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Este libro trata de descubrir o aclarar posturas de cariz
existencial, ético, espiritual, cultural y político, de posibilitar el
surgimiento y aglutinamiento de hombres cuya norma de conducta, cuyo estilo de
vida viril y heroico sea la más clara y firme enseña del mundo futuro.
Rescata y fija valores como el del honor, la fidelidad, la
valentía, el espíritu de servicio o el de sacrificio que encarnan el arquetipo
del Guerrero.
Se continúa por defender el concepto de Imperium como
doctrina de Estado basada en función de una autoridad y de un poder que están
investidos de una naturaleza sacra que quiere y debe ser la guia que sirva de
modelo a la comunidad a la que articula y aglutina.
El "estilo" que debe imperar entre quienes desean
continuar combatiendo es el de quien se mantienen sobre posiciones de fidelidad
a sí mismo y a una idea.
Complementan estas Orientaciones, diversos artículos
centrados en los principios de un Imperialismo Pagano, o tal vez deba decirse
nórdico-ario, así como en la constitución de una "Orden". Conceptos
básicos a tener en cuenta para quienes se sostienen de pie en un mundo en
ruinas, aquellos para quienes su Honor es la Fidelidad interior y exterior.
PRÓLOGO
HABLANDO DE ORIENTACIONES
DE JULIUS EVOLA
Este libro representa un breviario idóneo para fijar cuáles
son los fundamentos y principios básicos que ha de seguir y a los que ha de
aspirar cualquier persona que aspire a caminar por derroteros radicalmente
opuestos a los que nos quiere obligar a recorrer el presente Mundo Moderno.
Trata, de una manera sucinta, de descubrir o aclarar
posturas de cariz existencial, ético, espiritual, cultural y político
destiladas de cualquier tipo de influencia distorsionadora que pudiesen haber
recibido de épocas decadentes como la nuestra.
Nosotros, en el presente escrito, nos vamos a limitar, casi
exclusivamente, a hacer un repaso de los aspectos que son tratados a lo largo
de los once puntos en los que el gran intérprete de la Tradición dividió este
libro:
1. Nos recuerda el pensador italiano que nos encontramos en
medio de un mundo en ruinas y que, por tanto y antes que nada, nos debemos
plantear el siguiente problema: ¿existen aún hombres en pie en medio de estas
ruinas?
2. Afirma que si un Estado tuviera un sistema político o
social que, en teoría, valiera como el más perfecto, pero en el cual el soporte
humano fuese tarado, entonces ese Estado descendería antes o después al nivel
de la sociedad más baja. Igualmente dice que si las cualidades de ese hombre fueran
óptimas, aun enmarcado en un tipo de Estado con serias deficiencias, la
comunidad de la que formase parte se encaminaría paulatinamente a los niveles
más altos.
Por tanto, aboga por la reconstrucción de un hombre nuevo,
animado mediante un determinado espíritu y una adecuada visión de la vida.
Fortificado mediante la adhesión férrea a ciertos principios.
3. En este punto traza una de las pinceladas de lo que
deberá ser el hombre nuevo mencionado anteriormente. Y será aquel que sea fiel
al espíritu legionario, es decir, aquel que sepa elegir el camino más duro.
4. Y si valores como el del honor, la fidelidad, la
valentía, el espíritu de servicio o el de sacrificio que encarnan el arquetipo
del guerrero son los que deberán ser adoptados como norma vital, deberán, en
consecuencia, rechazarse los modelos existenciales burgués y proletario.
Otro trazo del hombre nuevo vendría conformado por el de su
asunción del principio de la impersonalidad activa, para el que lo que cuenta
es la obra y no el individuo; el egoísmo quedará, pues, fulminado ante la lucha
por la consecución de fines superiores.
5. En este apartado se nos desenmascara el hecho constatable
de que el liberalismo, después la democracia, más tarde el socialismo, también
el radicalismo y, en fin, el comunismo o bolchevismo no han aparecido
históricamente sino como grados de un mismo mal, como estadios que prepararon
sucesivamente el complejo proceso de una caída.
Asimismo se nos advierte de cómo lo que hoy en día conocemos
como globalización provocada por el demoplutocratismo, y que Evola denomina
americanismo, comporta, y comportaba, más peligro que, según su propia
denominación, el bolchevismo, porque el mismo mal actúa, en el primero, en
forma más sutil y las transformaciones acontecen imperceptiblemente en el plano
de las costumbres y de la visión general de la vida.
6. Como todo nuestro quehacer y todos los ámbitos de la vida
deben de estar al servicio de la consecución de metas superiores, nuestro
pensador nos quiere dejar bien claro el peldaño jerárquico que debe ocupar cada
actividad social y, así, afirma categóricamente que “nuestro radicalismo de la
reconstrucción exige que no se transija con la alucinación o el demonio de la
economía”.
