Dagas alemanas en réplicas

Dagas alemanas en réplicas 

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Daga Hitler Jugend
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Daga Hitler Jugend (espadin)
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Daga Espadin de las SA (todo por Alemania)
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Daga SS y Waffen SS (mi honor es mi lealtad)
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Daga de la Luftwaffen
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Daga de oficial de las SA
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Daga de oficial de la El Reichsarbeitsdienst (servicio del trabajo del reich)
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Daga de la Luftwaffen
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El programa Nacionalsocialista (texto oficial del NSDAP) - Gottfried Feder

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Europa 9 envío 8 
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Pags 125
Pasta blanda
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La censura mental y real surgida en los regímenes democrático-liberales contra toda oposición ideológica, ha impedido a las nuevas generaciones llegar a conocer de forma directa e imparcial los textos originales y los programas políticos e ideológicos de los perdedores en la última contienda mundial. Con el objeto de contribuir a superar esta anomalía, se publicó esta segunda edición del Texto Oficial del NSDAP, Editado originalmente en Munich en 1938.Texto oficial del NSDAP.
Editorial: Ojeda; Idioma: español; Encuadernación: pasta blanda; Formato: 14x21cms.; 125 páginas; ISBN: 978-84-86041-49-6; Año ed. 2007; 4ª edición.

La juventud hitleriana (Hitler Jugend) - Juan Pablo Herrera Castro

Costo para la República mexicana $260 + envío $60 por correos de México o DHL express $100
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La Revolución Nacional Socialista es la gran revolución del siglo XX, como ha dicho León Degrelle, y no tiene parangón lo que se destinó para formar a una nueva generación. Ni siquiera los regímenes nacionales de su tiempo como Italia, España, incluida la Unión Soviética, tuvieron una estructura similar para la preparación de los jóvenes. La Juventud Hitleriana, junto con la femenina BDM, fueron la organización de jóvenes más grande de Europa y por ende del mundo. 

Esta síntesis histórica de la Juventud Hitleriana analiza sus orígenes en la Wandervögel, luego como parte de las Tropas de Asalto y desde 1926, ya como Juventud Hitleriana que luchó como vanguardia del NSDAP hasta la toma del poder en 1933 y desde ese año se transformó en el movimiento de toda la juventud alemana, en cuyas filas se formó la nueva generación a través de una nueva educación Nacional que incluyó nuevas instituciones especiales, como las Escuelas Adolf Hitler (AHS), las Escuelas de Formación Nacional Política (NAPOLAS) y los Ordensburgos, que culminaba un nuevo proceso de donde saldría el "Hombre Nuevo" del Nacional Socialismo.

Pero la Juventud Hitleriana a partir de 1940 y hasta 1945 se dedicó al apoyo a la guerra y la defensa de Alemania, escribiendo una de las páginas más gloriosas de la historia europea, cuando jóvenes y casi niños se enfrentaron tanto al Ejército Rojo como a las tropas angloamericanas que hicieron escarnio de los jóvenes guerreros.

La Juventud Hitleriana fue prohibida en Alemania en 1945, sus centros de formación permanecen abandonados, pero dejaron un gran ejemplo para enfrentar al verdadero enemigo de la civilización: el poder oprobioso de la Alta Finanza sustentado con la fuerza criminal de los ejércitos angloamericanos.

La raza (nueva nobleza de suelo y sangre) - Walther Darré

Costo para la República mexicana $240 + envío $60 por correos de México o DHL express $100
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PRÓLOGO

