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El coronel Otto Skorzeny, a quien la leyenda ha considerado
como el “hombre más peligroso de Europa”, no es únicamente el oficial alemán
que se hizo célebre con la liberación de Benito Mussolini, en 1943, es, sobre
todo, el autor de una nueva estrategia que revolucionó las artes militares.
A esta conclusión llegaron cuatro oficiales del Ejército
aliado que estudiaron con todo detalle la actuación del coronel Otto Skorzeny y
de sus “Unidades Especiales” durante la Segunda Guerra Mundial. Los cuatro
rindieron homenaje a los resultados excepcionales y sorprendentes obtenidos por
el que fue algo más que un “magnífico aventurero”.
En cualquier caso, bien puede llamarse Desconocida la guerra
que Otto Skorzeny cuenta en este libro, porque él, como actor y testigo, descubre
en sus memorias muchas de las incógnitas que su genio militar planteó al mundo.
Encontraremos en las conversaciones, las reflexiones, los
documentos que nos confió y que hemos recogido de la manera más escrupulosa,
numerosos temas de meditación. Es verdaderamente un nuevo aspecto de la Segunda
Guerra mundial lo que él nos da mientras que él mismo ilustra con su acción,
este pensamiento de Napoleón:
«En la guerra no son los hombres los que cuentan, es el
hombre.»
PRÓLOGO
Cuatro oficiales, generales de los ejércitos aliados del
Oeste, han examinado la acción del coronel Otto Skorzeny y de sus unidades de
«destino especial» durante la Segunda Guerra mundial.
El primero ha sido el general Robert E. Laycock (C.B.,
D.S.O.), Jefe de las Operaciones combinadas británicas desde 1943 a 1947, quien
en el prefacio del libro de Charles Foley, «Comando Extraordinario», compara a
Skorzeny con David Stirling, coronel que mandaba el «Servicio Especial Aéreo»
(S.A.S.), del cual se tratará en este libro.
«Por su manera de concebir las operaciones, escribe Laycock,
Stirling y Skorzeny hacen pensar en esos jugadores de ajedrez que, burlándose
de las defensas del adversario, se apoderan de su reina en dos jugadas tan
rápidas como inesperadas.»
Afirma: «Estos dos hombres tuvieron que luchar contra la
desconfianza que despertaron sus ideas.» Es verdad, si bien fue precisamente
Hitler quien escogió a Otto Skorzeny para encargarle grandes operaciones que él
mismo había imaginado. Pero, en el seno de los Estados mayores, Stirling y
Skorzeny chocaron con la misma incomprensión por no decir con la misma hostilidad.
En el prefacio de la edición americana del libro de Foley
fue el general americano Telford Taylor, quien escribió:
«El nombre del coronel Otto Skorzeny está asociado sobre
todo a empresas donde los factores sicológicos han sido la clave del éxito… Ha
vuelto a poner de relieve métodos que generalmente habían caído en desuso, ha
demostrado la unidad esencial de tos objetivos políticos y militares y ha
obtenido —con audacia, imaginación y una gran economía de medios— resultados
verdaderamente’ sensacionales. Teniendo en cuenta la época y las
circunstancias, ‘les equitativo decir que son únicos. Aquí está la razón por la
cual su fama sobrepasa en brillo y duración a la de otros «altos aventureros»
de la Segunda Guerra mundial.»
En 1972 apareció en los Estados Unidos el libro de Charles
Whiting, «Otto Skorzeny», con una introducción del general Peter Young (D.S.O.,
M.A.) ex-jefe de la 1.a Brigada de comandos británicos y profesor de historia
militar en la Academia real de Sandhurst.
El general Young pone en paralelo la acción del jefe de las
Unidades Especiales de Friedenthal y la del legendario coronel T.E. Lawrence,
el autor de los «Siete Pilares de la sabiduría», quien durante la Primera
Guerra mundial mandó en el Oriente Medio las fuerzas de guerrilla árabes contra
los Turcos, desde 1916 a 1919.
