La comunidad popular Nacionalsocialista - Varios Autores

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Para ser conscientes de la «teoría», pero sobre todo de la «práctica» del nacionalsocialismo como movimiento socialista obrero, los textos que siguen son esenciales. Hay que leer el libro de la primera página a la última, aunque tardemos algunos meses en acabarlo, pero no podemos pasar por alto ni una línea, pues cada trabajo, cada ponencia, cada artículo, es el resumen del pensamiento socialista alemán de Hitler y el Dr. Ley. Al acabar su lectura veremos con sorpresa que hay mucho por hacer en la época actual y que todo eso que conviene hacerse, ya se hizo en el III Reich. Podemos discutir y criticar otros aspectos de la obra de Hitler, pero intentar criticar también la obra socialista de Hitler, eso es mala fe y un atentado a los intereses de los trabajadores de hoy que podrían encontrar en algunas de las actividades y actitudes del III Reich solución a los problemas actuales. Si descalificamos toda la política socialista del III Reich simplemente porque fue desarrollada en esos años y por esos políticos, cometeremos una injusticia imperdonable. No podemos condenar globalmente todo lo realizado en el III Reich y además no pueden beneficiarse los trabajadores de una parte positiva como sería que también se condenase globalmente todo lo que se hizo en el III Reich a favor del capitalismo, ya que no se hizo nada. Cualquier persona tiene el derecho a ser anti-nazi, pero nadie lo tiene a estar en contra del socialismo desarrollado en el III Reich. El NSDAP fue siempre un partido obrero y como decía Fichte, eso es así, y es así porque así es.

PRÓLOGO

Todo el mundo sabe que el comunismo defiende los intereses de los trabajadores, pero también todo el mundo sabe que eso no es así en absoluto y que al margen de los comunistas de buena fe que son muchos, los hay como Picasso que se convierten en comunistas multimillonarios, o como los dirigentes de los países comunistas que constituyeron una auténtica plutocracia socialista directiva. Pero pese al hecho de que todo el mundo es consciente de que hay una gran diferencia entre la teoría y la práctica en el comunismo, ello no es obstáculo para que en el subconsciente de la gente siga siendo el comunismo el único defensor de los intereses de los trabajadores. Y fijémonos bien en lo que hemos dicho. La gente tiene claro que los comunistas defienden los «intereses» de los trabajadores, pero eso se interpreta siempre como «intereses económicos» y a este plano queda reducida, -¡en el mejor de los casos!-la relación comunista: obreros.
En el III Reich también todo el mundo tenía claro que el partido nacionalsocialista de los obreros alemanes, era genuinamente obrero. Desde los primeros años de lucha política, la idea socialista constituyó el centro de gravedad de la política del NSDAP y una vez llegados al poder, el socialismo del partido de Hitler logró crear una auténtica «comunidad popular» -«Volksgemeinschaft»- lo que le convirtió en uno de los partidos más numerosos de la historia y sin duda en el que abarcó a un mayor número de las llamadas «clases sociales», ya que para el nacionalsocialismo toda persona que trabajaba era un obrero, tanto el campesino más modesto, o el obrero de la industria peor pagado, como el ingeniero, el médico o el arquitecto mucho mejor retribuidos. Únicamente quedaban fuera del concepto «obreros» las entidades financieras, los negocios especulativos o aquellas personas que ganaban dinero pero no aportaban nada sustancial a la «comunidad popular».
Los textos que ahora presentamos son simplemente unos pocos de los muchos que se editaron en el III Reich. Aquí tenemos casi todas las ponencias del Congreso Mundial «Trabajo y Alegría», de los que se celebraron varios, pero además hay una extensa literatura, ¡incluso en castellano! sobre el tema, y a los interesados les remitimos al libro «Propaganda en español publicada en el III Reich», donde podrán comprobar que el socialismo era la idea fundamental de la ideología del III Reich y que los temas raciales u otras cuestiones polémicas actualmente, no tenían en aquella época ninguna relevancia.
El gran error que han cometido los grupos o partidos «neo-nazis» o afines, es haberse dejado arrebatar la idea socialista que han monopolizado los partidos de izquierda, presentando a todos sus adversarios como de derechas, y entre ellos, como «extrema derecha» se incluye a los neo-nazis, perdiendo de vista una realidad evidente: el Fascismo Italiano, pero sobre todo el Nacionalsocialismo alemán, eran movimientos profundamente obreros y hay que intentar recuperar, al menos para la posteridad, el reconocimiento de que no hay en realidad más que un socialismo y este es el nacionalsocialismo. Es el único verdadero y auténtico socialismo porque no circunscribía la defensa del obrero al mero aspecto económico, o a la simple cuestión de fijar un salario. Para el socialismo obrero del III Reich había otros elementos tan fundamentales como el sueldo, como por ejemplo facilitar viviendas espaciosas y con jardín a un número siempre creciente de obreros, proyecto llevado a la práctica en grandes proporciones pese a los escasos años de paz ¡¡seis!! de que dispusieron antes de ser llevados a la guerra por los plutocomunistas. También era importante para la estabilidad de los obreros, la de la moneda. De nada sirve aumentar los salarios si se reduce el poder adquisitivo. Los gobiernos capitalistas, tanto los de derechas como los de izquierdas, utilizando criterios vagos y cambiantes, determinan el aumento del costo de vida, pero la realidad es muy diferente de la teoría y los que sufren profundamente los efectos de esta manipulación estadística son siempre los obreros. Si el transporte público sube un 0,05 más que la inflación, incluso que la falsa inflación que nos «venden» desde el poder, ese pequeño aumento se va acumulando año tras año y dado que el transporte público se utiliza varias veces al día, al cabo de los años ha contribuido de manera no desdeñable al empobrecimiento de la clase trabajadora. Lamentablemente las diferencias entre la teórica inflación y el aumento de precio del transporte son siempre muy superiores a ese imaginario 0,05 por ciento. El transporte público ético tiene que ser deficitario, pues lo ha de pagar en una mayor parte el que lo utiliza, pero también ha de contribuir el que habitualmente no lo usa, ya lo tiene a su disposición. Un transporte público no deficitario es injusto, pues significa que los obreros subvencionan a los ricos que son los que menos usan e,l transporte público. En el III Reich se incluían también otros valores como imprescindibles para los obreros como por ejemplo el acceso a la cultura. Por dicho motivo los museos tenían abiertas sus puertas cuando los obreros acababan su trabajo. La orquesta del NSDAP dio cientos de conciertos por toda Alemania. En plena guerra se paraba la fabricación de material bélico para ofrecer conciertos a los obreros y eso era algo habitual que se había hecho también antes de la guerra, y no un «slogan» para la propaganda. Las viviendas, como hemos dicho, eran espaciosas pues en una vivienda pequeña no caben niños, ni perros o gatos, pero tampoco una habitación para jugar los niños, o cuadros, libros, esculturas, objetos decorativos, pequeña artesanía, ajuar del hogar amplio y suficiente, equipos de alta fidelidad o cualquier otro elemento relacionado con la cultura o la vida familiar. A un católico -pese a que eran minoría entre los cargos relevantes del III Reich- le cabe el honor de haber marcado las pautas que convirtieron la teoría de la «comunidad popular» en algo real. Ese hombre era el Dr Robert Ley al que los obreros del mundo entero levantarán algún día un monumento que haga justicia a este auténtico adalid de los trabajadores, que veía en ellos algo más que gente que «trabaja», pues para él también eran gente que «siente» y que como tales tenían una sensibilidad y una especial predisposición para sentir y vivir el arte. La fotografía del Dr. Ley debería ocupar un lugar relevante en las viviendas de los trabajadores con sensibilidad espiritual.
En el III Reich se desarrollaron las primeras legislaciones sobre la defensa de la naturaleza. Incluso en castellano se editaron textos hoy totalmente   válidos.   Sin  embargo   los   admiradores   del nacionalsocialismo de después de la II Guerra Mundial, han olvidado este hecho y se han dejado arrebatar la bandera del hoy llamado «ecologismo», palabra que incluso fue utilizada ya en el III Reich.
Y lo mismo ha pasado con el socialismo del III Reich. Nadie piensa que el nacionalsocialismo sea un movimiento obrero. Y eso es esencial repetirlo una y otra vez, ser conscientes de ello y dar prioridad en todo momento a la propaganda socialista. Se ha de conseguir que los enemigos de Hitler sepan, admitan y reconozcan que Hitler realizó la mayor revolución socialista de la historia al constituir una auténtica «comunidad popular». Ello no significa que tengan que dejar de ser enemigos de Hitler. Pueden pensar muchas cosas malas de Hitler, pero han de saber que era el jefe de un movimiento obrero que logró levantar el nivel cultural de la clase trabajadora, incluso en medio de enormes crisis económicas. Hay que lograr que tal como hemos dicho del comunismo, en el subconsciente de la gente se halle bien impresa la imagen de que el nacionalsocialismo fue y ¡ES! ante todo, un movimiento obrero.
Para ser conscientes de la «teoría», pero sobre todo de la «práctica» del nacionalsocialismo como movimiento socialista obrero, los textos que siguen son esenciales. Hay que leer el libro de la primera página a la última, aunque tardemos algunos meses en acabarlo, pero no podemos pasar por alto ni una línea, pues cada trabajo, cada ponencia, cada artículo, es el resumen del pensamiento socialista alemán de Hitler y el Dr. Ley. Al acabar su lectura veremos con sorpresa que hay mucho por hacer en la época actual y que todo eso que conviene hacerse, ya se hizo en el III Reich. Podemos discutir y criticar otros aspectos de la obra de Hitler, pero intentar criticar también la obra socialista de Hitler, eso es mala fe y un atentado a los intereses de los trabajadores de hoy que podrían encontrar en algunas de las actividades y actitudes del III Reich solución a los problemas actuales. Si descalificamos toda la política socialista del III Reich simplemente porque fue desarrollada en esos años y por esos políticos, cometeremos una injusticia imperdonable. No podemos condenar globalmente todo lo realizado en el III Reich y además no pueden beneficiarse los trabajadores de una parte positiva como sería que también se condenase globalmente todo lo que se hizo en el III Reich a favor del capitalismo, ya que no se hizo nada. Cualquier persona tiene el derecho a ser anti-nazi, pero nadie lo tiene a estar en contra del socialismo desarrollado en el III Reich. El NSDAP fue siempre un partido obrero y como decía Fichte, eso es así, y es así porque así es.

