Costo para la República mexicana $240 + envío $60 por correos de México o DHL express $100
Costo para EUA, Canadá, Centroamérica y caribe 15USD envío 9USD
Europa 13€ envío 12€
Sudamérica 15USD envío 13USD
Envíos a todo el mundo.
Peso 400 gr.
Pags 297
Pasta blanda
PRÓLOGO
La presente obra es una consecuencia lógica de los
principios fundamentales expuestos en mi libro "El Campesinado, fuente
vital de la Raza Nórdica", y me propongo aportar unas directrices a este
"Imperio Alemán de los Alemanes" hacia el cual tienden todos los
esfuerzos del III Reich.
Algunos se extrañarán de verme buscar directrices para una
Aristocracia de la Tierra y no para la masa del campesinado, pero si en la
palabra "Nobleza" hay una distinción de rango entre la clase noble y
el campesinado, ambas, en el verdadero sentido germánico del término, se
encontraban incorporadas entre los Germanos en la clase campesina, aunque con
deberes diferentes, no existiendo entre ellas ninguna distinción de fondo.
Este libro tiene por objeto esencial aclarar esta identidad,
y sobre todo, demostrar que la distinción entre Nobles y Campesinos, tal como
la observamos en la Historia de Alemania a partir de la Edad Media, es
profundamente no-germánica y, por consiguiente, no-alemana.
El Barón Börries von Münchhausen, con un sentido muy neto
del alma alemana, ha comprendido perfectamente lo que es nuestra Nobleza, o,
por lo menos, lo que debería ser, y lo ha expuesto en el siguiente poema:
¡LO QUE SOMOS!
Nacidos para el casco y el escudo,
Para ser la seguridad del País,
Para ser Oficiales del Rey,
Fieles a nuestras antiguas costumbres,
En medio de nuestros campesinos:
¡He aquí lo que somos!
Cultivamos nuestras tierras,
Preservamos nuestros bosques
Para nuestros hijos y nuestros nietos,
¡Burlaos de nuestros antepasados!
Ellos son los guardianes de los únicos Bienes
Que el dinero no puede comprar.
En medio de los tejemanejes y los regateos Permanecemos en
pie, con la cabeza alta, Como caballeros incorruptibles. Con nuestra tranquila
fuerza Conservaremos para nuestra Tierra lo que tiene de más precioso:
¡La Fuerza Campesina Alemana!
La Nobleza así definida, no como una clase dirigente
superior al Campesinado, sino como una clase del mismo origen, que asume, con
la dirección, cargas y deberes particulares, está claro que, por el bien del
Campesinado alemán, debía empezar por examinar la cuestión de sus jefes. Jefes
capaces de asegurar a nuestro Campesinado su lugar en la Nación, el lugar que
le corresponde en virtud de su doble deber: alimentar al pueblo con el sudor de
su frente y mantener la pureza de la sangre alemana.
Parece que, hasta aquí, la formación de una nueva Nobleza no
sería, por decirlo así, más que una cuestión de casta a crear, en el marco de
las actividades agrarias. Pero, de la misma manera que los campesinos son la
fuente esencial y primaria de la renovación de la sangre popular, la
aristocracia, en tanto que emanada de la élite de esos mismos campesinos y
haciendo cuerpo con ellos, está destinada para quien entienda el sentido
germánico de las palabras "Campesino", "Pueblo" y
"Nobleza", a hacer partícipe a todo el Pueblo de su innata acción
dirigente.
Este libro es el esquema de un proyecto inspirado de este
espíritu: fundir en un bloque único esta trinidad: Pueblo, Campesinos y
Nobleza. Me he esforzado en formarlo y modelarlo con objeto de constituir un
todo. Además, he obedecido a otras sugerencias: la idea del recurso a una nueva
aristocracia es hoy más general de lo que podría creerse en las condiciones
actuales de Alemania. Tales nociones se fundamentan especialmente en el
renacimiento de la doctrina de la herencia y en nuestra sorprendente
recuperación de la noción de Raza. En todas partes se ven surgir planes y
proyectos para la constitución de una nueva aristocracia dirigente... o para
una radical modificación de la antigua. Por lo que nos es posible juzgar, el
punto débil de todos estos planes es la falta de una definición estricta de los
deberes de la Nobleza. Tal cuestión, generalmente, sólo es tratada de una
manera unilateral, lo que hace imposible toda solución útil, por inteligentes y
fecundas que sean algunas de las ideas presentadas.
