quien sucedió al frente de la misma. Durante la 1 Guerra Mundial dirigió la Oficina de Materias Primas, lo cual no le impidió participar en el complot contra el kaiser. Ministro de Asuntos Exteriores de la república de Weimar. firmó la estafa del tratado germano-soviético de Rapallo. Fue asesinado en 1922 por unos nacionalistas alemanes.
Rufus lsaacs, lord Reading, político británico. Miembro de la Gran Logia de Inglaterra. Fue virrey de la India en 1921-26.
Sir Herbert Samuel, político británico. Miembro de la Gran Logia de Inglaterra. Fue ministro de Comunicaciones y del Interior durante la 1 Guerra Mundial. En 1920-25 estuvo como alto comisario en Palestina para favorecer la inmigración judía de acuerdo con la declaración Balfour. En 1931 volvió a desempeñar la cartera del Interior. Fue también presidente del Partido Liberal. En 1944 pasó a la Cámara de los Lores. Falleció en 1963.
Leslie Hore-Belisha, político británico. Miembro de la Gran Logia de Inglaterra. Ministro en tres ocasiones. Tuvo mucho que ver, junto con el anterior, en la declaración de guerra al III Reich en 1939. Murió en Francia, mientras pronunciaba un discurso, en 1957.
León Blum político francés. Diputado socialista desde 1929. Masón del Gran Oriente. Jefe del gobierno del Frente Popular desde 1936 hasta 1937. Durante la II Guerra Mundial, los nazis lo metieron en un campo de concentración (no de exterminio). Volvió a presidir el gobierno francés en 1946-47.
— Pierre Mendes-France, político francés. Masón del Gran Oriente.
Diputado radical-socialista, pasó a ocupar la subsecretaría del Tesoro en
1938. Jefe del gobierno en 1954-55, abandonó Indochina dejando a los comunistas dueños de Vietnam del Norte. Ministro de Estado en 1956. Ha sido también presidente del Fondo Monetario Internacional.
Jacob Schiff, banquero americano, principal socio de la Kuhn, Loeb and Company. Muy relacionado con la banca Warburg de Alemania, fue uno de los capitalistas que financiaron la Revolución Rusa a través de León Trotski.
Edward Mandel-House, consejero del presidente Wilson y jefe de la logia iluminista "Maestros de la Sabiduría", en inglés "Masters of the Wisdom". Se hacía pasar por coronel tejano, aunque en realidad era judío.
Maxim Litwinow, político soviético. Viceministro en 1918-30 y ministro en 1930-39 de Asuntos Exteriores. Destituido a consecuencia del acercamiento de Stalin a Hitler, fue nombrado en 1941 embajador en Washington, con el rango de viceministro, al producirse la invasión alemana. Miembro honorario del Gran Sanhedrín desde 1941. En 1943 regresó a Moscú, conservando su carácter de viceministro hasta 1951, año en que falleció.
Lazar Kaganowicz, político soviético. Miembro del Politbureau con Stalin desde 1930. Miembro honorario del Gran Sanhedrín desde 1940. Fue apartado de la política durante la desestalinización de Khrus-chew.
K. Mazurow, político soviético. Antiguo protegido de Kagano-wicz, pasó a dirigir la organización secreta sionista de la URSS durante la desestalinización. Adjunto de Kosigin en la jefatura del gobierno en 1968. Miembro del Politbureau con Brezniew. Miembro honorario del Gran Sanhedrín.
Yuri Andropow, antiguo embajador en Budapest cuando el levantamiento anticomunista húngaro. Nombrado en 1967 jefe supremo de la KGB. Miembro del Politbureau. Sucesor de Mazurow como jefe de la organización secreta sionista de la URSS. Miembro honorario del Gran Sanhedrín. Ultimo responsable del atentado contra Juan Pablo II. Sucesor de Bre7niew como secretario general del PCUS en 1982-84.
Louis Brandeis, consejero de los presidentes Wilson y Roosevelt. Magistrado del Tribunal Supremo. Actualmente existe en Estados Unidos una Fundación Brandeis.
Félix Frankfurter, judío americano de origen alemán. Magistrado del Tribunal Supremo en tiempos de Roosevelt.
Benjamín Nathan Cardozo, judío americano de origen sefardita. Magistrado del Tribunal Supremo desde 1932 hasta su fallecimiento en 1938.
Henry Morgenthau, político demócrata yanqui. Colaborador de Roosevelt, fue durante once años secretario del departamento del Tesoro.
Bernard Mannes Baruch, judío sefardita nacido en Carolina del Sur en 1870. Jefe supremo de la Masonería de Estados Unidos, Puerto Rico, Cuba, Panamá, etc. y presidente del Gran Sanhedrín. Consejero de todos los presidentes yanquis desde Wilson hasta Kennedy. Representante americano en la Comisión de Energía Atómica de la ONU en 1946-47. Estuvo presente en las conversaciones mantenidas en Camp David entre Eisenhower y Khruschew en 1959. Falleció en Nueva York en 1965.
Sidney Weinberg, sucesor del anterior como presidente del Gran Sanhedrín en 1965. Banquero de la Goldman, Sachs and Company. Consejero de Eisenhower, Kennedy y Johnson. Fue quien hizo al general Lucius Clay, amigo íntimo de Eisenhower, presidente de la Continental Can.
Spencer Lewis, teósofo americano, antiguo miembro de las logias martinistas dirigidas en Francia por Estanislao de Guaita y Gerardo Encausse (a) Papus. Fundador de la Orden Rosacruz centrada en San José de California.
Ralph Maxwell Lewis, hijo del anterior, a quien sucedió como lmperator o gran maestre de la Rosacruz, que todavía dirige.
Chaim Weizmann, químico judío polaco, empleado en los laboratorios del Almirantazgo británico durante la I Guerra Mundial. Nombrado presidente de la Agencia Judía de Palestina en 1929. Fue el primer presidente del Estado de Israel entre 1949 y 1952.
Walt Whitman Rostow, economista americano. Asesor económico de Kennedy. Consejero de relaciones exteriores de Johnson. Masón de alto grado.
Bruno Kreisky, político socialista austríaco. Miembro de la Orden de los Beni Berith. En la época nazi tuvo que huir a Suecia. Ministro de Asuntos Exteriores en 1959-66. Jefe del gobierno tras las elecciones de 1970.
Henry Kissinger, judío alemán nacionalizado americano en 1943. Catedrático en Harvard, ligado a la Fundación Rockefeller. Miembro de la Comisión Trilateral. Colaborador de los presidentes Nixon y Ford, tuvo destacado papel en la entrega de toda Indochina a los comunistas. Sin embargo, en 1973 no se opuso al golpe de los militares chilenos contra el presidente izquierdista Allende, e incluso es posible que lo favoreciera. Apartado de la política en tiempos de Carter, ha recuperado gran parte de su influencia con la nueva administración republicana de Reagan.
León Brittan, político conservador británico. Ministro del Interior con Margaret Thatcher.
Gaspar Weinberger, político republicano yanqui. Secretario de Defensa con Ronald Reagan.
— Edgar Bronfman, actual presidente del Congreso Mundial Judío y dueño de una gran empresa fabricante de whisky.
En esta relación hemos omitido adrede los nombres de los tres sionistas clásicos: Teodoro Herzl, Max Nordau y Aser Ginsberg. Nadie duda de que fueran miembros del Gran Sanhedrín. Precisamente ellos dirigieron en 1897 el histórico Congreso Sionista de Basilea, y sus posiciones respectivas en el mismo deben ser aclaradas. Herzl era súbdito austro-húngaro, y dos años antes se había hecho famoso por la publicación del libro titulado "El Estado Judío". Deseaba el retorno de los judíos a Palestina, y aunque era racista como todo buen sionista (pretendía expulsar a los árabes palestinos para evitar un Estado multirracial), debemos considerarle moderado. Nordau, llamado en realidad Südfeld, era también austro-húngaro y sustentaba ideas parecidas. Por el contrario, el ruso Ginsberg o Ginzberg tenía del Sionismo un concepto mucho más amplio, y a él se atribuye la autoría de los "Protocolos de los Sabios de Sion". Sus tesis fueron las que triunfaron, lo cual no impidió que el Congreso hiciera pública una comunicación favorable al establecimiento de colonias agrícolas en Palestina. Veinte años después se obtuvo del gobierno masónico inglés la declaración Balfour, pero ello fue por añadidura, gracias a las favorables perspectivas de la I Guerra Mundial, cuando el Imperio Otomano estaba ya al borde de su colapso final.