Organización del NSDAP (Texto oficial del Partido Nacionalsocialista) / Robert Ley Reichsorganisationsleiter del NSDAP

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Presentamos por primera vez en castellano los primeros dos libros de la obra de referencia oficial del NSDAP, elaborada por el Líder de Organización del Tercer Reich (Reichsorganisationsleiter), Dr. Robert Ley, publicado por la casa editora central del NSDAP y prologado por Rudolf Hess y el propio Adolf Hitler.
Acompañada por numerosos gráficos, organigramas, dibujos y láminas color, constituye la más básica guía sobre el Partido Nacionalsocialista para todo historiador interesado en este época.
Encontramos en él la explicación de cada una de sus secciones, su estructura y organización, tanto como los deberes o pautas que cada líder o militante debe cumplir. A esto se le suma la indicación de uniformes, escalafón, banderas, condecoraciones, símbolos oficiales y diversa regalía.
PALABRAS DEL FÜHRER A LA ORDENANZA DE SERVICIO

de 15 de Julio de 1932

NACIONALSOCIALISTAS, CAMARADAS
"El mundo está regido solamente por una fracción de la sabidu­ría". Esta amarga expresión del Canciller del Estado sueco, Oxens­tierna, contiene desgraciadamente una verdad eterna. Tan sólo el porcentaje, en el que se armoniza la sabiduría con la razón, es el que varía. Hay épocas en las que los pueblos, bien sea por un instinto sano y natural o bien por una comprensión más clara de las leyes naturales de la vida, son regidos con mayor sensatez y obran con mayor cordura; pero existen también periodos que pare­cen hallarse determinados únicamente por la vehemencia y el des­varío. Lo más funesto es cuando se unen la ingenuidad, la insufi­ciencia y la debilidad humanas con el saber aparente y presuntuo­so para sacrificar, después, en honor de la diosa razón, de la sin razón, las inmolaciones que esta diosa requiere   que le corres­ponden. Hay siglos en la Historia de la humanidad en los cuales parece estar velada toda luz, ya que los hombres se han alejado tanto de lo natural, que obligan a que fracase el instinto como consejero, mientras que, por el contrario, la inteligencia está aún tan poco desarrollada que no le es posible a ésta sustituir, al instinto. Pues toda sabiduría verdadera no puede jamás sentar leyes de vida, sino, a lo sumo, reconocerlas. Pero tal examen y conocimiento dará lugar a la formación de la humildad y nunca de la vanidad; pues pone de manifiesto la magnitud de la legalidad soberana que rige y determina la vida y la pequeñez del hombre y de los hombres cuya existencia se halla sometida a estas grandes determinaciones.
La época liberal-marxista será medida algún día tanto según los grandes rendimientos logrados en las distintas ramas de la vida y también según las exageraciones surgidas en esta misma época y destinadas a la admiración presuntuosa de estos rendimientos, exageración ésta que ha sido formada lenta y científicamente y que al final de esta época -para muchos aún invisible- termina­rá, derivada del conocimiento perfecto, en una ilusión presun­tuosa y exagerada. Es ésta una época de la Humanidad que al ad­mirar sus rendimientos ha olvidado a los portadores de estos rendimientos; es una época que no quiere ver la dependencia del hombre, en su vida, de las mismas leyes generales y válidas de es­ta vida, como las ha podido apreciar la razón humana ilimitada en otros lugares distintos
En esta época liberal-marxista se niegan cínicamente los principios generales del desarrollo de la Humanidad. En nombre de la vida materialista se atenta contra los requisitos previos y generales para la vida. Es una enfermedad perniciosa que duró décadas enteras y que nos llevó a una descomposición y hasta corrosión general de la Nación y, efectivamente, encontró su manifestación aguda y espontánea: la Guerra Mundial. Llega ésta e intenta con furia demoníaca realizar en años aquello para lo que hubiérase necesitado siglos. Arrastra el desarrollo a una crisis tal que es definitiva para toda enfermedad. Millones de personas son arrastradas definitivamente; capas sociales, cuya decadencia es motivada por la época liberal-marxista, se hunden en unas horas de Historia Universal; naciones que se habían congelado en una forma rígida, se derrumban y casi parece como si el padecimiento social de la época liberal-marxista fuera a de­generar en una catástrofe de los pueblos sin igual en la Historia. Pero esta misma crisis de la Guerra mundial, que trastorna y derrumba definitivamente lo que ya de por  sí era débil, nos lleva, por otra parte, al despertar de espíritus vitales y fuerzas gigantescas, hasta ahora adormecidos. Los campos de ba­talla de la muerte se convirtieron, como sucede casi siempre, en el suelo fertilizante de un nuevo resurgir. La crisis no terminará la vida, sino -esto ya lo sabemos hoy con seguridad- que la llevará a un nuevo rejuvenecimiento
La Nación alemana extrajo del paroxismo febril de esta máxima catástrofe social los requisitos internos y externos para el nacimiento de una ideología que debe sustituir, cual razón pura y transparente como el cristal, el instinto natu­ral perdido hace tiempo, y no solamente sustituirlo, sino que ha de darle nuevamente los requisitos vitales necesarios para poder revivir como instinto evidente en un pueblo curado por medio de la verdad.
Es un mérito especial del Movimiento Nacional-Socialista el haber presentado y utilizado, con modestia sencilla, los resultados puestos de manifiesto y que fueron sometidos a una severa investigación científica y lógica de las leyes vitales de la Humanidad, de las leyes de la formación de las culturas humanas, etc., y que haya utilizado todos estos elementos como principios básicos para la regeneración de nues­tro cuerpo social. Sangre y raza, personalidad y valor de la personalidad, la lucha como fenómeno eterno en la selección, la tierra y el espacio vital como fuerza determinante, impulsiva y obligatoria, han sido reconocidos por el Movimiento en su importancia fundamental y han sido también seguramen­te apreciados y dignificados, cual corresponde, por primera vez en la vida. Frente a la magnitud de estas leyes vitales de una parte, y a la misión de la vida de otra parte, desa­parecen todas las ideas, conceptos e instituciones de nues­tro mundo burgués-liberal-marxista y entonces es cuando apreciamos su inutilidad absoluta. Para el ser eterno de un pue­blo no significa una organización, de caracteres societarios, ya se trate de una burguesía o de un proletariado, más que un hálito ligero que puede enturbiar pasajeramente la vida, pero que jamás podrá modificar sus condiciones. Como quiera que el Movimiento Nacional-Socialista retrocede hasta hallar los grandes principios básicos de la vida y las leyes vitales, se aleja del nivel y de la esencia de todo partido par­lamentario. Se trata de una ideología que al cumplir su finalidad quiere dar al pueblo alemán una forma organizada razonablemente y unida a una dirección que corresponda a esta misma razón. Más como quiera que el Estado no puede ser más que un medio para el fin, no es la obra del resurgimiento alemán obra que modifique formalmente al Reich alemán o a la Consti­tución alemana, sino que se trata de una cuestión de la educación razonable y la neoformación de nuestro pueblo.
El Movimiento Nacionalsocialista no resuelve este problema por medio de un trabajo teórico ni en  la mesa de despacho sino que lo resuelve en realidad, es decir, crea en su idea y en su organización el contenido y la esencia del Estado Nacional que vislumbra. Por muy variable que sean las leyes de la vida en sí y, consecuentemente, la idea en que se fundamenta nuestro Movimiento, igualmente eterna será también la lucha para su cumplimiento y consumación. La organización del Mo­vimiento, también un medio para el fin, obtendrá con estas nuevas prescripciones de servicio solamente las líneas directrices para el cumplimiento de la misión magna que es la realización de nuestra idea.
ADOLF HITLER
EL DELEGADO DEL FÜHRER

