Costo para la República mexicana $220 + envío $60 por correos de México o DHL express $100
Costo para EUA, Canadá, Centroamérica y caribe 13USD envío 9USD
Europa 12€ envío 12€
Sudamérica 13USD envío 13USD
Envíos a todo el mundo.
Peso 400 gr.
Pags 223
Pasta blanda
Ventas al whatsapp (+52) 3322714279 solo da clic aqui para andar el msj https://api.whatsapp.com/send?phone=5213322714279
"CABEZA DE PUENTE, diario de un soldado de
Hitler", narra la historia real vivida por el autor de este libro, José M.
Sánchez Diana, ya fallecido, voluntario falangista en la Heroica DIVISIÓN AZUL.
A sus 17 años, terminada recientemente la Guerra Civil
Española, humeantes aún los campos de batalla, Sánchez Diana se alista
voluntario para combatir el comunismo en su propia tierra, RUSIA.
Conmovido, como él mismo dirá en su obra, por las palabras
de "Rusia es culpable", el autor se moviliza para aportar su granito
de arena a la mayor gesta de las armas españolas allende de nuestras fronteras
durante el siglo que vivimos.
Si toda guerra es sangrienta, y la lucha de Alemania contra
Rusia más aún, a Sánchez Diana le toca una de las peores partes del conflicto,
ya que vivirá las hazañas, combates, luchas y enfrentamientos encuadrado en una
de las unidades más aguerridas y con más bajas de toda la contienda, el
Regimiento de Esparza, el famoso 269.
Profesor de Instituto tras la guerra, Sánchez Diana a su
muerte dejará inconclusa la mayor obra biográfica del fundador de la Falange
que él mismo vivió y a la que siguió ideológicamente hasta su muerte, JOSÉ ANTONIO
PRIMO DE RIVERA
Posiblemente esta obra constituya una de las mejores que
podemos encontrar dentro de la amplia bibliografía divisionaria, y es muy
recomendable para comprender perfectamente lo que significó la Gesta de la BLAU
DIVISIÓN, o División 250
INTRODUCCIÓN DEL EDITOR
No puedo por menos que hacer una breve reseña de un hecho
doloroso, del que en parte me siento culpable.
Hace ya cerca de tres años que un buen día vino a mi
librería granadina el autor de este libro, D. José María Sánchez Diana.
Yo le había conocido tiempo atrás y había oido de sus
andanzas como magnífico profesor de historia en el Instituto Padre Suárez de Granada,
y como falangista puro e inquebrantable.
Aquel día, alguien le había hablado de aquel pequeño negocio
que tenía en su escaparate «libros raros», entre ellos la Hoja de Campaña de la
Blau, que inmediatamente adquirió. Desde ese momento fué uno de los
inmejorables amigos y camaradas que pasaron por mi comercio.
Me habló en una de sus visitas de la obra que estaba
preparando desde hacía ya años: La biografía, sin duda más completo, de José
Antonio Primo de Rivera. Más tarde seguimos viéndonos asiduamente por Granada,
y fué una noche de invierno, durante la celebración de un sencillo acto en
memoria del aniversario de la muerte de A. Hitler, cuando me habló más
detenidamente de sus proyectos futuros ahora que se jubilaba: Publicar sus
memorias de la División Azul. No pude por menos que animarle a que me las
dejara con la esperanza de que mis medios económicos ayudaran a publicarlas. Y
así lo hizo. Varios días después, José María, se presentó con sus memorias bajo
el brazo y una recomendación: «Pepe, me dijo, son muy fuertes; corta o suprime
lo que quieras. Si las ves publicables, adelante, si no, déjalo.»
Aquella misma noche comencé su lectura que terminaría casi
un mes después, dedicándole el poco tiempo libre que tenía.
Nunca capté, hasta mucho después, el gesto de Sánchez Diana.
El ya sabía de su enfermedad, y veía el peligro de no dejar tras de sí una
pequeña estela de fraternidad hacia aquellos camaradas que quedaron en Rusia
bajo la nieve.
Fuera como fuese, al tiempo cerré mi negocio y abandoné la
posibilidad de su edición momentánea. Además, José María era aún joven y yo
esperaba llegar a realizar varias pruebas de imprenta para que él las
corrigiera.
Un año después de verle por última vez, me trasladé a vivir
a Alicante, retomando el contacto perdido con Carlos Caballero, asesor de esta
editorial y co-fundador, al cual le enseñé mis ideas, proyectos y el libro de
Sánchez Diana. Carlos Caballero ya conocía a Sánchez Diana a través de escritos
y correspondencia sostenida con él sobre distintos hechos históricos de
fundadores falangistas. Así que me dispuse a concertar una entrevista entre
ambos.