Este estado de cosas me ha llevado a reagrupar, de una vez
por todas, los elementos a emplear para reconstituir esa Nobleza y a evocar, de
entrada, una visión de conjunto de la que pueda derivarse un proyecto
fundamental. Me he esforzado en hacer partícipes a la vez el plan de
reconstrucción de la Nobleza alemana y la visión dominante de la noción del
Deber, con objeto de juzgar claramente, sobre el terreno de las realidades
posibles, sin caer en utópicas Icarias.
Me doy perfecta cuenta de que las ideas que expongo serían
imposibles de llevar a cabo sin el restablecimiento de la libertad y la
independencia del Estado alemán. Esto es evidente, pero quiero insistir en este
punto para subrayar la inutilidad de toda controversia a ese propósito. Lo
esencial, primero, es saber SI nuestro pueblo quiere llevar a cabo las
soluciones aquí propuestas las cuales, por otra parte, no son, para mí, una
panacea universal. Una vez de acuerdo sobre este punto, nos pondremos de
acuerdo para saber CÓMO.
La idea de esta obra me ha sido sugerida por una frase del
añorado Hans Holfelder, Jefe de los Artamanes:
"¡Es misión nuestra conseguir una nueva Nobleza!".
Agradezco al Profesor Eichenauer su amabilidad en supervisar
y corregir mi manuscrito.
Agradezco también muy particularmente a la familia del señor
Schultze-Naumburg por la calurosa acogida que me dispensó, y que me permitió
concebir y realizar este libro.
Saaleck, Primavera de 1930.
R. Walther Darré, Ingeniero Agrónomo e Ingeniero de la
Escuela Colonial.
CAPÍTULO I
EXPOSICIÓN PRELIMINAR DEL TEMA
El desprecio de las Leyes y el quebranto del orden social no
son más que la consecuencia de la decisión de los gobernantes.
Napoleón I
NECESIDAD DE UNA NUEVA ÉLITE
Es casi umversalmente conocido que el bienestar y el
progreso de un pueblo, tanto en lo físico como en lo moral, están íntimamente
unidos a la solidez de su Nobleza. Una aristocracia (1) sana es capaz de
encaminar a un pueblo al máximo de esplendor del Estado y de las costumbres,
pero el porvenir de un pueblo está condenado cuando está en manos de una clase
dirigente agonizante, si ese pueblo no consigue encontrar en sí mismo, a
tiempo, una nueva casta de dirigentes.
"Cuando una clase noble dirigente o privilegiada abdica
de su superioridad en el terreno de la riqueza, de la cultura o de la vocación
política, o cuando las otras clases de la nación se elevan a su mismo nivel en
todos estos terrenos, esa Nobleza pierde su derecho natural al mando, el Estado
decae y se impone un cambio de sus estructuras", ha dicho Treitchske.
Así es como se establece entre el conjunto de un pueblo y la
élite que lo dirige, una estrecha comunidad de destino.
Existe otro hecho que nos resalta la experiencia histórica:
un pueblo cuya nobleza se ha debilitado o ha degenerado, puede escapar a la
degeneración y sobrevive en la lucha por la vida, si halla en sí mismo la
voluntad y la fuerza para volver a crear su Nobleza y reclutarla entre
elementos nuevos. Los comienzos de la Historia Romana nos dan un sorprendente
ejemplo de ello. Después de las guerras civiles entre patricios de origen
agrario y plebeyos no-campesinos, la Nobilitas de la Roma antigua nació de
entre las mejores familias patricias y plebeyas. Esa Nobleza dirigió con fuerza
y seguridad el Estado desde el IV hasta el I siglo antes de Jesucristo. Fue
también, en gran parte, la creadora y guardiana de la verdadera noción de
Estado tal como lo concebía la antigua República romana. No fue sino hasta su
decadencia, y con la llegada de Julio César al poder, cuando se desarrolló una
concepción de Estado totalmente diferente.
