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"Los generales alemanes hablan", publicado por
primera vez en 1948, se ha convertido en un clásico de referencia obligada en
la historia de la Segunda Guerra Mundial. En primer lugar por la catadura del
autor: Liddell Hart fue un destacado historiador militar, escritor y periodista
británico, reconocido por sus aportes investigativos sobre la estrategia y
táctica militar, sobre todo en el campo específico de la maniobra con
blindados, cuando el Arma Blindada era todavía una novedad en los campos de
batalla. Sus estudios analíticos fueron ampliamente difundidos y admirados en
la Alemania de entreguerras por lo que los militares alemanes capturados se
sintieron propensos a discutir con él sincera y profesionalmente el desarrollo
de las operaciones militares, tema principal de sus investigaciones. Su
opiniones y conclusiones tras este proceso lo han acercado en muchos casos a
los autores revisionistas y por ello ha sido criticado, a pesar de estar
siempre en el bando opuesto.
Su gran mérito se basa en haber podido interrogar y recoger
los testimonios de los generales alemanes de mayor relevancia apenas terminada
la contienda, para contrastarlos con sus propias investigaciones, logrando en
conjunto una historia de la guerra desde el punto de vista alemán de todas las
acciones militares más importante tanto como de las personalidades más
destacadas en ellas.
Según el autor: "En el presente libro lo que yo hago es
ordenar y presentar en una forma inteligible para el público, una parte del
material esencial para escribir la historia. Nada es tan importante en la
preparación de la escritura de la historia de una Gran Guerra, como el reunir
los datos del lado opuesto, ya que el observar la lucha solamente desde un
"lado de la colina", encamina a producir un punto de vista que no es
solamente incompleto sino también falseado. Para hablar solamente del campo
militar, he encontrado que de lo que se escribe sobre las campañas o batallas
se acerca a la verdad en tanto que se escriba con el pleno conocimiento de las
intenciones del enemigo, decisiones, medios y movimientos. Así es que cuando
terminó la Segunda Guerra Mundial, me precipité para tener la oportunidad de
explorar el “otro lado de la colina” por medio de la interrogación personal de
los líderes militares alemanes, mientras que su memoria acerca de los hechos
estuviera todavía fresca, y antes de que sus impresiones estuvieran afectadas
por el conocimiento de las tendencias de la posguerra.
Podemos llegar a la verdad con un proceso de investigación,
sometiéndolos a interrogatorios, combinado con la exploración progresiva de
otras fuentes, para tener medios de confrontación.
Este libro mío presenta la esencia de esa obra de
investigación, en la forma más objetiva posible, reuniendo imparcialmente sus
respuestas, obtenidas sobre muchos puntos diferentes.
Sin duda, quien lea esta obra tendrá una visión más clara y
amplia acerca de las razones de la Segunda Guerra Mundial, la visión
geopolítica nazi, la extraña personalidad de Hitler, la grandeza del pueblo
alemán y desde luego de las consecuencias que padecen los pueblos o las
comunidades humanas como consecuencia de las decisiones erróneas de sus dirigentes".
Prólogo
La edición original de la presente obra fue redactada según
el testimonio que obtuve en mis debates con los generales alemanes hace cinco
años, poco después de ser tomados prisioneros. Desde entonces he reunido una
gran cantidad de material nuevo, en su mayor parte de generales a quienes no
tuve oportunidad de entrevistar en 1945, habiendo podido confrontar también su
testimonio recurriendo a los documentos de los archivos. El presente libro es
la edición revisada y aumentada.
En las segunda y tercera partes, donde se expone el
testimonio de los generales en sus propias palabras, la mayoría de los
capítulos han sido aumentados y también revisados, habiéndose agregado tres
capítulos nuevos. En la primera parte, que es mi propio resumen de los
acontecimientos y las personalidades, la revisión ha sido mucho menor, pero se
ha agregado un nuevo capítulo sobre Guderian, el comandante subordinado que
fue insubordinadamente responsable por la asombrosa victoria alemana en 1940..
