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Se presentan aquí las conversaciones privadas de Hitler en
su círculo íntimo, recogidas de forma taquigráfica a petición del propio
Führer, siendo Martin Bormann el encargado de guardarlas. Al final de la guerra
el financiero suizo Genoud se hizo con las trascripciones de estas
conversaciones comprándoselas a la esposa de Bormann. Este financiero suizo las
tradujo al francés y de éste fueron traducidas al inglés. En alemán existieron
dos versiones, las recogidas por los dos taquígrafos, Heinrich Heim y Pickert.
Bajo el título "Conversaciones Libres sobre la Guerra y
la Paz" Genoud reúne las conversaciones sostenidas por Adolf Hitler, del 5
de julio de 1941 al 30 de noviembre de 1944, transcritas por los colaboradores
de Martin Bormann nombrados, y releídas, anotadas y clasificadas por éste.
Estas notas son abundantes hasta el 7 de septiembre de 1942, hasta ir
conviertiéndose luego en poco numerosas y espaciadas.
Como siempre pasa con los libros importantes de la época,
existe mucha controversia sobre el origen, sobre las diversas ediciones y sobre
distintas traducciónes de ciertos pasajes que se prestan a equívocos, que
pareciera algunos editores han tergiversado a sabiendas. Sin embargo, lo que no
puede negarse, es que la lectura de estas notas resultan siempre ricas en
reflexiones y visiones de la época más controvertida de nuestra historia y del
actor principal de ella, el mismo Adolf Hitler.
ADVERTENCIA
Al principio, Hitler era un solitario. Con los años cobró,
sin embargo, gusto al trato de gentes, cosa que él mismo atestigua no sin que
le sorprenda en cierto grado. Hizo tales progresos en este camino, que llegó
—es también él quien nos lo dice— a poder prescindir cada vez menos de la
compañía del hombre. Era un conversador brillante y vivaz, que mantenía su
auditorio bajo el encanto de su palabra. Sus familiares le oían con devoción.
De ahí el pesar que concibieron algunos de ellos, pensando que tantos razonamientos
que les encantaban, aunque les chocaran a veces, se perderían para siempre.
Hitler hablaba mucho: durante las comidas, que compartía con
numerosos colaboradores y a veces con huéspedes de paso, pero sobre todo en la
recepción que llamaba «la hora del té» y que se celebraba después de la última
conferencia sobre la jornada política o militar. Los asistentes eran numerosos
y la sesión se prolongaba en general hasta horas tardías de la noche. Era
entonces cuando Hitler se expresaba más libremente, desenvolviendo con gran
amplitud sus ideas, dando curso libre a su imaginación y abriendo el tejido de
sus recuerdos.
Ese era el ambiente del cuartel general del Führer. Hasta
julio de 1942, el gran Cuartel General consistía en una instalación de bunkers
conocida bajo el nombre de Wolfsschanze, situada en un espeso bosque de abetos,
cerca de Rastenburg, en Prusia Oriental, al norte de los Lagos Masurianos.
Son estas reflexiones que poseen una sinceridad
indiscutible, porque no estaban destinadas a la publicidad, las que constituyen
el objeto de esta obra. El volumen que publicamos alcanza el periodo que se
extiende desde el 5 de julio de 1941 hasta marzo de 1942. El período que va del
21 de marzo de 1942 hasta el 30 de noviembre de 1944 dará origen a la
publicación de un segundo volumen.
La suerte es rara para los historiadores. Estas auténticas
«instantáneas» de conversación tienen evidentemente más precio que unas
memorias (y Hitler pensaba, desde luego, escribir las suyas después de
retirarse de la vida política). Ahora bien, los autores de memorias, como
sabemos por la experiencia de los últimos años, no pueden sustraerse a la
tentación de defender su causa ante sus contemporáneos y ante la posteridad, ni
a su deseo de dar razón de sí mismos en la imagen que les es más conveniente.
En ese caso no se trata de nada similar. Hitler habla para
sus oyentes elegidos. Al dirigirse a ellos no posee ningún motivo para deformar
o disfrazar su pensamiento. En el círculo habitual del Führer en el G.C.G.
encontramos al mariscal Keitel, al general Jodl, a Martín Bormann, al doctor
Dietrich, jefe de la Prensa del Reich, casi todos rodeados por sus principales
colaboradores; los ayudantes militares, los oficiales de servicio; los médicos
Brand y Morell, el profesor Heinrich Hoffman, su fotógrafo y un viejo amigo de
Hitler. Se encuentra también a los representantes de los principales Ministerios;
y en fin, a numerosos huéspedes de paso (Himmler, Goering, otros ministros y
jefes militares) de quienes se hace mención al encabezar las notas.