7. Se comienza, en este nuevo punto, por señalar que el tipo
de Estado por el que hay que abogar es el Orgánico, no así el Totalitario. Y es
que si el primero tiene la función de dirigir y coordinar las actividades de
los grupos y entidades sociales, a los que representa, en pos de metas
supremas, el segundo, por el contrario, pretende inmiscuirse en el
planteamiento de dichas actividades y, más aun, reglamentarlas; o, dicho de
otro modo, aspirar a establecer todas las pautas, hasta las más concretas, de
la vida de los diferentes órganos y entes comunitarios, con el consiguiente
proceso de igualitarización que ello acarrea.
Se continúa por defender el concepto de Imperium como
doctrina de Estado basada en función de una autoridad y de un poder que están
investidos de una naturaleza sacra que quiere y debe ser la guía que sirva de
modelo a la comunidad a la que articula y aglutina.
Se sigue por rechazar concepciones del Estado, como la
bonapartista, que no se basan en ningún fundamento de carácter Superior, sino
en el prestigio que, al Jefe de Estado o de Gobierno, le otorgan o refrendan
las fuerzas irracionales de la masa. Igualmente, se repudia cualquier variante
de democracia porque en ellas el poder también encuentra su legitimización en
este mismo tipo de fuerzas.
Se acaba por ensalzar el concepto de élite revolucionaria
como órgano rector del Estado y, en relación a su composición, se acaba por
afirmar que la suprema nobleza de los Jefes no es la de ser amos de siervos,
sino Señores que aman la libertad también de quienes les obedecen.
8. En este apartado se repudian concepciones jacobinas como
la del nacionalismo o la de la idea genérica de patria, que se suelen basar en
un enfoque físico hacia la tierra en que se habita, o en una adhesión de corte
sentimental hacia ella o hacia los momentos más álgidos de su pasado histórico,
o en las tierras movedizas e inestables de la voluntad popular alentada por el
nefasto Rousseau.
Ante ello Julius Evola defiende que hay que darles a la Idea
y al Estado la primacía respecto a una nación y a un pueblo que sólo dentro del
Estado adquirirán un significado, una forma y participarán en un grado superior
de existencia. (1)
Como colofón se acaba haciendo una relación de términos que
son la clave para la constitución de las directrices políticas de una comunidad:
Idea, Orden, élite, Estado y Hombres de Orden.
9. El último gibelino -como ha sido llamado nuestro autor-
rechaza de plano todos los subproductos que ha originado la llamada cultura
libre, no sólo desgajada de cualquier sentido de Trascendencia sino, aún peor,
en muchos casos frontalmente opuesta a ella: materialismo histórico,
economicismo, darwinismo, psicoanálisis, existencialismo, neo-realismo,...
Asimismo sostiene que la verdadera realidad de la existencia
está subordinada a un algo que va más allá; dejando atrás, por la voluntad de
un más, aquello que está vinculado a lo meramente humano.
Y deja claro que estas líneas de superación no hay que
tenerlas intelectual y dialécticamente, sino vivencialmente, realizadas en su
directo significado a través de una vida interior y en la propia conducta. Y
aclara también, por otro lado, que desintoxicados, de cultura libre, podremos
conseguir claridad, rectitud y fuerza.
10. Se nos habla aquí de la doble posibilidad que existe de
superar a la sociedad burguesa y al espíritu burgués que conlleva:
-Yendo a parar a algo todavía más bajo.- la subhumanidad
colectivizada y materializada que propugna el realismo marxista.
-Combatiéndolos para elevarse por encima de ellos.-
desdeñando la vida cómoda; siguiendo a los que exigen todo de ellos mismos;
amando la unión entre la vida y el riesgo; haciendo nuestra la inexorabilidad
de la idea desnuda y de la acción precisa.
11. En este último apartado se niega por igual la
legitimidad del Estado laico como la del clerical o clericalista, ligando a
este último con una crítica hacia el moralismo católico por su componente de
humanitarismo, de iusnaturalismo y de igualitarismo y por su ideal del amor y
del perdón, en lugar del de honor y justicia.
Se reprocha al catolicismo que no haya sido capaz de hacer
suya una elevación ascética, al estilo del espíritu del mejor Medioevo de los
cruzados, sino que, por el contrario, haya descendido a un nivel mediocre y, en
el fondo, burgués y mezquino.
Como conclusión, Evola nos advierte de la necesidad de
defender la intransigencia absoluta de la idea, en función de la cual se debe
estar unidos y nos advierte, igualmente, de que es indispensable afirmar esta
idea sobre todo, en la forma del hombre nuevo, del hombre de la resistencia, del
hombre recto entre las ruinas.
Eduard Alcántara
Septentrionis Lux
(1) Sobre las ideas expresadas hasta el momento en este
punto nº 8, recomendamos la lectura del artículo escrito por José Antonio Primo
de Rivera en el nº 2 de F. E., titulado La gaita y la lira
Nota: Aparte de algunos análisis y comentarios nuestros,
gran parte de este escrito consta de frases textuales de Julius Evola, que no
han sido destacadas con otro tipo de letra, sino que únicamente se han
destacado algunas reflexiones, ideas o conceptos considerados por nosotros de
especial trascendencia.
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