Costo para la República mexicana $180 + envío $60 por correos de México o DHL express $100
Costo para EUA, Canadá, Centroamérica y caribe 10USD envío 6USD
Europa 9€ envío 7€
Sudamérica 10USD envío 8USD
Envíos a todo el mundo.
Peso 200 gr.
Pags 211
Pasta blanda
Ventas al whatsapp (+52) 3322714279 solo da clic aquí para mandar el msj https://api.whatsapp.com/send?phone=5213322714279
PRÓLOGO DEL AUTOR
Don Agustin de Iturbide, con su brevisima actuación politica, es una de las figuras más interesantes de la
historia contemporánea. Autor real de la independencia de Méjico. exaltado allí hasta la idolatría en los días
en que se emancipaba la Nueva España de la paternal soberanía de la vieja
metrópoli, hoy yace su memoria casi olvidada e
incomprendida.
Olvido que es justificado en España, donde no obstante ya en muchos va desapareciendo la incomprensión, cuando el tiempo ha hecho su labor da aquietar
pasiones exaltadas, y cuando nadie
ya, ni en Méjico ni aquí, piensa en cambiar el orden de cosas actualmente existente, por mucho que justamente se llore la
desaparición del Imperio español, el más excelso y excelente que conocieron los
siglos.
Pero olvido e incomprensión que
no pueden ser justificados en
Méjico, donde a Iturbide, verdadero y único autor de la
independencia, preténdese suplantarlo
con aquellos primeros insurgentes de triste memoria: Hidalgo y Morelos, a quienes falsamente quieren ahora atribuir la gloria que sólo a aquél pertenece.
La personalidad de Iturbide es sumamente
compleja y no cabe--menos para un español--enjuiciarle en conjunto porque hay en ella, en su actuación, hechos dignos de
gran alabanza junto a otros que no pueden merecer sino censura.
Puédesele censurar en su labor estéril, y vituperarle la traición a España; pero cabe también alabarle por su constancia, por la habilidad y diplomacia con que realizó
sus planes, y reconocer que en la
pérdida del Imperio español, aunque él fuera una de las figuras más
destacadas, no sólo a él cabe la
culpa, sino que ésta es aún mayor en los
propios gobernantes de España quienes fueron los que realmente traicionaron a
su patria dejando que se infiltraran
en ella los principios de la Revolución, contra los que precisamente se sublevara Iturbide.
Se le puede censurar a éste por aceptar la
corona imperial de Méjico, sabiendo que por no ser" un monarca ya
hecho", al aceptarla edificaba su
Imperio sobre arena, dejándolo a merced de los ataques de las
envidias y rencores; y también se le
puede alabar por la ejemplar dignidad---rara en un advenedizo a la
realeza--, y el desinterés con que supo ostentar la suprema
dignidad del Imperio.
Es digna de loa la
rectitud y pureza de los principios políticos que profesa (que llegan casi hasta
a disculpar traición a España, porque
por aquéllos la sublevación no fué tanto contra la dominación española como
contra el liberalismo, la impiedad y la
democracia triunfantes en el gobierno de la metrópoli); y digna de censura su actuación, porgue la separación de América hizo que inevitablemente cayera ésta en manos de los mismos
principios revolucionarios contra los cuales él se sublevara.
Escribiendo a José de la Riva Agiero, presidente del Perů, decía el 4 de septiembre de 1823(recién
destronado Iturbide), Simón Bolivar:
"Bonaparte en Europa e Iturbide en América, son los dos hombres más prodigiosos, cada uno en su género, que
presenta la historia moderna".
Conformes en el juicio, hoy, en plena decadencia de los regímenes
liberales y democráticos se puede ver más claramente cómo, en la breve historia del primer Emperador de
Méjico, hay ancho campo para la meditación y el estudio.