La presente obra es una consecuencia lógica de los principios fundamentales expuestos en mi libro "El Campesinado, fuente vital de la Raza Nórdica", y me propongo aportar unas directrices a este "Imperio Alemán de los Alemanes" hacia el cual tienden todos los esfuerzos del III Reich.
Algunos se extrañarán de verme buscar directrices para una Aristocracia de la Tierra y no para la masa del campesinado, pero si en la palabra "Nobleza" hay una distinción de rango entre la clase noble y el campesinado, ambas, en el verdadero sentido germánico del término, se encontraban incorporadas entre los Germanos en la clase campesina, aunque con deberes diferentes, no existiendo entre ellas ninguna distinción de fondo.
Este libro tiene por objeto esencial aclarar esta identidad, y sobre todo, demostrar que la distinción entre Nobles y Campesinos, tal como la observamos en la Historia de Alemania a partir de la Edad Media, es profundamente no-germánica y, por consiguiente, no-alemana.
El Barón Börries von Münchhausen, con un sentido muy neto del alma alemana, ha comprendido perfectamente lo que es nuestra Nobleza, o, por lo menos, lo que debería ser, y lo ha expuesto en el siguiente poema:
¡LO QUE SOMOS!
Nacidos para el casco y el escudo,
Para ser la seguridad del País,
Para ser Oficiales del Rey,
Fieles a nuestras antiguas costumbres,
En medio de nuestros campesinos:
¡He aquí lo que somos!
Cultivamos nuestras tierras,
Preservamos nuestros bosques
Para nuestros hijos y nuestros nietos,
¡Burlaos de nuestros antepasados!
Ellos son los guardianes de los únicos Bienes
Que el dinero no puede comprar.
En medio de los tejemanejes y los regateos Permanecemos en pie, con la cabeza alta, Como caballeros incorruptibles. Con nuestra tranquila fuerza Conservaremos para nuestra Tierra lo que tiene de más precioso:
¡La Fuerza Campesina Alemana!
La Nobleza así definida, no como una clase dirigente superior al Campesinado, sino como una clase del mismo origen, que asume, con la dirección, cargas y deberes particulares, está claro que, por el bien del Campesinado alemán, debía empezar por examinar la cuestión de sus jefes. Jefes capaces de asegurar a nuestro Campesinado su lugar en la Nación, el lugar que le corresponde en virtud de su doble deber: alimentar al pueblo con el sudor de su frente y mantener la pureza de la sangre alemana.
Parece que, hasta aquí, la formación de una nueva Nobleza no sería, por decirlo así, más que una cuestión de casta a crear, en el marco de las actividades agrarias. Pero, de la misma manera que los campesinos son la fuente esencial y primaria de la renovación de la sangre popular, la aristocracia, en tanto que emanada de la élite de esos mismos campesinos y haciendo cuerpo con ellos, está destinada para quien entienda el sentido germánico de las palabras "Campesino", "Pueblo" y "Nobleza", a hacer partícipe a todo el Pueblo de su innata acción dirigente.
Este libro es el esquema de un proyecto inspirado de este espíritu: fundir en un bloque único esta trinidad: Pueblo, Campesinos y Nobleza. Me he esforzado en formarlo y modelarlo con objeto de constituir un todo. Además, he obedecido a otras sugerencias: la idea del recurso a una nueva aristocracia es hoy más general de lo que podría creerse en las condiciones actuales de Alemania. Tales nociones se fundamentan especialmente en el renacimiento de la doctrina de la herencia y en nuestra sorprendente recuperación de la noción de Raza. En todas partes se ven surgir planes y proyectos para la constitución de una nueva aristocracia dirigente... o para una radical modificación de la antigua. Por lo que nos es posible juzgar, el punto débil de todos estos planes es la falta de una definición estricta de los deberes de la Nobleza. Tal cuestión, generalmente, sólo es tratada de una manera unilateral, lo que hace imposible toda solución útil, por inteligentes y fecundas que sean algunas de las ideas presentadas.
Este estado de cosas me ha llevado a reagrupar, de una vez por todas, los elementos a emplear para reconstituir esa Nobleza y a evocar, de entrada, una visión de conjunto de la que pueda derivarse un proyecto fundamental. Me he esforzado en hacer partícipes a la vez el plan de reconstrucción de la Nobleza alemana y la visión dominante de la noción del Deber, con objeto de juzgar claramente, sobre el terreno de las realidades posibles, sin caer en utópicas Icarias.
Me doy perfecta cuenta de que las ideas que expongo serían imposibles de llevar a cabo sin el restablecimiento de la libertad y la independencia del Estado alemán. Esto es evidente, pero quiero insistir en este punto para subrayar la inutilidad de toda controversia a ese propósito. Lo esencial, primero, es saber SI nuestro pueblo quiere llevar a cabo las soluciones aquí propuestas las cuales, por otra parte, no son, para mí, una panacea universal. Una vez de acuerdo sobre este punto, nos pondremos de acuerdo para saber CÓMO.
La idea de esta obra me ha sido sugerida por una frase del añorado Hans Holfelder, Jefe de los Artamanes:
"¡Es misión nuestra conseguir una nueva Nobleza!".
Agradezco al Profesor Eichenauer su amabilidad en supervisar y corregir mi manuscrito.
Agradezco también muy particularmente a la familia del señor Schultze-Naumburg por la calurosa acogida que me dispensó, y que me permitió concebir y realizar este libro.
Saaleck, Primavera de 1930.
R. Walther Darré, Ingeniero Agrónomo e Ingeniero de la Escuela Colonial.