La conducta de un nacionalsocialista, su presentación y su relación con otros militantes y compatriotas, debe basar­se en una conciencia y seguridad propias adquiridas en la lu­cha por el Poder. Esta presentación consciente que el nacio­nalsocialista extrae del inquebrantable anclaje de sus leyes vitales en su ideología actuará sincera y eficazmente cuando esté libre de todo espíritu dominador y de toda aspiración tímida y cuando deje de ver en cualquier otro militante que realice en cualquier aspecto un rendimiento mayor, un riesgo pa­ra la propia posición.
Porque un militante dirigente haya sido lesionado una vez en su sensibilidad personal, no debe dejarse arrastrar nunca a juicios injustos con los militantes a él subordinados.
El caudillaje presupone un vasallaje voluntario que será tanto más voluntario cuanto mayor sea la convicción que ad­quieren los dirigidos de ser regidos por un nacional-socia­lista para el que el cargo de Jefe no supone una apetencia dominadora y la satisfacción de ésta, sino un servicio en favor del Movimiento y garantía para sus subordinados. Cuando todo sub-jefe con espíritu mezquino considera inmediatamente como enemigo propio a aquel cuya misión se halla en contacto con la suya, cuando se alardea de competencia porque se teme la delimitación o desaparición de su puesto, entonces su conduc­ta es indigna y con ella se destroza la solidaridad interna del Movimiento. Los cargos no se han creado para dar ocupación a los militantes del Partido, sino para servir a la empresa del Nacionalsocialismo. En este servicio no pueden existir deseos mezquinos y egoístas.
Tan solo la colaboración estrecha  y la compenetración de  camaradería con todos aquellos que, sea cual fuere su puesto, sirven al Movimiento, es lo que asegurará el éxito y la fuerza interna del Partido.
RUDOLF HESS
EL JEFE NACIONAL DE ORGANIZACIÓN DEL  NSDAP

El NSDAP, corporiza en su esencia, en su orientación y en su actuación, una ideología que no se considera satisfecha con la solución de las cuestiones diarias, sino que mirando a través de muchos siglos aspira a crear para el pueblo alemán la realización y la conservación permanente de la idea de una comunidad del pueblo, ligada con un principio de caudillaje que corresponde a los sentimientos del pueblo alemán.
El instrumento del Führer para la solución definitiva de estas cuestiones es el NSDAP, que desde hace años y en medida creciente viene realizando su estructura y desarrollo.
Para el desarrollo ulterior del Partido es necesario tener en cuenta y saber que debe evitarse todo lo que suponga cohibición para no coartar el crecimiento natural del Partido.
No ha llegado pues la época de editar un libro rígido de servicios para el Partido y por cuyos artículos y fórmulas habría de regirse y desarrollarse la vida del Partido.
Las épocas pasadas nos ponen claramente de manifiesto este hecho: Si retrocedemos cuatro años y comparamos el estado de organización del NSDAP en aquel entonces con el estado actual veremos cuan enorme es la diferencia. Entonces no existían Comarcas, Distritos, Secciones, Células, etc.
Además al advenimiento del Poder nos encontramos ante el hecho de tener ante nosotros un sistema de Estado totalmente distinto desde el punto de vista ideológico y también la economía y la sociedad de aquel Estado arraigados eran bien distintos. Las ideas de los compatriotas se orientaban por los cargos, clase y posición social. El Partido era opuesto a este caos y carecía en parte de aquellos instrumentos que eran necesarios para dominar, inmediatamente después del advenimiento al Poder, las dificultades que se presentaran.
En la época en que fui designado por el Führer Jefe Nacional de Organización, no existía sección alguna de organización, ni Sección de personal y tampoco Sección de instrucción, escuelas del partido, personal docente, así como tampoco ninguna clase de líneas directrices, de antecedentes y de experiencias en estas ramas.
Si tomamos en consideración los dos o tres últimos años, podremos comprobar que el Partido, en ese breve espacio de tiempo puede consignar en las ramas señaladas progresos considerables, con los cuales se han puesto las piedras fundamentales para el futuro, piedras que no podrán ser separadas nunca por ninguna oposición.
Por las líneas directrices dadas por el Führer y la ampliación considerable que se ha efectuado en la Sección de Personal, se han sentado los requisitos para la política personal, tan necesaria y de la cual se carecía totalmente en el pasado.
En la rama de formación han de consignarse igualmente considerables progresos. En todas las Provincias existen Escuelas Provinciales y miles de cursos de formación cooperan a la formación Nacional-Socialista de dirigentes y a la educación ideológica y más perfecta de estos. Con la creación de las Escuelas de Mando se ha preparado para el futuro en el Partido un desarrollo que, en comparación con la preparación actual logrará posibilidades desconocidas para el dominio de la vida espiritual de nuestro pueblo.
La organización del Partido se ha consolidado.
La formación celular de la organización del Partido y que es plenamente opuesta a la idea liberal, ya que va del bloque a la célula, al grupo local, a la comarca y a la provincia, llegando hasta la dirección nacional, nos da la posibilidad para hacer frente a todas las exigencias de nuestra lucha.
Esta división de las jurisdicciones del Partido, que se han llevado a cabo con tanta eficacia, nos ha dado simultáneamente la posibilidad para crear con idénticas líneas directrices las grandes asociaciones asesoradas por el Partido, como son el Frente Alemán de Trabajo, etc.
Por disposición del Delegado del Führer se han puesto de manifiesto las distintas esferas de acción del Partido con arreglo a su importancia. Con la renovación del sistema de bloque y de célula se ha ordenado además la organización en las últimas jurisdicciones.
A todo esto ha de agregarse el desarrollo de las esferas que incumben a las Secciones del Partido, la restricción y eliminación de las rivalidades existentes anteriormente en las estructuraciones del Partido y en las organizaciones de éste, pudiendo decirse con carácter general, que el Partido representa en la actualidad una unidad absoluta que, a menudo, desconocemos nosotros mismos en sus efectos.
Me consta que la estructura y desarrollo del Partido no se ha terminado aún. El Partido ha de seguir desarrollándose orgánicamente. No es, pues, misión mía echar un cerrojo a este desarrollo. El presente libro sobre la organización del NSDAP expone, por lo tanto, el estado actual de la organización del Partido incluyendo las estructuraciones de éste y las asociaciones adheridas.
Cuando sea necesario se llevará a cabo las rectificaciones y depuraciones necesarias en los errores que se presenten, siempre que estas se consideren necesarias para el bien del Partido.
Es natural que las líneas directrices y las disposiciones contenidas en la presente obra son obligatorias para todo el Partido hasta tanto que se decreten por el Führer modificaciones o disposiciones complementarias.
Para el Partido no hay pausa y para el desarrollo no hay fin. Como quiera que la vida de nuestro pueblo es muy variable habrá de ser variable para el futuro nuestra esfera de acción.
EL JEFE NACIONAL DE ORGANIZACIÓN DEL NSDAP
Doctor. R. Ley.
ABREVIATURAS DE LAS ORGANIZACIONES DEL PARTIDO

