La conquista de Berlín - Joseph Goebbels

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La Conquista de Berlín describe, a traves del testimonio directo de su principal protagonista, el Dr. Goebbels, ministro de propaganda del Tercer Reich, la lucha del Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP) por alzarse con el dominio de la capital del Reich.
Testimonio de primera mano, indispensable para comprender como fue posible que el nazismo llegara al poder y conquistara masivamente la confianza y apoyo de los alemanes
Los siete años de lucha por Berlín han sido el periodo decisivo en la vida del Dr Goebbels y han influido en forma determinante toda su obra futura, brindando tanto el ejemplo y la esperanza, como el símbolo de sus ideales.
Únicamente conociendo La conquista de Berlín, se puede comprender la historia del Nacionalsocialismo y el Tercer Reich.

PREFACIO
Los siete años de lucha por Berlín han sido el periodo decisivo en la vida del ministro de propaganda del tercer Reich y han influido (en forma determinante) toda su obra futura.
Durante los dos años que pase a su lado, en calidad de agregado personal de prensa, en las extensas conversaciones que sostenía conmigo, siempre recordaba aquellos tiempos. Esos siete años no solo le posibilitaron acumular un tesoro de experiencias sumamente útiles, que le sirvieron posteriormente cuando sus funciones traspasaron los limites de su posición como Ministro de propaganda, sino que La conquista de Berlín, jugó siempre en su vida el papel de una especie de fuente de rejuvenecimiento político. Los recuerdos de esa época le proporcionaron la fuerza necesaria, para enfrentar las tareas casi sobrehumanas que le fueron encomendadas en el punto más trágico de la Segunda Guerra Mundial cuando Hitler, después del 20 de julio de 1944, le nombró "Plenipotenciario del Reich para la guerra total", y por ende, su colaborador más intimo e importante, el Dr. Joseph Goebbels (nacido en 1897) no había cumplido todavía los treinta años, cuando Hitler lo designó gauleiter (jefe de distrito) de Berlín y le dio la orden de conquistar la capital del Reich para el Nacionalsocialismo. Los partidos marxistas contestaron con el grito de combate "¡Berlín seguirá siendo roja!". El poderoso partido socialdemócrata y el Partido Comunista (en avance creciente) con sus potentes cuadros de combate (Reichsbanner y Rotfrontkämpferbund), así como los fuertemente organizados sindicatos bolcheviques, se enfrentaron amenazantes con los nacionalsocialistas que no eran más que un puñado desorganizado. Había un solo nacionalsocialista en Berlín cada diez mil habitantes. El distrito contaba con una población de casi cinco millones, y el N.S.D.A.P. (partido nacionalsocialista alemán de trabajadores) con solo 500 afiliados.
Goebbels empezó su cometido con una limpieza a fondo, cancelando las fichas partidarias de la mitad de los afiliados. En aquel entonces, sus propios camaradas por primera vez usaron para él el apodo de amokläufer (loco peligroso). "Apodo, dicho sea de paso, que siempre he considerado titulo de honor", me decía Goebbels.
La tarea gigantesca solo pudo ser cumplida con una dureza brutal tanto con su gente como también con sigo mismo y él cumplió. En innumerables enfrentamientos y combates callejeros, pese a su disminución física, siempre se encontraba en primera línea. Siete años después de que aquel muchacho débil, con su valija de paja en la mano, llegara a la metrópoli de Reich, ésta había sido conquistada para el Nacionalsocialismo y para su conductor Adolf Hitler. "¡Misión cumplida!". Nunca en su vida Goebbels pudo dirigirse más orgullosamente al Führer. El recuerdo de aquella epopeya lejana, como hemos dicho, le puso en condiciones luego, de no perder jamás el ánimo aun en las situaciones desesperadas, de arriesgar todo confiando en la calidad de sus ideales y en la fuerza de su pueblo. ¡Cuantas veces durante los últimos dos años de la guerra, hablando conmigo acerca de las noticias desastrosas de los frentes de combate, de las ciudades alemanas destruidas por las bombas aliadas, de la cobardía y la traición incluso en las propias filas, recordó detalles de su lucha por Berlín en las que se vio ante situaciones igualmente difíciles, que finalmente pudo superar para alcanzar el triunfo!. Únicamente conociendo La conquista de Berlín, se puede comprender la historia del Nacionalsocialismo y el tercer Reich. Yo la viví desde el principio como joven militante de la S.A. (sturm-abteilung = tropa de asalto). Su verdadera significación la he comprendido en el contacto personal con el hombre que la condujo: el Dr. Joseph Goebbels, el agitador desconocido de Rhenania que, a través de la lucha por Berlín, llegó a ser uno de los líderes políticos más fascinantes de nuestro siglo.

Wilfred von oven
Buenos Aires, Abril de 1975

INTRODUCCIÓN

La lucha por el capital constituye siempre un capitulo especial en la historia de los movimientos revolucionarios. La capital es un concepto en sí. Representa el centro de todas las fuerzas políticas, espirituales, económicas y culturales del país. Desde ella parten sus irradiaciones a las provincias, y ninguna ciudad, ningún pueblo deja de ser tocado por ellas.
Berlín es, dentro de Alemania, algo único. La población de esta ciudad no se compone, como la de cualquier otra, de una masa homogénea, cerrada en sí. El berlinés es el resultado de una mezcla de "viejo berlínismo" y de influencias de todas las provincias, de todos los paisajes, gremios, profesiones y confesiones. Si bien es cierto que Berlín no es, como París para Francia, decisivo y rector en todo para Alemania entera, sin embargo, el país no puede ser concebido sin Berlín.
El movimiento nacionalsocialista no ha partido de Berlín. Tiene su origen en Munich. Pasó de ahí primero a Baviera, a Alemania del sur, y recién más tarde, cuando hubo, dejado tras sí los comienzos de su desarrollo, tendió el puente a Alemania del norte y con ella a Berlín. Recién después de su desmoronamiento en el año 1923, comienza la historia del partido al norte del Main. Pero desde entonces, el Nacionalsocialismo también es asumido en Alemania del norte con toda la vehemencia, la tenacidad y la disciplina prusianas.
Este libro tiene como objetivo describir la historia del movimiento en la ciudad capital del Reich. No persigue al respecto, sin embargo, ninguna clase de fines históricos. La cronología objetiva del transcurso de la evolución berlinesa, quedara para futuros historiadores. A nosotros nos falta el necesario desapasionamiento para repartir al respecto, en forma justa, luces y sombras.
El que escribió estas hojas ha participado de manera decisiva y es principalmente responsable del desarrollo de los hechos. Es por ello, parte en todos los sentidos de la palabra. Solamente abriga la esperanza de desembarazar su alma con esta descripción de lo que fue puesto sobre ella como pesada responsabilidad en cinco años de lucha. Ha de ser para aquellos que participaron y con su lucha hicieron posible la luminosa ascensión del movimiento Berlinés, orgullo y acicate. Para aquellos que permanecieron al margen dudando y rechazando, exhortación y coacción moral, y para aquellos, que se enfrentaron a nuestra marcha triunfal, amenaza y reto.