CAPÍTULO I

EXPOSICIÓN PRELIMINAR DEL TEMA
El desprecio de las Leyes y el quebranto del orden social no son más que la consecuencia de la decisión de los gobernantes.
Napoleón I
NECESIDAD DE UNA NUEVA ÉLITE
Es casi umversalmente conocido que el bienestar y el progreso de un pueblo, tanto en lo físico como en lo moral, están íntimamente unidos a la solidez de su Nobleza. Una aristocracia (1) sana es capaz de encaminar a un pueblo al máximo de esplendor del Estado y de las costumbres, pero el porvenir de un pueblo está condenado cuando está en manos de una clase dirigente agonizante, si ese pueblo no consigue encontrar en sí mismo, a tiempo, una nueva casta de dirigentes.
"Cuando una clase noble dirigente o privilegiada abdica de su superioridad en el terreno de la riqueza, de la cultura o de la vocación política, o cuando las otras clases de la nación se elevan a su mismo nivel en todos estos terrenos, esa Nobleza pierde su derecho natural al mando, el Estado decae y se impone un cambio de sus estructuras", ha dicho Treitchske.
Así es como se establece entre el conjunto de un pueblo y la élite que lo dirige, una estrecha comunidad de destino.
Existe otro hecho que nos resalta la experiencia histórica: un pueblo cuya nobleza se ha debilitado o ha degenerado, puede escapar a la degeneración y sobrevive en la lucha por la vida, si halla en sí mismo la voluntad y la fuerza para volver a crear su Nobleza y reclutarla entre elementos nuevos. Los comienzos de la Historia Romana nos dan un sorprendente ejemplo de ello. Después de las guerras civiles entre patricios de origen agrario y plebeyos no-campesinos, la Nobilitas de la Roma antigua nació de entre las mejores familias patricias y plebeyas. Esa Nobleza dirigió con fuerza y seguridad el Estado desde el IV hasta el I siglo antes de Jesucristo. Fue también, en gran parte, la creadora y guardiana de la verdadera noción de Estado tal como lo concebía la antigua República romana. No fue sino hasta su decadencia, y con la llegada de Julio César al poder, cuando se desarrolló una concepción de Estado totalmente diferente.
La nueva Roma instaurada por César cambió en despotismo la noción de la Roma antigua sobre la libertad de los pueblos. Esa tiranía arbitraria del Jefe sobre el Pueblo es, visiblemente, una consecuencia de la influencia oriental y asiática; bajo César, Roma ya no tenía fuerzas para engendrar una auténtica Nobleza, incluso a pesar de que se formara -sobre bases, por otra parte, totalmente distintas- una nueva clase dirigente de características nobiliarias.
Es lo que ha hecho decir, con razón, a E. Mayer: "Lo que se trata de saber no es si existe una clase dirigente en general, sino solamente si está en condiciones de aportar elementos de valor". Siempre hay una capa superior; queda por saber si el pueblo conserva un lazo de consanguinidad con ella -como fue más o menos el caso entre la Nobilitas y la Plebe de la Roma antigua- o si el pueblo ya no es más que la "clase oprimida", como lo fue habitualmente desde el triunfo de los principios cesaristas.
Así llegamos a plantearnos directamente la cuestión: "¿Qué es, en realidad, la Nobleza?".
Responderemos detalladamente a esa pregunta en el capítulo siguiente. De momento, en tanto que alemanes, no podemos juzgar más que desde el punto de vista alemán que es, como vamos a ver, el antiguo punto de vista germánico.
Desde ahora, plantearemos el principio de que, en el sentido germánico del vocablo, una clase superior no constituye una Nobleza más que cuando está compuesta por familias y no por individuos. Poco nos importa que esas familias representen la élite del pueblo y constituyan, así, una selección entre los dirigentes, o, por el contrario, que no tengan ningún lazo con ese pueblo: en el sentido puramente germánico la Nobleza no es más que una selección de familias de un valor reconocido, sin ningún privilegio particular que las diferencie de las otras familias de la comunidad popular. Es, en virtud de ciertas leyes raciales, que se intenta mantener en esas familias los valores hereditarios; es, en razón de ciertas tradiciones, que se trata de inculcar a la juventud noble los elementos de las virtudes indispensables para dirigir un pueblo o un Estado.
Queremos subrayar aquí que una élite compuesta por los mejores ciudadanos no será más que una capa de dirigentes, pero no todavía una Nobleza en el sentido germánico de esa palabra. No tendrá ese carácter distintivo hasta que haya asegurado, por los medios apropiados, la continuidad hereditaria de la cualidad del Jefe a toda prueba. La verdadera definición nos parece la siguiente:
"La verdadera noción de nobleza, en el sentido germánico, se caracteriza por una selección de dirigentes, conscientemente educados sobre la base de núcleos hereditarios seleccionados".
Cuando la raíz de los jefes de un pueblo se compone únicamente de los mejores de ese pueblo, sin que la herencia de sus cualidades haya sido asegurada de alguna manera, tal pueblo aprovecha todas las circunstancias para poner trabas a esas cualidades latentes. Sin duda esa forma de aprovechamiento de competencias puede aportar ventajas a ese pueblo, pero de una forma exclusivamente pasajera. La historia de todas las modernas democracias es ejemplo de ello. El advenimiento de la democracia en un Estado de forma aristocrática provoca primero una disgregación general, aprovechando la cual, con un poco de suerte, los hombres dotados pueden elevarse y distinguirse; pero la democracia tiene siempre tendencia a negar el vínculo hereditario, e incluso la noción de la desigualdad hereditaria entre los hombres, lo que hace difícil, sino imposible, arraigar en el seno del pueblo unos dones que han sido reconocidos como preciosos. En el curso de la Historia, las democracias no tardan, después de un corto período de prosperidad, en mostrar su falta de cualidades hereditarias. El resplandor de su cultura se apaga, y tal es la única explicación de su decadencia.