DAF. (=Deutsche Arbeitsfront), Frente Alemán de Trabajo.
HJ. (=Hitler - Jugend), Juventud Hitleriana
KDF. (=Kraft durch Freude), Fuerza por la Alegría Comunidad Nacional–Socialista dependiente del Frente Alemán de Trabajo
NSBO. (=Nationalsozialistische Betriebszellen-Organisation) Organización Nacional-Socialista de Células de Explotación.
NSKK. (=Nationalsozialistisches Kraftfahrkorps), Cuerpo Nacional-Socialista de automovilismo.
NSKOV. (=Nationalsocialistiche Kriegsopferversorgung). Socorro Nacional-Socialista a las víctimas de la Guerra. 
NSLB. (=Nationalsozialistiche Lehrerbund), Liga Nacional-Socialista de Maestros.
NSRB (=Nationalsozialistische Rechtswehrbund), Beneficencia Nacional-Socialista.
NSDAP.(=Partido Nacional-Socialista Alemán).
RDB. (=Reichsbund der Deutschen Beamten), Liga Nacional de Funcionarios Alemanes. 
SA. (=Sturmabteilungen), Secciones de Asalto.
SS. (=Schtuzstaffeln), Escuadras de Protección.
CONDUCTA GENERAL DEL NACIONALSOCIALISTA

Todo militante debe considerarse como un servidor del Movimiento y del Pueblo y debe obrar, por lo tanto, en forma adecuada. Esto es aplicable muy especialmente, a los Jefes Políticos, a los dirigentes de las estructuraciones del Partido, a los regidores de las asociaciones adheridas y a sus colaboradores.
La misión máxima de todo nacional-socialista consiste en conservar despierta la idea de comunidad del pueblo y fortalecerla constantemente.
Con esto no puede armonizarse el aislamiento del militante de sus camaradas y compatriotas, el que éste se dé tono y cree aquellos abismos que costaron ya la vida a nuestros mayores, que cayeron para que fueran eliminados. Con todo cargo superior adquiere el nacional-socialista mayores obligaciones. Tan solo recibe un poder mayor para que pueda cumplir mayores deberes. Estos poderes no le dan jamás derecho para obrar en forma autoritaria, altiva o vanidosa.
Con las amenazas, la tiranía y los procedimientos cuarteleros  no conseguirá jamás el nacional-socialista la confianza y la obediencia voluntaria de sus sub-jefes y de sus subordinados.
Dentro del servicio debe ser siempre jefe y fomentador. Fuera del servicio ha de ser el buen camarada y el auxiliar de sus subjefes, camaradas y compatriotas.
Cuanto más en armonía se hallen sus actos con sus palabras con tanto mayor cariño le seguirán sus camaradas y compatriotas.
Todo nacional-socialista ha de ser en su conducta tan modesto y sencillo como era costumbre nacional-socialista en la época de la lucha.
No debe querer ser más de lo que es y lo mismo que debe rechazar todo bizantinismo, que tienda hacia arriba, no debe tampoco consentir bizantinismo alguno hacia su persona. Todo militante dirigente no debe ser ni orgulloso ni excesivamente sensible y debe preferir siempre la franca y verdadera manifestación de todo luchador solvente a las melosas palabras de aquellos seres que pretenden halagarle.
Debe estar siempre en contacto con todos sus subordinados y compatriotas y tener el oído bien dispuesto para recoger las preocupaciones y necesidades de estos.
Estos compatriotas le buscarán siempre que siga siendo el de antes y se mueva dentro de la misma sociedad y dentro de la misma esfera en que se encontraba en la época de lucha.
Los Jefes Políticos, los regidores y los dirigentes de las estructuraciones no deben asistir a banquetes ni tampoco gestionar títulos honoríficos ni frecuentar habitualmente los locales más caros y deben, consecuentemente, comportarse dentro y fuera de las horas de servicio en la forma que debe esperarse lo haga todo representante del Movimiento de libertad alemán y como colaboradores de la difícil y nueva estructura de la mejor Alemania que estamos formando.
Pero ante todo ha de evitar el abuso del alcohol y máxime en esta época en que muchas familias alemanas carecen de lo más necesario para la vida, familias estas que habrían de perder la fe que costosamente han logrado, cuando vieron a los representantes del Movimiento, a veces después de la hora de cierre de los locales, organizando orgías y perjudicando la consideración que merece el Movimiento, por una presentación inadecuada y a veces en estado de embriaguez.
Todo verdadero nacional-socialista no debe jamás ensalzar sus acciones, no debe tampoco solicitar reconocimiento de éstas. El mayor galardón para él debe ser el conocimiento del deber cumplido, el éxito de su trabajo y la confianza de sus subordinados.
Todo nacional-socialista obrará rectamente si se examina y pregunta diariamente si su trabajo y su conducta podrían subsistir ante el Führer.

Adolf Hitler: Genial arquitecto del Tercer Reich - Ignaz Von Unter Den Liden

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Alemania no tenía oro ni minas de oro, Alemania no tenía divisas extranjeras, ni crédito judío. ¿De dónde había salido todo ese dinero para emprender obras giganticas y darle trabajo a seis millones de desocupados que había en Alemania, en enero 1933? Adolf Hitler, el genial arquitecto del Tercer Reich, concibió La fórmula para reconstruir a Alemania, utilizando el espíritu alemán. ¡Hitler como el primer alemán sabía que hay fuerzas imponderables del espíritu capaces de obrar milagros!

