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La figura de Otto Skorzeny se ha ganado un lugar de
privilegio en la hsitoria militar. Así como se han difundido sus fabulosas
hazañas, también se lo ha calificado como "el hombre más peligroso de
Europa'".
Este oficial de la S.S., que tuvo la audacia de arrebatar a
Mussolini de las propias manos de los italianos, narra con un estilo claro y
ameno sus extraordinarias aventuras. Los esfuerzos de los hombres que fraguaron
el ingenioso y audaz plan para llevar a cabo la "MISIÓN MUSSOLINI",
nos parecen las fantasías de un novelista imaginativo. Si no tuviéramos la
certeza de su realidad, nos resistiríamos a creer que ésta fuera una
posibilidad practicable.
Esta operación no es más que un capítulo de los muchos que
realizó Skorzeny. Durante su azarosa vida, intervino en cuanta misión peligrosa
cabe imaginar, desde la organización de los comandos hasta el espionaje y el
sabotaje detrás de las líneas enemigas.
Pero en ocasiones, como en ésta, la realidad es más
fantástica que la imaginación. Pues probablemente no se haya escrito un libro
de aventuras tan prodigiosas como las que aquí relata el Mayor Otto Skorzeny.
INTRODUCCIÓN
En diciembre de 1941, la fulminante ofensiva de los
ejércitos alemanes se detiene bruscamente a pocos kilómetros de Moscú. La re
sistencia encarnizada de las tropas rusas, ayudadas por un invierno excepcionalmente
riguroso, para en seco el ímpetu de las divisiones del Reich que intentan
primero, rabiosamente, mantenerse en las po siciones conquistadas, y después,
obligadas a soltar su presa, retroce den en desorden. En ciertos sectores, la
retirada de la Wehrmacht degenera en desbandada — es la huida, el desastre
alocado, caótico, semejante en todos sus puntos a la derrota de los restos del
ejército francés en el 1940. Perdida en la masa confusa de los regimientos
diezmados y desmoralizados, una unidad de las S.S., bajo el mando del teniente
Otto Skorzeny, intenta llegar con sus pertrechos a la po sición de repliegue
que le ha sido asignada. El joven oficial contem pla con espanto el espectáculo
alucinante que ofrece este ejército de rrotado. Por primera vez se siente
invadido por una duda terrible, lancinante: ¿Alemania es realmente
invencible.'' ¿No se habrán sobrevalorado sus fuerzas? Skorzeny rechaza en vano
estos pensamientos; ya no puede volver a encontrar el optimismo que, algunas
semanas antes, le hubiera parecido tan natural.
Sin embargo, el Alto Mando alemán consigue muy pronto res
tablecer, más o menos bien, un frente continuo capaz de resistir la ava lancha
rusa. En cuanto a Skorzeny, que padece de violentos ataques renales, es enviado
a Alemania y agregado, en calidad de ingeniero, a un depósito de los
alrededores de Berlín. Los seis meses fríos y fas tidiosos que pasa vigilando
la reparación de vehículos militares no contribuye mucho a mejorar su moral.
Incluso los éxitos alcanza dos en el transcurso del verano del año 1942 por el ejército alemán que avanza hacia
el Cáucaso, puesto que él no ha podido participar en estos combates, no le
arrancan completamente de su melancólico desvarío.
Pero en enero de 1943 estalla, en un cielo ya cargado de amena
zas, el trueno de la Conferencia de Casablanca. La decisión anglo sajona de
continuar la guerra hasta la rendición sin condiciones, trans forma
radicalmente el estado de espíritu de Skorzeny y de toda Ale mania. Mientras
que en Francia esta fórmula es acogida con una sa tisfacción platónica por unos
y con una indiferencia escéptica por otros — los que temen una paz coja —, en
Alemania provoca una reacción que en realidad los jefes aliados no habían
previsto; un endurecimien to inmediato de la voluntad de resistencia, un cierto
furor desesperado. La propaganda de Goebbels se encarga de recordar a todo el
mundo el origen de esta expresión. En efecto, fue empleada por primera vez
durante la Guerra de Secesión por un general nordista, que la aclaró con estas
palabras: "Si un cuervo tiene la idea peregrina de darse una pequeña
vuelta por el país vencido, hará muy bien en llevarse provi siones."
Para Skorzeny, como para todo "buen alemán", desde
este mo mento no hay más que una alternativa: o la victoria o la destrucción
total, irremediable, de Alemania. En adelante, los alemanes conside rarán todo
intento de llegar a un acuerdo con los aliados como una negativa a sobrevivir
y, por lo tanto, como un suicidio. Para ellos la suerte está echada; les será
preciso vencer... o morir.
Este estado de espíritu explica, en parte al menos, el
"fenómeno" Skorzeny. Es además en este momento que empieza la carrera
del hombre que la Prensa americana ha calificado como "el más peligroso de
Europa".
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