Carta al Papa - León Degrelle

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En el exilio, a 20 de mayo de 1979

A SU SANTIDAD EL PAPA JUAN PABLO II

CIUDAD DEL VATICANO

Muy Santo Padre :

Yo soy León Degrelle, el Jefe del Rexismo belga, antes de la segunda Guerra Mundial, y durante ésta, el Comandante de los Voluntarios belgas del Frente del Este, luchando en la 28» división de la Waffen SS "Wallonie". Ciertamente esto no es una recomendación a los ojos de la gente. Pero yo soy católico como usted y me creo, por este hecho, autorizado a escribiros, como a un hermano en la fe.

He aquí de qué se trata : la prensa anuncia que con motivo de vuestro próximo viaje a Polonia entre el 2 y el 12 de Junio de 1979, S.S va a concelebrar la misa con todos los obispos polacos en el antiguo campo de concentración de Auschwitz. Yo encuentro, os lo digo de antemano, muy edificante que se rece por los muertos, sean cuales sean y donde sea, incluso delante de unos hornos crematorios flamantes, de ladrillos refractarios inmaculados.

Pero me asaltan ciertas aprensiones, a pesar de todo. S.S, es polaca. Esta condición aparece sin cesar, y es humano, en vuestro comportamiento pontifical. Si os impresionan fuertemente viejos resentimientos de patriota que participó de lleno en su juventud en un duro conflicto bélico, podríais estar tentado de tomar partido, una vez hecho Papa, en disputas temporales, que la historia no ha esclarecido aún suficientemente. ¿Cuáles fueron las responsabilidades exactas de los
diversos beligerantes en el desencadenamiento de la II Guerra Mundial?.

¿Cuál fue el papel de ciertos provocadores?. Vuestro presidente del Consejo de Ministros, el Coronel Beck, que todo el mundo sabe que era un personaje bastante sospechoso, ¿se comportó acaso en 1939 con toda la ponderación deseada?. ¿No rechazó con demasiada soberbia ciertas posibilidades de entendimiento? ¿Y después? ¿La guerra fue verdaderamente tal como se ha dicho?. ¿Cuáles fueron las faltas, e incluso los crímenes de unos y de otros? ¿Se han sopesado siempre con objetividad las intenciones? ¿No se ha desvirtuado a la ligera o con mala fe, porque la propaganda lo reclamaba, la doctrina del adversario atribuyéndole unos proyectos y endosándole unos actos cuya realidad puede estar sujeta a numerosas dudas?.

A pesar de que la Iglesia siempre está mucho mejor informada que nadie, a través de dos mil años de circunspección ha evitado siempre las posturas precipitadas, y ha preferIdo juzgar siempre sobre hechos probados, con calma, después de que el tiempo ha separado el grano de la cizaña, los furores y las pasiones. Especialmente, la Iglesia siempre se distinguió por una moderación extrema, a lo largo de la II Guerra Mundial. Siempre se guardó cuidadosamente de propagar locas elucubraciones que corrían entonces.

Muy Santo Padre, sobre vuestro suelo patrio -- en Auschwitz particularmente --, afectado, quizás, por ciertas visiones incompletas y partidarias del pasado ¿va usted simplemente a rezar?... Temo sobre todo, que vuestros rezos, e incluso vuestra simple presencia en esos lugares, sean inmediatamente desvirtuados de su sentido profundo, y sean utilizados por propagandistas sin escrúpulos, que los harán servir, escudándose en vos, para las campañas de odio, a base de
falsedades, que emponzoñan todo el asunto de Auschwitz desde hace más de un cuarto de siglo. Sí, falsedades.

Después de 1945 -- abusando de la psicosis colectiva que, a base de habladurías incontroladas, había transtomado a numerosos deportados de la II Guerra Mundial -- la leyenda de las exterminaciones masivas de Auschwitz ha alcanzado al mundo entero. Se han repetido en millares de libros incontables mentiras, con una rabia cada vez más obstinada. Se las ha reeditado en colores, en películas apocalípticas que flagelan furiosamente, no sólo la verdad y la verosimilitud, sino incluso el buen sentido, la aritmética más elemental, y hasta los mismos hechos.

Usted, Muy Santo Padre, fue, según se dice, un resistente a lo largo de la II Guerra Mundial, con los riesgos físicos que comporta un combate contrario a las leyes internacionales. Ciertas personas añaden que usted estuvo internado en Auschwitz como tantos otros, usted ha salido de allí, ya que usted es actualmente Papa, un Papa que, con toda evidencia, no huele demasiado al famoso gas Zyklon B. Su Santidad, que ha vivido en estos lugares, debe saber, mejor que cualquier otro, que esos gaseamientos masivos de millones de personas nunca fueron realidad. S.S, como testigo de
excepción, ¿ha visto personalmente efectuar una sola de estas grandes masacres colectivas, tan repetidas una y otra vez por propagandistas sectarios?...

