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Editorial: Ojeda; Idioma: español; Encuadernación: rústica; Formato: 17,5x25cms ISBN: 978-84-86041-66-3; Año ed. 2008; 2ª edición
Roger Garaudy, poseedor de dos doctorados en filosofía: uno
de la Sorbona y otro de la Universidad de Moscú, ha sido siempre un destacado
pensador de nuestra era, además de ser reconocido por su compromiso político,
que lo llevó desde ser uno de los más importantes ideólogos del marxismo, tras
asociarse en 1933 al partido comunista francés, hasta la prisión en un campo de
prisioneros de la Francia ocupada, debido a su participación en la restistencia
anti-nazi.
Tras su expulsión del partido comunista en 1970, donde
lleguó a ser miembro de su Comité Central político, por dudar del socialismo
aplicado en la Unión Soviética, continúa luchando por la paz y el entendimiento
entre posiciones opuestas. De hecho, impulsa el diálogo interreligioso
conviertiéndose al Islam tras su militancia católica, y aunque critica a la
curia romana por no permanecer fiel a Cristo, al islamismo por pervertir el
mensaje original del Islam y al sionismo por encontrarse en las antípodas del
profetismo judío, aquel que enseñaba a sus compañeros del campo de prisioneros
anti-nazis debido a su admiración por el universalismo de los profetas judíos,
continua rescatando la esencia de las religiones abrahámicas y promoviendo el
mutuo entendimiento.
De hecho, "Los mitos fundacionales del Estado de
Israel" se enmarca dentro de una trilogía dedicada a luchar contra los
integrismos religiosos de las 3 religiones abrahámicas, a los que llama
"generadores de guerra y violencia" y "enfermedad mortal de
nuestro tiempo".
En la primera parte del libro, "Los mitos teológicos
", Garaudy se dedica a cuestionar las supuestas bases religiosas en las
que dice apoyarse el sionismo.
La segunda parte, "Los mitos del siglo XX",
discute temas que no dejan de ser tabú dentro de la historiografía
contemporánea. Entre ellos destaca el tratamiento del falaz ‘mito del
antifascismo sionista’, poniendo al descubierto su mutua colaboración, y el
‘mito de la justicia de Nuremberg’, una venganza de los vencedores que
intentaron imponer como ciertas todo tipo de mentiras sin posibilidad de
defensa. No siendo suficiente el atrevimiento de Garaudy contra los mitos
políticamente correctos, en búsqueda de la verdad se ve impelido a arremeter
contra la gran mentira de nuestro siglo, el mito del holocausto judío,
repasando los argumentos revisionistas.
En el tercer y último capítulo, "La utilización
política del mito", trata sobre el tremendo poder que tienen los lobbys
judíos tanto en Estados Unidos como en Francia para presionar políticamente e
imponer su pensamiento a las masas, así como de los curiosos métodos de
financiación del Estado de Israel.
El resultado final se vislumbra entonces como una de las más
importantes obras sobre la temática. Y el que una personalidad como Garaudy,
reconocido anti-nazi, comunista y militante de la concordia interreligiosa, de
a luz una obra tan contundente no ha podido ser perdonado por la moderna
inquisición democrática. Por ello es que su obra y persona ha sido atacada y
perseguida, hasta ser condenado a pagar una multa de 150.000 francos y prisión
en suspenso de 6 meses, viendo sus libros prohibidos y su vida amenazada por
atreverse a pensar libremente.
Como bien afirma su traductor, "El libro de Garaudy es
un desafío que clama a la libertad para entender la Historia reciente sin
mixtificaciones, complejos, ni tabúes. Garaudy ejerce el derecho al amargo
encanto de la discrepancia y eso, al parecer, es abominable para quienes tienen
la mente estrecha y obtusa. De la discusión del debate serio y científico, de
la duda metódica, de la revisión y reconstrucción de los hechos suele brotar el
discernimiento. La técnica de la mordaza, la censura o el anatema termina por
privar de argumentos a quien la emplea."
PREFACIO
El libro de Garaudy viene precedido de una controvertida
polémica. Intentar exponer libre y espontáneamente las ideas y los
razonamientos en temas sensibles, como el que aborda en el ensayo Los mitos
fundacionales del Estado de Israel, es misión al filo de lo imposible o en los
umbrales de lo heroico. Desafiar la corriente es verse arrastrado por los lodos
que desvirtúan la realidad. Poseer la verdad oficial no es tener necesariamente
la razón.
El historiador no tiene que amoldarse a una sola versión, ni
ceñirse al eco rutinario y mántrico de una infinita salmodia de reiteraciones
que gravitan inexorablemente. La historia puede manipularse, y por ello los
hechos pueden ser dubitados, las narraciones releídas, las conclusiones
divergentes. Una investigación crítica rigurosa y documentada puede poner en
entredicho textos hagiográficos o denigratorios, según sea el interés de los
amanuenses al servicio del relato dogmático de sus mentores.