Carlos Caballero se desplazó a Granada, pero esa misma
semana y de forma sorpresiva, José María había sido hospitalizado en Madrid
para operarle de un cáncer de garganta.
Posteriormente, ya en su casa, volvimos a intentarlo, pero
se encontraba aún muy convaleciente para hablar con nosotros. Y la entrevista
se postergó. Nunca más volvimos a verlo. Mientras Carlos Caballero corregía,
como hace con todos los libros que nuestra editorial publica, las últimas
pruebas de Cabeza de Puente, antes de llevarlas a imprenta, el 23 de mayo de
1989, sonó el teléfono en su domicilio. Era un amigo de Madrid para comunicarle
que ese día había muerto José María Sánchez Diana. Mientras Carlos leía el
manuscrito que habla de una juventud vigorosa que aplastaba al enemigo de
Europa, lejos de su tierra natal, de su Rusia de recuerdo, de sus camaradas y
amigos que estuvimos junto a él siempre, la enfermedad que a nadie reveló hasta
última hora, se lo había llevado para siempre.
Hoy me siento culpable de haber dejado tanto tiempo olvidado
su libro en el «cajón de lo publicable». Me siento culpable de no haber podido
entregarle el ejemplar terminado de su obra preferida. Y sin embargo me enorgullezco
de poder publicar para las generaciones venideras este último homenaje póstumo
a la figura de uno de los mejores hijos de nuestra Patria, a uno de los
baluartes falangistas que se unieron a la Blau para sacar a Europa del
bolchevismo. Con José María Sánchez Diana perdemos un camarada inolvidable, y
que será difícil de reemplazar. Pero su libro será como semilla que siembre de
lector en lector y de boca en boca, las glorias pretéritas de la División Azul
para que pronto, la historia haga justicia con los aún hoy supervivientes. Que
Dios le dé el descanso eterno que tan merecidamente ganó.
JOSÉ MARÍA SÁNCHEZ
DIANA: PRESENTE!!!
José García Hispan
JOSÉ MARÍA SÁNCHEZ DIANA, IN MEMORIAN
Me hubiera gustado tener más tiempo para investigar sobre
José María Sánchez Diana antes de redactar esta breve introducción en su
memoria, que pretende subrayar su perfil intelectual.
Obligaciones laborales y otros trabajos relacionados con
esta misma Editorial (la dirección de la Colección «Legionarios Europeos en la
II Guerra Mundial») me han impedido realizar las averiguaciones precisas, como
por ejemplo una visita a la Biblioteca Nacional.
Así que más que un perfil intelectual completo de José María
Sánchez Diana, he de contentarme con un bosquejo que espero algún día alguien
pueda completar.
José María fué un hombre de acción. No me refiero solo a su
participación en la Campaña de Rusia contra el Comunismo, admirablemente
descrita en estas páginas. También hago referencia a su constante militancia
falangista. Durante el franquismo y posteriormente a él. Bajo el régimen de
Franco fué siempre lo que se suele llamar «un falangista disidente», es decir,
se opuso en la medida de sus posibilidades a un régimen que usaba la
parafernalia falangista pero perseguía unos objetivos bien distintos de los
joseantonianos. Por eso jamás ocupó cargos políticos oficiales y por el
contrario, estuvo vinculado a los «Círculos José Antonio». Acabado el
franquismo, José María Sánchez Diana militó en la renacida Falange Española.
Pero la pobre y en realidad poco ortodoxa praxis política de esta organización
acabó apartándole de la militancia activa.
Con las armas en la guerra y con la militancia política en
la paz, trató de llevar a cabo sus ideales. En este sentido fué uno de tantos
falangistas. Lo que hace de él un personaje singular es su categoría
intelectual.
Por desgracia, Falange no puede presumir de haber poseído
una élite intelectual bajo el franquismo. Quienes en algún momento parecieron
encarnarla (Laín Estralgo, Tovar, etc) acabaron colgando las camisas azules. Y
quienes siguieron usando este uniforme no destacaron por alcanzar grandes cotas
intelectuales. José
María Sánchez Diana es una brillante excepción. Alguien se
sorprenderá de que se le de tanto valor a un simple Catedrático de
Bachillerato. No nos engañemos por la situación actual: hoy, un catedrático de
bachillerato es un don nadie. Hace años, una Cátedra en la Enseñanza Media era
un prestigioso título. Grandes personajes de la vida intelectual española
(desde el historiador Antonio Domínguez Ortiz al escritor Gonzalo Torrente
Ballester) eran precisamente eso, Catedráticos de Bachillerato.