Ciertamente, se sufrió en Auschwitz. En otras partes también, Todas las guerras son crueles. Los centenares de miles de mujeres y niños atrozmente corbonizados por orden directa de los Jefes de Estado aliados, en Dresde, Hamburgo, Hiroshima y Nagasaky, tuvieron unos padecimientos mucho más horribles que los sufridos por los deportados políticos o los resistentes (entre ambos, el 25 por ciento de la población total de los campos), objetores de conciencia, anormales sexuales o criminales de derecho común (75 por ciento de la población concentracionaria) que padecían, y a veces morían, en los campos de concentración del III Reich.

El agotamiento les devoraba. El hundimiento moral eliminaba las fuerzas de resistencia de las almas menos templadas. Las crueldades de ciertos guardianes desnaturalizados, alemanes, y mas a menudo no alemanes, de los "kapos" y otros deportados convertidos en verdugos de sus compañeros, se sumaban a la amargura de una promiscuidad multitudinaria. Cabe pensar que en algún campo hubiese algún chiflado que procediera con experiencias de muerte inéditas o fantasías monstruosas en torturas o asesinatos.

Sin embargo, el calvario de la mayor parte de los exiliados, habría terminado felizmente el día tan esperado del inicio de la paz, sino se hubiera abatido sobre ellos, a lo largo de las últimas semanas, la catástrofe de epidemias exterminadoras, ampliadas aún más por los fabulosos bombardeos que destrozaban las líneas de ferrocarril y las carreteras, enviaban a pique los barcos cargados de presos, como ocurrió en Lübeck. Estas operaciones aéreas masivas destruían las redes eléctricas, los conductos y depósitos de agua, cortaban todo abastecimiento, imponían por doquier el hambre, hacían imposible todo transporte de evacuados. Las dos terceras partes de deportados muertos a lo largo de la II Guerra Mundial, perecieron entonces, víctimas del tifus, de la disentería, de hambre, de las esperas interminables sobre las trituradas vías de comunicación. Las cifras oficiales lo establecen.

En Dachau, por ejemplo, según las mismas estadísticas del Comité lntemacional, murieron en Enero de 1944, 54 deportados; en Febrero de 1944, 101; pero en el mes de Enero de 1945 murieron 2.888, y, en febrero de 1945 murieron 3.977. Sobre el total de 35.613 deportados muertos en este campo de 1940 a 1945, 19.296 fallecieron durante los últimos 7 meses de hostilidades; y queda demostrado que el terrorismo aéreo aliado no tenía ya ninguna utilidad militar, pues la victoria de los aliados, al principio de 1945, ya estaba totalmente asegurada. Y por tanto, ya no era necesario de ningún modo, dicho terrorismo aéreo aliado. Sin esta loca y brutal trituración a ciegas, millares de internados hubiesen sobrevivido, en lugar de convertirse -entre Abril y Mayo de 1945- en macabros objetos de exposición, alrededor de los cuales bullían manadas de necrófilos de la prensa y del cine, ávidos de fotos y películas con ángulos y vistas
sensacionales, y de un rendimiento comercial asegurado. Unos documentos visuales, cuidadosa y previamente retocados, sobrecargados, deformados, y generadores de crecientes odios.

Estos correveidiles de la información hubiesen podido, también, tomar kilómetros de fotografías similares de cadáveres de mujeres y niños alemanes, cien veces más numerosos, muertos exactamente de la misma manera, de hambre, de frío o ametrallados sobre los mismos helados vagones al descubierto, y sobre los mismos caminos ensangrentados. ¡Pero esas fotos, igual que las de la inmensa exterminación de las ciudades alemanes, que nos decubrirían seiscientos
mil cadáveres, ya se guardarían bien de darlas a conocer! Hubiesen podido turbar los ánimos y sobre todo, templar los odios. Y la verdad es que el tifus, la disentería, el hambre, los contínuos ametrallamientos aéreos, golpeaban indistintamente, en 1945, tanto a los deportados extranjeros como a la población civil del Reich, todos atrapados por unas abominaciones propias del fin del mundo.

Por lo demás, Muy Santo Padre, en lo que se refiere a una voluntad formal de genocidio, ningún documento ha podido aportar la menor prueba oficial de ello, desde hace más de 30 años. Mas especialmente, en lo que concierne a la pretendida cremación, en Auschwitz, de millones de judíos en fantasmales cámaras de gas de Zyklón B, las afirmaciones lanzadas y constantemente repetidas desde hace tantos años, en una fabulosa campaña, no resisten un examen científico serio.

Es descabellado imaginar, y sobre todo pretender, que se hubieran podido gasear en Auschwitz 24.000 personas por día, en grupos de 3.000, en una sala de 400 metros cúbicos, y menos aún, a 700 u 800 en unos locales de 25 metros cuadrados, de 1.90 metros de altura, como se ha pretendido a propósito del campo de Belzec; 25 metros cuadrados o lo que es lo mismo, la superficie de un dormitorio. Usted, Santo Padre, ¿lograría meter 700 u 800 personas en vuestro
dormitorio?

Y 700 a 800 personas en 25 metros cuadrados, esto hace 30 personas por cada metro cuadrado. Un metro cuadrado, con 1,90 metros de altura ¡es una cabina telefónica! ¿Su Santidad sería capaz de apilar a 30 personas en una cabina telefónica de la Plaza San Pedro o del Gran Seminario de Varsovia, o en una simple ducha?. Pero si el milagro de los 30 cuerpos plantados como spárragos en una cabina telefónica o el de las 800 personas apiñadas alrededor de vuestra cama se hublese realizado, un segundo milagro tenía que haberse producido inmediatamente, pues las 3.000 personas ¡el equivalente de dos regimientos! hacinadas tan fantásticamente en la habitación de Auschwitz, o las 700 u 800 personas apretujadas en Belzec a razón de 30 ocupantes por metro cuadrado, ¡hubiesen perecido casi al instante, asfixiadas, por carencia de oxígeno! ¡No hubieran hecho falta las cámaras de gas! Todos habrían dejado de respirar, incluso antes de que se hubiese terminado de hacinar los últimos, que se cerrasen las puertas y se esparciera el gas por la sala. ¿Y cómo se hacía esto último? ¿Por unas hendiduras ? ¿Por unos agujeros? ¿Por una chimenea? ¿Bajo forma de aire caliente? ¿Con vapor? ¿Vertiéndolo sobre el suelo? ¡Cada uno cuenta lo contrario del otro! ¡EI Zyklón B no alcanzándo más que a cadáveres, no hubiese representado la menor utilidad! De todas maneras, el Zyklón B es, como toda persona interesada en la ciencia puede saber, un gas de empleo peligroso, inflamable y adherente. También veintiuna horas de
espera hubiesen sido necesarias, e incluso indispensables, antes de que se hubiese podido retirar el primer cuerpo de la fantástica sala.