«Otto Skorzeny, escribe Peter Young, fue un jefe enérgico,
inteligente e imaginativo. Si le sonrió la suerte fue porque era un verdadero
líder, con el magnetismo, la originalidad, el dinamismo y el golpe de vista necesarios
al gran jefe de las fuerzas especiales…
Sin embargo, hace notar el general, Skorzeny demostró en el
transcurso de la última batalla que libró, la de la cabeza de puente de
Scwedt-sur Oder, «que es la menos conocida», que también era un jefe de guerra
convencional de primer orden.
«Primero, a la cabeza de un millar de hombres —escribe— el
coronel Skorzeny pudo reunir en unos días 15.000 combatientes para formar su
División Scwedt. Resistió con éxito durante un mes a fuerzas infinitamente
superiores.»
El general Young concluye:
«Sería equívoco pensar que aquello fue únicamente el feliz
resultado de una improvisación. Yo creo, sin embargo, que aquí tenemos la
prueba de que Skorzeny no estaba dotado solamente para el golpe brillante y
sensacional, sino que era un jefe tenaz, astuto, obstinado, que merecía
ampliamente ese grado de oficial general que se le rehusó de manera tan
mezquina.»
He conocido a uno de los mejores oficiales de Estado Mayor
del general Douglas MacArthur, el mayor-general Charles A. Willoughby, del cual
he traducido en 1953 el libro «Shanghai Conspiracy». Antiguo profesor de
historia comparada en la Escuela de Guerra de U.S.A., Willoughby se interesó
particularmente, después de la guerra, en los hechos de guerra de Skorzeny y
justamente porque habían tenido lugar en escenarios de operaciones que él no
había podido conocer.
«Lo que caracteriza a las grandes operaciones del coronel
Skorzeny —me dijo— es primeramente que pudo verificar él mismo y sobre el
lugar la veracidad de las informaciones que le eran comunicadas. Mejor aún,
esos informes los reunió él gracias a un «team» que dirigía en persona. Esto es
lo ideal. En lo concerniente a la batalla del Pacífico, no nos era posible
verificar las informaciones que nos llegaban de un frente de batalla que
distaba cinco mil kilómetros.»
«Las hazañas más conocidas de Otto Skorzeny corresponden a
un gran estratega. Sacar al Dulce de Melbourne, de Singapur, de las Filipinas,
de New York o de Tokyo, tendría igual resonancia.»
«Yo me he preguntado a menudo si alguna vez Eisenhower y
Bradley se tomaron la molestia de estudiar seriamente la ofensiva alemana de
mayo de 1940, de la que, la ofensiva de las Ardenas de diciembre de 1944 era,
en cierta forma, una repetición. Los resultados tácticos de la operación
«Griffon» fueron felizmente mediocres, porque la brigada blindada que tuvo que
improvisar Skorzeny no pasó el Mosa y tuvo que jugar un papel puramente
convencional. Pero los resultados obtenidos por sus pequeños comandos son
únicos en lo que se puede denominar la historia de «la guerra de imaginación.»
Estos juicios son compartidos por oficiales, generales,
especialistas, en las operaciones de comandos. Charles Willoughby nos explicó
que él mismo tuvo que organizar tales operaciones en el Pacífico. «Hazañas de
capa y espada», me decía él.
En operaciones de esta naturaleza es esencial «conseguir el
objetivo». Pero está la manera de hacerlo. Veremos que los servicios especiales
británicos «raptaron» realmente a Rudolf Hess en mayo de 1941. Sin embargo, los
procedimientos que fueron utilizados para este fin son muy diferentes a los que
permitieron sacar al Duce o la captura de Burgberg en Budapest.
Otto Skorzeny supo actuar con brío y esto es lo que
impresionó en el campo contrario a los jefes de comandos, como el coronel David
Stirling y el comodoro de la RAF Forrest Yeo Thomas, que estimaban y admiraban
a Skorzeny. El mismo les tenía en muy alta estima. Si estos hombres fueron
adversarios puede decirse que no se consideraban como enemigos. Hay entre ellos
una evidente solidaridad y Yeo Thomas en Dachau testimonió a favor de Otto
Skorzeny de un modo que le hizo honor.