La vida sería muy triste sin matices ni colores. La música
se convertiría en zumbido sin una pluralidad de notas y tonalidades. Garaudy
ejerce el derecho al amargo encanto de la discrepancia y eso, al parecer, es
abominable para quienes tienen la mente estrecha y obtusa. De la discusión del
debate serio y científico, de la duda metódica, de la revisión y reconstrucción
de los hechos suele brotar el discernimiento. La técnica de la mordaza, la
censura o el anatema termina por privar de argumentos a quien la emplea.
Los intransigentes e intolerantes de la Historia que suelen
ser sus sempiternos enemigos, han cuestionado por emitir una opinión favorable
del libro, hasta al mismísimo Abad Pierre que en Francia, y tras una existencia
ejemplar, se había ganado la estima universal. Ha sido suficiente desmarcarse,
ejercer su libertad de expresión, para quedar pretérito.
El libro rompe ataduras y moldes que asfixian a las
conciencias libres. Se puede opinar sobre sus fundamentos en cualquier sentido
y sin exclusión de posibilidades. Lo que no se debe es estigmatizarlo
sencillamente porque puede poner en evidencia la tortura de una ciega mentira a
la que hemos estado sometidos como si se tratara del mito de la caverna
platónico, donde se confundían las sombras imaginarias con los entes de luz.
El mérito mayor es el desapasionamiento que el autor utiliza
frente a las iras de sus detractores. Serenidad frente a nerviosismo, voz
frente a grito, objetividad confrontada a la parcialidad obligatoria, donde se
llega a mentir para tratar de salir indemnes. Los hechos son como son, con
independencia de que se nos quieran presentar distorsionados. Por eso el libro
de Garaudy es un desafío que clama a la libertad para entender la Historia
reciente sin mixtificaciones, complejos, ni tabúes.
José Luis Jérez Riesco
COMENTARIOS A GARAUDY
Considero una feliz predestinación el haber podido tener
acceso, como mínimo, a la traducción castellana de uno de los escritos que más
a dado que hablar durante los últimos meses. Se trata del trabajo del filósofo
francés Roger Garaudy intitulado Les mythes fondateurs de la politique
israélienne (1995) (2). El libro ha
suscitado una gran controversia que ha traspasado las fronteras francesas (3)
debido a las tesis en él sostenidas e incluso ha llevado al autor a ser juzgado
y condenado por un tribunal francés a pagar una multa de 120.000 francos (unos
tres millones de pesetas) ante la acusación de ‘difamación racial’ y de poner
en duda el Holocausto judío durante la
Segunda Guerra Mundial (4). No obstante, y como se desprende de algunas
afirmaciones realizadas en el libro, no
es la primera vez que Garaudy tiene serios problemas por expresar sus
opiniones. (5)
El libro consta de tres grandes capítulos (Los mitos
teológicos, los mitos del siglo XX y la utilización política del mito) una
conclusión y un interesantísimo anexo donde se reproduce una reveladora
entrevista al profesor Moshé Zimmerman (6). Todo ello precedido de un prólogo y
de unas palabras de Roger Garaudy donde nos dice el motivo que le impulsó a
escribir su obra.
El escrito del filósofo francés se inserta, como él mismo
nos dice, dentro de su proyecto de combatir los integrismos ‘generadores de
guerra y de violencia’ y que son ‘la enfermedad mortal de nuestro tiempo’ (7).
De hecho, después de haber denunciado los abusos dados en el mundo musulmán y
en el cristiano (8), Garaudy se propone con esta obra hacer lo propio con el
judío. Concretamente aquí se quiere
poner de manifiesto ‘la herejía del sionismo político que consiste en sustituir
al Dios de Israel por el Estado de Israel (9). Para Garaudy, este sionismo (que
no hay que confundir con la fe judía) es el verdadero enemigo del pueblo hebreo
pues, además de fomentar el antisemitismo con sus acciones, falsea la historia
sagrada del pueblo judío e incluso los sucesos acaecidos durante la Segunda Guerra Mundial para su
propia finalidad nacionalista. (10).
Por lo tanto, al desenmascarar las mentiras creadas por los
sionistas se rompe una lanza a favor del pueblo y de la tradición judía; lucha
ésta a todas luces necesaria pues, en palabras de Benjamin Cohen: ‘...Aquellos
judíos, hijos de Abraham. Aquellos
judíos víctimas de tantas atrocidades, ¿han podido volverse crueles hasta tal
extremo?... El mayor éxito del sionismo es, así pues, éste: la
desjudeización... de los judíos. Haced,
queridos amigos, todo lo que esté en vuestras manos para que los Beghin y los
Sharon no logren su doble objetivo: la liquidación final (expresión de moda
aquí estos días) de los Palestinos como pueblo y de los israelíes como seres
humanos’ (11)
En la primera parte del libro, que lleva el título de Los
mitos teológicos (págs. 21-34), Garaudy
se dedica a cuestionar las supuestas bases religiosas en las que dice apoyarse
el sionismo y, de esta forma, justificarse.
