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El “paganismo” aún era hasta no hace mucho una palabra
peyorativa. En lo sucesivo tiene que formar parte del lenguaje corriente. ¿Qué
quiere decir pues este término? ¿Qué le puede querer decir a los hombres de
nuestro tiempo? ¿Qué idea se pueden hacer de él? Correlativamente, ¿sobre qué
articula el paganismo su crítica y su repulsa al pensamiento bíblico del cual
procede el cristianismo? Y finalmente, ¿que significan para los herederos de
nuestra cultura esos dos fenómenos simultáneos que son el hundimiento de las
grandes religiones reveladas y el inevitable regreso a lo sagrado?
Estas cuestiones no pueden ser tomadas con indiferencia. Son
cuestiones históricas y de destino. Se trata, en efecto, de destino: saber a
qué nos destinamos y, para empezar, saber si todavía queremos destinarnos a
algo. Preguntas, finalmente, que yo mismo me hago en este ensayo que representa
ante todo una reflexión personal, una reflexión sobre un tema que me apasiona,
a propósito del cual mi sentimiento ha evolucionado y sobre el cual, espero,
aún seguirá evolucionando.
Es una cuestión de sensibilidad. No hay nada en absoluto en
cuanto a materia de crítica, no hay un punto de vista sobre los puntos de
vista. En todo caso no he buscado tomar semejantes perspectivas. Tan sólo he
querido mostrar, lo más claramente posible, dos grandes visiones espirituales,
dos grandes formas espirituales de entender el mundo….
INTRODUCCIÓN
¿A qué recuerdan los personajes de Boticelli y de Caspar
David Friedrich?, ¿Hacia qué pasado—presente han decidido volver su mirada?,
¿De qué posibles dioses presienten la llegada a través del mundo que les rodea
y los hace conscientes de su propia incomplitud?
Estas preguntas están, para mí, directamente ligadas a
aquella que constituye el titulo de este libro y a la cual me esfuerzo en
responder aquí. El ‘paganismo’ era hasta hace poco todavía una palabra
peyorativa. Debe desde ahora en adelante formar parte del lenguaje corriente.
¿Qué quiere decir pues este término?, ¿Que puede querer decir a los hombres de
nuestro tiempo?, ¿Qué ideas se pueden hacer de él? Correlativamente ¿sobre qué
articula el paganismo su critica y su repulsa del pensamiento bíblico del cual
procede el Cristianismo? y ¿Qué significa para los herederos de nuestra cultura
estos dos fenómenos simultáneos que son el derrumbamiento de las grandes
religiones reveladas y el inevitable retorno de lo sagrado?.
Estas cuestiones no pueden ser tomadas con indiferencia. Son
cuestiones históricas y de destino. Se trata, en efecto, de destino : saber a
qué nos destinamos y, para empezar, saber si queremos aún destinarnos a algo.
Preguntas, en fin, que yo mismo me hago en este ensayo que representa ante todo
una reflexión personal —una reflexión sobre un tema que me apasiona, a
propósito del cual mi sentimiento ha evolucionado y sobre el cual, espero,
evolucionará todavía— Problema de sensibilidad. No hay absolutamente nada en
materia de crítica, no se trata de puntos de vista. En todo caso no he buscado
tomar semejante perspectiva, tan solo he querido demostrar lo más claramente
posible, dos grandes visiones espirituales, dos grandes formás espirituales de
entender el mundo, distintas una de otra y que, en gran medida se enfrentan a
veces en el corazón de los hombres. He querido decir por qué me reconozco
espontáneamente en una y por qué la otra contradice mi ser interior. Y como, en
fin podría ser posible hoy recuperar muchos valores eternos. Por consiguiente
no he buscado tanto el convencer como el representar un antagonismo espiritual,
mostrar el cuadro de un conflicto de sensibilidades. Se puede o no sentirse
“pagano”, reconocerse en una sensibilidad “pagana” Aún falta averiguar en que
consiste esto. Cada cual es dueño después de reconocer y fortificarse en
aquello que mejor le parezca. Cuesta decir que un tal libro lejos de tener por
objeto el perturbar a los creyentes en su fe puede al contrario, fortificarla.
La ilusión misma puede ser positiva, puede contener y suscitar una fuerza
proyectora creativa. No ambiciono el disminuir o suprimir la fe, sino más bien
el volver a darla en otros posibles planos. Ciertamente no todas las creencias
valen, pero no hay nada peor que una creencia vil: la total ausencia de fe. En
un ensayo precedente, dije que el modo como se hacen las cosas vale tanto como
las cosas mismas. Se verá que la fe a mis ojos cuenta tanto o más que su
objeto, Y que también en esto me separo de la mayor parte de mis contemporáneos.