El mito de la homosexualidad en la antigua Grecia - Eduardo Alcántara

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La lectura de este libro se hace de obligado cumplimiento para triturar una de aquellas grandes falsedades que ha ido tejiendo la modernidad en torno a la supuesta generalidad de las prácticas homosexuales en la antigua Grecia y de lo más que aceptado que, en ella, estarían dichas prácticas.
Todo ha contribuido, y contribuye, a la propagación de tamaña patraña. Todo empezó, tal como el autor de esta obra nos explica, de la mano de una pléyade de autores decimonónicos que, en el contexto de la Inglaterra victóriana, empezaron a propalar sus peculiares interpretaciones de la historia de la antigua Grecia en base a una especie de leit motiv sobre el que no paraban de hacerla girar; leit motiv que no era otro que el de la supuesta caudal importancia que el fenómeno homosexual habría tenido en sus formas de vida, costumbres, prácticas, maneras de proceder, mitos religiosos, unidades militares, literatos, pensadores y políticos.
El autor nos aclara cuáles fueron las tácticas utilizadas por estos distorsionadores autores. Así, entre éstas destacó la de crear una especie de rumorología que se basaba en no afirmar sus mentiras sino en dar a entender que los hechos y ios textos analizados parecían conducir, como conclusión, a la realidad de la extensión de lo homosexual en el seno de aquella civilización.
La eficacia manipuladora de la manera de proceder de estos autores resulta incuestionable, a pesar de que sus “descubrimientos” no tenían otras bases que la de la elucubración abracadabrante, la suposición y la deducción subjetiva y caprichosa que realizaban a partir de hechos, realidades y escritos de la antigua Grecia.
Nuestro desenmascarador autor nos ejemplariza lo manipulativo de las interpretaciones realizadas por aquellos mixtificadores a través del análisis diseccionador de diversos textos clásicos. Contrapone las interpretaciones tergiversadoras con un análisis serio, riguroso y lógico de lo que dichos textos expresan y consigue, con este proceder, poner en la más total evidencia a los 'amigos de la mentira'.