Aquí, entre otras cuestiones, se rebate de forma contundente el famoso
mito de la ‘tierra prometida’ al pueblo judío dándose el verdadero sentido de
la expresión y denunciando, a la vez, su ya pronta utilización política para
mayor gloria de las hazañas bélicas del rey David. Es más, incluso afirma que determinados
pasajes del Génesis no dejan de ser ‘un vaticinium ex eventum que se inspira en
las conquista davídicas’.
Por otro lado, resulta de lo más interesante el análisis que
hace Garaudy de los textos bíblicos utilizados por los sionistas en ese
‘bricolaje histórico’ para dignificar sus proezas en territorio palestino. Entre otros, cabe destacar aquéllos que hacen
referencia a la pureza étnica del pueblo judío y a la prohibición del mestizaje
lo cual, dicho sea de paso, sirvió de base a las tan odiadas leyes de Nuremberg
dictadas durante el tercer Reich y que son en la actualidad seguidas ad pedem
litterae por el Estado de Israel. De hecho, esta actitud es tan escandalosa que
acarreó incluso la calificación del sionismo como una ‘forma de racismo y de
discriminación racial’ por parte de la ONU (12)..
De todas formas, el núcleo central del libro, y donde la polémica alcanza su cenit, es la segunda
parte en la que, bajo el título de Los mitos del siglo XX (págs. 35-101), se discuten temas que no dejan de
ser tabú dentro de la historiografía contemporánea. Lo primero que se pone de manifiesto es la
falsedad del llamado ‘mito del antifascismo sionista’. Es más, se destacan las afinidades entre
nacionalsocialismo y sionismo ya que si bien los primeros querían expulsar a
los judíos de Europa, los sionistas anhelaban crear un Estado fuerte y
poderoso, una especie de ‘ghetto mundial’ siendo el antisemitismo nazi la
ocasión propicia para ello. De hecho, se
muestra cómo los órganos sionistas apoyaron la política de Hitler sobre la
cuestión judía intentando incluso hacer pactos con él. Todo esto, claro está, con las miras puestas
en la creación de ese gran Estado en Palestina que albergaría a todos los judíos
del mundo. Pero a pesar de estas y otras muchas evidencias,
siempre hay historiadores ‘oficiales’ empeñados en ocultar los hechos y en
crear falsos mitos como, por ejemplo, el decir que la política del tercer Reich
era principalmente antijudía y no anticomunista (13).
No obstante, donde la discusión y el escándalo rebosan por
doquier es en el apartado dedicado al ‘mito de la justicia de Nuremberg’. Aquí
entramos, sin duda alguna, en las páginas que más han contribuido a la condena
de la que hemos hecho referencia. Garaudy empieza con una demoledora y más que convincente
crítica del tristemente famoso proceso al cual califica como ‘el último acto de
guerra’ (14). Para ello, trae a colación testimonios de algunos que
participaron en esa farsa ante la cual su pudor no les permitía sentir otra
cosa que vergüenza ; e incluso cita algunos artículos del Estatuto del
mencionado tribunal que hablan por sí mismo sobre el leitmotiv que lo impulsaba. (15).
A continuación, por si no fuese suficientemente ‘peligroso’
lo dicho hasta el momento, el autor, con gran valentía e impulsado por su afán
de veracidad histórica, pasa revista a los principales temas de discusión de la
literatura revisionista sobre el pretendido holocausto judío bajo el Tercer
Reich (16) y que, evidentemente, fueron expuestos, bajo el manto de la más pura
veracidad, en el juicio de Nuremberg como pruebas acusatorias contra los
inculpados.
En primer lugar se pone en tela de juicio la supuesta orden
de Hitler para llevar a cabo el
exterminio [Vernichtung] de los judíos.
No deja de sorprender el que se de por supuesta esa orden y que, en
cambio, no haya ni un sólo documento oficial que la ratifique. Por otro lado, resulta muy tendencioso por
parte de algunos historiadores el hablar de una supuesta orden oral o bien, a
falta de algo mejor, recurrir a discursos del Führer como el del 30 de enero de
1939 (17) para dar a entender que esa, ¡y no otra!, era la verdadera intención
del régimen nacionalsocialista respecto a los judíos. O peor aún, siempre se puede recurrir a los
métodos utilizados en Nuremberg para demostrar lo indemostrable y tener una
perfecta excusa para saciar cierta sed de ‘justicia’.