Por otra parte, aplicada a sus fundamentos ¿Es posible la
demostración?. Hace más de cuarenta años Raymond Aaron decía ya que la crítica
de la razón histórica determina los limites y no los fundamentos de la
objetividad histórica lo que viene a decir que la crítica no permite jamás
hacer economía de la decisión filosófica. “Es el destino que gobierna los
dioses y no una ciencia sea cual fuere lo que determina la historia” escribía
Max Weber. No se sabría refutar un sentimiento pues son los sentimientos los
que determinan los sistemás tanto como las propias justificaciones. Max Weber
daba el ejemplo de la máxima cristiana: “No pongas resistencia al mal”. Esta
claro, añade él, que “desde el punto de vista estrictamente humano estos
principios evangélicos hacen apología de una ética que va contra la dignidad.
Cada cual ha de escoger entre la dignidad de la religión que nos propone esta
ética y la dignidad de un ser viril que predica todo lo contrario, a saber:
“Resiste al mal, si no, tú eres responsable de su victoria”. Según las
convicciones profundas de cada ser una de estas éticas tomará el rostro del
diablo, la otra el de Dios y cada individuo habrá de decidir, desde su propio
punto de vista cual es Dios y cual es el diablo. Así sucede en todos los
ordenes de la vida”. Si uno se afirma en tal valor, si decide asumir tal
herencia, entonces en toda lógica debe sostener tal opinión. Pero la decisión
inicial queda como asunto de elección, una elección que no puede jamás
demostrar totalmente la necesidad de sus propios postulados. Nada exceptúa esta
elección, donde nuestros proyectos y nuestras ideas juegan un papel, pero donde
intervienen también nuestras identidades divididas nuestras pertenencias,
nuestra herencia. Todos nos hemos puesto a elegir ‘qué es Dios y qué es
diablo’. Es en la plena conciencia de esta vocación donde reside el estatus
humano. La subjetividad por consiguiente no se ha disimulado como tal, tanto
más como que es en ella misma donde encuentra su fuerza.
Propongo pues en este libro una lectura paralela del
paganismo, en tanto que religión original de Europa, en tanto que constituye le
parte central de su actualidad, y del pensamiento bíblico y cristiano. Se puede
aceptar o rehusar esta lectura: es
materia de debate. Pero, además, si se acepta, se puede hacer a la inversa:
adherirse al cristianismo y rechazar el paganismo exactamente por las mismás
razones que me impelen hacia el segundo y me alejan del primero. La discusión
se plantea así, de golpe, no bajo la forma de un dilema sino bajo una forma
triangular.
Es una cuestión, al fin y al cabo que se fundamenta sobre la
tolerancia. Una tolerancia que evidentemente no excluye ni el juicio ni la
crítica y que no hace del adversario más que la figura de una problemática del
momento. Aquel que niega los otros mundos, aquel que niega la distinción del
ser y del mundo, que niega una concepción de la divinidad basada en la noción
de verdad única y la devaluación de lo otro, sin embargo esta presto, ayer como
hoy a admitir a todos los dioses, a los que le son más extraños así como
aquellos a los que no podrá jamás rendir culto y a los que están tentados de
robarle su alma. Está pronto a defender el derecho de los hombres a reconocerse
en los dioses de su elección, con la condición de que este derecho le sea
igualmente reconocido. He escrito, como de costumbre, este libro para todos y
para nadie. Para aquellos sobre todo, que no conoceré jamás una nostalgia se
expresa: es una nostalgia de futuro. El tiempo de la interpretación del mito
¡ay! es también el del oscurecimiento de los dioses. En una época neoprimitiva
por el hecho mismo de su actualidad, en una época profundamente vacía por la
amplitud de sí misma, en una época en que todo es simulacro y experiencia
vacua, donde todo es espectáculo, pero donde tampoco hay ojos para verlo, en
una sociedad donde se colocan en su puesto las formás nuevas de totalitarismo y
de exclusión, sociedad susurrante de odios recocidos, susurrante de falsedad y
vulgaridad, en una sociedad donde la belleza se muere, sociedad de fin de la
historia, sociedad del último hombre donde todo se derrumba en un ocaso —al
Oeste absoluto, transatlántico de una historia que fue grande— este libro
quiere recobrar la posibilidad de un paisaje, la posibilidad de una recreación
espiritual que consonara con la hermosura de un cuadro, de un rostro de una
armonía, con la fe de un pueblo levantado por la esperanza y la voluntad de
vivir otro comienzo.
A. B.
¿Porqué considero con Nietzsche que la Cristianización de
Europa, la integración más o menos acabada, más o menos conseguida del espíritu
europeo en el sistema mental cristiano, fue uno de los acontecimientos más
desastrosos de toda la historia hasta nuestros días? ¿Que puede significar hoy
el término paganismo?. Esta cuestión parece tanto más fundamental cuanto que no
cesa de estar a la orden del día así como de manifestarse con recientes
polémicas que es preciso colocar de nuevo en un debate más vasto y más antiguo,
en un momento en el que, aunque algunos puedan pretender lo contrario, no es el
“politeísmo” sino el monoteísmo judeocristiano el que es cuestionado, el que se
tambalea por todas partes, mientras que bajo formás frecuentemente torpes, a
veces aberrantes y generalmente inconscientes, el paganismo manifiesta de nuevo
su atracción.
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