La nueva Roma instaurada por César cambió en despotismo la
noción de la Roma antigua sobre la libertad de los pueblos. Esa tiranía
arbitraria del Jefe sobre el Pueblo es, visiblemente, una consecuencia de la
influencia oriental y asiática; bajo César, Roma ya no tenía fuerzas para
engendrar una auténtica Nobleza, incluso a pesar de que se formara -sobre
bases, por otra parte, totalmente distintas- una nueva clase dirigente de
características nobiliarias.
Es lo que ha hecho decir, con razón, a E. Mayer: "Lo
que se trata de saber no es si existe una clase dirigente en general, sino
solamente si está en condiciones de aportar elementos de valor". Siempre
hay una capa superior; queda por saber si el pueblo conserva un lazo de
consanguinidad con ella -como fue más o menos el caso entre la Nobilitas y la
Plebe de la Roma antigua- o si el pueblo ya no es más que la "clase
oprimida", como lo fue habitualmente desde el triunfo de los principios
cesaristas.
Así llegamos a plantearnos directamente la cuestión:
"¿Qué es, en realidad, la Nobleza?".
Responderemos detalladamente a esa pregunta en el capítulo
siguiente. De momento, en tanto que alemanes, no podemos juzgar más que desde
el punto de vista alemán que es, como vamos a ver, el antiguo punto de vista
germánico.
Desde ahora, plantearemos el principio de que, en el sentido
germánico del vocablo, una clase superior no constituye una Nobleza más que
cuando está compuesta por familias y no por individuos. Poco nos importa que
esas familias representen la élite del pueblo y constituyan, así, una selección
entre los dirigentes, o, por el contrario, que no tengan ningún lazo con ese
pueblo: en el sentido puramente germánico la Nobleza no es más que una
selección de familias de un valor reconocido, sin ningún privilegio particular
que las diferencie de las otras familias de la comunidad popular. Es, en virtud
de ciertas leyes raciales, que se intenta mantener en esas familias los valores
hereditarios; es, en razón de ciertas tradiciones, que se trata de inculcar a
la juventud noble los elementos de las virtudes indispensables para dirigir un
pueblo o un Estado.
Queremos subrayar aquí que una élite compuesta por los
mejores ciudadanos no será más que una capa de dirigentes, pero no todavía una
Nobleza en el sentido germánico de esa palabra. No tendrá ese carácter
distintivo hasta que haya asegurado, por los medios apropiados, la continuidad
hereditaria de la cualidad del Jefe a toda prueba. La verdadera definición nos
parece la siguiente:
"La verdadera noción de nobleza, en el sentido
germánico, se caracteriza por una selección de dirigentes, conscientemente
educados sobre la base de núcleos hereditarios seleccionados".
Cuando la raíz de los jefes de un pueblo se compone
únicamente de los mejores de ese pueblo, sin que la herencia de sus cualidades
haya sido asegurada de alguna manera, tal pueblo aprovecha todas las
circunstancias para poner trabas a esas cualidades latentes. Sin duda esa forma
de aprovechamiento de competencias puede aportar ventajas a ese pueblo, pero de
una forma exclusivamente pasajera. La historia de todas las modernas
democracias es ejemplo de ello. El advenimiento de la democracia en un Estado
de forma aristocrática provoca primero una disgregación general, aprovechando
la cual, con un poco de suerte, los hombres dotados pueden elevarse y
distinguirse; pero la democracia tiene siempre tendencia a negar el vínculo
hereditario, e incluso la noción de la desigualdad hereditaria entre los
hombres, lo que hace difícil, sino imposible, arraigar en el seno del pueblo
unos dones que han sido reconocidos como preciosos. En el curso de la Historia,
las democracias no tardan, después de un corto período de prosperidad, en mostrar
su falta de cualidades hereditarias. El resplandor de su cultura se apaga, y
tal es la única explicación de su decadencia.