Los rusos, siempre realistas, mostraron también que hacían
un gran caso al valor de un oficial como Otto Skorzeny cuando después de la
guerra trataron de tenerlo a su servicio. Los americanos hicieron lo mismo sin
mayor éxito.
Es muy natural que el «Generaloberst» Paul Hausser, fundador
de los Waffen SS, escribiese:
«Otto Skorzeny no ha sido nunca un combatiente convencional…
Su camarada y antiguo jefe de división es feliz de poder manifestarle toda su
estima.» No sólo ha llevado a cabo acciones con audacia e inteligencia, sino
que ha sabido encontrar soluciones en situaciones que parecían verdaderamente
desesperadas.»
En el capítulo II de la tercera parte encontramos la hermosa
dedicatoria del mariscal Albert Kesselring al libertador del Duce.
Skorzeny es uno de los soldados alemanes que durante la
última guerra obtuvo distinciones más altas. Titular de la Cruz de caballero
con hojas de roble, cruces de hierro de primera y segunda clase, cruz alemana
en oro. Fue, igualmente, citado en la Orden del Día del Ejército en diciembre
de 1944 por su participación en la batalla de las Ardenas. Es además Comendador
de la Orden de la Corona de Hungría —con atribución de un título nobiliario y
de una tierra— y Mussolini le condecoró con la Orden de ios Cien Mosqueteros.
El Duce y el Archiduque José de Habsburgo, quien ofreció a Skorzeny en Budapest
un soberbio caballo blanco, le distinguieron así como una especie de D’Artagnan
vienés. El archiduque se revistió simbólicamente para dicha circunstancia con
el uniforme de mariscal de campo de la armada imperial y real.
De naturaleza muy diferente es el largo comentario que sir
Basil Liddell Hart consagra a la operación Griffon en su «Historia de la
Segunda Guerra Mundial». Habla a este respecto de un éxito «fantástico».
Que este episodio haya encontrado lugar en la obra a la vez
tan vasta y tan condensada de uno de los mejores historiadores militares
contemporáneos, prueba que sir Basil ha sabido ver la importancia histórica del
papel de la imaginación en los modernos conflictos armados.
La mayoría de los generales más célebres de la Segunda
Guerra mundial se han limitado en sus memorias a explicar su acción pasada. Muy
raros son los que, dotados de una visión sintética de la guerra, han
considerado primero las verdaderas «causas» del acontecimiento.
Esta visión sintética y esta concepción original que tenía
Skorzeny de la acción guerrera son utilizadas aquí con un fin histórico que
interesa también al porvenir.
En su célebre obra «Vom Kriege», Karl von Clausewitz hace
notar: «La búsqueda de las «causas» de los fenómenos y el examen de los
«medios» apropiados para los fines que ellos sirven deben ir a la par en el
estudio critico de una acción.»
Cuando el coronel Skorzeny cuenta sus operaciones abarca un
campo mucho más vasto que el de la estrategia y el de la táctica. Su visión de
acontecimiento nos revela una nueva perspectiva de la guerra en lo que
respecta, tanto a la política, la economía y la sicología, como a la logística
y a la información.
El general Young ignoraba ciertamente que Skorzeny leyese
precisamente «Los Siete Pilares de la Sabiduría» en el momento en que su unidad
se preparaba para el ataque contra la URSS. Hoy sabemos que las promesas hechas
a T. E. Lawrence no fueron mantenidas. Pero al menos, en enero de 1919, en el
Quai d’Orsay, el coronel Lawrence, como consejero del emir Faisal, participó en
las discusiones preliminares concernientes al Tratado de Paz. Ciertamente era
un «aventurero», pero un aventurero victorioso. Veremos que después de la
Segunda Guerra mundial, el coronel Skorzeny tuvo un destino distinto.
Encontraremos en las conversaciones, las reflexiones, los
documentos que nos confió y que hemos recogido de la manera más escrupulosa,
numerosos temas de meditación. Es verdaderamente un nuevo aspecto de la Segunda
Guerra mundial lo que él nos da mientras que él mismo ilustra con su acción,
este pensamiento de Napoleón:
«En la guerra no son los hombres los que cuentan, es el
hombre.»
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