De todas formas, antes de acceder a su Cátedra en la
Enseñanza Media, Sánchez Diana había sido profesor en varias Universidades
españolas. Su tema predilecto de estudio había sido la historia diplomática
española en el mundo moderno y contemporáneo. No es una elección casual. Como
otros tantos pensadores falangistas, para José María su obsesión era tratar de
explicar cómo España había caído desde el papel de potencia hegemónica mundial
al rango de potencia de cuarta categoría. La historia diplomática es una de las
vias para buscar respuestas a las preguntas sobre la decadencia española.
De forma enteramente casual conseguí hace algún tiempo
hacerme con un pequeño texto, «España y el Norte de Europa 1788-1803» (Estudios
y Documentos, n-21. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Valladolid.
1963.103 págs.) debido a la pluma del autor que nos ocupa. Imagino que debe de
haber más textos (al menos artículos) publicados por él sobre temas análogos.
Otro tema preferente de su atención intelectual fué el
estudio y explicación de la doctrina nacional-sindicalista. Frente a la manipulación
que sobre ella ejercía el régimen franquista, era urgente restablecer su
auténtico contenido. No es de extrañar que centrara su atención en Ramiro
Ledesma Ramos, creador del nacional-sindicalismo y autor tan deliberada como
eficazmente «silenciado» bajo el franquismo.
La obra de José María, «Ramiro Ledesma Ramos, Biografía
Política» (Ed. Nacional, Madrid 1975. 352 págs.) es hoy por hoy la mejor obra
publicada para conocer el pensamiento del filósofo y político de las JONS.
Pero no es la única. De forma no menos casual me encontré
también con otro texto de José María, «Ramiro Ledesma Ramos: su interpretación
de la historia» (Cuadernos de la Cátedra de Historia Antigua de España.
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid. Madrid 1964.29
págs.) un texto breve pero extraordinariamente fiel reflejo de Ramiro y su
pensamiento.
Me hubiera gustado poder dar aquí una bibliografía completa
de Sánchez Diana, pero debo pedir perdón por no poder hacerlo.
Sí que puedo hablar, en cambio, de la obra que la muerte de
José María dejó truncada y hasta el momento inédita (¡esperemos que no
eternamente!).
Después de su libro sobre Ramiro, José María habrá abordado
un magno proyecto: una biografía de José Antonio Primo de Rivera. Existen
muchas ya en las bibliotecas, pero oscilan entre la pura apología o la más
cerril animadversión.
El mensaje joseantoniano ha podido tanto y tan repetidamente
ser desvirtuado porque en realidad se sigue sin saber bien que dijo José
Antonio y que hizo José Antonio.
La muerte sorprendió a José María antes de ver conclusa su
obra. De la categoría de ésta tengo buena constancia por la conversación que
sobre ella mantuve con José María Sánchez Diana. Solo me queda acabar con la
expresión de un deseo: hagamos todo lo posible porque ese libro vea la luz.
Carlos Caballero Jurado
PRÓLOGO
Fué una tarde mirando al mar, en la soledad de la playa,
cuando vinieron con enorme fuerza a mí los recuerdos. Sí, tomé la decisión de
escribir estas páginas, páginas doloridas, después de meditar ante el mar y
evocando una conversación de gente joven...
«Siempre acabáis en lo mismo, hablando de la guerra..».
Ellos tenían razón, pero sus palabras hicieron mella en mi espíritu. Es tan
grande la vivencia sufrida que noches y días, silencios y palabras, están
llenas de resonancias de la guerra. Toda la noche pensando... Tienen razón los
jóvenes, pero también tenemos razón nosotros, o mejor dicho, la tuvimos
entonces. Estamos marcados por la lucha de nuestros años jóvenes. Y eso no lo
comprenderán nunca los que vienen detrás. Pitra ellos sólo existe su
experiencia. Y sin embargo serán removidos por otras gentes más jóvenes que les
dirán lo mismo. Decía Curzio Malaparte que todo aquel que ha tomado parte en
una guerra será beligerante siempre, y así es...