Admitido esto, hagámonos esta pregunta: "¿Existe, aún,
una Nobleza alemana? Y, en caso de existir, ¿podemos considerarla como sana y
viable?".
Desgraciadamente, es preciso responder con un categórico NO.
No disponemos de ningún medio para salvaguardar, en el plano hereditario, la
preciosa sangre de nuestra élite. La responsabilidad, digámoslo claramente, no
incumbe a la democracia alemana de 1918; no podemos pretender que nuestra
Nobleza continúe siendo la élite de nuestro pueblo, ni tampoco podemos
considerarla viable. "O hay una Nobleza que toma parte en la vida del
País, o no hay Nobleza en absoluto", dijo Treitchske. Debemos, pues,
confesar que no queda nada -¡menos que nada!- de nuestra Nobleza; sino, de otra
forma se hubiera comportado en los cruciales años que hemos vivido desde 1918.
Que no se nos diga que la derrota de 1914-1918 ha
contribuido a esa flaqueza. Abramos los "Seutsche Latifundien" de Th.
Häbich y comprobemos la composición de esa Nobleza agraria. Salta a la vista
que su proporción numérica en la vida pública, comparada con la cifra de toda
la población, es absolutamente mínima; en cambio, la extensión de sus bienes
agrarios comparados con el conjunto del territorio es netamente más importante.
De hecho hay una relación nefasta entre la desproporción de la extensión de las
tierras de la Nobleza y su escasa influencia política, y este detalle ya
demuestra su debilidad interna. Pero la impresión de desfallecimiento es
todavía más patente para quien tiene en cuenta el combate sostenido por la
juventud alemana desde comienzos del siglo XX y, sobre todo, desde 1918, para
la realización de un Estado acorde con nuestra Raza. ¿Dónde y cuándo la Nobleza
desempeñó un papel digno de mención en ese combate?
No, la deficiencia de la Nobleza alemana tiene causas más
profundas que nuestra derrota en la Guerra mundial. Debemos remontarnos a la
Edad Media: en Alemania deja de haber Nobleza en el verdadero sentido de esta
palabra desde que la Nobleza hereditaria de los Germanos, destinada a
aportarnos jefes por su educación especial, es sustituida por una casta
representativa y cerrada. Fue al constatar esa evolución que Treitchske dijo:
"¡La Nobleza prusiana, en tanto que clase, no nos ha traído más que
infortunios desde hace tres siglos!" Y ya hace más de un siglo que el
Barón von Stein reclamaba la supresión de la herencia en la Nobleza, a fin de
que se renovara en el seno del pueblo, en recompensa al mérito, de acuerdo con
las costumbres inglesas. (Carta del 24-11-1808 a von Schön. conocida con el
nombre de Testamento Político de Stein).
En el momento en que escribo estas líneas nuestra
aristocracia se halla en su punto más bajo. Con pocas excepciones, la Nobleza
alemana ha hecho tan poco por nuestro pueblo y por la reconstrucción del
Imperio que sólo merece nuestra estima en casos aislados, casos de especies que
deben ser considerados como una selección de jefes aptos para su misión. La
Adelsgenossenschaft (Asociación de los Nobles) se ha esforzado en salvar a esos
elementos de valor y de trazar el camino de un renacimiento de la Nobleza, pero
aparte de ese organismo nuestros Nobles, con algunas honorables excepciones que
confirman la regla, prefieren ocuparse de sus tierras y de sus cuentas
bancarias sin ocuparse de nada más. Para ellos, tal como constataba G. Ferrero
a propósito de la Nobleza romana y de su decadencia en el siglo I a J.C.