Sólo después se hubieran podido extraer, como se han complacido en contárnoslo, con miles de detalles escabrosos todos los dientes de oro, todas las fundas de plomo en las que escondían, se dice, diamantes, de cada lote de seis mil mandíbulas rígidas -- ¡tres mil personas! -- , contraídas tras la muerte, o de 48.000 mandíbulas diarias si se creen las cifras oficiales de 24.000 gaseados cotidianos solamente en Auschwitz.

Muy Santo Padre, por muy santo que sea Su Santidad, ¡Usted soportará al dentista alguna vez, con más o menos resignación! ¿Os han extraído un diente? ¿Dos dientes? ¿Se os han instalado en una silla de dentista con potentes reflectores, enfocados sobre las mandíbulas con útiles perfeccionados y con un paciente que se presta a sus prescripciones?. Pues bien, la extracción, en unas óptimas condiciones, tarda su tiempo. ¿Un cuarto de hora?, ¿Media hora?. En Auschwitz, según las leyendas, a los cadáveres que yacían en el suelo, era necesario abrirles, con muchas
dificultades, las mandíbulas endurecidas, descontraerlas, y tratarlas mediante instrumental necesariamente primitivo. Con ocho operadores en total: es la cifra oificial. Y después tenían que examinarlos sin luz apropiada, a ras del cemento, y no solamente un punto enfermo de la dentadura, ¡sino las dos mandíbulas enteras!, ¡Arrancar, vaciar. limpiar! ¿Puede hacerse esto en menos tiempo que en casa del especialista, perfectamente equipado?, Dígnese Su Santidad tomar un lápiz. A razón de un cuarto de hora por dentadura y con ocho individuos a pleno rendimiento en la operación se podría llegar a 16 cadáveres tratados por hora, es decir, 160 en una jornada de 10 horas sin un minuto de reposo. Piense Su Santidad incluso en un estajanovista de las dentaduras, y doble el ritmo de las extracciones, lo que es además materialmente imposible: esto supondría 320. Entonces, Muy Santo Padre, ¿cómo imaginar cremaciones de 3.000 judíos
de una sola vez?, ¿Y las jornadas de 24.000 gaseados con Zyklón B, que representarían 48.000 dentaduras para vaciar o sea más de 760.000 dientes a examinar diariamente?. Simplemente ateniéndose a los seis millones de judíos muertos -- algunos han doblado y triplicado la cifra, que la propaganda machaca contínuamente en nuestros oídos --, estos extractores de mandíbulas hubiesen seguido, unos años después de la guerra, en plena actividad.

Estas extracciones, solamente estas extracciones, en diez horas de labor ininterrumpida, ¡hubiesen absorbido un trabajo de 1.875 jornadas de todo el equipo de 8 individuos!

Pero además, estas extracciones sólo eran una formalidad preliminar. Hacía falta también rapar millones de cabelleras. Después, antes de pasar los cadáveres al horno. se procedía -- según lo que todos los "historiadores" de Auschwitz afirman ex cátedra -- al examen de todos los anos y todas las matrices, de cuyo fondo se trataba de recuperar los diamantes y las "joyas" que hubieran podido ser escondidas. ¿Se imagina usted esto Muy Santo Padre?. ¡Seis millones de anos, tres o cuatro millones de matrices limpiados a fondo, cuando se nos ha explicado que, después de los
gaseamientos masivos, los cuerpos chorreaban de excrementos, de sangre femenina y de otras inmundicias! En estos órganos sucios, los dedos, las manos de los operadores, debían revolver todo, descubrir los supuestos diamantes escondidos, extraerlos pegajosos, lavarlos, lavarse ellos, 24.000 veces por día (los anos), 15 ó 20.000 veces por días (las matrices). ¡Es una locura!. ¡Todo esto es de locos! Y no hablemos de las actividades complementrias: fábricas de abonos
y fábricas de jabones, de las cuales el delirante profesor Poliakov habla sin pestañear.

Estas operaciones de gaseamiento, de corte de pelo, de extración de dientes, de limpieza de órganos, realizados sobre seis millones de judíos, o siete millones, o sobre quince millones según el Padre Riquet, o sobre veinte millones -- ¡es decir más que los judíos existentes entonces en el mundo entero! -- según el diccionario Larousse, seguirían todavía si se admitieran como exactas las afirmaciones "oficiales" de los manipuladores de la "historia" de Auschwitz. ¡Entonces, sí
que tendría Ud., Muy Santo Padre, que taparse la nariz cerca de las cámaras de gas, y transpirar al calor de los hornos de Auschwitz, en el transcurso de su misa concelebrada!.

Si se hubiese multiplicado el número de cadáveres reales y normales por diez, o por veinte, la estafa de los muertos hubiese podido conservar un cierto aspecto de verosimilitud. Pero al igual que hemos visto en el caso del gaseamiento de 700 a 800 personas por dormitorio, al mentir demasiado se llega a lo grotesco. Era precisa la insondable y apenas imaginable estupidez de las masas, para que semejantes extravagancias hayan podido ser inventadas, contadas, difundidas a los cuatro vientos, filmadas y CREIDAS.