Admitido esto, hagámonos esta pregunta: "¿Existe, aún, una Nobleza alemana? Y, en caso de existir, ¿podemos considerarla como sana y viable?".
Desgraciadamente, es preciso responder con un categórico NO. No disponemos de ningún medio para salvaguardar, en el plano hereditario, la preciosa sangre de nuestra élite. La responsabilidad, digámoslo claramente, no incumbe a la democracia alemana de 1918; no podemos pretender que nuestra Nobleza continúe siendo la élite de nuestro pueblo, ni tampoco podemos considerarla viable. "O hay una Nobleza que toma parte en la vida del País, o no hay Nobleza en absoluto", dijo Treitchske. Debemos, pues, confesar que no queda nada -¡menos que nada!- de nuestra Nobleza; sino, de otra forma se hubiera comportado en los cruciales años que hemos vivido desde 1918.
Que no se nos diga que la derrota de 1914-1918 ha contribuido a esa flaqueza. Abramos los "Seutsche Latifundien" de Th. Häbich y comprobemos la composición de esa Nobleza agraria. Salta a la vista que su proporción numérica en la vida pública, comparada con la cifra de toda la población, es absolutamente mínima; en cambio, la extensión de sus bienes agrarios comparados con el conjunto del territorio es netamente más importante. De hecho hay una relación nefasta entre la desproporción de la extensión de las tierras de la Nobleza y su escasa influencia política, y este detalle ya demuestra su debilidad interna. Pero la impresión de desfallecimiento es todavía más patente para quien tiene en cuenta el combate sostenido por la juventud alemana desde comienzos del siglo XX y, sobre todo, desde 1918, para la realización de un Estado acorde con nuestra Raza. ¿Dónde y cuándo la Nobleza desempeñó un papel digno de mención en ese combate?
No, la deficiencia de la Nobleza alemana tiene causas más profundas que nuestra derrota en la Guerra mundial. Debemos remontarnos a la Edad Media: en Alemania deja de haber Nobleza en el verdadero sentido de esta palabra desde que la Nobleza hereditaria de los Germanos, destinada a aportarnos jefes por su educación especial, es sustituida por una casta representativa y cerrada. Fue al constatar esa evolución que Treitchske dijo: "¡La Nobleza prusiana, en tanto que clase, no nos ha traído más que infortunios desde hace tres siglos!" Y ya hace más de un siglo que el Barón von Stein reclamaba la supresión de la herencia en la Nobleza, a fin de que se renovara en el seno del pueblo, en recompensa al mérito, de acuerdo con las costumbres inglesas. (Carta del 24-11-1808 a von Schön. conocida con el nombre de Testamento Político de Stein).
En el momento en que escribo estas líneas nuestra aristocracia se halla en su punto más bajo. Con pocas excepciones, la Nobleza alemana ha hecho tan poco por nuestro pueblo y por la reconstrucción del Imperio que sólo merece nuestra estima en casos aislados, casos de especies que deben ser considerados como una selección de jefes aptos para su misión. La Adelsgenossenschaft (Asociación de los Nobles) se ha esforzado en salvar a esos elementos de valor y de trazar el camino de un renacimiento de la Nobleza, pero aparte de ese organismo nuestros Nobles, con algunas honorables excepciones que confirman la regla, prefieren ocuparse de sus tierras y de sus cuentas bancarias sin ocuparse de nada más. Para ellos, tal como constataba G. Ferrero a propósito de la Nobleza romana y de su decadencia en el siglo I a J.C. "se trata de salvarse, ellos mismos y sus bienes, en medio del hundimiento del Estado, y de cubrir esa tentativa bajo la etiqueta de "Partido Conservador".
Hoy, en Berlín, nuestra Nobleza prefiere realzar con su presencia las recepciones de los marchantes y de los nuevos ricos de la Guerra y de la Revolución, y frecuentar a los nuevos amos de la República de Weimar (2).
No; hoy ya no tenemos una Nobleza conforme a la definición germánica, a pesar de los esfuerzos de algunos de sus miembros, inocentes de su decadencia, que luchan por hacerla revivir, tanto con ideas como con actos, demostrando así, conscientemente o no, que ellos, por lo menos, son dignos de ser Nobles.
En tanto que pueblo, no podemos prescindir de una Nobleza. Todos aspiramos al DI Reich, pero la llegada y el valor de éste dependen esencialmente de nuestra voluntad y de nuestra posibilidad de crear una nueva Nobleza. Pensar que ese III Reich pueda durar y mantenerse apoyándose únicamente en un conjunto de Jefes escogidos según sus éxitos individuales sería un error, aunque sea indudable que son jefes así escogidos quienes deben crearlo. Pero de una Nobleza, selección de familias que presenten caracteres favorables, formados por una educación especial según reglas precisas, saldrán los individuos "nobles" susceptibles de entrar en el equipo de los jefes de nuestro pueblo... equipo reclutado entre aquellos que habrán superado las pruebas. La entrada de los candidatos en este equipo, o su fracaso, será una especie de examen permanente, de criterio de la capacidad de las familias nobles para formar Jefes.
En resumen: La Nobleza, en tanto que institución, en el sentido puramente germánico, es la conservación de la capacidad demostrada de "jefe" en un linaje hereditario que ga-rantice al pueblo una fuente inagotable de jefes seleccionados.
De ahí esta necesidad:
"Volver a crear para nuestro pueblo una verdadera Nobleza".