Hace horas, releyendo las páginas de Junger, uno de los
ídolos literarios de mi juventud, comprobé lo cierto de esta afirmación. Sin
querer, Junger vuelve a sus años del 14 y así lo hace también Remarque, y Amold
Zweig y Ludwig Rcnn cuando vienen a la guerra de España y nuestros cronistas
como Sender, Barea, García Serrano. ¿Por qué yo, que no soy nadie, no puedo
desahogar mi espíritu como ellos?.¿Por qué no puedo volver a aquellos días
plenos de romanticismo pagano, de irracionalismo, de fuerza, de ilusión política?.
Volver ahora es una tragedia.
Buscando una vieja carpeta con papeles, di con mi Diario de
Guerra y un montón de páginas rotas de una vieja Gramática alemana,
desencuadernada y sucia. Ahí están mis palabras de los veinte años, enfáticas,
realistas, colmadas de palabrotas y de poesía y de nombres propios que con un
terrible esfuerzo he reconstruido. Aires de esperpento en sus páginas y también
palabras que recogen todo lo que es capaz de sentir un hombre joven. He
conservado su aire y su tono. La literatura que tengo almacenada sobre la
División sólo ha servido para ordenar la cronología de los hechos y los
episodios de la guerra.
Pasamos muchas penalidades en Rusia, pero desaparecieron
cuando al cruzar la frontera vimos de nuevo a la Patria que creíamos perdida y
decíamos contentos: ¡Pero si lo hemos pasado cojonudo...! Pasan los años, el
tiempo se remansa, mueren los falsos héroes. Las sociedades de ex-combatientes
se hunden en el olvido. Un eco lejano de canciones y vítores nos acongoja el
corazón. En realidad todo aquello, ¿para qué fué?. Una explosión de
españolismo, de ceguera intelectual y de ilusión en un movimiento poético, pues
creíamos de verdad en lo que decía Brasillach, que el Fascismo, el
Nacional-Socialismo y el Falangismo, era el último movimiento poético de la
política europea... Creíamos que el Fascismo, el Nacional-socialismo y el
Falangismo estaban llamados, como los Angeles de Codreanu, para salvar a Europa
de la mierda corrompida de las democracias y del bestial comunismo.
Después vimos que el Fascismo tuvo sus defectos; que nuestro
Estado no fué el sueño falangista sino años muy duros. Y entonces nos queda un
cierto regusto, ¿Valía la pena aquello?. Ahora, al recordar las horas
espantosas de las guardias, de los combates en la nieve, de Olenski y de
Possad, vuelvo a preguntarme, ya no como soldado, sino como un número entre los
millones de excombatientes, si lo sufrido en los años de guerra, valía la pena.
Y una fuerte voz interior me dice, SI. Aunque no te comprendan, aunque no sea más
que para saber lo que es la Historia misma por dentro, la Guerra en su estricta
realidad, sí valía la pena, pues allí estaba la vida con toda su fuerza
elemental. Había algo que no podrán romper nunca los indiferentes, el
aburrimiento, el materialismo, el odio: es la Camaradería, quizás lo más
hermoso que ha sabido despertar la guerra. Solo para ésto, vuelvo al pasado a
escribir mis recuerdos y doy carne y nervio al esqueleto de unas notas
deshilvanadas.
No sé quien dijo que el verano era tiempo de ocio. Y el
invierno tiempo de meditación. Yo ante este mar azul como las camisas que
llevábamos escondidas bajo las guerreras alemanas, voy a intentar izarme por la
cresta de la vida y de los años de la derrota y de la frialdad y del odio para
pensar en modesta filosofía cómo fueron aquellos días que modelaron mi ser y el
de tantos cantaradas que dejaron allí sus promesas. Cantaradas que podrían
haberse dedicado mejor a realizar una Revolución interna en la Patria para
salvar al país y prefirieron quemarse de manera loca en el barro y la nieve.
Porque eso es lo que querían muchos en el fondo, destruir a
la juventud revolucionaria de la Falange, enviándola lejos, cuanto más lejos,
mejor. Destruir ante los rusos lo que ellos no podían hacer en el suelo
nacional. Los rusos se encargarían de dejarles gobernar España, y así apareció
la generación de los logreros, los egoístas, los tecnócratas, los capitalistas,
los sectarios encaponados de congregaciones religiosas... Tenían miedo de los
revolucionarios. Les asustaba aquella generación entusiasta que podía haber
hecho la gran Revolución y salvado a España de tanta miseria y podedumbre...