"¡Yo creo -- declara bravamente un personaje de Holocuasto -- todo lo que se cuenta sobre ello!". ¡Declaración ejemplar!.

Entonces. Muy Santo Padre, ¿cómo imaginar un instante que en Auschwitz, en la hora de la concelebración, mientras que todos los corazones, estrechados por el amor de Dios y de los hombres, van a participar en la renovación del sacrificio, un sacerdote, un Papa podría, en el momento en que levanta el cáliz hacia el cielo, ser consciente de que está encubriendo bajo su patio un despliegue de un odio tan bestial y de unas mentiras tan extravagantes, que están en el
extremo opuesto de la enseñanza patética de Cristo?, ¡No! ¡Ciertamente no!, ¡No es posible!. Vuestro mensaje, a cien pasos de la falsa cámara de gas de Auschwitz, no puede ser más que un mensaje de caridad, de fratemidad, igualmente de la verdad, sin la cual toda doctrina se hunde. Usted va a Auschwitz para recogeros, emocionado, en uno de los altos lugares del suirimiento humano cuyas causas y cuyos responsables serán fijados verdaderamente, objetivamente, con
el tiempo, por una Historia serena, y no recurriendo a testimonios obtenidos por la fuerza y a unas divagaciones de farsantes.

El Papa está por encima de todo esto.

Está al lado de las almas que sufrieron, de las que, en el sufrimiento, se elevaron espiritualmente, pues no existe pena, ni calvario, ni agonía que no pueda llegar a ser sublime. Por ejemplo, en los campos de batalla de la II Guerra Mundial en que tantos millones de soldados cayeron tras horribles sufrimientos, e igualmente en los campos de trabajo, en que tantos murieron victimas de intereses que no entendían pero que los aniquilaban : el sacrificio, el dolor físico y moral, la terrible
angustia, convirtieron a miles de almas, que en circunstancias normales se hubiesen perdido en la mediocridad, en gloriosos ejércitos de héroes espirituales. Así fue en Auschwitz. Fue así en el Frente del Este, a lo largo de los años de lucha y de inmolación de millones de jóvenes europeos que, de 1941 a, 1945, hicieron frente heróicamente al empuje del comunismo. Seguramente, a través de toda la historia de los hombres, se han cometido atrocidades. Auschwitz, de todas maneras, no habrá sido ni el primer caso, ni el último. Nosotros lo vemos de sobra en la hora actual, cuando son masacrados tantas mujeres y niños sin defensa, aplastados en los campos palestinos por la aviación de lsrael, ejecutando la ley del Talión sobre unos inocentes, en memoria de los cuales, no se cantará probablemente nunca una misa concelebrada... Numerosas potencias han abusado muchas veces de su poder. Numerosos pueblos han perdido la cabeza. No uno especialmente. Pero sí todos. Al lado de corazones puros y desinteresados que ofrecieron su juventud a un ideal, Alemania, tuvo, como todo el mundo, su lote de seres detestables, culpables de violencias inadmisibles. ¿Pero qué país no ha tenido los suyos?

La Francia de la Revolución Francesa, ¿no ha inventado el Terror, la Guillotina, los ahogamientos en el Loira? ¡Napoleón no deportó, pero sí movilizó por la fuerza a centenares de millares de civiles de los países ocupados, enviados a la muerte por su gloria! ¡Cincuenta y un mil nada más que en Belgica! ¡Es decir, más que los belgas que murieron a lo largo de la I Guerra Mundial o en los campos de concentración del III Reich!. Más cerca de nosotros, un De Gaulle ¿no presidió, en
1944-45, la masacre de decenas de millares de adversarios bautizados como "colaboradores"?. Más recientemente aún, en Indochina, en Argelia, Francia ¿no hacinó a centenares de millares de prófugos, de rehenes, de simples civiles arrestados masivamente, en campos de concentración extremadamente duros en donde tampoco faltaron los sádicos? Un General francés hizo incluso el elogio público de la tortura, ¿Y la Gran Bretaña, con sus bombardeos de ciudades libres como Copenhague? ¿Sus ejecuciones de cipayos atados en la boca de los cañones; su aplastamiento de los boers; sus campos de Concentración del Transvaal o con millares de mujeres y niños muertos en una miseria indecible? ¿Y Churchill, desencadenando sus abominables bombardeos de terror sobre la población civil del Reich, la calcinación por fósforo en las cuevas, aniquilando en una sola noche alrededor de doscientos mil mujeres y niños en el gigantesco crematorio de Dresde? "Alrededor de", porque no se ha podido hacer una estimación aproximada más que calculando el
peso de las cenizas.

¿Y los EE.UU? ¿No han elevado su potencia gracias a la esclavización de millones de negros marcados al fuego ardiente como bestias, y gracias a la exterminación casi íntegra de los pieles rojas propietarios de los terrenos ansiados?, ¿No han sido ellos los lanzadores de la bomba atómica? Ayer aún, ¿no han contado, entre sus tropas de Vietnam, con indiscutibles verdugos?. Y no insistimos sobre las decenas de millares de víctimas de la tiranía de la URSS y de los
Gulags actuales, de los cuales, temo que no se dirá nada ni que usted visitará nunca como lo ha hecho con el campo de Auschwitz, vacío de todo ocupante desde hace decenas de años.

En Auschwitz, nadie lo negará, la vida ha sido dura, a veces muy cruel. Pero en los campos de los vencedores de 1945, los sádicos y los verdugos prosperaron rápidamente con igual abundancia, pero con muchas menos excusas, si se admite que una guerra mundial pueda albergar unas excusas...

Santo Padre, yo no querría empañar el placer que usted va a tener al encontrarse en su pais. ¡Pero cuidado! Vuestra patria valerosa, de la cual usted ha exaltado la elevación moral al glorificar a su admirable patrón San Estanislao, ¿no ha conocido ella también sus horas de crímenes y de envilecimiento?. En el momento en que usted va a pisar el suelo polaco de Auschwitz que recuerda especialmente la última tragedia judía, resultaría poco decente -- si quiere ser justo -- no
evocar otros judíos innumerables muertos anteriormente por todo vuestro territorio, en unos progroms horribles, torturados, asesinados, colgados durante siglos por vuestros propios compatriotas. ¡Estos no han sido siempre unos ángeles, a pesar de ser tan católicos!.