Garaudy, en cambio, sostiene que la única intención de
Hitler fue, en todo momento, la expulsión de los judíos de Europa y hace
incluso mención del famoso plan nazi de enviarlos a Madagascar y, después de
las conquistas alemanas en la región, al este europeo. Así pues, en palabras del autor, la famosa
solución final de la cuestión judía europea [ Endlösung der europäischen
Judenfrage] no consistía sino en ‘vaciar Europa de judíos deportándolos en masa
a estos campos exteriores’.
Pero esto no es todo ya que Garaudy pone en cuestión,
siguiendo con esto a la ya larga tradición revisionista, la existencia del
terrible arma homicida: la cámara de gas. (18) Para este fin, además de ponernos al día sobre las recientes
investigaciones que se han estado llevando a cabo y que sembraban la duda sobre
este hecho el cual ha servido, como ningún otro, para alimentar el por él
llamado ‘Shoah-business’ (19), nos recuerda en qué circunstancias fueron
realizadas las declaraciones de Rudolf Höss (comandante de Auschwitz entre los
años 1940-1943) en las que afirmaba gaseamientos masivos. Ante la situación actual Garaudy no puede ser
más explícito: ‘Mientras no se lleve a cabo, entre especialistas de igual
competencia, un debate científico y público sobre el informe del ingeniero Fred
Leuchter, y sobre la pericial contradictoria de Cracovia, efectuada en 1990 a
petición de las autoridades del Museo de Auschwitz, y mientras el conjunto de
los documentos de los debates sobre las cámaras de gas no sean objeto de una
discusión libre, continuarán las dudas e incluso el escepticismo. Hasta ahora, los únicos elementos esgrimidos
contra los contestatarios de la historia oficial, han sido la negativa a
discutir, el atentado, la censura y la represión’.(20).
No obstante, quizá lo que más ha herido las conciencias
sionistas han sido las despiadadas críticas que Garaudy hace del pretendido
Holocausto y del enfermizo y tendencioso afán de otorgarle un lugar único, sin
parangón posible, en la historia de la humanidad. (21). De hecho, no sólo se
cuestiona la legitimidad de la misma palabra ‘Genocidio’ para designar la
suerte de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial y la cifra de muertos
durante esa época,(22) sino que sostiene que todo esto no ha sido otra cosa que
un invento para justificar la existencia del estado de Israel y sus continuas
agresiones a la población palestina.
Precisamente es sobre la creación del Estado de Israel y sus
peculiares métodos de expansión lo que se presenta como último punto a tratar
dentro de este fundamental segundo apartado .
Mencionar aquí simplemente la curiosa ‘ley del retorno’, lo que se llega
a hacer para atraer a los judíos a su ‘tierra prometida’ y los métodos poco
ortodoxos que se utilizan para hacer creer que Palestina es una tierra poco
fértil y deshabitada. Todo esto, claro
está, para fomentar el afán sionista lo cual da total sentido a las palabras
del profesor Israel Shahak con las que Garaudy finaliza el capítulo: ‘...Pero
me parece que la mayoría del pueblo ha perdido a su Dios, y lo ha sustituido
por un ídolo, exactamente como cuando adoraban tanto al becerro de oro en el
desierto, al que ofrecieron todo su oro para erigirle una estatua. El nombre de su ídolo moderno es el Estado de
Israel.’ (23)
En el tercer y último capítulo se hace mención, bajo el
título de la utilización política del mito (págs. 103-129), del tremendo poder que tienen los
lobbys judíos tanto en Estados Unidos como en Francia así como de los curiosos
métodos de financiación del Estado de Israel. Por lo que respecta al primer
apartado, el autor pone de manifiesto la gran influencia del lobby judío sobre
los distintos presidentes americanos (desde Eisenhower a Clinton) y las
continuas y cuantiosas donaciones que éstos han hecho a Israel con el fin de
financiar su arsenal militar y asegurar así la supremacía bélica de este país
sobre sus vecinos árabes. Por otro lado,
y esto resulta del todo escandaloso, se habla de la total sumisión de la
política americana a ese poderoso grupo de presión que, dicho sea de paso, fue
el verdadero artífice de la creación del Estado de Israel.
Para expresar la enorme influencia que el lobby
judío-sionista tiene en el país galo (24), Garaudy apela a una fuente de total
garantía: su propia experiencia. Por
ejemplo, hace mención de las censuras a las que se ha visto sometido por parte
de los medios de comunicación y del vergonzoso juicio al que fue sometido por
condenar la invasión del Líbano. No
obstante, lo escandaloso del caso es tanto la actitud de Chirac incriminando al
pueblo francés como la famosa ‘Ley Gayssot’ que prohibe discutir lo dicho en
Nuremberg. (25) Por otro lado, resulta chocante la afirmación de Garaudy sobre
la curiosa coincidencia de determinados atentados con cariz antisemitas con
acciones militares de Israel lo cual no deja de levantar sospechas. De hecho, ‘el sionismo ha agitado también el
fantasma antisemita para hacer creer que existe una amenaza permanente contra
Israel y la necesidad de acudir en su auxilio’.