MOVIMIENTO DE OPINIÓN EN FAVOR DE UNA ÉLITE
Desde la fundación del Imperio en 1871 es Paul de Lagarde quien, el primero, ha demostrado en sus artículos políticos la necesidad de una renovación de la Nobleza. Incluso ha aportado ya proposiciones concretas. Tras él, se han ido manifestando, cada vez más, precursores aislados, partidarios de esa teoría, pero fue en 1918 y en el curso de los años siguientes cuando esta noción tomó cuerpo definitivamente.
Entre los escritos de estos últimos años, solamente mencionaré:
Boesch: De la Nobleza.
Johannes: Nobleza obliga...
Hentschel: Mittgardbund.
Mayer: La Nobleza y la Aristocracia.
Von Hedemann-Heespen: Origen de la Nobleza.
Goetz: Nobleza nueva.
A esta enumeración conviene aún añadir numerosos artículos en periódicos, tratando todos de esta misma cuestión. Subrayaré aquí los del Adelsblatt (Diario de la Nobleza), órgano del Adelsgenossenschaft. Sin embargo, ninguno de estos proyectos o de estos sistemas nos da entera satisfacción. Sus autores omiten lo esencial de la cuestión; unos confinan sus investigaciones en un terreno demasiado restringido; otros, no tienen en cuenta ninguna de las experiencias históricas; otros, en fin, no saben más que legislar y reglamentar, sin tener en cuenta la influencia de la sangre y de la herencia en la Nobleza.
Algunos construyen una especie de Nobleza con los restos de la antigua raza germana en Alemania, como si la ascendencia nórdica "mandara" a la Nobleza, sin tener en cuenta el hecho de que si los "nórdicos" son Nobles con relación a los "no-nórdicos", hace ya siglos que la Nobleza y la raza nórdica han cesado de confundirse. W. Hentschel ha comprendido perfectamente los efectos de la selección y de la educación pero, al sacar las obligadas conclusiones, se extravía en la utopía de su "Mittgardbund", que niega el mismo elemento de toda Nobleza: la Tradición y el respeto debido, en la familia, a la autoridad paternal. Bruno Goetz, por su parte, niega la herencia de la sangre y quisiera una "Nobleza del Espíritu". A todos ellos ya les ha respondido claramente Nietzsche, en su "Voluntad de Poder": "No hay más Nobleza que por el nacimiento y la sangre. No hablemos ni del Gotha ni de la partícula "von" intercalada para los asnos. Esa palabra "von", si hablamos de "aristocracia del Espíritu" es sospechosa: no hay más que ver cómo la desean los judíos ambiciosos. Pero el Espíritu sólo no ennoblece, le falta todavía lo que ennoblece al Espíritu: ¡la ascendencia noble!."
Planteemos primeramente un punto esencial: en nuestro pueblo, quien quiera tomar posición, de la manera que fuere, sobre esta cuestión de la Nobleza y poner en marcha principios y proyectos renovadores, debe determinar, en primer lugar, las bases históricas de nuestra Nobleza.
No hay principio histórico más exacto que el de Treitchske: "La supervivencia del pasado en el presente se afirma implacablemente, incluso en el destino de los pueblos que niegan esta ley histórica".
Para que el estudio de nuestra historia sea verdaderamente provechoso, tampoco deberá olvidarse este precepto de Vollgraff: "Todas las formas, todos los fenómenos de la vida pública y privada, desde el matrimonio hasta la forma de gobierno, resultarán nebulosos y confusos para quien no los observe a través del conocimiento, claro y preciso, de las disposiciones raciales del pueblo que se estudia".
Desgraciadamente, estas dos leyes, aplicadas a la "Nobleza histórica alemana", nos conducen a un callejón sin salida. Es la raza germánica -la raza "nórdica" según la expresión en boga- quien ha insuflado la sangre y la vida a nuestra Nobleza; es esta raza la que le ha dictado sus costumbres y, sin embargo, lo que nosotros consideramos como la "Nobleza histórica alemana" no tiene casi nada en común con el concepto germánico de la Nobleza. Implantándose en la Historia, los privilegios y la manera de vivir de nuestra Nobleza la han separado del espíritu germano. Son incluso nociones no-alemanas, ideas venidas del extranjero, nociones de absolutismo y de injerencia en la dirección del pueblo, las que han llegado a convertirse en regla. Por otra parte, hay que convenir en que no es tan sólo la Nobleza, sino todo lo que hay de germánico en nuestro pueblo, lo que ha sido aprisionado en una especie de camisa de fuerza en el curso de los diez siglos de lo que se ha llamado el Sacro Imperio Romano Germánico. No se trata de estudiar aquí si esas aportaciones fueron siempre indeseables e inútiles: debemos insistir en que la Historia de Alemania es incomprensible para quien omita este hecho, especialmente cuando se llega a las grandes sacudidas del Estado, tales como las Guerras de los Campesinos y la implantación en Alemania de las ideas de 1789 (3).
Vamos a estudiar primero el concepto que los alemanes tenían de su Nobleza.
Y dado que es cierto, como dijo Vollgraff, que la Raza determina la esencia misma del Pueblo, deberemos buscar la solución de la cuestión en el núcleo racial de nuestro Pueblo, es decir, en el mismo germanismo, base fundamental de todo su ser.
NOTAS
1- En el sentido etimológico: gobierno de los mejores, de los más aptos. (Nota de los traductores).
2- No perder de vista que el autor escribió su libro, verdadero breviario del "Risorgimento" alemán, antes del triunfo de las ideas hitlerianas. (Nota de los traductores).
3- Ver a este respecto Wolf: "Weltgeschichte der Revolutionen und das Recht des Widerstandes." (Historia universal de las revoluciones y el Derecho a la resistencia.) Leipzig, 1930.