PRÓLOGO

La lectura de este libro se hace de obligado cumpli­miento para triturar una de aquellas grandes falsedades que ha ido tejiendo la modernidad en tomo a la supuesta generalidad de las prácticas homosexuales en la antigua Grecia y de lo más que aceptado que, en ella, estarían dichas prácticas.
Todo ha contribuido, y contribuye, a la propagación de tamaña patraña. Todo empezó, tal como el autor de esta obra nos explica, de la mano de una pléyade de au­tores decimonónicos que, en el contexto de la Inglaterra victoriana, empezaron a propalar sus peculiares interpre­taciones de la historia de la antigua Grecia en base a una especie de leit motiv sobre el que no paraban de hacerla girar; leit motiv que no era otro que el de la supuesta cau­dal importancia que el fenómeno homosexual habría te­nido en sus formas de vida, costumbres, prácticas, mane­ras de proceder, mitos religiosos, unidades militares, lite­ratos, pensadores y políticos.
El autor nos aclara cuáles fueron las tácticas utilizadas por estos distorsionadores autores. Así, entre éstas destacó la de crear una especie de rumorología que se basaba en no afirmar sus mentiras sino en dar a entender que los hechos y los textos analizados parecían conducir, como conclusión, a la realidad de la extensión de lo homosexual en el seno de aquella civilización. Por esto —nos va co­mentando nuestro autor— expresiones como la de “parece ser...” representaban un lugar común en sus tergiversadores trabajos.
No se atrevían a aseverar sus falacias por temor a la reacción que pudieran provocar por parte de una socie­dad tan puritana como la victoriana que les tocó vivir. Pe­ro el mal ya estaba hecho: los rumores ya se habían lanza­do y ya se sabe lo cierto del dicho castellano del “difama que algo queda
La eficacia manipuladora de la manera de proceder de estos autores resulta incuestionable, a pesar de que sus “descubrimientos” no tenían otras bases que la de la elu­cubración abracadabrante, la suposición y la deducción subjetiva y caprichosa que realizaban a partir de hechos, realidades y escritos de la antigua Grecia.
Nuestro desenmascarador autor nos ejemplariza lo manipulativo de las interpretaciones realizadas por aque­llos mixtificadores a través del análisis diseccionador de diversos textos clásicos de peso tal como, p. ej., “El banquete”, de Platón. Contrapone las interpretaciones tergiversadoras con un análisis serio, riguroso y lógico de lo que dichos textos expresan y consigue, con este proceder, poner en la más total evidencia a los 'amigos de la men­tira'.
'Amigos de la mentira' que, por desgracia, han tenido continuidad en épocas posteriores a la del inicio de la fal­sedad objeto de estudio en esta obra, pues otros tomaron el relevo para que el inicial daño hecho no acabara en el olvido y pudiera continuar gangrenando la ciencia histó­rica.
Sobre todo ha sido en las últimas décadas cuando más se ha visto potenciada esa mentira iniciada, básicamente, hace siglo y medio. No nos ha de extrañar lo más míni­mo que esto haya sido así, pues no en vano nos hallamos sumergidos en lo que todas las doctrinas y textos Sa­pienciales de la Tradición denominaron como fase cre­puscular' del ya de por sí oscuro Rali-yuga al que se referían los textos védicos; Edad de Hierro hesiódica o Edad del Lobo según las sagas nórdicas. Julius Evola la calificó como la de la hegemonía del 'Quinto Estado' (en el que se erige como protagonista un hombre fugaz' va­riable hasta lo absurdo e insaciable en sus apetitos mate­riales) y autores como Marcos Ghio la han denominado como la Edad del Paria'.
En estos tiempos abisales que corren no nos ha, pues, de extrañar el que continuamente se nos esté hablando so­bre el “paraíso homosexual” que, según los 'amigos de la mentira', suponía la antigua Grecia. Se nos habla de ello en libros, en “revistas sobre historia”, en la televisión y se hace, además, aprovechando cualquier ocasión (aunque no venga mucho, o nada, al caso) para ahondar en el bulo y propagarlo aún más.
Bien nos dice el autor que al vivir en un tiempo en el que cualquier atisbo de virilidad es zaherido y atacado por patriarcal, “machista” y hasta fascista' y, complementa­riamente a esto, todo signo de feminismo antinatura y de homosexualidad es ensalzado y promovido como desea­ble (hasta el punto de haberse provocado, en este estado de cosas, la proliferación gigantescamente anómala de congéneres nuestros que se declaran homosexuales) no falta nunca, por esta razón, quien aprovecha para contri­buir con su sucio grano de arena al engrandecimiento de esta falsedad histórica.
Nos acerca, también, nuestro autor a la constatación de la existencia de ese tipo de visión mutilada de la realidad que es propia de muchos homosexuales en el sentido de que llegan a casi no concebir otra realidad que no sea la homosexual. Por este motivo creen ver gente de su condi­ción sexual (según ellos, si no declarada al menos sí en estado latente...) en todo tipo de personajes (históricos o actuales) y en todo tipo de gente corriente. Y es que como reza el refrán “se cree el ladrón que son todos de su con­dición”.
Es tal la fortaleza que, en la actualidad, los homo­sexuales han desarrollado que se han constituido en un auténtico lobby de presión que, por el gran poder que de­tenta, acaba imponiendo muchas de sus propuestas, mu­chos de sus gustos, muchas de sus percepciones y mu­chos de sus montajes; como éste de la presunta extendida y preponderante homosexualidad en la antigua Grecia.
Nuestro autor nos señala el cómo antes que una socie­dad eminentemente homosexual hemos de considerar a la griega antigua como justo lo contrario, pues aquella so­ciedad tuvo unos pilares institucionales y existenciales fuertemente viriles. Las ' sociedades de hombres' consti­tuyeron su pulso vital y su alma. Estas sociedades fueron de espíritu eminentemente guerrero y en ellas el elemen­to femenino (y lo feminizante) estaban ausentes en la vida pública. Se establecían, por ello, fuertes vínculos —viriles, obviamente— entre hombres que compartían milicia, así como entre veteranos y noveles y entre instructores y “re­clutas” como si de maestros y discípulos se tratase. Las escuelas y academias de índole no militar también basa­ban las enseñanzas que en ellas se impartían en esta rela­ción entre maestro y discípulo. Sólo las mentes enfer­mizas y la mirada distorsionada del enajenado y decadente hombrecillo moderno querrán ver otro tipo de rela­ción, que por el tipo de sociedad de la que hablamos (vi­ril), no tenía cabida.