La última parte del capítulo la dedica a hacer un breve
repaso de las fuentes de ingresos del Estado de Israel el cual,
paradójicamente, gusta de hacerse la víctima indefensa rodeada de poderosísimos
países árabes. Así pues, se habla de las
cuantiosas indemnizaciones recibidas de
Alemania y Austria como pago por los judíos que llegaron a Palestina huyendo de
las persecuciones nazis y, claro está, del constante apoyo económico y militar
de los Estados Unidos. Todo ello ha
contribuido al llamado ‘milagro israelí’ que no es otra cosa que la realización
del sueño de todo buen sionista.
Como conclusión, además de exponer las ventajas de la fase
mítica en las distintas civilizaciones y de criticar su utilización como
instrumento político, Garaudy nos hace un breve resumen de algunas de las tesis
sostenidas en el libro enfatizando, claro está, el verdadero significado de la
solución final. Por otro lado, insiste
repetidamente en que el objetivo de su obra es denunciar el sionismo y la
utilización que éste hace de la tradición judía para sus fines políticos y no,
evidentemente, hacer un favor a neonazis y antisemitas. Todo ello, como manifiesta, en pos de una
posible convivencia que haga de Jerusalén ‘lugar de reencuentro de las tres
religiones abrahámicas’ . Objetivo éste
que, por desgracia, se ve entorpecido por algunos historiadores ‘oficiales’
que, con claros objetivos sionistas, falsean la historia a fin de perpetuar el
odio entre los pueblos e impedir la convivencia pacífica entre árabes y
judíos. Ante esta situación cabría preguntarse, como se pregunta el propio Garaudy en diversos
momentos de la obra, ¿acaso no fue suficientemente duro y penoso el sufrimiento
del pueblo judío durante el Tercer Reich para que se tenga que exagerar de esta
forma? De hecho, y así acaba Garaudy ‘no
existe más eficaz requisitoria contra el hitlerismo que el restablecimiento de
la verdad histórica. Es a esto a lo que,
con este texto, hemos querido contribuir
Llegados a este punto habría que hacer una mínima aclaración pues, a pesar de que el
libro transpira polémica por cada una de sus páginas, para un lector más o
menos familiarizado con la ya ingente literatura revisionista no se dice nada
básicamente nuevo. ¿Cuál es entonces el
problema? ¿Por qué ese juicio y esa
condena a Garaudy? La respuesta sólo
puede una: Roger Garaudy no puede ser tachado ni de militante de la tan temida
ultra derecha, ni de neonazi y, menos aún, de antisemita. Entonces, ¿cómo es que alguien, con ese
pasado comunista, que siempre ha abogado por la concordia interreligiosa y que
cuenta con multitud de amigos judíos, ha podido escribir sobre temas que
parecían pertenecer exclusivamente al oscuro ámbito de los movimientos
neofascistas?. Si alguien como Garaudy (26) ha hablado sobre estas cuestiones,
¿acaso no puede con ello levantar más de una duda sobre la veracidad de unos
hechos tan transcendentales y que marcan nuestra más reciente historia?. Este es, y no otro, el motivo de la indignación
que en ciertos sectores ha levantado la publicación de esta obra. Una obra que, como ya hemos dicho, está
escrita contra el fanatismo religioso y contra toda intolerancia que
imposibilite la convivencia pacífica entre los diferentes pueblos.
Así pues, nos encontramos ante un escrito cuyo objetivo bien
podría ir de la mano con el de Hans Küng y su emblemático ‘kein Weltfriede ohne
Religionsfriede’, es decir, no puede haber paz mundial sin una paz
religiosa. Es más, ésta es condición
sine qua non para aquélla. No obstante, aquí tenemos que felicitar a Garaudy
por su valentía pues, lejos de moverse, como hace el teólogo suizo, en un mundo
ideal en busca de una ética común a las tres religiones abrahámicas (como si
los conflictos mundiales y las luchas religiosas tuviesen como origen una falta
de conocimiento), se enfrenta a aquéllos que impiden semejante concordia y
denuncia abiertamente y sin tapujos sus actitudes y esto es, sin duda alguna,
lo que ha provocado tanto su condena como su ostracismo por parte de los medios
de comunicación. Evidentemente, como ya
más de uno ha comentado, no deja de ser curioso que Garaudy sea juzgado por sus
pensamientos mientras que Rushdie, por atacar a esos ‘salvajes enemigos de la
paz mundial’, esté tranquilo en su refugio proporcionado por Occidente. Quizá
es que Garaudy haya dicho no una mentira sino algo que no debía decir. En fin,
que cada lector juzgue.