Pero, aún en su forma más perfeccionada, esta obra no es un
esfuerzo para “escribir historia”. Es aún demasiado temprano para compilar una
historia en la II Guerra Mundial; debe esperarse hasta que las pruebas sean
más completas. En la presente obra, mi preocupación ha sido reunir y presentar
en una forma inteligible para el público una parte importante del material
necesario para la historia. Nada es más importante, como preparación para escribir
la historia de una gran guerra, que el reunir el testimonio del bando
adversario, porque el observar un conflicto desde un solo lado tiende a
producir una opinión que no sólo es incompleta, sino también tergiversada.
Esta lección me quedó profundamente grabada en el curso de
mis investigaciones anteriores para la historia de la I Guerra Mundial.
Refiriéndome únicamente al aspecto militar, hallé que ninguna de las crónicas
sobre una batalla o una campaña podía aproximarse a la verdad, si no estaban escritas
con un conocimiento exacto sobre las intenciones, decisiones, recursos y
movimientos del enemigo. En consecuencia, en cuanto terminó la II Guerra
Mundial, me apresuré a aprovechar la oportunidad para explorar el “bando
adversario”, interrogando personalmente a los jefes militares alemanes mientras
su recuerdo de los acontecimientos estaba todavía fresco y antes de que sus
impresiones fueran influidas por conocimientos o tendencias de postguerra.
Los jefes alemanes publicarán, indudablemente, sus propias
memorias y narraciones, como ya lo han hecho muchos de los jefes aliados. En el
caso de los primeros, el escribir sus memorias fue demorado y con respecto a
algunos está siendo demorado todavía por la prolongación de su condición de
prisioneros de guerra y otras restricciones a su libertad. Desde el punto de
vista del historiador, dicha demora y, en realidad, cualquier demora en la
publicación del material histórico, es muy lamentable. Por otro lado, debe
reconocerse que los autores de autobiografías están habitualmente más
preocupados por sus propios intereses y por el servicio a sus propias
reputaciones, que por el servicio a la historia. Nada puede ser más engañoso
que las exposiciones cuidadosamente redactadas sobre sus propias acciones que los
estadistas y generales de cualquier nación proporcionan, cuando cumplían sus
relatos de acuerdo con sus propias conveniencias. Hay una oportunidad mejor
para llegar a la verdad con un proceso de investigación, sometiéndolos a
interrogatorios, combinado con la exploración progresiva de otras fuentes, para
tener medios de confrontación.
Este libro mío presenta la esencia de esa obra de
investigación, en la forma más objetiva posible, reuniendo imparcialmente sus
respuestas, obtenidas sobre muchos puntos diferentes. El haber presentado el
material “en bruto”, por medio de una serie interminable de preguntan y
respuestas, no sólo hubiera llenado varios volúmenes, sino que hubiera
confundido al lector, mucho más todavía porque, al sondear en busca de la verdad,
la mejor forma de penetrar una “defensa” es variar el método de aproximación.
Como lo sabe todo investigador experimentado, cuando el interrogatorio no es
consecutivo y es indirecto, es más probable dilucidar los hechos que en otra
forma. Y, para hacer honor a la verdad, debo decir que los testigos salieron
airosos de esta prueba, respondiendo a las preguntas más difíciles e
induciéndome a modificar en gran parte mis opiniones originales, especialmente
porque su testimonio fue confirmado muchas veces por los documentos capturados.
La exactitud y sinceridad de sus testimonios variaron
individualmente, como sucede siempre en todas partes. Pero, de acuerdo con su
experiencia al investigar los hechos, hallé que los alemanes tenían la
tendencia a ser más objetivos que otra gente al discutir temas
profesionalmente, como el desarrollo de las operaciones militares, que fue el
tema principal de mis investigaciones. Además, muchos de ellos evidenciaron
cierta pasión por la exactitud de los hechos, aunque sus conclusiones eran, a
veces, como la espuma de la cerveza. Esa pasión por la exactitud y por
registrar las cosas detalladamente, originó el descubrimiento y la condena de
muchos de los que estuvieron relacionados con el atentado de 1944 contra Hitler.
Pero, desde el punto de vista histórico, es una ventaja muy grande.
Al mismo tiempo tuve especial cuidado, siempre que fue
posible, de confrontar en otras fuentes la exposición y las respuestas dadas
por el general al cual estaba interrogando. La mayoría de las manifestaciones
en este libro han sido verificadas en esa forma y las excepciones están
indicadas en el texto, especialmente cuando hubo divergencia en los
testimonios.