Pero en Rusia quedaron los mejores y los que volvimos sólo recibimos un montón
de medallas y de palabras bonitas. Quisieron calmamos con medallitas y
oraciones y sobre todo, tapándonos la boca con la palabra «Héroe». Y así,
adormecidos con el ruido musical de la vanidad y exprimiendo nuestro cansancio
( y por qué no decirlo, nuestra neurastenia) nos hicieron polvo.
Tampoco estábamos para más. En el tiempo de la ausencia, se
formó el Estado de Derechas que algunos llamaron de Obras, el Estado
neocapitalista, de burócratas y de sindicalistas sumisos. Buena maniobra la que
organizaron. Me gustaría saber fuera de los profesionales del Ejército, qué
gentes de la Democracia Cristiana, quá Discípulos de los Herrera o de los
Escriba, marcharon a luchar contra el comunismo, ese comunismo que ellos
impugnaban en sus libros y conferencias.
La experiencia es nueva. Vamos pues a recordar y luego a
enterrar estos folios cu su carpeta. No es para que sirvan de lección a nadie,
sino para terminar con esta pesadilla. Hay noches en que salen sus reflejos
insomniales, las luces de la nieve, las bengalas cruzando los ríos y los
pantanos, que oigo gritar cosas únicas, que la palabra España tiene entonces
sentido. Y así no se puede vivir. Marcharé unos días entre papeles, pues ya es
lo único que permite esta puñetera vida frustrada.
En la vida hay que contar también con el sentido emocional
de la existencia sin el cual no vale la pena vivir. Todo lo demás es polvo y no
enamorado, como dijo el poeta, sino mierda pura.
Todos los excombatientes suelen dar explicaciones de sus
causas y más si la perdieron, como la perdimos nosotros, justificando las
motivaciones de los hechos personales. Como es natural, ésto es lo más
inconveniente. Las motivaciones se hallan a lo largo de lo escrito, pero hay
algo todavía más peregrino. Los juicios de los que puedan leer algún día estas
páginas de una pequeña Historia de soldado. Siempre se saca a relucir la
palabra Contradicción. Ahora está de moda. Forma parte de la jerga
hegeliana-marxista. ¿Contradicciones?. ¡Pues claro que hay contradicciones!. De
la misma manera que hay virtudes y pecados, cobardía y heroísmo, grandes y
pequeños, hambrientos y saciados. ¿Qué es la vida sino una contradicción
continua?.
Y en estas contradicciones, en estas miserias, ¿por qué no
va a caer un sencillo soldado?. Razones políticas y religiosas movieron su
ánimo como el de otros muchos miles. No fueron la euforia ni la maldad lo que
nutrió las lilas de la División Azul. Las almas más nobles de España se
juntaron a los aventureros de oficio bélico, pero dominó la pasión de la lucha
y de la raza. Ahí están sus hechos. Vistos desde un ángulo pequeño, pero
verdadero. No hay una palabra que no sea cierta, no hay un gesto inventado.
Todo es cierto como el mar que diviso, desde este rústico sitio en qué escribo.
Lo he escrito sin novelerías, con gusto y disgusto. Me he inventado algunos
nombres, es verdad, porque no me acordaba del auténtico, he callado otros, como
Cervantes hizo al relatar un lugar triste. Lugar o persona son palabras que se
deben callar. Dolor y alegría es realidad. Hay quejas, críticas, sarcasmos,
risas y llantos, pero también cosas abundantes y edificantes. Un pequeño trozo
de la vida militar y política. Un sector español que luego apagarían los
astutos de la profesión, los frivolos, los estraperlistas de las ideas, la
corrupción de una España que no merecía tener aquellas gentes. Lo mejor de la
Falange se quemó en Rusia...
Llegó la hora de los enanos, de los listillos y de los
traviesos, que aprovecharon un régimen de fuerza, pero de fuerza sin Poesía
porque esa nos la llevamos nosotros... Sin crítica ni autocrítica, escalarían
los peldaños del Partido para transformar el heroísmo revolucionario en pura
nómina, en burocracia y en desfiles de pandereta. Frente a una España que sabía
morir heroicamente pensando en altos ideales, nacía la España que bosteza...
Y ahora, deseo dedicar estas páginas a todos mis camaradas
de la QUINTA COMPAÑÍA del Regimiento número 269. A mi Sargento Alcantarilla, a
mi Teniente Baygorri, a mi Comandante Román, a mi General Muñoz Grandes, a los
soldados alemanes del XVIII Ejército en el que tuve el honor de combatir y
sobre todo a tí, mi gran camarada ALFONSO, perdido en la Paz. Dios te guíe.
EL AUTOR
No hay comentarios:
Publicar un comentario