NOTAS:
(1)- “Il ne faut pas se demander comment, techniquement, un
tel meurtre de masse a été possible. Il
a été possible techniquement puisqu’il a eu lieu. Tel est le point de départ obligé de toute
enquete historique sur ce suject. Cette
vérité, il nous appartenait de la
rappeler simplement: il n’y a pas, il ne peut pas y avoir débat sur l’
existence des cambres gaz. “ (texto extraído de Internet). Declaración firmada
por 34 historiadores franceses a instancia de Vidal Naquet y León Poliakov. Citado por Garaudy (pág. 58).
Como continúa el autor, se trata de tres prohibiciones, tres tabúes,
tres limitaciones definitivas (No es preciso preguntarse...El punto de partida
obligado... No puede debatirse...) para
la investigación. Un texto de tal
naturaleza marca un hito efectivamente histórico en la historia de la Historia:
El hecho que se trata de establecer es admitido, ante cualquier investigación y
cualquier crítica, como verdad absoluta e intangible, prohibiendo, por tres
imperativos rescisorios, cualquier búsqueda y cualquier crítica a lo que una
vez fue, al día siguiente de la victoria, juzgado por los vencedores’
(págs. 59-60)
(2)- Cabe señalar, sin embargo, que el propio autor publicó
por su propia cuenta una segunda edición que vio la luz en marzo de 1996. La edición castellana, que no especifica cuál
de las dos ha tomado como base aunque por diversas razones pensamos que es la
segunda, ha corrido al cargo de José Luis Jérez Riesco con el título de Los
mitos fundacionales del Estado de Israel. Ed.
Historia XXI. Barcelona
1997(citaremos siempre por esta traducción).
Para un comentario de las dos ediciones del libro así como de sus
diferencias véase el artículo “An Assessment of the Garaudy / Abbe Pierre
Affair”de Robert Faurisson escrito el 1 de Noviembre de 1996 y aparecido en
Internet (cfr. especialmente págs. 1-3)
(3)- Sobre el apoyo recibido por el Abbe Pierre así como la
polémica que el estudio de Garaudy ha suscitado cfr. Faurisson art. cit.
(4)- Cfr. El artículo
de La Vanguardia del día 28 de Febrero de 1998 donde se nos dice que ‘el fiscal
del caso había solicitado inicialmente para Garaudy una multa de 150.000
francos y seis meses de prisión en suspenso, es decir, sin obligación de entrar
en prisión’. Según la sentencia, que se
ampara en la famosa ley Gayssot, lejos de limitarse a una crítica del sionismo,
Roger Garaudy se ha entregado a una contestación virulenta y sistemática de la
gravedad de los crímenes contra la humanidad cometidos contra la comunidad
judía. Por otro lado, también se le reprocha el poner en duda la existencia de
las cámaras de gas.
(5)- De hecho, además de su expulsión del Partido
Comunista en 1970, por haber dicho que la Unión Soviética no es un país
socialista (pág. 13), Garaudy trae a
colación en su obra (cfr.
especialmente pág. 72) los diversos problemas que ha tenido
cuando ha expuesto su opinión sobre la cuestión sionista. Mención especial merece el juicio que tuvo en
1982 por condenar la invasión del Líbano y situarla dentro de la política
expansionista del Estado de Israel. Cfr.
sobre esta cuestión las págs.
114-8 con especial atención a la 117 donde se explican los detalles de
la ‘asfixia mediática’ a la que se ha visto sometido. Como botón de muestra
simplemente decir que un autor como Garaudy, que ha publicado en las
editoriales más importantes de Francia, tuvo que autoeditar el presente
libro. ( Cfr. págs.
13 y 117).
(6)- Entrevista publicada en el diario Yerushalayin el día
28 de abril de 1995 y que Garaudy reproduce en las págs. 143-145.
En ella, el profesor Zimmerman, Director del Departamento de Estudios
Germanísticos de la Universidad Hebrea de Jerusalén afirma , entre otras cosas,
la inexistencia del planes de exterminio por parte de los nazis y, aún peor,
llega a hacer un paralelismo entre éstos
y los sionistas. Ni que decir tiene,
claro está, que estas declaraciones causaron una gran polémica: ‘En el
periódico israelí Haaretz del 5 de mayo de 1995, un artículo de Dan Margeli
amenazaba al profesor Zimmerman con ser expulsado de su cátedra en la
Universidad. La petición estaba apoyada
por 79 profesores (miembros del Likud o de los integristas religiosos.)’
Pág. 145.