Cabeza de puente (diario de un soldado de Hitler) José María Sánchez Diana

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"CABEZA DE PUENTE, diario de un soldado de Hitler", narra la historia real vivida por el autor de este libro, José M. Sánchez Diana, ya fallecido, voluntario falangista en la Heroica DIVISIÓN AZUL.
A sus 17 años, terminada recientemente la Guerra Civil Española, humeantes aún los campos de batalla, Sánchez Diana se alista voluntario para combatir el comunismo en su propia tierra, RUSIA.
Conmovido, como él mismo dirá en su obra, por las palabras de "Rusia es culpable", el autor se moviliza para aportar su granito de arena a la mayor gesta de las armas españolas allende de nuestras fronteras durante el siglo que vivimos.
Si toda guerra es sangrienta, y la lucha de Alemania contra Rusia más aún, a Sánchez Diana le toca una de las peores partes del conflicto, ya que vivirá las hazañas, combates, luchas y enfrentamientos encuadrado en una de las unidades más aguerridas y con más bajas de toda la contienda, el Regimiento de Esparza, el famoso 269.
Profesor de Instituto tras la guerra, Sánchez Diana a su muerte dejará inconclusa la mayor obra biográfica del fundador de la Falange que él mismo vivió y a la que siguió ideológicamente hasta su muerte, JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA
Posiblemente esta obra constituya una de las mejores que podemos encontrar dentro de la amplia bibliografía divisionaria, y es muy recomendable para comprender perfectamente lo que significó la Gesta de la BLAU DIVISIÓN, o División 250
INTRODUCCIÓN DEL EDITOR