Almas ardiendo - León Degrelle

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«El título de la obra Almas ardiendo es la simbiosis perfecta de dos conceptos primordiales: el alma humana, principio espiritual de nuestra existencia, el aire purificador, el aliento interior y el fuego, otro de los cuatro elementos que proporciona esplendor, calor, pasión, vigor, luz y amor. El poeta latino Virgilio, en una de su más perfecta síntesis de las corrientes espirituales de Roma, dejó escrito aquel quamtum ignes animaque valent, es decir, cuánto pueden el fuego y el aire agitado, o lo que es lo mismo, las almas ígneas.
Un cuerpo sin alma no es más que un hombre desalentado, flojo, cobarde y perezoso. El alma, por su dimensión espiritual, es el contrapunto de lo corporal y de la vida material. Incluso el fuego necesita del viento para no extinguirse y su fuerza calcinadora, sin el aire, queda reducida a pavesas y cenizas sin posibilidad de rescoldo.
El fuego es la chispa que Prometeo robó a los dioses y la infundió en el alma de los mortales para que fueran, desde entonces, custodios del fuego sagrado tras recibir la enseñanza del arte de la vida iluminada por el rayo incesante, por el relámpago que nunca languidece. El alma, quintaesencia del hombre que le hace entender, querer y sentir, desde su dimensión sobrenatural participa de la inmortalidad de la luz. La llama vigoriza al alma ardiente y por eso Léon Degrelle, con la poesía, la épica y la mística de su verbo inspirado, con su espada flamígera, intentó, por medio de este libro, insuflar el incendio cósmico de las almas dormidas y sin respuesta para aportarles claridad, aquella que sólo puede ser trasmitida por el portador de la antorcha…»
ÍNDICE
● Prólogo [Gregorio Marañón]
● Corazones vacíos
___Agonía del siglo
___Vida recta
● Manantiales de vida
___La tierra original
___El corazón y las piedras
___La carne que despierta
___La vocación de la felicidad
___Pascua de Navidad
● La congoja de los hombres
___Los ciegos
___Huellas de dolor
___Los santos
___Crucifixión eterna
___Nadie
___Haber amado mal
● La alegría de los hombres
___Fuertes y duros
___El precio de la vida
___Renunciación
___El poder de la alegría
___Soñar, pensar
___La peciencia
___La obediencia
___La bondad
___Beata solitudo
___Grandeza
● Servicio de los hombres
___Los grandes ejercicios
___Domar los corceles
___El cielo apocalíptico
___Luces
___Intransigencia
___Nuestra cruz
● El don total
___Reconquista
___Escuadrillas de almas
___Cimas

Ordenan el ingreso en prisión a Pedro Varela


El Juzgado Penal número 15 ha ordenado el ingreso en prisión del librero Pedro Varela, propietario de la Librería Europa que fue condenado por un delito contra la propiedad intelectual. La Audiencia de Barcelona le impuso una sentencia de tres meses de cárcel en noviembre pasado y multa de 1.080 euros por editar el libro 'Mein Kampf' de Adolf Hitler sin tener autorización ni licencia para ello entre 1997 y 2010. En caso de que Varela no acuda al centro penitenciario por su propia voluntad el juez estima que podría ser detenido por la policía.
En abril del año pasado el Juzgado Penal 15 de Barcelona condenó a Varela a seis meses de prisión, un año de inhabilitación para la edición, publicación y venta de libros y una multa de 1.080 euros por este delito, aunque la Audiencia de Barcelona estimó el recurso del librero y rebajó la cárcel a tres meses. Como tenía antecedentes penales por delitos de odio el tribunal ordenó su ingreso en la cárcel. El condenado pidió la suspensión de la pena aunque la Fiscalía contra delitos de Odio y Discriminación se opuso.
La Audiencia de Barcelona anuló también la parte de la condena del juzgado Penal que obligaba a Varela a indemnizar al Estado de Baviera (Alemania), propietario legal de los derechos del libro, con 67.637,5 euros, la cantidad que obtuvo por la venta de los ejemplares. Varela editó sin permiso la obra del jerarca nazi durante 13 años y vendió unos 4.375 libros.
El condenado admitió en el juicio que había editado el libro pero alegó que pensaba que los derechos eran libres, aunque después de que le citaran para declarar en 2009 por estos hechos lo siguió comercializando porque tenía "la convicción de que el Estado de Baviera no tiene derecho sobre esa obra". Los derechos de autor de la obra fueron dados al Estado de Baviera por sentencia de la Cámara de Justicia de Munich el 15 de octubre de 1948 basándose en la Ley de liberación del nacionalsocialismo y militarismo.

fuente: http://www.elmundo.es/cataluna/2018/03/15/5aaa576646163fb7278b45f2.html

Recuerdo de un soldado - General Heinz Guderian

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La Segunda Guerra Mundial constituyó una verdadera revolución en lo que al uso de las fuerzas mecanizadas se refiere. Desde su uso como apoyo de infantería en la IGM a la concepción como arma independiente pero combinada mortalmente con apoyo aéreo en un frente dinámico que se aproveche de su velocidad transformará definitivamente el frente de batalla y le dará increibles victorias al ejército alemán. Este tipo de guerra moderna, con el movimiento constante y la sincronización perfecta entre unidades de tierra y aire en el ataque, se convirtió en el sello característico del ejército alemán para derrotar en tiempos record a fuerzas militares mucho más numerosas que las suyas. A esta novedosa forma de hacer la guerra se le llamó "Guerra Relámpago" ("Blitzkrieg"), y tuvo como uno de sus comandantes más destacados, y su vez uno de sus más importantes teóricos y propulsores, al general Heinz Guderian.
Admirado hasta por el enemigo a causa de su valor, su inteligencia, su particular estilo a la hora de llevar toda situación militar al límite de sus posibilidades, y, sobre todo, por una más que demostrada caballerosidad y respeto hacia el adversario, Heinz Guderian hizo más grande aun el prestigio ganado por el ejército alemán a lo largo de toda su historia.
Su poderosa personalidad lo llevó a ser uno de los personajes predilectos de la propaganda alemana de guerra tanto como a ser apartado circunstancialente del servicio debido a sus oposiciones al modo de conducir la guerra de Hitler.
Lo que no se le puede negar es el haber sido una de las personalidades más influyentes en el desarrollo de la guerra y uno de los generales más capaces y visionarios del ejército alemán.
En sus memorias -como comandante en jefe de un Cuerpo de Ejército, como jefe principal de un grupo de tropas acorazadas, y como jefe superior de un Ejército acorazado- nos describe con agilidad y precisión las grandes maniobras y la tensión en la lucha, el desarrollo de las batallas y el combate en el Estado Mayor. Son las memorias de un auténtico militar al estilo prusiano, un militar fiel a su país y a su Ejército.
Constituyen, por lo tanto, una de las obras más importantes sobre la Segunda Guerra Mundial y el Ejército alemán.