Para desenmascarar el bulo este libro desmenuza di­versos pasajes de la mitología griega, analiza citas de los clásicos griegos, nos recuerda el ofensivo vocabulario que se utilizaba contra los homosexuales en las comedias tea­trales, relaciona las prohibiciones civiles de que eran objeto los que practicaban la homosexualidad (so pena, incluso, de poder ser ejecutados si no cumplían con ellas) o        nos especifica cómo en Esparta el destino que deparaba para quien mantuviese relaciones homosexuales era el destierro o la muerte. Asimismo denuncia la manipula­ción burda del lenguaje que se ha realizado para traducir vocablos de textos clásicos (como del referido “El ban­quete”, de Platón), de manera que, p. ej., para lo que, referido al 'Batallón Sagrado' o Banda Sagrada' de
ebas, debería traducirse como ejército de maestros y alumnos' se convierte, como por arte de magia, en ejér­cito de amantes y amados'... o lo que debería ser mu­chacho' se traduce como muerde almohadas...'.
Esta obra indispensable no delega, tampoco, el come­tido de poner en evidencia a quienes han querido ver re­laciones homosexuales en personajes capitales de la his­toria o de la mitología griegas, ya fueran hombres, héroes o dioses. Fulmina, sin dejar pábulo a ningún atisbo de duda, las ridiculeces vertidas entorno a emblemáticos dúos como los formados por Aquiles y Patroclo, Apolo y el príncipe espartano Jacinto o Alejandro Magno y Hefestión.
Nuestro autor también aporta datos incuestionables ba­sados en la más pura y elemental matemática, como aqué­llos que hacen referencia a cantidades y porcentajes de es­cenas representadas en vasijas halladas de aquella época que pudieran dar pie a las fabulaciones de los 'amigos de la mentira'.
No falta tampoco, en este libro, un vapuleo contra la radical y sangrante deformación que se ha hecho alrede­dor de la realidad concerniente a la isla de Lesbos y a la academia que en ella fundó la poetisa Safo. Con este va­puleo el lesbianismo se queda también huérfano: sin uno de sus grandes mitos.
Muy acertadamente nuestro autor denuncia la ofensiva emprendida por el mundo moderno (a través de sus voce­ros y portaestandartes) para destrozar todo lo mucho que de elevado, ejemplar y formativo se puede rastrear en el mundo de nuestros ancestros con el deletéreo objetivo de dejarnos sin referentes ni raíces genuinos para así más fácilmente igualar —en lo superfluo y vanal— a unos pue­blos con los demás y sumirlos en el más gregario y ab­yecto cosmopolitismo en el que, gracias a este siniestro proceder, se ha acabado, a día de hoy, por abocar a este autómata mundo desarraigado y globalizado en el que sus habitantes ya sólo se mueven bajo los impulsos incontro­lables que provocan la sed insaciable del consumismo y el apego más primario a la realidad material.
El mundo precristiano —como en el que se inscribe la Grecia antigua— no reprobaba actividades, conductas o maneras de ser guiado por ese tipo de moralismo que en torno a la idea de pecado es consustancial a religiones co­mo las del Libro, sino que la reprobación a actividades como las de la homosexualidad venía dada por lo que ésta supone de alteración de lo que dicho mundo precristiano consideraba la normalidad'. Normalidad entendida en el sentido de armonía social (que no era posible, a su ati­nado entender, en el contexto de las relaciones homo­sexuales). Y armonía social —y, por ende, política— que pretendía ser un reflejo (aquí abajo, en el microcosmos) de la armonía y el equilibrio que reina en el macrocosmos —en lo Alto—.
Quizás no con la misma intensidad y semejante ahínco con que los amigos de la mentira' se han cebado con respecto a la antigua Grecia pero sí por las mismas razo­nes y con las mismas disolventes finalidades la antigua Roma ha sido también —y es— objeto de tergiversaciones similares a las denunciadas en este libro. Tenemos claro el que de haber podido existir episodios —en el transcurso de ambas civilizaciones— en los que las prácticas homo­sexuales no se hubieran topado con la reprobación social y/o política, estos episodios habrían, sin duda, correspon­dido a su ciclo de declive: a su período de decadencia; o al período de decadencia de alguna de sus etapas o, en el caso concreto de Grecia, de algunas de sus polis. Habla­ríamos, así, de instantes concretos, puntuales y terminales que se hallarían en las antípodas de lo que ambas civilzaciones representaron. De todos modos, todavía estamos esperando a que nos muestren (sin mentiras) el que inclu­so en estos períodos decadentes la homosexualidad hu­biese tenido carta blanca y hubiese contado con la aproba­ción pública y el reconocimiento general.
Y, repetimos, en el hipotético caso de haber existido momentos en los que la homosexualidad hubiese contado con el beneplácito de las sociedades griega y/o romana no habría más que aplicarle a los falsarios el mismo implaca­ble argumento que se les podría espetar con respecto a la historia de, p. ej., países como España, pues ¿quién —con la misma desvergüenza manipuladora de los amigos de la mentira'— no podría, en un hipotético futuro en el que España no existiese como entidad política ni cultural, referirse a la historia de nuestro periclitado país en los mismos términos de paraíso homosexual' —que nuestro autor, tan acertadamente, reputa como categóricamente falsos para la Grecia antigua— y quién no podría referirse a ella en estos términos echando mano del actual estado de cosas tan lamentable en el que existencialmentc se en­cuentra este nuestro país y en el que, en efecto, los ho­mosexuales ocupan un lugar de privilegio y sus prácticas sexuales son —nos atreveríamos a afirmar— alabadas y aun promovidas? Pero, ¿quién podría verter dichas afirmaciones obviando que esta anómala situación fue propia sólo de algunas decadentes décadas de la historia hispánica (¿tal vez las últimas de nuestra historia...?) y no fue propia de la mayor parte de ella?, pues, como botón de muestra, resulta ilustrativo al respecto el recordar las hogueras a las que eran destinados, en las plazas públicas, aquellos que en otras épocas practicaban la homosexuali­dad: la Plaza Mayor de Madrid fue testigo, por ejemplo a lo largo del s. XVII, de muchas de estas crueles cremacio­nes...
Pero mejor demos paso a la sustanciosa lectura de este libro.
Eduard Alcántara