(7)- Pág. 11. En la 15 Garaudy dice lo siguiente: ‘Este libro es la historia de una
herejía. Ésta consiste, en base a una
lectura literal y selectiva de la palabra revelada, en hacer de la religión el
instrumento sacralizado de una determinada política. Es una enfermedad mortal de este fin de siglo
que ya he definido como Integrismos’. De hecho, su libro titulado Los integrismos
Ed. Gedisa 19922 (ed. orig. Intégrismes. Belfond 1990) comienza de la siguiente forma:
‘Todos los integrismos- tecnocráticos, stalinistas, cristianos, judíos o
islámicos- constituyen hoy el mayor peligro para el porvenir. Sus víctimas, en
una época en que las dos únicas opciones son la mutua destrucción o el diálogo,
confinarían a todas las comunidades humanas en sectas fanáticas cerradas en sí
mismas y por ende empecinadas en enfrentarse....La definición del término es
sin embargo clara: el integrismo consiste en identificar una fe religiosa o
política con la forma cultural o institucional que pudo revestir en una época
anterior de su historia. Creer, pues,
que se posee una verdad absoluta e imponerla’ (pág. 13 de la traducción castellana la cual
tomaremos como referencia para ulteriores citaciones).
(8)- En la pág. 11 de
Los mitos fundacionales del Estado de Israel,
Garaudy nos habla de estas obras: ‘Grandeza y decadencia del Islam’, en
la que denuncio el epicentro del integrismo musulmán: Arabia Saudita. Allí tildé al Rey Fahd, cómplice de la
invasión americana en el Oriente Medio, como prostituta política que hace del
islamismo una enfermedad del Islám. Dos
obras dedicadas al integrismo católico romano que, pretendiendo defender la vida,
diserta sobre el embrión, pero se calla cuando 13 millones y medio niños mueren
cada año de desnutrición y de hambre víctimas del monoteísmo del mercado
impuesto por la dominación americana, cuyos títulos son: ¿Tenemos necesidad de
Dios? y Hacia una guerra de religión
(9)- En Los mitos fundacionales del Estado de Israel, págs.
15-20 Garaudy describe ese sionismo al que combate y que define como una
doctrina política, nacionalista y colonial la cual, para conseguir sus
objetivos pretende dar una ‘justificación teológica de las agresiones debido a
una lectura integrista de los textos revelados, transformando así el mito en
historia’ y haciendo creer que el ‘Estado de Israel sería la respuesta de Dios
al Holocausto’. (pág. 12)
(10)- Evidentemente, esta es la tesis que Garaudy defenderá
en toda su obra y por la que ha sido condenado. Además de las referencias dadas
en la nota anterior, cfr. también la
pág. 120 de la misma obra donde se acusa
al sionismo de despertar el fantasma antisemita para dar la típica imagen
victimista y justificar de esta forma las agresiones del Estado de Israel a sus
vecinos árabes y, en especial, a los palestinos.
(11)- Carta publicada en Le Monde del día 19 de junio de
1982 pág. 9 y citado por Garaudy en Los
mitos fundacionales del Estado de Israel,
pág. 19. A lo largo de esta obra el autor ofrece otros
testimonios de judíos denunciando la política sionista. Cfr.
por ejemplo el de Albert Einstein en 1939 (pág. 18), el del profesor Yeshayahou Leibowitz de
la Universidad Hebrea de Jerusalén (pág.
129) o bien la ya mencionada entrevista al profesor Moshé Zimmerman
(págs. 143-145).
(12)- El 10 de noviembre de 1975, en sesión plenaria, la ONU
consideró que el sionismo era una forma de racismo y de discriminación
racial. Después de la fragmentación de
la URSS, los Estados Unidos han actuado bajo cuerda en la ONU y obtuvieron el
16 de diciembre de 1991 la abolición de la justa resolución de 1975. En lo que respecta a los hechos, nada ha
cambiado desde 1975, o mejor dicho: la represión, el genocidio lento del pueblo
palestino y la colonización han tomado una amplitud sin precedentes. Los mitos
fundacionales del Estado de Israel, pág.
34.
(13)- Uno de estos historiadores es Yehuda Bauer quien
sostiene la mencionada tesis en su obra Juifs vendre. Les negociations entre nazis et juifs
1933-1945. Ed. Liana Levi.
París 1996 (ed. orig. inglesa
1994) y al que Garaudy critica en Los mitos fundacionales del Estado de
Israel ( págs. 45-48).
Por lo que respecta al hecho de que fueron los comunistas, y
no los judíos, los verdaderos enemigos a combatir por el Reich, cfr. Garaudy , opus cit. Págs.
46, 81, 84 y 88.