PRÓLOGO

El destino ha hecho que mi generación participara en dos Guerras Mundiales que han terminado con la derrota de mi patria. Es ésta una suerte dura; y nosotros, soldados veteranos, sentimos, en lo más profundo, el dolor y las tristezas de nuestro pueblo. Durante largos años, los combatientes de las últimas guerras se han mantenido callados con gran esfuerzo. O permanecían prisioneros o tenían otros motivos para adoptar una actitud reservada. Entre nuestros recientes enemigos, los victoriosos, se han publicado numerosos libros sobre la Segunda Guerra Mundial. En parte, son recuerdos personales, en parte, valiosas obras de Historia. Al apaciguarse ahora las más violentas sacudidas del hundimiento parece llegado el momento de mostrar también el lado alemán, lo que está grabado profundamente en la memoria de los supervivientes. Nuestros archivos han sido destruidos o cayeron en manos del enemigo. Los escritos auténticamente fieles a la Historia serán, en consecuencia, muy difíciles de encontrar. Por lo tanto me parece importante poder ofrecer las memorias basadas en recuerdos personales de los combatientes de aquel tiempo, aunque sólo hayan participado parcialmente en los acontecimientos y prevalezca, en ellos también, la forma subjetiva.
Pero no es éste el único motivo que me induce a escribir. Millones de mujeres y de madres alemanas dieron sus esposos y sus hijos a la patria. Cientos de miles de alemanes, mujeres, niños, ancianos, cayeron sacrificados a las bombas enemigas. Mujeres y niños ayudaron a conservar la patria y el hogar con sus trabajos en las trincheras, en las fábricas y en los campos. La clase trabajadora cumplió, incansable, su deber para con la patria. Los campesinos alemanes cultivaban el agro en las más terribles circunstancias de trabajo, y aseguraron, hasta el amargo fin, la alimentación del pueblo. Millones de alemanes fueron arrojados de sus casas y cayeron en la más precaria situación o tuvieron que comer el pan del enemigo. Millones de soldados, la sangre de nuestro pueblo, murieron frente al enemigo, valientes y fieles, como tantos otros alemanes, desde hace siglos, habían dado su vida por nuestra patria. Todos son acreedores de nuestro agradecimiento.
No estoy autorizado para hablar en nombre de mi pueblo, pero puedo, al menos, hacer llegar hasta mis viejos soldados una muestra de mi agradecimiento. Sabíamos, unos y otros, lo que debíamos defender, y esto nos ha ligado y, como yo espero lleno de confianza, nos mantendrá unidos para siempre.
Se siente ahora demasiada inclinación a acusarnos de "militarismo" y de "nacionalismo". También este libro se expondrá a correr el riesgo de semejante reproche en algunas de sus páginas. Tanto para mis viejos soldados como para mi, «militarismo» significa vanidad, fatuidad, presunción, juego militar, fanfarrona copia del lenguaje castrense, la hipérbole de la apostura militar y su trasplante a la vida ciudadana; conceptos que el verdadero soldado rechaza. Precisamente por conocer la terrible realidad de la guerra juzgo inadmisibles, como hombre, semejantes conceptos. El militarismo aspira a la conquista ambiciosa y a la política de dominio. Nosotros fuimos soldados para defender nuestra patria y hacer a nuestros jóvenes honestos y aptos para el servicio militar. Éramos militares y lo fuimos con gusto. El servicio era para nosotros un alto deber, nacido del amor a nuestro pueblo y a nuestro territorio. Dicen que «nacionalismo» significaba para nosotros supervaloración de nuestra patria y arrogancia ante otros pueblos y razas. Nos sabemos libres de tales ideas. Porque el amor a nuestro país y a nuestro pueblo no nos impide respetar a otros pueblos en su modo de ser propio; mas este amor a la patria y este concepto del deber altamente desarrollado, debemos mantenerlo vivo. No nos desviaremos; seguiremos el camino sin vacilar, a pesar de los lamentos de la débil época actual contra el nacionalismo. Queremos ser y seguiremos siendo alemanes. Reconocemos la importancia de una Europa genuina, actualmente sacudida en sus más firmes fundamentos, y estamos dispuestos a llegar a ser un miembro respetado de ella con igualdad de derechos y deberes que los demás pueblos.
Con el mismo espíritu, este libro quiere contar también a las jóvenes generaciones cómo combatieron sus padres, poniendo sus vidas al servicio de Alemania. Quiere recordarles que no han de olvidar a quienes creían en ella a pesar de las calamidades y de la muerte; y finalmente, a pesar de la derrota segura. Sólo así no será inútil su sacrificio y saldremos airosos, ¡Dios lo quiera!, en el pacífico encumbramiento de Alemania.
Lejos de mi ánimo defender o inculpar. Me he esmerado en describir mi propia experiencia. Mis fuentes consisten en apuntes y cartas que han sobrevivido a mis avatares de prisionero y en relatos de combatientes. Mi obra no estará exenta de errores de memoria en algunos pormenores. La abundancia de sucesos borra sus detalles y hasta los propios sucesos, después de estos años de privaciones, comienzan a palidecer.
Describo los hechos como los vi en mi puesto de aquellos tiempos —como comandante en jefe de un Cuerpo de Ejército, como jefe principal de un grupo de tropas acorazadas, y como jefe superior de un Ejército acorazado—. Para poder presentar en su conjunto la Guerra Mundial se ha usado como fuente, al modo de antes, la obra del Estado Mayor General.
Por la amistosa ayuda prestada a mi trabajo he de dar las gracias a los señores barón von Liebenstein, Gehlen, Scherer, von Schell, barón von Stein, barón Freytag von Loringhoven y Becke.
Heinz Guderian

La esencia del fascismo - Giorgio Locchi

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Giorgio Locchi desarrolla la tesis de que el Fascismo es un supehumanismo y debe buscarse sus nutrientes tanto en la estética de Wagner como en la filosofía de Nietzsche.
Para Locchi, el fascismo es el último y más conocido intento para acabar con una moral milenaria que ha producido las distintas utopías que vienen degradando la humanidad. Plantea a tal movimiento como la única alternativa a lo que denomina “el sistema”, en tanto emerge como variable distinta al “mercado” o a la “clase” para expresar la voluntad colectiva que interpreta y expresa en una cosmovisión fundante.
Según Locchi: “El llamado fenómeno fascista” no es otra cosa que la primera manifestación política de un vasto acontecer espiritual y cultural al que llamaremos “superhumanismo”, cuyas raíces están en la segunda mitad del siglo XIX”.
Lo que justamente la historiografía contemporánea ha olvidado, cuando no tergiversado, es el abrochamiento del movimiento fascista, su doctrina, sus principios, su mística y su estética, con los grandes movimientos culturales y filosóficos del siglo pasado.
Así es como se propone la tarea de derrumbar dos mil años de moral basados en ese dogmatismo y abrir el camino para la moral del hombre nuevo.
Encontró en las leyes de la naturaleza la pura voluntad Schopenaueriana e imaginó un hombre nuevo a imagen y semejanza de esa libertad cósmica.
Encontró también en toda la articulación mitológica que encierra la música wagneriana el contacto con la tragedia griega. Este drama musical en su conjunto, era la vía regia para una total revalorización estética y ética en armonía con la metafísica y la voluntad Schopenaueriana.
Probablemente allí habrá que buscar el fundamento ontológico del Fascismo con su nuevo mensaje y sus nuevos mitos. El guerrero enfrentado al usurero, el trabajador al especulador, el vivir peligrosamente la existencia basada en las leyes de la naturaleza y no desde el racionalismo, la idea orgánica de la representación funcional en contraposición a la numérica y abstracta, la Nación como unidad de destino en lo universal, el Estado ético frente al Estado neutro, la solidaridad como valor fundante frente al egoísmo, la comunidad organizada frente al mercado juguete de los dstintos monopolios.
Todo ello terminaría generando un arquetipo, un héroe frente al hombre exitoso de la modernidad.
PRÓLOGO