Rodeado por estos oyentes familiares, Hitler puede
abandonarse, pensar en voz alta, expresar sus sentimientos tal como le
advienen. Es la euforia de una conversación entrecortada, en la cual las ideas
rebotan según las circunstancias, según lo requieren los hechos y las
preocupaciones del día, o a merced de una réplica que orienta los espíritus en
una nueva dirección. Hitler accedió a que sus espontáneas reflexiones fueran
taquigrafiadas, con la condición de poder disponer de ellas en todo momento. Su
garantía reside en que un hombre completamente seguro sea su depositario. Ahora
bien, de todos los que le rodean, el hombre que por mayor número de títulos ha
ganado su confianza es Martín Bormann, su colaborador más directo y el que se
ha hecho digno de todas sus confidencias.
El pretexto que se invocó era que estos pensamientos del
Führer, tomados al vuelo, podrían servir para redactar instrucciones o notas de
servicio. A ojos de Bormann, era una forma de poseer, sobre temas esenciales,
el pensamiento exacto del Führer; era también una documentación importante para
las memorias que Hitler pensaba escribir algún día. Está establecido que fue
Bormann quien decidió a Hitler, ahuyentando sus últimos escrúpulos. Pero su
jefe rehusó absolutamente someterse a un registrador mecánico. Necesitaba
«poder olvidar» que se recogían sus frases; de lo contrario habríase sentido
paralizado, sin libertad de expresión. El resultado fue que Bormann se encargó
de tomar las notas y de garantizar su secreto. Estas notas han sido designadas
después con el nombre de Bormann-Vermerke (notas de Bormann, notas para
Bormann).
La fórmula admitida por Hitler fue la de un transcriptor
invisible, discretamente instalado en un rincón, perdido en el conjunto de los
asistentes. Fueron funcionarios que estaban bajo las órdenes de Bormann quienes
se encargaron de este trabajo. En conjunto fueron tres, todos ellos personajes
más bien modestos y que sólo a esta función temporal debieron el privilegio de
estar constantemente presentes en comidas, recepciones y en conversaciones
donde por ninguna otra causa habrían sido admitidos. Tomaban notas taquigráficas
y después las dictaban en seguida a una mecanógrafa de Bormann.
El texto vuelto a leer, corregido y marcado con el signo
personal de cada uno, lo entregaban a Bormann. Este a su vez lo leía, le añadía
sus propias rectificaciones de su puño y letra, y lo clasificaba en sus
archivos. En ciertas ocasiones en que la presencia de un secretario no podía
ser tolerada, era el mismo Bormann el que anotaba las frases del Führer.
Es este documento de mil cuarenta y cinco páginas
mecanografiadas el que ofrecemos al público. Se trata del ejemplar original de
primera impresión, con anotaciones manuales de Borman y tal como existía en sus
archivos. La primera nota está fechada el 5 de julio de 1941, la última el 30
de noviembre de 1944. Con raras excepciones, el lugar de acción es siempre el
Gran Cuartel General del Führer. Es conveniente advertir que al aparecer la
edición francesa antes que ninguna otra, incluso antes que la alemana,
constituye la edición original de la obra.
Algunos fragmentos de este texto quedaron «por una feliz
casualidad» en manos de uno de los tres transcriptores y han dado origen a la
publicación en Alemania de una obra incompleta, llena de errores y
deformaciones voluntarias, en la que hasta el orden cronológico ha sido
alterado con el pretexto de sistematizar ideas que precisamente alcanzan todo
su valor en cuanto brotaron espontáneamente.
Bormann velaba celosamente sobre la fidelidad de las
transcripciones que encomendaba a sus colaboradores, y los que sienten respeto
por los documentos le agradecerán sus escrúpulos. Estaba convencido de la
importancia de los textos. Al comienzo de todo el documento aparece escrito de
su puño y letra: «Se suplica conservar con el mayor cuidado estas notas de un
interés capital para el porvenir»(«Bitte diese— später äusserst wertvollen —
Aufzeichnungen sehr gut aufheben».)