No puedo por menos que hacer una breve reseña de un hecho doloroso, del que en parte me siento culpable.
Hace ya cerca de tres años que un buen día vino a mi librería granadina el autor de este libro, D. José María Sánchez Diana.
Yo le había conocido tiempo atrás y había oido de sus andanzas como magnífico profesor de historia en el Instituto Padre Suárez de Granada, y como falangista puro e inquebrantable.
Aquel día, alguien le había hablado de aquel pequeño negocio que tenía en su escaparate «libros raros», entre ellos la Hoja de Campaña de la Blau, que inmediatamente adquirió. Desde ese momento fué uno de los inmejorables amigos y camaradas que pasaron por mi comercio.
Me habló en una de sus visitas de la obra que estaba preparando desde hacía ya años: La biografía, sin duda más completo, de José Antonio Primo de Rivera. Más tarde seguimos viéndonos asiduamente por Granada, y fué una noche de invierno, durante la celebración de un sencillo acto en memoria del aniversario de la muerte de A. Hitler, cuando me habló más detenidamente de sus proyectos futuros ahora que se jubilaba: Publicar sus memorias de la División Azul. No pude por menos que animarle a que me las dejara con la esperanza de que mis medios económicos ayudaran a publicarlas. Y así lo hizo. Varios días después, José María, se presentó con sus memorias bajo el brazo y una recomendación: «Pepe, me dijo, son muy fuertes; corta o suprime lo que quieras. Si las ves publicables, adelante, si no, déjalo.»
Aquella misma noche comencé su lectura que terminaría casi un mes después, dedicándole el poco tiempo libre que tenía.
Nunca capté, hasta mucho después, el gesto de Sánchez Diana. El ya sabía de su enfermedad, y veía el peligro de no dejar tras de sí una pequeña estela de fraternidad hacia aquellos camaradas que quedaron en Rusia bajo la nieve.
Fuera como fuese, al tiempo cerré mi negocio y abandoné la posibilidad de su edición momentánea. Además, José María era aún joven y yo esperaba llegar a realizar varias pruebas de imprenta para que él las corrigiera.
Un año después de verle por última vez, me trasladé a vivir a Alicante, retomando el contacto perdido con Carlos Caballero, asesor de esta editorial y co-fundador, al cual le enseñé mis ideas, proyectos y el libro de Sánchez Diana. Carlos Caballero ya conocía a Sánchez Diana a través de escritos y correspondencia sostenida con él sobre distintos hechos históricos de fundadores falangistas. Así que me dispuse a concertar una entrevista entre ambos.
Carlos Caballero se desplazó a Granada, pero esa misma semana y de forma sorpresiva, José María había sido hospitalizado en Madrid para operarle de un cáncer de garganta.
Posteriormente, ya en su casa, volvimos a intentarlo, pero se encontraba aún muy convaleciente para hablar con nosotros. Y la entrevista se postergó. Nunca más volvimos a verlo. Mientras Carlos Caballero corregía, como hace con todos los libros que nuestra editorial publica, las últimas pruebas de Cabeza de Puente, antes de llevarlas a imprenta, el 23 de mayo de 1989, sonó el teléfono en su domicilio. Era un amigo de Madrid para comunicarle que ese día había muerto José María Sánchez Diana. Mientras Carlos leía el manuscrito que habla de una juventud vigorosa que aplastaba al enemigo de Europa, lejos de su tierra natal, de su Rusia de recuerdo, de sus camaradas y amigos que estuvimos junto a él siempre, la enfermedad que a nadie reveló hasta última hora, se lo había llevado para siempre.
Hoy me siento culpable de haber dejado tanto tiempo olvidado su libro en el «cajón de lo publicable». Me siento culpable de no haber podido entregarle el ejemplar terminado de su obra preferida. Y sin embargo me enorgullezco de poder publicar para las generaciones venideras este último homenaje póstumo a la figura de uno de los mejores hijos de nuestra Patria, a uno de los baluartes falangistas que se unieron a la Blau para sacar a Europa del bolchevismo. Con José María Sánchez Diana perdemos un camarada inolvidable, y que será difícil de reemplazar. Pero su libro será como semilla que siembre de lector en lector y de boca en boca, las glorias pretéritas de la División Azul para que pronto, la historia haga justicia con los aún hoy supervivientes. Que Dios le dé el descanso eterno que tan merecidamente ganó.

 JOSÉ MARÍA SÁNCHEZ DIANA: PRESENTE!!!
José García Hispan

JOSÉ MARÍA SÁNCHEZ DIANA, IN MEMORIAN

Me hubiera gustado tener más tiempo para investigar sobre José María Sánchez Diana antes de redactar esta breve introducción en su memoria, que pretende subrayar su perfil intelectual.
Obligaciones laborales y otros trabajos relacionados con esta misma Editorial (la dirección de la Colección «Legionarios Europeos en la II Guerra Mundial») me han impedido realizar las averiguaciones precisas, como por ejemplo una visita a la Biblioteca Nacional.
Así que más que un perfil intelectual completo de José María Sánchez Diana, he de contentarme con un bosquejo que espero algún día alguien pueda completar.
José María fué un hombre de acción. No me refiero solo a su participación en la Campaña de Rusia contra el Comunismo, admirablemente descrita en estas páginas. También hago referencia a su constante militancia falangista. Durante el franquismo y posteriormente a él. Bajo el régimen de Franco fué siempre lo que se suele llamar «un falangista disidente», es decir, se opuso en la medida de sus posibilidades a un régimen que usaba la parafernalia falangista pero perseguía unos objetivos bien distintos de los joseantonianos. Por eso jamás ocupó cargos políticos oficiales y por el contrario, estuvo vinculado a los «Círculos José Antonio». Acabado el franquismo, José María Sánchez Diana militó en la renacida Falange Española. Pero la pobre y en realidad poco ortodoxa praxis política de esta organización acabó apartándole de la militancia activa.
Con las armas en la guerra y con la militancia política en la paz, trató de llevar a cabo sus ideales. En este sentido fué uno de tantos falangistas. Lo que hace de él un personaje singular es su categoría intelectual.
Por desgracia, Falange no puede presumir de haber poseído una élite intelectual bajo el franquismo. Quienes en algún momento parecieron encarnarla (Laín Estralgo, Tovar, etc) acabaron colgando las camisas azules. Y quienes siguieron usando este uniforme no destacaron por alcanzar grandes cotas intelectuales. José
María Sánchez Diana es una brillante excepción. Alguien se sorprenderá de que se le de tanto valor a un simple Catedrático de Bachillerato. No nos engañemos por la situación actual: hoy, un catedrático de bachillerato es un don nadie. Hace años, una Cátedra en la Enseñanza Media era un prestigioso título. Grandes personajes de la vida intelectual española (desde el historiador Antonio Domínguez Ortiz al escritor Gonzalo Torrente Ballester) eran precisamente eso, Catedráticos de Bachillerato.
De todas formas, antes de acceder a su Cátedra en la Enseñanza Media, Sánchez Diana había sido profesor en varias Universidades españolas. Su tema predilecto de estudio había sido la historia diplomática española en el mundo moderno y contemporáneo. No es una elección casual. Como otros tantos pensadores falangistas, para José María su obsesión era tratar de explicar cómo España había caído desde el papel de potencia hegemónica mundial al rango de potencia de cuarta categoría. La historia diplomática es una de las vias para buscar respuestas a las preguntas sobre la decadencia española.
De forma enteramente casual conseguí hace algún tiempo hacerme con un pequeño texto, «España y el Norte de Europa 1788-1803» (Estudios y Documentos, n-21. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Valladolid. 1963.103 págs.) debido a la pluma del autor que nos ocupa. Imagino que debe de haber más textos (al menos artículos) publicados por él sobre temas análogos.
Otro tema preferente de su atención intelectual fué el estudio y explicación de la doctrina nacional-sindicalista. Frente a la manipulación que sobre ella ejercía el régimen franquista, era urgente restablecer su auténtico contenido. No es de extrañar que centrara su atención en Ramiro Ledesma Ramos, creador del nacional-sindicalismo y autor tan deliberada como eficazmente «silenciado» bajo el franquismo.
La obra de José María, «Ramiro Ledesma Ramos, Biografía Política» (Ed. Nacional, Madrid 1975. 352 págs.) es hoy por hoy la mejor obra publicada para conocer el pensamiento del filósofo y político de las JONS.
Pero no es la única. De forma no menos casual me encontré también con otro texto de José María, «Ramiro Ledesma Ramos: su interpretación de la historia» (Cuadernos de la Cátedra de Historia Antigua de España. Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid. Madrid 1964.29 págs.) un texto breve pero extraordinariamente fiel reflejo de Ramiro y su pensamiento.
Me hubiera gustado poder dar aquí una bibliografía completa de Sánchez Diana, pero debo pedir perdón por no poder hacerlo.
Sí que puedo hablar, en cambio, de la obra que la muerte de José María dejó truncada y hasta el momento inédita (¡esperemos que no eternamente!).
Después de su libro sobre Ramiro, José María habrá abordado un magno proyecto: una biografía de José Antonio Primo de Rivera. Existen muchas ya en las bibliotecas, pero oscilan entre la pura apología o la más cerril animadversión.
El mensaje joseantoniano ha podido tanto y tan repetidamente ser desvirtuado porque en realidad se sigue sin saber bien que dijo José Antonio y que hizo José Antonio.
La muerte sorprendió a José María antes de ver conclusa su obra. De la categoría de ésta tengo buena constancia por la conversación que sobre ella mantuve con José María Sánchez Diana. Solo me queda acabar con la expresión de un deseo: hagamos todo lo posible porque ese libro vea la luz.