Yo oigo todavía al Nuncio Apostólico de Bruselas, el que fue después Cardenal Micara, anteriormente Nuncio en Varsovia, cuando me contaba, en su excelente mesa, cómo los campesinos polacos crucificaban a los judíos en las puertas de sus granjas. "¡Estos cochinos judíos!", exclamaba, bastante poco evangélicamente el untuoso prelado.

Estas palabras fueron pronunciadas tal cual, creame.

La Iglesia ella misma, Muy Santo Padre, ¿Ha sido siempre tan blanda? Incluso en pleno siglo XVIII, ella quemaba aún a los judíos con gran aparatosidad. En plena ciudad de Madrid, particularmente. Pero ella, ¡los quemaba vivos!. La Inquisición no ha sido un pacífico redil. Las masacres de los albigenses se perpretaron bajo la égida de Santo Tomás de Aquino. Los
asesinatos de la noche de San Bartolomé causaron la alegría del Papa, vuestro predecesor, que se levantó en plena noche para festejar, con un Tedeum entusiasta tan alegre acontecimiento, ¡y ordenó incluso conmemorarlo con una medalla!. ¿Y las treinta mil llamadas brujas, calcinadas piadosamente a lo largo de la Cristiandad? Incluso en el pasado siglo, el papado restablecía aún en Roma el Ghetto. En el fondo, Muy Santo Padre, que no valemos mucho bien seamos
Papas o Ayatollas, parisinos o prusianos, soviéticos o neoyorquinos. ¡No hay por qué ser exageradamente orgullosos! Todos nosotros hemos sido, en nuestros malos momentos, tan salvajes los unos como los otros. Esta equivalencia no justifica nada ni a nadie. Ella incita, sin embargo, a no distribuir con demasiada impetuosidad o benevolencia las excomuniones Y las absoluciones.

Sólo se rechazará el salvajismo humano respondiendo al odio con la fratemidad. El odio se desarma, como todo se desarma, pero no ofreciéndolo contínuamente con salsas cada vez más picantes. Ni excrementándolo y exasperándolo, como en el caso de Auschwitz, a fuerza de exageraciones locas, de mentiras y de falsas confesiones llenas de contradicciones flagrantes arrancadas por la tortura y el terror en las prisiones soviéticas o americanas, pues tanto valían las unas como las otras en los tiempos odiosos de Nuremberg.

Algunos hubiesen podido pensar que los filibusteros del exhibicionismo concentracionario y los falsarios que hicieron del asunto de los "seis millones" de judíos, la estafa financiera más remuneradora del siglo, iban a poner en fin un término a esa explotación. Gracias a todo el aparato de la grandiosa ceremonia religiosa que va, en vuestra presencia, a desplegarse entre los falsos decorados del plató de Auschwitz, en medio de un gigantesco baqueteo de televisión y de prensa, se intentará todo para convertiros en avalista indiscutido de estos cheques del odio. Vuestro nombre vale su peso en oro, para todos estos gangsters. Saldrá en el mundo entero, como si el primer Holocausto no fuera suficiente, un Holocausto número 2 que no habrá costado un millón de dólares como el otro, ya que Vuestra Santidad habrá suministrado absoluta y gratuitamente, a unos indecentes escenógrafos, la más fastuosa de las figuraciones.

El Holocausto número 1, cualquiera que haya sido su difusión y su impacto entre los tontos, no ha sido más que un gigantesco alboroto hollywoodiano, de una rara vulgaridad, y destinado ante todo a vaciar centenas de millones de bolsillos de espectadores no advertidos. Pero los estragos no podían ser más que pasajeros; se debería rápidamente notar que las extravagancias eran bufonescas, no resistirían al examen concienzudo de un historiador. Por el contrario, vuestro Holocausto, Muy Santo Padre, filmado con una gran pompa en Auschwitz, por un Papa en carne y hueso, revestido de toda la majestuosidad pontifical y ungido de veracidad, de cara a un altar inviolable, sobre todo en la hora del Sacrificio, este Holocausto número 2 arriesga aparecer a los ojos de una cristiandad burlada por unos manipuladores sacrílegos, como una confirmación casi divina de todas las elucubraciones montadas por unos usureros llenos de odio.

Ya vuestra evocación ante las tumbas polacas de Montecasino, de una guerra de la cual -- si se cree lo que ha dicho la prensa internacional -- S.S, no ha retenido más que ciertos aspectos fragmentarios y partisanos, ha inquietado a muchos fieles. Vuestra comparecencia ostentosa en Auschwitz no puede sino inquietar más aún, Muy Santo Padre, pues no es dudoso que se os va a "utilizar". Es tan evidente que revienta los ojos. Unos filibusteros de la prensa y de la pantalla han
decidido hacerle caer, con la mitra por delante, con vuestra sotana blanca toda nueva, en esta trampa de Auschwitz. Sin embargo esta ceremonia religiosa no puede representar a vuestros ojos, ciertamente, en la hora de la concelebración, otra cosa que una llamada a la reconciliación, y de ninguna manera una llamada al odio entre los hombres.

Homo homini lupus, dicen los sectarios. Homo homini frater, dice todo cristiano que no es un hipócrita. Nosotros somos todos hermanos, el deportado que sufre detrás de las alambradas, el soldado intrépido crispado sobre su ametralladora. Todos los que hemos sobrevivido a 1945, Ud., el perseguido convertido en Papa, yo, el guerrero convertido en perseguido, y millones de seres humanos que hemos vivido de una manera u otra la inmensa tragedia de la II Guerra Mundial con
nuestro ideal, nuestros anhelos, nuestras debilidades y nuestras faltas, debemos perdonar, debemos amar. La vida no tiene otro sentido. Dios no tiene otro sentido. Entonces, de verdad, ¡qué importa el resto! El día que Ud. celebre la Misa en Auschwitz a pesar de las imprudencias espirituales que puedan comportar unas tomas de posiciones de un Papa en unos debates históricos no conclusos, y a pesar de los fanáticos del odio que, sin tardanza, van a explotar la
espectacularidad de vuestro gesto, yo uniré desde el fondo de mi exilio lejano mi fervor al vuestro. Soy, Muy Santo Padre, filialmente vuestro.