En este conciso trabajo hermenéutico. Giorgio Locchi arroja luz sobre uno de los fenómenos políticos más característicos de la historia contemporánea: el Fascismo.
Alejado de prejuicios dogmáticos y de esquematismos doctrinarios, ubica a dicho movimiento en relación directa con la historia de las ideas políticas y su papel en la lucha contra el sistema imperante.
Trascendiendo incluso la mirada de algunos llamados fascistas fragmentarios a veces, cómplices otras , intenta el autor proveer los elementos teóricos, metodológicos y prácticos para una comprensión en profundidad de este fenómeno universal.
Ubica el germen de la idea fascista en el siglo pasado, gestado por los flujos y reflujos de la historia de Europa en general y del pueblo alemán en particular. Según Locchi: “El llamado fenómeno fascista” no es otra cosa que la prime8
ra manifestación política de un vasto acontecer espiritual y cultural al que llamaremos “superhumanismo”, cuyas raíces están en la segunda mitad del siglo XIV”.
Para Giorgorio Locchi, lo que justamente la historiografía contemporánea ha olvidado, cuando no tergiversado, es el abrochamiento del movimiento fascista, su doctrina, sus principios, su mística y su estética, con los grandes movimientos culturales y filosóficos del siglo pasado.
El fascismo en tanto filosofía negativa, y aquí concuerda con Adriano Romualdi, se articula raigalmente con el pensamiento de Friedrich Nietzsche y su conocida metafísica de la voluntad. En la relación de Nietzsche contra la debilidad de la moral judeocristiana y el despotismo de la razón y del cientificismo en dónde hay que buscar el origen y fundamento de la idea fascista, y hacia allí dirige Giorgio Locchi su mirada.
En el siglo pasado, Nietzsche buscó trascender la falsa seguridad asentada en los valores de la moral indicada, así como en la filosofía de Platón y Sócrates, en dónde veía el verdadero germen de la decadencia del hombre occidental.
Así es como se propone la tarea de derrumbar dos mil años de moral basados en ese dogmatismo y abrir el camino para la moral del hombre nuevo.
Encontró en las leyes de la naturaleza la pura voluntad Schopenaueriana e imaginó un hombre nuevo a imagen y semejanza de esa libertad cósmica. La resignación moral representaba la muerte de la pasión humana de sus rasgos más vitales; de allí que el mismo Nietzsche dijera: “Es hostil a la vida”.
Temía que esa moral conjuntamente con una razón ya viciada desde los orígenes domesticara por completo el alma del pueblo alemán. Esperaba ver surgir del seno del pueblo el artista poseído por la embriaguez antes que al científico obsesionado por el cálculo. Esa embriaguez que creyó ver en la música de Richard Wagner, creación que realizaba la síntesis conciliadora entre lo apolíneo y lo dionisíaco.
Toda la articulación mitológica que encierra la música wagneriana lo ponía nuevamente en contacto con la tragedia griega. Este drama musical en su conjunto, era la vía regia para una total revalorización estética y ética en armonía con la metafísica y la voluntad Schopenaueriana.
Este encuentro de Wagner con Nietzsche abría el camino hacia una nueva estética y una moral sin dogmas, y éste es, evidentemente, un punto de anudamiento decisivo con la Weltannchaung del fascismo, porque también halló tal idea en el arte y la moral el grado más alto de exaltación de la vida.
Probablemente allí habrá que buscar el fundamento ontológico del Fascismo con su nuevo mensaje y sus nuevos mitos. El guerrero enfrentado al usurero, el trabajador al especulador, el vivir peligrosamente la existencia basada en las leyes de la naturaleza y no desde el racionalismo, la idea orgánica de la representación funcional en contraposición a la numérica y abstracta, la Nación como unidad de destino en lo universal, el Estado ético frente al Estado neutro, la solidaridad como valor fundante frente al egoísmo, la comunidad organizada frente al mercado juguete de los dstintos monopolios.
Todo ello terminaría generando un arquetipo, un héroe frente al hombre exitoso de la modernidad, verdadero dretitus de la sociedad industrial y de la usurocracia al decir de Ezra Pound. Allí están los mitemas fundantes de una cosmovisión que vino a implicar una rebelión despiadada contra la racionalidad moderna y sus productos culturales y políticos.
El Fascismo rompe la opción de acero, ni el lucro, del capitalismo ni la lucha de clases del marxismo serían el motor de la historia en tanto uno sería consecuencia del otro. Para el Fascismo no tiene validez el pensamiento mecanicista y especulador que supone la historia como un camino inexorable que debe recorrerse de un modo prefijado e insoslayable. No hay caminos trazados de antemano, solo la voluntad los crea, sería su consigna, parafraseando a Nietzsche.
Más allá de los puntos coincidentes metodológicos con otros movimientos políticos contemporáneos, el Fascismo representa la experiencia más radicalizada de la filosofía negativa del sistema. Fue y es el único movimiento político en la historia moderna que abroquela el sistema en su contra, tal como se puede verificar durante el curso de la segunda guerra mundial donde codo a codo capitalistas y comunistas lo enfrentaron en nombre de la democracia.
Debe coincidirse con Giorgio Locchi que es la experiencia más radicalizada por ser, justamente, un fenómeno totalizador que algunos confunden con totalitarismo por cuanto totaliza las relaciones humanas en su conjunto. en contraposición al totalitarismo dogmático marxista leninista, que pretende alcanzar una última síntesis histórica mediante el forzamiento de la misma y de modo independiente al deseo humano.
Tal unidireccionalidad obligada halla su raíz en el profetismo hebraico al trasladar al plano de las ideas el concepto de que existe un sentimiento de la historia, sentido obligado y fatal, donde el pueblo judío como pueblo elegido por Dios se le ha reservado la impronta de conducir el mundo y sus acontecimientos.
Por último, en su ensayo, Giorgio Locchi hace referencia acerca de un concepto muy en boga en estos momentos: El fin de la historia, en tanto estaríamos ante el próximo advenimiento de un orden planetario (liberal). Esto es, de una síntesis final de la historia conocida. Por ello señala acertadamente el autor que el igualitarismo hizo posible una sociedad liberal a fuerza de una represión absoluta acerca del discurso y la actividad política Fascista, empero ello no ha podido configurar la extinción de un deseo último de Fascismo aunque más no sea como horizonte de posibilidades y de alternativas del sistema.
Esta represión obligaría al Fascismo a recrear y recrearse continuamente, y en esa recreación alcanzará definitivamente su unidad y su desocultamiento (verdad).
Hoy por hoy puede decirse que allí reside su riqueza y su dinámica, de allí que el sistema coincide en calificar de fascista por derecha o por izquierda - movimientos e ideas que lo hacen peligrar, sin reparar que en muchos casos los mismos son antagónicos.
En Argentina tenemos experiencia en el caso, desde las usinas culturales y políticas del régimen se calificó de tal modo al Peronismo en curiosa coincidencia de liberales e izquierdistas. Es más, durante su nacimiento al promediar la primera mitad del siglo XX, se lo enfrentó con la llamada Unión Democrática, verdadero Yalta vernáculo donde convergieron desde el entonces embajador norteamericano Braden hasta el Partido Comunista.
En suma, el presente trabajo plantea una visión novedosa al estudio del tema, máxime que omite caer como sempiternamente lo hacen los distintos trabajos elaborados, en el fácil recurso de pretender calificar la idea recurriendo al aspecto bélico o prontuarial de quienes le han defendido. Tiene una particularidad que en este caso es un mérito: es un estudio sobre el Fascismo escrito por un facista.
Ernestina Garrido
Buenos Aires. Diciembre de 1990
INTRODUCCIÓN