Lógicamente, los generales tuvieron la tendencia a
disculparse por su participación en las agresiones de Hitler, pero no sin
razón. En ese sentido, yo poseía un conocimiento más profundo sobre los
acontecimientos de preguerra que los fiscales acusadores en Nuremberg y
conocía la falacia de muchas de sus suposiciones, antes de iniciar mis
investigaciones.
Durante el período intermedio entre ambas guerras, mi
actividad como corresponsal militar me obligó a mantener un ojo alerta sobre
los acontecimientos en Europa y siempre traté de mantenerme en contacto con las
tendencias en Alemania. Esa misión fue facilitada, directa e indirectamente,
por la difusión que mis obras militares tuvieron en Alemania, siendo algunas de
ellas traducidas por los militares más destacados.
Las advertencias que hice sobre el peligro nazi y la energía
con que me opuse a la política de “apaciguamiento” serían conocidas por las
personas que leyeron mis escritos de preguerra. Señalé los síntomas funestos
antes de que Hitler llegase al poder. Al mismo tiempo, comprendí con toda
claridad que el Estado Mayor General alemán tenía escasa influencia sobre
Hitler, comparado con la que había ejercido en la época del Kaiser y que era
más bien un freno para sus planes agresivos que un estímulo.
Esos hechos han sido ampliamente confirmados por los
documentos hallados en los archivos capturados. Pero se revelan con mayor
claridad aún en el diario de Goebbels, que está lleno de amargos reproches
contra los generales, por su persistente oposición a Hitler y al credo nazi.
Ya es tiempo de que se comprenda más ampliamente el dilema
paralizante ante el cual estuvieron abocados, como patriotas ansiosos por
salvar a su país, entre la exigencia de los aliados de rendición incondicional
y el poder hipnótico de Hitler sobre sus tropas, reforzado por la policía y el
sistema de espionaje del tirano. He criticado su “ceguera” en mi libro, pero
dudo si los generales de otros países, en circunstancias similares, hubieran
hecho más para derrocar un régimen semejante.
La que es realmente mucho más notable que la sumisión de los
generales alemanes a Hitler, es la forma en que lograron mantener en el
ejército un código de decoro que estuvo en constante conflicto con las ideas
nazis. Muchos de nuestros propios militares que fueron prisioneros de guerra,
han confirmado esto. Además, al visitar Francia, Bélgica y Holanda después de
la guerra, muchos antinazis empedernidos me dijeron ingenuamente, que el
comportamiento general del Ejército alemán de ocupación —diferenciándolo de las
fuerzas de la SS.— fue mejor que el de los ejércitos aliados que fueron a
liberarlos. El mérito de ello corresponde a los generales y a Rundstedt en
particular.
Sobre el punto en que los generales alemanes pueden ser
justamente criticados, es por la forma en que trataron de mantenerse ajenos a
los excesos de los nazis y por su falta de valor moral, con algunas
excepciones, para protestar contra cosas que ellos mismos nunca hubieran hecho.
Sin embargo, examinando las órdenes brutales e Hitler, es evidente que la
escala de las atrocidades y los sufrimientos de los países ocupados hubieran
sido mucho peores aún si sus intenciones exterminadoras no hubieran sido
tácitamente desatendidas o por lo menos modificadas, por los comandantes
militares.
El valor moral para protestar no es una característica común
en ningún ejército. He conocido a muchos generales aliados que lamentaban
íntimamente la inhumanidad de la política aliada de los bombardeos, cuando su
objetivo principal era aterrorizar a la población civil y, sin embargo, no
hallé uno solo que se hubiera animado a hacer una protesta pública u oficial
contra esa medida. Fueron también “ciegos” ante otros ejemplos de “barbarismo”
de parte de las fuerzas aliadas, especialmente cuando se empleaban tropas no europeas.
Sin embargo, no corrieron el riesgo personal haciendo protestas, como lo
hicieron los generales alemanes, corriendo el riesgo de arruinar sus carreras.
B. H. Liddell HART.
Wolverton Park, Buckinghamshire, junio de 1950.
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