León Degrelle


La Asociación de Antiguos Aficionados a los Relatos de Guerras y Holocaustos (AAARGH) ofrece este texto en Internet con fines meramente educativos, para alentar la investigación, sin intereses comerciales y en vistas a una utilización comedida. La dirección electrónica de la Secretaría es <aaarghinternational@hotmail.com> . La dirección postal es : PO Box 81475, Chicago, IL 60681--0475, USA.
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Las JONS revolucionarias (compañeros de Ramiro Ledesma: los otros jonsistas. Semblanzas y textos.) - Erik Norling

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La diferencia sustancial de este libro con otros textos sobre el jonsismo reside, esta vez, en que Erik Norling no ha fijado su atención en personajes de primera fila: Ledesma Ramos, Redondo Ortega o el mismo Giménez Caballero, Gecé, trayectorias que, hasta cierto punto, son conocidas por quienes que se han acercado a la historia del nacional–sindicalismo fundacional. Norling se centra esta vez en aquellos otros políticos que siguieron a Ledesma Ramos en la aventura política que nace con La Conquista del Estado y las JONS. Estamos hablando de luchadores que, en algunos casos, procedían de las filas del comunismo y, en otros, con trayectorias vitales que, una vez concluida la guerra civil de 1936-39, desembocarán en la oposición al Régimen franquista. Estamos hablando de militantes con elaboraciones doctrinales harto interesantes. Antes de ofrecernos las semblanzas y compilación de textos de aquellos otros jonsistas, Norling se adentra en el ramirismo como corriente opositora durante el primer franquismo para, con posterioridad, conducirnos a un intento, logrado a mi juicio, de sintetizar la trayectoria histórica de las primitivas JONS, desde la aparición del semanario La Conquista del Estado (1931), hasta el estallido de la contienda civil, dentro de un tono que, sin salirse de las coordenadas de seriedad y rigurosidad a las que ya nos tiene acostumbrados, no rehuye en absoluto la polémica. Finalmente, el lector encontrará una amplia bibliografía que facilitará, sin lugar a dudas, la labor de todos aquellos que se inician o deseen profundizar en la historia del nacional–sindicalismo, información tanto más necesaria en la medida en que en la actualidad la tarea de localización adquiere ribetes de titánica pericia.

El dragón de fierro (biografía de Agustín de Iturbide) - Mario Mena

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Historia de la Revolución-nacionalsocialista Vol II - (la marcha inexorable hacia el poder) - Ernesto Milà

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El primer Volumen de esta serie de tres estuvo dedicado a describir la doctrina del movimiento nacional-socialista y a seguir su historia desde su fundación hasta la salida de Hitler de la cárcel de Landsberg y la reconstrucción del partido, es decir, el período que abarca desde 1919 hasta 1928. En esa primera época, el NSDAP no es un movimiento de masas. Hasta 1923 fue solamente un fenómeno bávaro protagonizado especialmente por ex combatientes de los freikorps y criado en su clima. Pero, a partir de 1928 se transforma en un movimiento de masas que empieza a obtener éxitos electorales, convirtiéndose en 1932 en el primer partido de la República de Weimar. El período comprendido entre ese momento y hasta el 30 de enero de 1933 constituyen la materia tratada en este segundo volumen, HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN NACIONAL SOCIALISTA (Volumen II) – La marcha inexorable hacia el poder.
La obra se abre con el hecho capital de aquel período: la crisis de 1929 que afectó especialmente a Alemania, país que debía pagar indemnizaciones de guerra y cuya economía y posibilidades de desarrollo estaba íntimamente ligada a las bolsas y a los créditos llegados desde los EEUU. Ciertamente, el movimiento nacional-socialista operó sobre unos fermentos previos existentes en la sociedad alemana y que ya fueron descritos en la introducción al primer volumen, pero fue la crisis de 1929, el factor objetivo que precipitó la transformación en apenas cinco años de un partido marginal en partido imprescindible para gestionar la estabilidad política alemana y la superación de los efectos de la crisis económica.
Este lustro no estuvo exento de problemas internos. Las resistencias externas procedieron tanto de la izquierda como de la derecha. De hecho, Hitler hubiera podido haber sido investido como canciller casi dos años antes del 30 de enero de 1933, pero la “camarilla reaccionaria” formada en torno al general Schleicher que condicionaba al presidente del Reich, mariscal Hindenburg, le bloqueó primero y en una segunda fase, trató de generar disidencias interiores en el NSDAP. Fue solamente cuando esta maniobra fracaso, cuando Hitler fue llamado a ocupar el cargo. Puede entenderse perfectamente porqué el lieder del NSDAP aludiera a la lucha contra “el frente rojo y la reacción”.

Durante ese lustro de ascenso al poder el movimiento nacional-socialista prometió respetar la constitución y utilizar solamente métodos legales. Sin embargo, las SA participaron en innumerables episodios de violencia: vale la pena conocer los motivos y establecer las situaciones. La “semana de la sangre” en Altona, el “episodio de Potempa”, los “documentos Boxheimer”, la escisión de los “socialistas” de Otto Strasser, la “revuelta de Stennes”, son tratados en profundidad, así como los motivos por los que existió un clima de violencia en torno al movimiento nacional-socialista. Igualmente, episodios escasamente explicados como las huelgas de los alquileres y de los transportes de Berlín, convocadas ex aequo por el Partido Comunista y por el NSDAP, son tratados con detalle. Seis anexos documentales ayudarán a la comprensión de este período. El índice que ofrecemos a continuación dará una idea de los temas.

