La otra cara del Che (un sepulcro blanqueado) - Marcos Bravo

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Marcos Bravo fue el nombre de guerra usado por Pedro Manuel Rodríguez durante los últimos años de la lucha clandestina contra el gobierno golpista de Fulgencio Batista. El 10 de marzo de 1952, cuando Batista perpetra ese golpe de estado, este joven cubano tenía 18 años. En los primeros tiempos de la lucha contra aquel gobierno inconstitucional, militó en la Juventud Ortodoxa. Junto a esa organización política y los estudiantes universitarios se inicia en la lucha contra dicho gobierno a través de manifestaciones y otras actividades, primero de tipo cívico, y luego en b, conspiraciones frustradas por las fuerzas represivas. A la salida de Fidel Castro de la cárcel, tras su condena por el asalto al Cuartel Moncada en 1953, Pedro Manuel intervino en la creación de las primeras células del Movimiento 26 de Julio. A partir de la lucha en la Sierra Maestra, participó en el combate clandestino contra el régimen. Fue entonces que, por razones de seguridad, decidió cambiarse el nombre. Desde el principio del combate civilista en contra de aquel gobierno Marcos Bravo fue apresado y golpeado por la policía política del régimen en múltiples ocasiones. Llegando en una oportunidad a ser torturado en la Décima. Estación de policía en La Habana. Luego del fracaso de la huelga del 9 de abril de 1958, se vio obligado a asilarse en una embajada y luego exiliarse en República de Venezuela. En los últimos meses de ese año fue capturado en Haití con varios compatriotas más tratando de entrar en una expedición a la provincia de Oriente, en Cuba, con la intención de sumarse a la lucha en la Sierra Maestro. Al igual que la mayoría de los revolucionarios que lucharon por el restablecimiento de la democracia en Cuba, fue comprendiendo que había fuerzas dentro del gobierno -con el Che Guevara a la cabeza- que trataban de desviar el proyecto revolucionario y democrático hacia una dictadura totalitaria. En aquel momento, junto con otros compañeros del Movimiento 26 de Julio, Marcos Bravo trató de ganar tiempo oponiéndose a la política de la violencia contra el régimen. El tiempo, según su criterio, impediría a las fuerzas de la traición nacional, lograr sus propósitos. Otros cubanos estimaron que lo correcto era oponerse por la fuerza a esa tendencia gubernamental. Esos que se opusieron con la fuerza coincidieron lamentablemente con los que, en el Departamento de Estado y la CIA del gobierno norteamericano, eran también partidarios de la línea de la violencia, incluyendo el terrorismo. Estos últimos, ganaron la partida. La partida, pero no la guerra. El final de aquella política de confrontación bélica fue el fracaso de Bahía de Cochinos y casi medio siglo de totalitarismo en Cuba. Quienes pregunten el porqué de su agresividad al escribir esta biografía de Ernesto ´Che´ Guevara -tan distinta a todas las que se han escrito hasta ahora- encontrarán la respuesta en el estado de conciencia del autor respecto a la gran traición al pueblo cubano perpetrada por un grupo de siniestros aventureros encabezados por Fidel Castro y el Sepulcro Blanqueado del Che Guevara.


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