INTRODUCCIÓN

Reescribiremos la historia, historia llena de vuestras mentiras y distorsiones heterosexuales. (Manifiesto gay).
Está por todas partes. Se menciona por encima en tertulias televisivas, se escribe en libros de texto, está en boca de profesores de universidad, e Internet lo repite incesantemente, incluso en la "Güiquipedia" —como por ejemplo en este "artículo" (por llamarlo de alguna manera) sobre la pederastía en Grecia—.
Todo el mundo lo parafrasea, se ha convertido en un "meme", en un eslogan que las masas repiten sin pensar, de modo similar al famoso "todos somos iguales". Se han vertido toneladas y toneladas de basura sobre la historia griega, e innumerables autorzuelos del tres al cuarto han desarrollado páginas y páginas dando por sentado que la mentira es cierta.
¿A qué me refiero? A que hoy todo el mundo asume que los antiguos griegos eran homosexuales. Sin embar­go, este dogma no es más que otro gigante con pies de barro, y aquí yo lo desmenuzaré y demostraré porqué es así.
En otro texto demostré la falsedad del mito de que los griegos fuesen "mediterráneos". En éste me ocuparé del mito griego más desafortunadamente conocido: el mito de que la homosexualidad formaba sistemáticamente par­te de la sociedad griega y de que la pedofilia era una prác­tica común y socialmente aceptada. Como se verá, la tesis no es que no existiese homosexualidad entre ellos, sino que la moral tradicional tenía a los homosexuales mal vis­tos.
También demostraré que, en la mayor parte de los casos, existían castigos prescritos por conducta homo­sexual, como por ejemplo la pena de muerte, el exilio o la marginación de la vida pública.
Esto va dirigido, ante todo, a quienes algo "no les cuadra" en eso de la homosexualidad griega y a quienes quieren fundamentar tales sospechas para que sean algo más que simples sospechas. Efectivamente, hubo homo­sexuales en Grecia, pero como se verá, que haya habido homosexuales no significa que haya sido una "práctica ha­bitual" ni mucho menos que la pedofilia fuese una "ins­titución social", como han llegado a afirmar disparatada­mente algunos autores homosexuales, a quienes nadie ha arrojado a la cárcel por hacer apología de la pedofilia —y además sin bases para ello, difamando y ensuciando gratuitamente la historia de todo un país—. Y es que es detestable que se utilice la mitología de hace milenios para legitimar fenómenos decadentes de la vida moderna y sólo moderna. Desde arriba, la doctrina oficial del Siste­ma pretende presentar a la antigua Grecia como la tierra prometida de los gays, una suerte de paraíso homo, y eso es demasiado para un amante de Grecia como un servi­dor, al cual nadie le puede vender la moto porque cono­ce bastante bien el imaginario mitológico de la Hélade, o para muchos griegos modernos, que aborrecen que otras sociedades decadentes utilicen la historia de su país para justificar sus propias desviaciones. Como veremos des­pués, la película "Alejandro Magno" se mostró sólo 4 días en Grecia y fue un fracaso absoluto: los griegos conocen su propia historia como la palma de su mano, se han leí­do bien todos los libros (en griego antiguo inclusive) y sa­ben lo que hay, como para que ahora vengan cuatro escritores neoyorkinos psicológicamente destrozados, a explicarles cómo era su propio país.