"se trata de salvarse, ellos mismos y sus bienes, en medio del hundimiento
del Estado, y de cubrir esa tentativa bajo la etiqueta de "Partido
Conservador".
Hoy, en Berlín, nuestra Nobleza prefiere realzar con su
presencia las recepciones de los marchantes y de los nuevos ricos de la Guerra
y de la Revolución, y frecuentar a los nuevos amos de la República de Weimar
(2).
No; hoy ya no tenemos una Nobleza conforme a la definición
germánica, a pesar de los esfuerzos de algunos de sus miembros, inocentes de su
decadencia, que luchan por hacerla revivir, tanto con ideas como con actos,
demostrando así, conscientemente o no, que ellos, por lo menos, son dignos de
ser Nobles.
En tanto que pueblo, no podemos prescindir de una Nobleza.
Todos aspiramos al DI Reich, pero la llegada y el valor de éste dependen esencialmente
de nuestra voluntad y de nuestra posibilidad de crear una nueva Nobleza. Pensar
que ese III Reich pueda durar y mantenerse apoyándose únicamente en un conjunto
de Jefes escogidos según sus éxitos individuales sería un error, aunque sea
indudable que son jefes así escogidos quienes deben crearlo. Pero de una
Nobleza, selección de familias que presenten caracteres favorables, formados
por una educación especial según reglas precisas, saldrán los individuos
"nobles" susceptibles de entrar en el equipo de los jefes de nuestro
pueblo... equipo reclutado entre aquellos que habrán superado las pruebas. La
entrada de los candidatos en este equipo, o su fracaso, será una especie de
examen permanente, de criterio de la capacidad de las familias nobles para
formar Jefes.
En resumen: La Nobleza, en tanto que institución, en el
sentido puramente germánico, es la conservación de la capacidad demostrada de
"jefe" en un linaje hereditario que ga-rantice al pueblo una fuente
inagotable de jefes seleccionados.
De ahí esta necesidad:
"Volver a crear para nuestro pueblo una verdadera
Nobleza".
MOVIMIENTO DE OPINIÓN EN FAVOR DE UNA ÉLITE
Desde la fundación del Imperio en 1871 es Paul de Lagarde
quien, el primero, ha demostrado en sus artículos políticos la necesidad de una
renovación de la Nobleza. Incluso ha aportado ya proposiciones concretas. Tras
él, se han ido manifestando, cada vez más, precursores aislados, partidarios de
esa teoría, pero fue en 1918 y en el curso de los años siguientes cuando esta
noción tomó cuerpo definitivamente.
Entre los escritos de estos últimos años, solamente
mencionaré:
Boesch: De la Nobleza.
Johannes: Nobleza obliga...
Hentschel: Mittgardbund.
Mayer: La Nobleza y la Aristocracia.
Von Hedemann-Heespen: Origen de la Nobleza.
Goetz: Nobleza nueva.
A esta enumeración conviene aún añadir numerosos artículos
en periódicos, tratando todos de esta misma cuestión. Subrayaré aquí los del
Adelsblatt (Diario de la Nobleza), órgano del Adelsgenossenschaft. Sin embargo,
ninguno de estos proyectos o de estos sistemas nos da entera satisfacción. Sus
autores omiten lo esencial de la cuestión; unos confinan sus investigaciones en
un terreno demasiado restringido; otros, no tienen en cuenta ninguna de las
experiencias históricas; otros, en fin, no saben más que legislar y
reglamentar, sin tener en cuenta la influencia de la sangre y de la herencia en
la Nobleza.
Algunos construyen una especie de Nobleza con los restos de
la antigua raza germana en Alemania, como si la ascendencia nórdica
"mandara" a la Nobleza, sin tener en cuenta el hecho de que si los
"nórdicos" son Nobles con relación a los "no-nórdicos",
hace ya siglos que la Nobleza y la raza nórdica han cesado de confundirse. W.