Pocos textos tan cortos alcanzaron a tener una trascendencia tan grande como este de Locchi que hoy sometemos el lector español. Esto nos impone la tarea de presentar a su autor y de dar alguna explicación sobre su obra.
Natural de Roma y doctor en Derecho, la vida, sin embargo, le ha apartado de su ciudad natal, pues reside habitualmente en París, y de su profesión, pues Locchi no pasará a la posteridad por sus aportaciones a la Jurisprudencia, sino por su vigoroso pensamiento filosófico y político.
Su residencia en París le ha permitido una amplia colaboración con la “Nueva Derecha” de la que, sin embargo al final, se ha apartado. Sus colaboraciones en “Nouvelle Ecole” figuran entre lo mejor que ha publicado esta revista.
Además del italiano y el francés, Giorgio Locchi es un profundo conocedor del alemán, lengua en la cual ha leído a sus dos grandes predilectos: Wagner y Nietzsche.
Además del texto que ha continuación podrán estudiar los lectores, Locchi es autor de otro capital libro: “Wagner, Nietzsche e il mito sovrumanista”, una profunda reflexión sobre la filosofía de la Historia y sobre como la obra de Wagner y Nietzsche crea, en el siglo pasado, una nueva “tendencia epocal”.
Hay en el texto de Locchi ciertas afirmaciones que sin duda sorprenderán al lector; la primera es, sin duda, descalificar a lo más reciente de la producción historiográfica sobre el fascismo. Expliquemos esto. Cree Locchi que hoy se pueden encontrar excelentes estudios sobre todos los aspectos y variantes del fascismo (ya sea sobre el fascismo en Brasil o sobre la política deportiva de Mussolini), pero, que todos estos estudios de detalle están haciéndonos perder la perspectiva global.
Y no es solo este problema. Hay autores, como De Felice y Mosse, que han pretendido una “desdemonización” del fascismo. En sus libros muestran a los fascistas como hombres de su época, personajes que no vomitan espuma ni se pasan el día exterminando. Esto puede, aparentemente ser bueno. Pero Locchi señala también el peligro de que todo esto comporte una “banalización “ del fascismo: hacer del fascismo un simple movimiento político más y no una alternativa total al sistema.
Ejemplo paradigmático de todo esto es el caso de Renzo de Felice, a quien sus obras (en especial su monumental y por ahora , inacabada biografía de Mussolini), le han valido la acusación de “filo fascismo “ de querer “rehabilitar el fascismo “. Y sin embargo De Felice es el autor que ha dado un veredicto más demoledor sobre el fascismo, al afirmar que, en definitiva, este movimiento ha desaparecido sin dejar huella histórica y sin posibilidad de reproducirse. Otra muestra de lo peligroso de las tesis de De Felice está, por ejemplo, en su afirmación de que nacionalsocialismo y fascismo son sustancialmente distintos. Nada de esto ocurría con las obras que defiende Locchi visceralmente enemigas de todo lo que sea fascismo, que lo deforman en los detalles, pero que captan lo esencial.
Otra cosa que va a sorprender al lector es el empeño de Locchi por colocar al nacionalsocialismo en el seno de la “Konservative Revolution”. Arguye Locchi que el hecho de que el nacionalsocialismo tuviera choques más o menos fuertes con algunos de sus componentes no significa, objetivamente, nada. Sería como decir que Stalin deja de ser marxista leninista por el hecho de que expulsara y después hiciera asesinar a Trotsky.
“Hitler ha podido triunfar declaraba Locchi a Marco Tarchi1 porque, mejor que nadie, sabía afirmar lo esencial de las tendencias históricas que animaban la “Konservative Revolution”. Los demás se perdían en lo particular, en la afirmación de tal o cual especificidad. Hitler tenía claro lo esencial, aquello que políticamente podía plasmarse en aquel momento histórico. Los actuales “neo”2, escriben a veces que Hitler “traicionó” a la “Konservative Revolution”, “robándole” las ideas para deformarlas. Esto se afirma, naturalmente, en referencia a las ideas de un Junger, un Spengler, un Moeller van der Bruck, o gente así. Dejando de lado el hecho de que todos estos ilustres escritores pensaban y siempre en abstracto cosas bastante distintas y dispares y por tanto no se podía satisfacer a unos sin “traicionar” a otros, lo que aquí encontramos es el eterno contraste entre el intelectual que vive en su torre de marfil, de intransigente pureza, y el hombre de acción, el político, en permanente lucha con la realidad, con una materia bruta que se resiste siempre a las formas que se desea imponerle”.
Pero lo más notable, lo más subyugante del texto de Locchi, es hacer partícipe del fascismo de un gran movimiento, que trasciende los límites de lo político y lo coloca a un nivel muy superior. Muchas veces se ha escrito, con razón, que faltaba por hacer una interpretación fascista del fascismo. Y era cierto. La obra de Bardeche (“Qu’ est ce le fascisme”) se limita a un análisis politilógico, y la obra de Evola (“Il fascismo visto della Destra”) está viciada desde su origen. Pero ya no se podrá decir lo mismo desde la aparición del libro de Locchi. El fascismo pierde, gracias a él, su carácter de anécdota de la historia.
Tarchi le dijo a Locchi: “Vd. hace del fascismo, o más bien del super humanismo, un hecho de inmensa trascendencia, un evento que parte la historia en dos”. A lo que Locchi respondió: “Yo no hago nada. Sólo hablo como historiador que observa el devenir histórico. Observo que a partir de la segunda mitad del siglo XIX se dibuja una “tendencia epocal”3 que pretende “regenerar la historia” (Wagner) o “dinamitarla” (Nietzsche) y precisamente para dividirla en dos; tendencia que pretende (“Konservative Revolution” y nacionalsocialismo) ser “advenimiento” de un nuevo “origen” de la historia, que proyecta un “Reich” milenario que en todas sus formas políticas pretende crear un hombre nuevo. La “tendencia epocal” que así se expresa existe innegablemente. Pero que exista no significa que deba triunfar. Tendencias epocales pueden diseñarse y sin embargo desaparecer. Nietzsche y Wagner son, sin duda, la dinamita de la historia; pero esta dinamita puede ser inútil si como ahora ocurre, el mundo entero se consagra a la tarea de apagar su mecha”.
Para Locchi nos hallamos en una época de “interregnum “, entre un periodo histórico dominado por el igualitarismo y el futuro, dominado por el superhumanismo, que traerá el hombre nuevo. Dejemos, de nuevo, hablar a Locchi: “ El fascismo desea crear el “hombre nuevo” justamente porque este hombre nuevo no existe aún macro socialmente y solo existe micro socialmente y como posibilidad, en un minoría realmente superhumanista. El fascismo, que consiguió el poder y que puede volver a él, debería enfrentarse a una realidad social que es la creada por dos mil años de igualitarismo, realidad que sólo podrá ser cambiada en virtud de una acción destructora progresiva y a la vez progresivamente reconstructora, de algo nuevo. En el “interregnum” y estamos aún en él el proyecto social fascista no puede ser sino provisional, dirigido en primer lugar a crear la materia social misma con la que un día se construirá la verdadera “comunidad”, según el genuino proyecto, lo que desembocará algún día en la mutación definitiva, de la “material social”, es decir, en el aniquilamiento social político de las tendencias igualitaristas”.
El fascismo, pues, es todo un vasto campo ideológico que algún día acabará transformándose en la alternativa operativa al sistema. No es, por ello, cosa extraña el que en su mismo seno haya tensiones y discrepancias. Las diferencias son generadas, como dice el texto que sigue, por la menor y mayor proximidad a determinados principios. En su entrevista con Tarchi matizó, Locchi, sus ideas: “En los años veinte, treinta y cuarenta, la oposición y a veces hasta la lucha entre las varias corrientes fascistas, no solo en el plano internacional, donde cada país defendía su fascismo “nacional”, sino también en el interior de cada país, entre diversos movimientos fascistas, o en el interior de un único partido o movimiento, existió. Todo esto es perfectamente lógico y se da tanto en el campo igualitario como en el superhumanista. Debo hacer observar que el fascismo en un campo político, del mismo modo que lo es el “democratismo”, en cuyo seno se articulan y lucha diversas tendencias (liberalismo, socialdemocracia, comunismo, anarquismo). Esta articulación es bien patente en el campo de las tendencias igualitaristas, porque es el resultado de una evolución bimilenaria. En el campo fascista esta articulación (aparte de las “especifidades nacionales”), es menos neta, menos rica, se articula más bien a nivel de “sectas”, como es característico de la “fase mítica” en que halla esta tendencia”.
Locchi ha acabado por apartarse de la “Nouvelle Droite” francesa precisamente a causa de su interpretación del fascismo. “Hoy le decía a Tarchi -, según me parece, muchos “fascistas” no osan decir, por causas conocidas, su propio nombre, optando por llamarse antigualitaristas. Y este es un modo como otro de castrarse, puesto que el nombre “hace la cosa”. En si mismo “antigualitarismo” es pura negatividad y como tal entonces forma parte de la dialéctica misma del igualitarismo”. Claro que en la oposición a la “Nouvelle Droite” no hay solo un motivo lingüístico. Desde que Alain de Benoist se enganchó al carro de Giscard nuestro autor, Locchi, no ha querido saber nada más de sus antiguos compañeros; el uso ambiguo de palabras como “antirracismo “, “antitotalitarismo”, etc..., que hace la “Nouvelle Droite” es Para Locchi , insoportable.
Para acabar, solo resta decir que lo importante, lo definitivo, lo esencial del mensaje de Locchi es situar al fascismo en una dimensión trascendente. Gracias a él, la frase de “No somos los últimos del ayer, sino los primeros del mañana”, deja de ser un eslogan efectista para convertirse en una verdad de profundo contenido.
Carlos Caballero.
NOTAS:

1 La edición italiana de “La Esencia del fascismo” iba acompañada de una larga entrevista con Marco Tarchi, de donde hemos entresacado estas citas.
2 Se refiere Locchi, obviamente, a la “Nueva Derecha”
3 La filosofía de la historia desarrollada por Locchi habla de la existencia de “tendencias epocales” que se enfrentan entre sí y que cada una de las cuales pasa por varias fases, siendo la primera de ellas, la fase mítica. Posteriormente cada tendencia epocal se va subdividiendo en una serie de sub tendencias que, a su vez, se enfrentan entre sí.