Carlos Caballero Jurado

PRÓLOGO

Fué una tarde mirando al mar, en la soledad de la playa, cuando vinieron con enorme fuerza a mí los recuerdos. Sí, tomé la decisión de escribir estas páginas, páginas doloridas, después de meditar ante el mar y evocando una conversación de gente joven...
«Siempre acabáis en lo mismo, hablando de la guerra..». Ellos tenían razón, pero sus palabras hicieron mella en mi espíritu. Es tan grande la vivencia sufrida que noches y días, silencios y palabras, están llenas de resonancias de la guerra. Toda la noche pensando... Tienen razón los jóvenes, pero también tenemos razón nosotros, o mejor dicho, la tuvimos entonces. Estamos marcados por la lucha de nuestros años jóvenes. Y eso no lo comprenderán nunca los que vienen detrás. Pitra ellos sólo existe su experiencia. Y sin embargo serán removidos por otras gentes más jóvenes que les dirán lo mismo. Decía Curzio Malaparte que todo aquel que ha tomado parte en una guerra será beligerante siempre, y así es...
Hace horas, releyendo las páginas de Junger, uno de los ídolos literarios de mi juventud, comprobé lo cierto de esta afirmación. Sin querer, Junger vuelve a sus años del 14 y así lo hace también Remarque, y Amold Zweig y Ludwig Rcnn cuando vienen a la guerra de España y nuestros cronistas como Sender, Barea, García Serrano. ¿Por qué yo, que no soy nadie, no puedo desahogar mi espíritu como ellos?.¿Por qué no puedo volver a aquellos días plenos de romanticismo pagano, de irracionalismo, de fuerza, de ilusión política?.
Volver ahora es una tragedia.
Buscando una vieja carpeta con papeles, di con mi Diario de Guerra y un montón de páginas rotas de una vieja Gramática alemana, desencuadernada y sucia. Ahí están mis palabras de los veinte años, enfáticas, realistas, colmadas de palabrotas y de poesía y de nombres propios que con un terrible esfuerzo he reconstruido. Aires de esperpento en sus páginas y también palabras que recogen todo lo que es capaz de sentir un hombre joven. He conservado su aire y su tono. La literatura que tengo almacenada sobre la División sólo ha servido para ordenar la cronología de los hechos y los episodios de la guerra.
Pasamos muchas penalidades en Rusia, pero desaparecieron cuando al cruzar la frontera vimos de nuevo a la Patria que creíamos perdida y decíamos contentos: ¡Pero si lo hemos pasado cojonudo...! Pasan los años, el tiempo se remansa, mueren los falsos héroes. Las sociedades de ex-combatientes se hunden en el olvido. Un eco lejano de canciones y vítores nos acongoja el corazón. En realidad todo aquello, ¿para qué fué?. Una explosión de españolismo, de ceguera intelectual y de ilusión en un movimiento poético, pues creíamos de verdad en lo que decía Brasillach, que el Fascismo, el Nacional-Socialismo y el Falangismo, era el último movimiento poético de la política europea... Creíamos que el Fascismo, el Nacional-socialismo y el Falangismo estaban llamados, como los Angeles de Codreanu, para salvar a Europa de la mierda corrompida de las democracias y del bestial comunismo.
Después vimos que el Fascismo tuvo sus defectos; que nuestro Estado no fué el sueño falangista sino años muy duros. Y entonces nos queda un cierto regusto, ¿Valía la pena aquello?. Ahora, al recordar las horas espantosas de las guardias, de los combates en la nieve, de Olenski y de Possad, vuelvo a preguntarme, ya no como soldado, sino como un número entre los millones de excombatientes, si lo sufrido en los años de guerra, valía la pena. Y una fuerte voz interior me dice, SI. Aunque no te comprendan, aunque no sea más que para saber lo que es la Historia misma por dentro, la Guerra en su estricta realidad, sí valía la pena, pues allí estaba la vida con toda su fuerza elemental. Había algo que no podrán romper nunca los indiferentes, el aburrimiento, el materialismo, el odio: es la Camaradería, quizás lo más hermoso que ha sabido despertar la guerra. Solo para ésto, vuelvo al pasado a escribir mis recuerdos y doy carne y nervio al esqueleto de unas notas deshilvanadas.
No sé quien dijo que el verano era tiempo de ocio. Y el invierno tiempo de meditación. Yo ante este mar azul como las camisas que llevábamos escondidas bajo las guerreras alemanas, voy a intentar izarme por la cresta de la vida y de los años de la derrota y de la frialdad y del odio para pensar en modesta filosofía cómo fueron aquellos días que modelaron mi ser y el de tantos cantaradas que dejaron allí sus promesas. Cantaradas que podrían haberse dedicado mejor a realizar una Revolución interna en la Patria para salvar al país y prefirieron quemarse de manera loca en el barro y la nieve.
Porque eso es lo que querían muchos en el fondo, destruir a la juventud revolucionaria de la Falange, enviándola lejos, cuanto más lejos, mejor. Destruir ante los rusos lo que ellos no podían hacer en el suelo nacional. Los rusos se encargarían de dejarles gobernar España, y así apareció la generación de los logreros, los egoístas, los tecnócratas, los capitalistas, los sectarios encaponados de congregaciones religiosas... Tenían miedo de los revolucionarios. Les asustaba aquella generación entusiasta que podía haber hecho la gran Revolución y salvado a España de tanta miseria y podedumbre... Pero en Rusia quedaron los mejores y los que volvimos sólo recibimos un montón de medallas y de palabras bonitas. Quisieron calmamos con medallitas y oraciones y sobre todo, tapándonos la boca con la palabra «Héroe». Y así, adormecidos con el ruido musical de la vanidad y exprimiendo nuestro cansancio ( y por qué no decirlo, nuestra neurastenia) nos hicieron polvo.
Tampoco estábamos para más. En el tiempo de la ausencia, se formó el Estado de Derechas que algunos llamaron de Obras, el Estado neocapitalista, de burócratas y de sindicalistas sumisos. Buena maniobra la que organizaron. Me gustaría saber fuera de los profesionales del Ejército, qué gentes de la Democracia Cristiana, quá Discípulos de los Herrera o de los Escriba, marcharon a luchar contra el comunismo, ese comunismo que ellos impugnaban en sus libros y conferencias.
La experiencia es nueva. Vamos pues a recordar y luego a enterrar estos folios cu su carpeta. No es para que sirvan de lección a nadie, sino para terminar con esta pesadilla. Hay noches en que salen sus reflejos insomniales, las luces de la nieve, las bengalas cruzando los ríos y los pantanos, que oigo gritar cosas únicas, que la palabra España tiene entonces sentido. Y así no se puede vivir. Marcharé unos días entre papeles, pues ya es lo único que permite esta puñetera vida frustrada.
En la vida hay que contar también con el sentido emocional de la existencia sin el cual no vale la pena vivir. Todo lo demás es polvo y no enamorado, como dijo el poeta, sino mierda pura.
Todos los excombatientes suelen dar explicaciones de sus causas y más si la perdieron, como la perdimos nosotros, justificando las motivaciones de los hechos personales. Como es natural, ésto es lo más inconveniente. Las motivaciones se hallan a lo largo de lo escrito, pero hay algo todavía más peregrino. Los juicios de los que puedan leer algún día estas páginas de una pequeña Historia de soldado. Siempre se saca a relucir la palabra Contradicción. Ahora está de moda. Forma parte de la jerga hegeliana-marxista. ¿Contradicciones?. ¡Pues claro que hay contradicciones!. De la misma manera que hay virtudes y pecados, cobardía y heroísmo, grandes y pequeños, hambrientos y saciados. ¿Qué es la vida sino una contradicción continua?.
Y en estas contradicciones, en estas miserias, ¿por qué no va a caer un sencillo soldado?. Razones políticas y religiosas movieron su ánimo como el de otros muchos miles. No fueron la euforia ni la maldad lo que nutrió las lilas de la División Azul. Las almas más nobles de España se juntaron a los aventureros de oficio bélico, pero dominó la pasión de la lucha y de la raza. Ahí están sus hechos. Vistos desde un ángulo pequeño, pero verdadero. No hay una palabra que no sea cierta, no hay un gesto inventado. Todo es cierto como el mar que diviso, desde este rústico sitio en qué escribo. Lo he escrito sin novelerías, con gusto y disgusto. Me he inventado algunos nombres, es verdad, porque no me acordaba del auténtico, he callado otros, como Cervantes hizo al relatar un lugar triste. Lugar o persona son palabras que se deben callar. Dolor y alegría es realidad. Hay quejas, críticas, sarcasmos, risas y llantos, pero también cosas abundantes y edificantes. Un pequeño trozo de la vida militar y política. Un sector español que luego apagarían los astutos de la profesión, los frivolos, los estraperlistas de las ideas, la corrupción de una España que no merecía tener aquellas gentes. Lo mejor de la Falange se quemó en Rusia...
Llegó la hora de los enanos, de los listillos y de los traviesos, que aprovecharon un régimen de fuerza, pero de fuerza sin Poesía porque esa nos la llevamos nosotros... Sin crítica ni autocrítica, escalarían los peldaños del Partido para transformar el heroísmo revolucionario en pura nómina, en burocracia y en desfiles de pandereta. Frente a una España que sabía morir heroicamente pensando en altos ideales, nacía la España que bosteza...
Y ahora, deseo dedicar estas páginas a todos mis camaradas de la QUINTA COMPAÑÍA del Regimiento número 269. A mi Sargento Alcantarilla, a mi Teniente Baygorri, a mi Comandante Román, a mi General Muñoz Grandes, a los soldados alemanes del XVIII Ejército en el que tuve el honor de combatir y sobre todo a tí, mi gran camarada ALFONSO, perdido en la Paz. Dios te guíe.

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