Hentschel ha comprendido perfectamente los efectos de la selección y de la
educación pero, al sacar las obligadas conclusiones, se extravía en la utopía
de su "Mittgardbund", que niega el mismo elemento de toda Nobleza: la
Tradición y el respeto debido, en la familia, a la autoridad paternal. Bruno
Goetz, por su parte, niega la herencia de la sangre y quisiera una
"Nobleza del Espíritu". A todos ellos ya les ha respondido claramente
Nietzsche, en su "Voluntad de Poder": "No hay más Nobleza que
por el nacimiento y la sangre. No hablemos ni del Gotha ni de la partícula "von"
intercalada para los asnos. Esa palabra "von", si hablamos de
"aristocracia del Espíritu" es sospechosa: no hay más que ver cómo la
desean los judíos ambiciosos. Pero el Espíritu sólo no ennoblece, le falta
todavía lo que ennoblece al Espíritu: ¡la ascendencia noble!."
Planteemos primeramente un punto esencial: en nuestro
pueblo, quien quiera tomar posición, de la manera que fuere, sobre esta
cuestión de la Nobleza y poner en marcha principios y proyectos renovadores,
debe determinar, en primer lugar, las bases históricas de nuestra Nobleza.
No hay principio histórico más exacto que el de Treitchske:
"La supervivencia del pasado en el presente se afirma implacablemente,
incluso en el destino de los pueblos que niegan esta ley histórica".
Para que el estudio de nuestra historia sea verdaderamente
provechoso, tampoco deberá olvidarse este precepto de Vollgraff: "Todas
las formas, todos los fenómenos de la vida pública y privada, desde el
matrimonio hasta la forma de gobierno, resultarán nebulosos y confusos para
quien no los observe a través del conocimiento, claro y preciso, de las
disposiciones raciales del pueblo que se estudia".
Desgraciadamente, estas dos leyes, aplicadas a la
"Nobleza histórica alemana", nos conducen a un callejón sin salida.
Es la raza germánica -la raza "nórdica" según la expresión en boga-
quien ha insuflado la sangre y la vida a nuestra Nobleza; es esta raza la que
le ha dictado sus costumbres y, sin embargo, lo que nosotros consideramos como
la "Nobleza histórica alemana" no tiene casi nada en común con el
concepto germánico de la Nobleza. Implantándose en la Historia, los privilegios
y la manera de vivir de nuestra Nobleza la han separado del espíritu germano.
Son incluso nociones no-alemanas, ideas venidas del extranjero, nociones de
absolutismo y de injerencia en la dirección del pueblo, las que han llegado a
convertirse en regla. Por otra parte, hay que convenir en que no es tan sólo la
Nobleza, sino todo lo que hay de germánico en nuestro pueblo, lo que ha sido
aprisionado en una especie de camisa de fuerza en el curso de los diez siglos
de lo que se ha llamado el Sacro Imperio Romano Germánico. No se trata de
estudiar aquí si esas aportaciones fueron siempre indeseables e inútiles:
debemos insistir en que la Historia de Alemania es incomprensible para quien
omita este hecho, especialmente cuando se llega a las grandes sacudidas del
Estado, tales como las Guerras de los Campesinos y la implantación en Alemania
de las ideas de 1789 (3).
Vamos a estudiar primero el concepto que los alemanes tenían
de su Nobleza.
Y dado que es cierto, como dijo Vollgraff, que la Raza
determina la esencia misma del Pueblo, deberemos buscar la solución de la
cuestión en el núcleo racial de nuestro Pueblo, es decir, en el mismo
germanismo, base fundamental de todo su ser.
NOTAS
1- En el sentido etimológico: gobierno de los mejores, de
los más aptos. (Nota de los traductores).
2- No perder de vista que el autor escribió su libro,
verdadero breviario del "Risorgimento" alemán, antes del triunfo de
las ideas hitlerianas. (Nota de los traductores).
3- Ver a este respecto Wolf: "Weltgeschichte der
Revolutionen und das Recht des Widerstandes." (Historia universal de las
revoluciones y el Derecho a la resistencia.) Leipzig, 1930.