Homenaje a Giorgio Locchi (1923-1992)

Gennaro Malgieri


Giorgio Locchi murió en la única forma que habría juzgado aceptable: de manera imprevista, casi sin informar a nadie, mientras intentaba escribir un libro sobre Martin Heidegger. Seguramente, ha tenido un atisbo de conciencia, entre el momento en que la muerte se anunció y aquél cuando llego, algunos minutos más tarde, y muy ciertamente agradeció a los dioses ofrecerle una salida tan súbita, ya que la idea de seguir estando por mucho tiempo enfermo o disminuido lo hacía sufrir inmensamente. Al final del mes de junio de 1992, en su última visita a Roma, me habló del mal que lo había afectado dos años antes. Me decía que la perspectiva de convertirse en un tronco inerte le hacía estremecer porque con el tiempo que pasa, uno se cuelga más estrechamente, más profundamente, más egoistamente a la vida. Palabras de Locchi que no me sorprendieron. En realidad, habían sido un presagio.
Para alguien que era uno de sus amigos, no es fácil rendir homenaje a Giorgio Locchi y recapitular todo lo que nos legó. Podría intentar trazar un perfil del periodista y corresponsal en París del periodico italiano Il Tempo durante más de treinta años. Y decir una infinidad de anécdotas sobre sus relaciones con Renato Angiolillo. O también de destacar la importancia de todos los servicios que prestó a la prensa en Italia: sobre los acontecimientos de Argelia, sobre el nacimiento del existencialismo, sobre el mayo del 68 parisino. Sus puntos de vista eran motivados por un anticonformismo extraordinariamente valiente e inteligente. Querría también destacar el papel capital que desempeñó Giorgio Locchi en la evolución de la derecha francesa, hacer hincapié en su carrera con Alain de Benoist, sobre la pasión con la que formaba a los jóvenes intelectuales, sobre sus actividades en el GRECE y sobre sus contribuciones a la revista Nouvelle École.  Querría también poder reunir aquí todos los elementos del extenso mosaico que era su personalidad, dar cuenta de su amor por la música y el cine, de su control de las cosas físicas y científicas. Y podría también decir la historia de nuestra amistad e informar sobre su refugio parisino que me fue tan agradable, así como a un puñado de otros Italianos, donde nos encontrábamos para hablar del pasado o para manifestar nuestra hostilidad al sistema dominante. Mejor: para escuchar a Locchi que nos hablaba de Nietzsche o Wagner, Heidegger o la Revolución Conservadora, de sus experiencias en Alemania o los momentos cruciales de la segunda Guerra Mundial que vivió como protagonista del “frente interior”. Nos hablaba también de la “derecha imposible” y de una Europa igualmente imposible. Y nos comunicaba sus proyectos, comentaba las publicaciones a las que colaboraba, mencionaba los artículos que quería escribir y las libros que quería publicar. Nos reuniamos en “Meister Locchi” y Saint-Cloud en París, dónde vivía prácticamente recluido, lugar que fue, durante numerosos años, el punto de encuentro de muchos de nosotros.
El periodista, el amigo, el organizador de manifestaciones culturales, el agitador de ideas que viven siempre y vivirán en el grupo de los que conocieron a Giorgio Locchi y fueron sus amigos. Sus libros, sus ideas, sus ensayps dispersos en Nouvelle École, la Destra, Uomo Libero y Elementi, sus artículos del Tempo y el Secolo de Italia seguirán siendo los testimonios escritos de un compromiso intelectual y político en sentido más noble del término, pero que consideró como la consecuencia de una derrota europea durante más de cuarenta años. En primer lugar vimos a Giorgio escéptico y que desconfiaba, luego tal confianza no volvimos a verla de nuevo en él hasta que se habló de la reunificación alemana. No es por nada que quiso estar en Berlín cuando Alemania se reunifico: aquello era para él, me decía, un sueño que se realizaba, un acontecimiento que se desarrollaba bajo sus ojos y que no había imaginado ver realizarse, incluso si no había dejado nunca de creer más allá de los límites que impone el pesimismo, actitud justificada.
Las ideas de Locchi eran las ideas de una Europa que ya no existe: pero cuya inexistencia no era para él una razón para no defender o ilustrar tales principios. Pero cuando se le hacía el reproche, contestaba: sus ideas eran las ideas de la Europa eterna que esta Europa coyuntural de nuestra posguerra no quería, momentaneamente, reconocer.
Su actitud respecto al fascismo, por ejemplo, distaba mucho de ser simplemente reivindicativa o incluso revanchista. Giorgio Locchi quería, en el hervor cultural del paréntesis fascista, recoger todos los elementos que no eran caducos. Nos comunicó sus reflexiones a este respecto en su opúsculo titulado La esencia del Fascismo (ediciones Tridente, 1981). Se refiere allí a la visión del mundo que fue la inspiradora del fascismo histórico pero que no desapareció de ninguna manera con la derrota militar de este último. Esta obra constituye hoy aún un extraordinario “discurso de verdad”, en el sentido griego, que pretende retirar del fascismo todas esas explicaciones fragmentarias que tienen curso actualmente y todas las formas de demonología que generan prejuicios sobre prejuicios. Locchi, en realidad, desarrolló una reflexión histórica propia según un esquema filosófico coherente, apoyado en una opción interdisciplinaria, que preparo una teoría sintética de la esencia del fascismo.
En su investigación, Locchi mantenía que no era posible entender el fascismo si no se daba cuenta de que era la primera manifestación política de un fenómeno espiritual y cultural más extenso, cuyo origen se remonta a la segunda mitad del siglo XIX y que él llamaba “suprahumanismo”. Los polos de este fenómeno, que se asemeja a un enorme campo magnético, son Richard Wagner y Friedrich Nietzsche que, por sus obras, “agitaron” el “nuevo principio” y lo difundieron y diluyeron en la cultura europea entre el final del XIX y el principio del siglo XX.
Este principio es el “sentimiento del hombre” como voluntad de poder y sistema de valores. En este sentido, el principio suprahumanista, con el cual el fascismo está en relación “genética/espiritual”, se articula como el rechazo absoluto del “principio igualitario” que se le opone y que domina al mundo de hoy, orígen de nuestra situación actual.
Locchi avanzaba la siguiente tesis:
“Si los movimientos fascistas individualizaron al “enemigo” -espiritual antes que político – en las ideologías democráticas -liberalismo, parlamentarismo, socialismo, comunismo y anarquismo – es justamente porque, en la perspectiva histórica instituida por el principio superhumanista estas ideologías se configuran como otras tantas manifestaciones, aparecidas sucesivamente pero aún presentes todas, del opuesto principio igualitarista; todas tienden a un mismo fin con un grado diverso de conciencia y todas ellas causan la decadencia espiritual y material de Europa, el “envilecimiento progresivo” del hombre europeo, la disgregación de las sociedades occidentales.”