Frente a frente Iturbide y Napoleón, no
hay duda de que, si la actuación militar
del primero no tuvo nunca ni la importancia ni la trascendencia (en todos los
órdenes) de la de Bonaparte, su actuación política (aunque de menor trascendencia también) es más desinteresada y recta que la del
Emperador francés, cuyo reinado no fué
sino la consagración definitiva de los principios de la revolución de 1789.
También en pureza de principios, en rectitud de atuación, y en
desinterés patriótico es superior Iturbide a Simin Bolivar. El libertador de Méjico proclama clara y
decididamente desde el primer momento
de su actuación sus firmes
convicciones monárquicas, y éstas no le
abandonan ni un instante a pesar de todas las contrariedades y todas las
adversidades que le persiguen; y tiene
previsiones geniales en Iguala---aunque
más tarde parezca olvidarse de ellas cuando acepta la corona---, y afirmaciones proféticas sobre el
porvenir de Méjico en su"Manifiesto de Liorna".
Simón Bolivar no se atreve a proclamar su
monarquismo porque le ciega el brillo
falso de los principios revolucionarios, y pretende
solucionar el problema político de la Gran Colombia con la creación de una
institución como la del Senado hereditario que, aunque inspirada en modelos
extranjeros que habían demostrado su eficacia (como la Cámara inglesa de los
Lores), tenia forzosamente que resultar extraña e inaplicable en tierras latinas, y más en nación recién surgida a la vida
independiente.
Y si los tres: Bolivar, Napoleón y Agustin I, mueren abandonados
y perseguidos, la dignidad y grandeza de
los últimos trágicos momentos del que fuera Emperador de Méjico, hácenle una aureola que purifica y agiganta
su figura.
En su interesante estudio sobre "El fin del Imperio español en América", escribe Marius André: "En nuestras
universidades se enseña que en 1822 Iturbide se proclamó Emperador de Méjico
con el nombre de Agustin I, después de haberse malquistado con el
Congreso, y haber causado la sublevación
del pueblo, y que, al año siguiente, le
hizo abdicar una revolución militar". Y comenta: "Un general no se proclama él solo Emperador; estas dos palabras se ponen para evitarse el
escribir que Iturbide fué elevado al
trono por el entusiasmo popular, lo cual
seria conforme a la verdad, pero
contrario al mito revolucionario". Y es que el mito revolucionario deformó en
todas las historias contemporáneas la realidad de los móviles y causas de la
independencia de América, al extremo de
que este hecho es hoy en la misma España el peor conocido de su historia.
Hablando de los historiadores mejicanos observa Junco que no fueron los primeros primates del
liberalismo en su tierra los que relegaron a Iturbide "al oprobio y al olvido", sino los liberales
surgidos tras la Intervención y el Segundo Imperio (el de Maximiliano de
Austria), En los primeros años de la vida
de Méjico independiente todos, hasta
los enemigos personales de su actuación (Za-
bala, Quintana Róo, Gómez Farías, Alamán, Iglesias y Comonfort), supieron comprenderle y juzgarle sin pasión.
En España, donde,
como dejamos dicho, apenas si se sabe por qué, cuándo
ni cómo se separó de nosotros América, no se publicó hasta ahora
otra biografía de Iturbide que la de Carlos Rodrigo Navarro, a mediados del pasado siglo. Pero en ella la figura de Iturbide está
deformada; Navarro le estudia desde un
punto de vista más liberal que español, y
así no encuentra nada loable en el primer Emperador mejicano.
Pero hoy cabe que, sin olvidar el único juicio legitimo que un
español puede hacer sobre la desaparición del Imperio español y sobre los causantes de
ella, se estudie su figura
compleja, y, sin prejuicios liberales (que enturbiarian más el juicio que explicables
intransigencias patrióticas) se
destaquen de ella aquellos hechos de los que, como dejamos dicho, siempre
pueden hallarse temas de estudio y meditación sobre problemas políticos e
históricos que hoy, más que nunca, son de palpitante actualidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario