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Tuvo que ser el polémico
periodista británico John Laughland, el que con su libro Tainted Source:
Undemocratic Origins of the European Idea, publicado en 1997, pusiera sobre el
tapete algo que el antifascismo había ocultado orwellianamente durante décadas:
la idea de que los padres de Europa no son los archiconocidos Jean Monnet,
Robert Schumann o Konrad Adenauer... ¿Quiénes, pues? La respuesta no podía ser
más inquietante: los odiados fascistas. Con toda seguridad, su acendrado
euroescepticismo jugó una mala pasada a Laughland y, en su búsqueda de un
pasado anómalo para los temidos burócratas de Bruselas, lo que creyó una
agradable sorpresa con la que apuntalar sus tesis antiunionistas, se ha
convertido, de hecho, en la apertura de una nueva lata. La enésima. El destino,
caprichoso, tiene estas cosas y para quienes estamos matrimoniados con la
verdad histórica, ya sea por la puerta grande —caso de Norling— o por la de
servicio —caso de Laughland—, nos es muy grato dar la bienvenida a cualquier
estocada que se propine a ese auténtico cáncer para los espíritus y las
sociedades libres que son los policías del pensamiento.
Ni qué decir tiene, insisto, que
aún queda mucho por explorar y por decir sobre la idea europeísta de los
fascismos, pero como adelanto las páginas que siguen sacian, sin temor a
equivocarme, las expectativas.
Tras la lectura de este volumen,
a uno le queda la sensación de que la ocultación, la tergiversación y la
mentira de la historiografía oficial no tienen otro objetivo que evitar las
propias carencias. En efecto, el liberalismo en crisis no se planteó seriamente
la unidad continental, entre otras cuestiones porque Francia e Inglaterra, como
potencias mundiales que fueron durante el período de entreguerras, tenían en
aquella época sendos imperios coloniales a los que prestar muchísima atención.
Cuando estalló la guerra, además, todos los esfuerzos se encaminaron a la
destrucción del enemigo. El liberalismo sólo se puso manos a la obra cuando
Europa se había convertido en una gigantesca llaga tras el irreversible
desplome del III Reich
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