Conectando estas consideraciones con la prospectiva histórica en la cual opera el fascismo, al unísono con los otros fascismos europeos, Locchi realiza una tesis del más alto interés que contribuye a la “desocultación” del fascismo, sacando a la luz su esencia propia.
Estos temas, Locchi los desarrolló en su obra Wagner, Nietzsche e il mito sovrumanista  (Akropolis, 1982; nota: se trata parcialmente de una edición de sus artículos de musicología aparecidos en francés en Nouvelle École,  n°30 y 31/32). En su brillante prólogo, Paolo Isotta preciso, con minucia, cuáles son las tendencias igualitarias y cuáles son las tendencias suprahumanistas que entran en juego y las coloca como dos concepciones del mundo antitéticas e irreconciliables. Es un libro muy denso, especialmente difícil, a veces repelente en algunos de sus capítulos; sin embargo cuando Isotta y yo mismo lo presentamos frente a una audiencia llena de estudiantes napolitanos, en diciembre de 1982, parecía verdaderamente cautivar a estos jóvenes que permanecieron atentos durante dos horas y luego acosaron a Locchi con cientos de preguntas pertinentes, que no tenían realmente nada de banales. El autor no pareció sorprendido.
Además de este libro, tengo de Locchi otro gran recuerdo: el de su polémico libro El mál americano (Lede, 1979), al cual Alain de Benoist añadio algunas pequeñas notas complementarias (nota: en francés, este texto aparece en Nouvelle École  n°27-28, bajo el seudónimo de Hans-Jürgen Nigra, también utilizado en la edición alemana). Este texto es capital a mi juicio ya que desmonta la mecánica del colonialismo cultural americano y nos permite echar otro vistazo sobre América. A Locchi, en cambio, le no gustaba demasiado este texto, considerando que él destacaba que era más combativo que formativo, que era más polémico que filosófico.
En los cajones de la oficina de Giorgio Locchi, se encuentran numerosos proyectos, bosquejos de textos, el esquema de un libro sobre Heidegger y de otro sobre la concepción del tiempo en los Indoeuropeos. Permanecerán ciertamente tal como Giorgio los dejó porque antes de todas las cosas, él era un perfeccionista y no quería publicar nada sin estar convencido plenamente de que valía la pena.
Permanece aún, entre las innumerables cartas que constituyen su correspondencia, una espléndida novela sobre un héroe italiano que combate en Alemania una guerra desesperada para defender a Europa. No se sabrá nunca si fue por pudor o por orgullo que Giorgio Locchi siempre se nego a presentarla a un editor.
[Sinergias Europeas, Vouloir, Febrero de 1993]
El cantor del nuevo mito. Giorgio Locchi revisitado
Adriano Scianca



“…sonaba, tan antiguo, y sin embargo era tan nuevo…”
(Richard Wagner)

Y por último llegó la “globalización”. En dos mil años de pensamiento único igualitario nos hemos tragado: la “inevitable” venida de los tiempos mesiánicos, el “inevitable” avance del progreso técnico, económico y moral, el “inevitable” advenimiento de la sociedad sin clases, el “inevitable” triunfo del dominio americano, la “inevitable” instauración de la sociedad multirracial. Y ahora, precisamente, es la globalización la que se impone como “inevitable”. El camino ya está trazado, nada podemos contra el Sentido de la Historia. Es cierto que la entrada triunfal en el Edén final es postergada de manera continua porque siempre surgen pueblos impertinentes que no aprecian los hegelianismos en salsa yanqui como los anteriormente citados. Pero, tarde o temprano- nos lo dice Bush, nos lo dicen los pacifistas, nos lo dicen los científicos, los filósofos y los curas- la historia llegará a su fin. Seguro. ¿Seguro?

¿El fin de la historia?

Es verdad: la historia, efectivamente, puede llegar a su fin. Es del todo plausible que en el futuro que nos espera se pueda asistir al triste espectáculo del “último hombre” que da saltitos invicto y triunfante. Pero este es sólo uno de los posibles resultados del devenir histórico. El otro, también este siempre posible, va en la dirección opuesta, hacia una regeneración de la historia a través de un nuevo mito. Palabra de Giorgio Locchi. Romano, licenciado en Derecho, corresponsal en París de “Il Tempo” durante más de treinta años, animador de la primera y más genial Nouvelle Droite, fino conocedor de la filosofía alemana, de música clásica, de la nueva física, Locchi ha representado una de las mentes más brillantes y originales del pensamiento anti-igualitario posterior a la derrota militar europea del 45.

Muchas jóvenes promesas del pensamiento anticonformista de los años 70 conservan todavía hoy el nítido recuerdo de las visitas que hicieron a “Meister Locchi” en su casa de Saint-Cloud, en París, “casa a la que muchos jóvenes franceses, italianos y alemanes se dirigían más en peregrinaje que de visita; pero simulando indiferencia, con la esperanza de que Locchi (…) estuviese como Zarathustra con el humor adecuado para vaticinar y no, como desgraciadamente sucedía más a menudo, para que les hablase del tiempo o de su perro o de actualidades irrelevantes” (1). Las razones de tal veneración no pasan tampoco inadvertidas para quienes sólo hayan conocido al autor romano a través de sus textos. Leer a Locchi, de hecho, es una “experiencia de verdad”: tomemos su Wagner, Nietzsche e il mito sovrumanista – un “gran libro”, “unos de los textos clásicos de la hermenéutica wagneriana”, como lo define Paolo Isotta en el… ¡Corriere della Sera! (2)- uno se encuentra ante el desvelamiento (a-letheia) de un saber original y originario. Desvelamiento que no puede ser nunca total.

La aristocrática prosa de Locchi es, de hecho, hermética y alusiva. El lector es conquistado por ella, tratando de atisbar entre las líneas y de captar un saber ulterior que, estamos seguros de ello, el autor ya posee pero dispensa con parsimonia (3). A aumentar la fascinación de la obra de Locchi, además, contribuye también la vastedad de referencias y la diversidad de los ámbitos que toca: de las profundas disertaciones filosóficas a los amplios paréntesis musicológicos, pasando por las referencias a la historia de las religiones y por las audaces digresiones sobre la física y la biología contemporánea. Quien está acostumbrado a la atmósfera asfixiante de cierto neofascismo onanista o a los tics de los evolamaniacos de estricta observancia es raptado inmediatamente por todo ello.

La libertad histórica

El punto de partida del pensamiento locchiano es el rechazo de todo determinismo histórico, es decir, la idea de que “la historia- el devenir histórico del hombre- surge de la historicidad misma del hombre, es decir, de la libertad histórica del hombre y del ejercicio siempre renovado que de esta libertad histórica, de generación en generación, hacen personalidades humanas diferentes” (4). Es el rechazo de la “lógica de lo inevitable”. La historia está siempre abierta y es determinable por la voluntad humana. Dos son, a nivel macrohistórico, los resultados posibles, los polos opuestos hacia los que dirigir el porvenir: la tendencia igualitarista y la tendencia sobrehumanista, ejemplificadas por Nietzsche con los dos mitemas del triunfo del último hombre y del advenimiento del superhombre (o, si se prefiere, del “ultrahombre”, como ha sido rebautizado por Vattimo en el intento de despotenciar su carga revolucionaria). El filósofo de la voluntad de poder afirma la libertad histórica del hombre mediante el anuncio de la muerte de Dios: quien ha adquirido la conciencia de que “Dios ha muerto” “no cree ya que esté gobernado por una ley histórica que lo trasciende y lo conduce, con toda la humanidad, hacia una finalidad- y un fin- de la historia predeterminada ab aeterno o a principio; sino que sabe ya que es el hombre mismo, en todo “presente” de la historia, el que establece conflictivamente la ley con la que determinar el porvenir de la humanidad” (5).

Todo esto lleva a Locchi a identificar una auténtica “teoría abierta de la historia”. El futuro, desde esta perspectiva, no está nunca establecido de una vez por todas, ha de ser decidido constantemente. No sólo eso: tampoco el pasado está cerrado. El pasado, de hecho, no es lo que ha acaecido de una vez por todas, un mero dato inerte que el hombre puede estudiar como si fuese un puro objeto. Al contrario, es interpretación eternamente cambiante. El tiempo histórico, lo vamos viendo poco a poco, asume un carácter tridimensional, esférico, estando caracterizado por interpretaciones del pasado, compromisos en la actualidad y proyectos para el porvenir eternamente en movimiento. El origen mítico acaba proyectándose en el futuro, en función eversiva con respecto a la actualidad. Las distintas perspectivas que brotan de ello acaban chocando dando vida al conflicto epocal.

El conflicto epocal

El “conflicto epocal” se da por el choque de dos tendencias antagónicas. Ya se ha dicho cuales son las tendencias de nuestra época: igualitarismo y sobrehumanismo. Toda tendencia atraviesa tres fases: la mítica (en la que surge una nueva visión del mundo de manera todavía instintiva, como sentimiento del mundo no racionalizado y, por tanto, como unidad de los contrarios), la ideológica (en la que la tendencia, habiéndose afirmado históricamente, comienza a reflexionar sobre sí misma y, entonces, se divide en diferentes ideologías contrapuestas entre sí) y la autocrítica o sintética (en la que la tendencia toma nota de su división ideológica y trata de recrear artificialmente la propia unidad originaria). Y si el igualitarismo (hoy en fase “sintética”) es la tendencia histórica dominante desde hace dos mil años, la primera expresión “mítica” del sobrehumanismo ha de buscarse en los movimientos fascistas europeos.