El autor ha procurado en todo momento elaborar esta obra con criterios objetivos, desprovisto de adjetivaciones partidistas y de incrustaciones propias de la “propaganda de guerra” que crean una neblina en torno a aquellos años. El tercer volumen se anuncia para finales de la primavera de 2017. Estará consagrado a “La revolución en el poder: El Tercer Reich”.

Historia de la Revolución-nacionalsocialista Vol I - (el tiempo del despertar) - Ernesto Milà

Costo para la República mexicana $260 + envío $60 por correos de México o DHL express $100
Costo para EUA, Canadá, Centroamérica y caribe 15USD envío 9USD 
Europa 13 envío 11 
Sudamérica 15USD envío 13USD
Envíos a todo el mundo.
Peso 470 gr.
Pags 385
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Acaba de aparecer el primero de los tres volúmenes de los que constará la Historia de la Revolución Nacional Socialista y que abarcará desde la fundación del Partido Obrero Alemán en 1919 hasta la acción del Wehrwolf en los primeros años de la postguerra.
El autor ha intentado separar la increíble “propaganda de guerra” que todavía impide percibir el fenómeno del nacional-socialismo tal como fue y restituir en su lugar una visión mucho más objetiva y desprovista de tópicos. Por otra parte, ha intentado contextualizar la historia del NSDAP dentro de la historia de la República de Weimar, la única forma en la que pueden entenderse las distintas etapas que le llevaron a la conquista del Estado.
Se trata de una obra elaborada según el criterio que ha estado presente desde el primer número en la Revista de Historia del Fascismo: “Ni apologistas ciegos, ni detractores sistemáticos: así fue un período del siglo XX”. En este primer volumen de la obra (el segundo aparecerá en Enero y el tercero en el verano de 2016) se engloba un estudio sobre las ideología nacional-socialista y su propuesta a la sociedad alemana y el desarrollo del NSDAP entre su fundación y su reorganización en 1928.
Unos anexos nos ayudan a entender el espíritu de la época y complementan la visión de conjunto sobre los primeros años del nacional-socialismo. No se trata de una biografía de Hitler, sino de un intento de comprensión histórica sobre aquellos años. El objeto de estudio es un movimiento político-doctrinal en un contexto concreto de la historia europea.

Muere Robert Faurisson, pioneron del revisionismo del holocausto

El historiador francés fue condenado por una ley francesa que prohíbe negar el genocidio

El historiador francés Robert Faurisson, pionero de las tesis que negaban el holocausto nazi, ha fallecido este pasado domingo, a los 89 años en Vichy, la ciudad del sur de Francia que fue precisamente capital del régimen colaboracionista durante la invasión alemana, informaron sus editores.

Nacido el 25 de enero de 1929 en la localidad británica de Shepperton, de madre escocesa y padre francés, Faurisson sostenía que las cámaras de gas servían, en realidad, para despiojar en tiempos de guerra.

Para él, la Shoah no era más que una mentira destinada a recolectar indemnizaciones de guerra y los deportados murieron por enfermedad o malnutrición, al tiempo que negaba la veracidad del diario de la judía holandesa Anne Frank.

Faurisson sostenía que las cámaras de gas servían para despiojar en tiempos de guerra o que los deportados murieron por enfermedad o malnutrición”

A la defensa de esos postulados dedicó buena parte de su carrera de historiador, que comenzó como profesor de secundaria, antes de enseñar a principios de la década de los años 70 en la universidad, primero en París y luego en Lyon, donde fue despedido en 1978 tras publicar un artículo titulado “El problema de las cámaras de gas o el rumor de Auschwitz”.

Relegado a la enseñanza a distancia, Faurisson siguió defendiendo sus tesis, que le valieron convertirse en el primer condenado por la ley francesa que prohíbe negar el holocausto de 1990.

Solo fue la primera de una retahíla de sentencias condenatorias. El próximo jueves tenía de nuevo cita con los jueces, acusado de negación de crímenes contra la humanidad por textos publicados en su página web durante 2013 y 2014.

Convertido en un paria de la comunidad científica francesa, fue tratado, sin embargo, como un héroe en Irán, cuyo presidente Mahmud Ahmadineyad, le condecoró en 2012 por su “valentía, resistencia y combatividad”.

Desde que en 2012 falleció el filósofo y escritor francés Roger Garaudy, Faurisson permanecía como el gran referente del negacionismo.

Tras su muerte, el historiador de la deportación Serge Klarsfeld ironizó al asegurar que Faurisson rindió, “involuntariamente”, un gran servicio a la Shoah, al convertirla en “uno de los eventos mejor conocidos del mundo”.

Los negacionistas han hecho comprender al mundo judío y científico que es necesario un gran trabajo universitario en el mundo occidental para poder escribir cada página de la Shoah de forma muy precisa”

“Los negacionistas han hecho comprender al mundo judío y al mundo científico que es necesario un gran trabajo universitario en el mundo occidental para poder escribir cada página de la Shoah de forma muy precisa”, agregó.

La ministra francesa de Asuntos Europeos, Nathalie Loiseau, señaló a través de Twitter que con el fallecimiento de Faurisson es hora de “enterrar de una vez por todas el negacionismo odioso, sin flores ni coronas”.

El líder ultraderechista Jean-Marie Le Pen, condenado también por sus tesis negacionistas, aseguró por su parte que su caso es “emblemático del retroceso de las libertades de expresión y opinión en Francia”.

“Las leyes de memoria empleadas para criminalizar a los adversarios políticos de todo tipo son el síntoma de un giro antidemocrático del que se sirven los poderes hasta el abuso contra el espíritu patriótico y las rebeliones identitarias de los pueblos”, escribió en un comunicado el cofundador del Frente Nacional.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/internacional/20181022/452492763143/robert-faurisson-negacionismo-holocausto-nazi.html

Ver también: https://es.metapedia.org/wiki/Robert_Faurisson