***
Nuestra traducción corresponde a la preocupación de
fidelidad histórica que animó a Bormann en el momento en que recogía los
elementos de la obra. Hubiera sido posible hacer en ella algunos cortes cuando
algunas explicaciones acababan rápidamente, cuando un tema tiene apenas un
comienzo. Pero, ¿hasta qué punto podemos limitarnos en semejante camino. Por
respeto a una fuente de historia, nos ha parecido preferible presentar al
público el documento en el estado en que las circunstancias quisieron que
estuviera, Las imperfecciones que en él se ven, las inevitables frases
repetidas, las extremosidades mismas, contribuyen a dar a este memorial el
carácter vivo de un pensamiento que se elabora a medida que se va expresando.
En tal terreno todo es instructivo por diferentes títulos, y la personalidad de
Hitler está aquí expuesta, como se verá, en toda su verdad.
El hombre que aquí se nos revela no es, propiamente
hablando, ni el hombre que vieron sus adversarios, ni el que han creído ver
muchos de sus seguidores. Su visión de las cosas no es nunca convencional.
Despoja todo problema de su escoria de consideraciones accesorias y de
prejuicios. Es un espíritu nuevo, un autodidacta en el entero sentido de la
palabra. Fanático lo es ciertamente, pero parece que esto es menos fruto de una
diátesis que de la voluntad de serlo. Hitler ha escogido un camino y considera
que hay que saber ir con decisión hasta el fin de sus ideas, a pesar de todos
los obstáculos.
Hoy se nos da la ocasión de juzgar al hombre por lo que
decía cuando se expresaba libremente.
FRANÇOIS GENOUD
SOBRE LA TRADUCCIÓN
Las famosas notas sobre las conversaciones de Hitler
editadas por Francois Genoud alegando habérselas comprado a la viuda de Martin
Bormann, quien cuidaba celosamente por la conservación de las mismas como
documento dejado a la posteridad, han sido siempre motivo de controversia,
sobre todo por las diferencias entre las distintas traducciones que han
aparecido.
Ediciones Sieghels lamenta no haber podido llevar un control
exhaustivo de las distintas ediciones ya que el problema se nos presentó sobre
el cierre de la presente, pero hemos intentado recurrir al historiador que
entendemos más serio y confiable sobre el Tercer Reich, David Irving, y el
mismo atestigua la veracidad de las “Bormann Vermerke” originales por él
estudiadas y tomadas por el taquígrafo Heinrich Heim, al que Irving también
entrevistó y quien confirmó en detalle el procedimiento.
Desde ya que el testimonio del historiador inglés no tiene
por qué ser prueba irrefutable, pero al menos es un acercamiento sumamente
confiable al problema. El propio Genoud tampoco está libre de sospecha desde el
momento en que se ha comprobado que ha modificado el llamado “Testamento
político de Hitler” anotado en el Bunker del Führer momentos antes del final de
la guerra. En este caso actuó Irving como descubridor del engaño estudiando los
originales y obteniendo en última instancia la confesión de Genoud sobre la
modificación del documento, pero creemos por varias circunstancias que se trata
de casos completamente diferentes, con originales disponibles que brindan mayor
apoyo a las investigaciones.
Más o menos enterados del origen, el problema mayor estriba
en esclarecer ahora la traducción española que hemos heredado pues la misma
está basada en la edición inglesa (Hitler’s table talk, anotadas por
Trevor-Roper), tomada a su vez de la traducción francesa de Genoud. Entre tanta
traducción, y tal vez la mala fe de traductores y editores, existen pasajes
controvertidos sobre el judaísmo y sobre el cristianismo que pareciera no están
presentes en los originales. La crítica despiadada del cristianismo, o las
referencias al extermino de judíos son sobre todo los dos temas que más
asombran en esta traducción y que no tienen un exacto correlativo en los
originales.
Esperando poder sortear adecuadamente las dificultades en
próximas ediciones, dejamos intacta la traducción que aquí presentamos. Por
supuesto que no subestimamos la inteligencia del lector y no pretendemos
decirle cuál es la realidad, pero sí es nuestro deber ponerlos al tanto de las
dificultades con las que se van a encontrar para que puedan hacer un análisis
concienzudo e intelectualmente honrado del material histórico dado a lectura.
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