El fascismo, para Locchi, no puede ser comprendido más que a la luz de la “predicación sobrehumanista” de Nietzsche y Wagner (6) y de la “vulgarización” que de tales tesis llevaron a cabo los intelectuales de la Revolución Conservadora (que, por tanto, deja de ser una entidad “inocente”, abstractamente separada de sus realizaciones prácticas, tal y como quisiera cierto neoderechismo débil). Por tanto, el fascismo como expresión política del Nuevo Mito que apareció en el siglo XIX en algún lugar entre Bayreuth y Sils Maria. Entonces, algo nuevo. Pero, wagnerianamente, algo antiguo también.

El fascismo, de hecho, representa también la plena asunción del “residuo” pagano que el cristianismo no logró borrar y que ha sobrevivido en el inconsciente colectivo europeo. Un fenómeno revolucionario, en definitiva, que se reconoce en un pasado lo más ancestral y arcaico posible, proyectándolo en el futuro para subvertir el presente. El objetivo, de larga duración, es hacer que la Weltanschauung cristiana “retroceda más allá del umbral de la memoria”, derramando significados nuevos en los significantes viejos de matriz bíblica, tal y como originariamente el cristianismo “falsificó” los términos paganos para canalizar la propia visión del mundo en un lenguaje que no resultase incomprensible a las gentes europeas. Es el proyecto que el Parsifal wagneriano expresa con la fórmula “redimir al redentor” (7).

El mal americano

Pero la primera tentativa de actuar concretamente en la historia por parte de la tendencia sobrehumanista, como sabemos, desembocó en la derrota militar europea de 1945. Una derrota que puso al viejo continente entre las fauces de la tenaza construida en Yalta. En aquel periodo, está bien recordarlo, demasiados herederos del mundo que salió derrotado de la segunda guerra mundial pensaron en renovar su militancia sosteniendo uno de los dos brazos de la tenaza a expensas del otro, anhelando un Occidente “blanco” que no podía ser otra cosa que la “tierra del anochecer” (Abend-land) en la que ver el crepúsculo de toda esperanza de renacimiento europeo. Eligieron, aquellos “fascistas” viejos o nuevos, la táctica del “mal menor”, que, como se sabe, no es otra que la táctica del “tonto útil” vista… por el tonto útil.

En este contexto, será precisamente Locchi (no sólo, ni el primero: sólo hay que pensar en Jean Thiriart) quien denuncie las insidias del “mal americano”. Y El mal americano (Il male americano) es también el título de un libro que salió de un artículo aparecido en Nouvelle Ecole en 1975 con la firma de Robert de Herte y Hans-Jürgen Negra, pseudónimos respectivamente de Alain de Benoist y del mismo Locchi. Tal texto contribuirá de manera decisiva a depurar el corpus doctrinal de la Nueva Derecha de toda sugestión occidentalista. Por lo demás, los dos autores provocarán un cortocircuito en la lógica de los bloques citando una frase de Jean Cau: “En el orden de los colonialismos, es ante todo no siendo americanos hoy, como no seremos rusos mañana”. Hay una gran sabiduría en todo esto. En Il male americano América es descrita más en su ideología implícita, en su way of life, que en su praxis criminal. Una ideología hecha de moralismo puritano, de desprecio por toda idea de política, tradición o autoridad, de mentalidad utilitarista, de conformismo y ausencia de estilo, de odio freudiano contra Europa. Lo que especialmente interesa a los autores es la influencia de la Biblia en la mentalidad colectiva estadounidense, sin la cual serían inconcebibles los delirios neocon de la actual administración. Y además – el recuerdo del 68 estaba todavía caliente- no falta el repetido énfasis de la sustancial convergencia entre la contestación izquierdista y los mitos del otro lado del Atlántico. Nueva York como capital del neo-marxismo: basta con esto para distinguir el texto del Locchi/ de Benoist de las denuncias “progresistas” de los varios Noam Chomsky (aunque, por supuesto, también estos tienen su función).

La tierra de los hijos

Pero “el mal americano” es sobre todo un mal de Europa. Hoy que la guerra fría ha terminado ya y al orden de Yalta le ha sucedido el feroz solipsismo armado de un pseudoimperio fanático y usurero, nos damos cuenta de ello más que nunca. Europa: el gran enfermo de la historia contemporánea. Pero también una idea-fuerza, un mito, un retorno a los orígenes que es proyecto de porvenir, como proclama la lógica del tiempo esférico.

En este sentido, las referencias a la aventura indoeuropea o al Imperium romano, a las polis griegas más que al medievo gibelino sirven como materia prima a partir de la cual forjar algo nuevo, algo que no se ha visto nunca. “Si se quiere hablar de Europa, proyectar una Europa, es preciso pensar en Europa como en algo que nunca ha sido, algo cuyo sentido y cuya identidad han de ser inventados. Europa no ha sido y no puede ser una ‘patria’, una ‘tierra de los padres`, ésta solamente puede ser proyectada, para decirlo como Nietzsche, como ‘tierra de los hijos’ (8). Si tiene que haber nostalgia, entonces que sea “nostalgia del porvenir”, como en el (extrañamente feliz) eslogan del MSI de hace ya años. Este mundo que cree en el fin de la historia quizás está asistiendo simplemente al fin de su propia historia. Después de todo, nada está escrito. ¿Nos hundiremos también nosotros en las pútridas ruinas de esta decadencia iluminada con luces de neón? ¿O tendremos la fuerza para forjar nuestro destino a través de la institución de un “nuevo inicio”? Lo decidirá tan sólo la solidez de nuestra fidelidad, la profundidad de nuestra acción, la tenacidad de nuestra voluntad.

Notas:

(1) Stefano Vaj, Introduzione a Girogio Locchi, Espressione e repressione del principio sovrumanista (La esencia del fascismo).Entre los intelectuales influenciados por Locchi recordamos, además del propio Vaj, todo el núcleo fundador de la Nouvelle Droite de los años 70/80, desde De Benoist a Faye, pasando por Steuckers, Vial, Krebs, pero también Gennaro Malgieri y Annalisa Terranova, hoy en AN. Ideas locchianas aparecen también en tiempos recientes en Giovanni Damiano y Francesco Boco. No podemos dejar de citar, además, a Paolo Isotta, crítico musical del Corriere della Sera (¡!), a quien Maurizio Carbona logró convencer para que redactara un entusiasta ensayo introductorio al libro sobre Nietzsche y Wagner y que últimamente (véase la siguiente nota) ha vuelto a citar a Locchi precisamente en las columnas del mayor diario italiano.

(2) Paolo Isotta, “La Rivoluzione di Wagner”, en Il Corriere della Sera del 4/4/05.

(3) Hay que decir, además, que entre los papeles que Locchi dejó, se encuentra diverso material inédito, entre el cual está un ensayo sobre Martin Heidegger probable y desafortunadamente destinado a no ver nunca la luz.

(4) De Wagner, Nietzsche e il mito sovrumanista.

(5) Ibidem.

(6) Por otra parte, gran mérito de Locchi es el hecho de haber redescubierto las potencialidades revolucionarias de la obra wagneriana en un ambiente que continuaba pensando en el compositor alemán desde la perspectiva de la doble “excomunión” nietzscheana y evoliana.

(7) Los Indoeuropeos, la filosofía griega, la Konservative Revolution, el fascismo, Europa: el lector atento habrá vislumbrado, detrás de referencias semejantes, la sombra pujante de Adriano Romualdi. Y sin embargo, increíblemente, Locchi desarrolló su pensamiento de manera completamente autónoma de Romualdi. Es más, será sólo gracias a algunos jóvenes italianos que fueron a visitarle a París como el filósofo conocerá la obra del joven pensador que murió prematuramente. Sin dejar de subrayar la objetiva convergencia de perspectivas. Al respecto, véase La esencia del fascismo como fenómeno europeo. Conferencia-Homenaje a Adriano Romualdi, que reproduce un discurso de Locchi pronunciado precisamente en honor del llorado autor de Julius Evola: el hombre y la obra.
(8) De L’Europa: non è eredità ma missione futura.