(14)- Garaudy, Los mitos fundacionales del Estado de
Israel, pág. 49. En
la pág. 54 el autor nos dice lo
siguiente: ‘Ni Churchill, ni Stalin, ni Truman se sentaron en el banquillo de
los criminales de guerra. Además, no se
incluyeron en la causa a los autores de los más innobles llamamientos al
crimen...el llamamiento a un genocidio, en esta ocasión en el verdadero sentido
de la palabra, lanzado en 1942, en el libro del judío americano Theodor
Kaufman: Germany must perish [Alemania debe perecer] cuya tesis maestra es la
siguiente: Los alemanes (cualesquiera que sean: antinazis, comunistas o incluso
filosemitas) no merecen vivir. En consecuencia, al término de la guerra se
movilizará a 20.000 médicos para que cada uno esterilice a 25 alemanes o
alemanas por día, de tal manera que en tres meses no quede un sólo alemán capaz
de reproducirse, y en sesenta años la raza alemana sea totalmente eliminada’.
Líneas más abajo continúa Garaudy con la lista de los no
juzgados: ‘Ni los responsables anglo-americanos del bombardeo de Dresde, que
causó 200.000 muertos civiles, y sin ningún interés militar, puesto que el
ejército soviético había ya cumplido sus objetivos. Ni siquiera el presidente Truman, responsable
del apocalipsis atómico de Hiroshima y Nagasaki que causó 300.000 víctimas
civiles, en este caso también sin necesidad militar puesto que la rendición del
Japón había sido ya tomada por el Emperador.
Ni Beria ni Stalin, por ejemplo, que achacaron a los alemanes la matanza
de los miles de oficiales polacos cometida por ellos en Katyn.’
No obstante, ‘historiadores’ como César Vidal no mencionan
estos datos y denuncian, incluso, la falta de dureza del tribunal: ‘En términos
comparativos, el destino final de los verdugos fue, jurídica, fáctica y
numéricamente, mucho más clemente que el que debían haber recibido y, por
supuesto, que el que ellos dispensaron a sus víctimas. Éstas no contaron, por una razón y otra, con
el consuelo de que la mayoría de los nazis responsables directamente de la
realización del Holocausto dieran cuenta de sus actos ante la justicia’. El Holocausto. Altaya, 1996, pág. 160 (la primera edición es de 1995 y fue
publicada por Alianza Editorial).
Cfr. también comentarios
similares en la página 155 de la mencionada edición.
(15)- Una crítica a este circo montado por los vencedores
puede encontrarse también en su obra Los integrismos, ed. cit., págs.
122-123.
(16)- La bibliografía acerca de lo que se ha venido a llamar
el ‘revisionismo histórico sobre el Holocausto judío’ es, hoy día,
prácticamente inabarcable. Decir,
simplemente, que el iniciador de esta corriente historiográfica fue el
socialista francés Paul Rassiner quien , en la temprana fecha de 1948, escribió
la obra Le passage de la ligne (El paso de la línea) donde relata sus
experiencias en diversos campos de concentración y donde se rebaten ya algunos
de los mitos creados durante la guerra.
Para una crítica a algunos de estos autores (más dudoso es que sea a sus
argumentos) cfr. la obra de César Vidal,
La revisión del Holocausto, Anaya & Mario Muchnik, 1994. Por otro lado, quien sea amante de la
polémicas puede consultar con éxito el suculento libro de Enrique Aynat, El
Holocauto a debate. Respuesta a César Vidal, Valencia, 1995 en cuyo interior
(págs. 12-17) puede encontrarse una más
que decente selección de obras de temática revisionista.
(17)- Las famosas palabras de Hitler, a las que más de uno
se agarra a falta de algo mejor, fueron pronunciadas en el Reichstag durante el
ya habitual discurso de conmemoración de la subida al poder del NSDAP: ‘Si los
medios judíos internacionales de las finanzas en el interior y en el exterior
de Europa hubieran logrado despertar una nueva fe de los pueblos en una guerra
mundial, el resultado no sería la bolchevización de la tierra con el corolario
de la victoria del judaísmo, sino el aniquilamiento de la raza judía de Europa...’ Citado por
Garaudy en Los mitos fundacionales del estado de Israel , pág. 51. El texto en alemán es el siguiente: "…Wenn es dem
internationalen Finanzjudentum inner- und außerhalb Europas gelingen sollte,
die Völker noch einmal in eine Weltkrieg zu stürtzen, dann wird das Ergebnis
nicht die Bolschewisierung der Erde und damit der Sieg des Judentums sein,
sondern die Vernichtung der jüdischen Rasse in Europa!…"
Para una discusión sobre el tema, abarcando también la
supuesta orden de Himmler, cfr. César
Vidal, La revisión del Holocausto, ed.
cit., págs. 36-44 y la respuesta
de Aynat, opus cit., págs. 53-64.
(18)- La cuestión relativa a la existencia de las cámaras de
gas constituye, sin duda alguna, el caballo de batalla entre aquellos que
defienden la magnitud cuantitativa y cualitativa del Holocausto y los
revisionistas. Sobre esta temática
cfr. César Vidal, La revisión del
Holocausto, ed. cit., págs. 45-49 (muy pocas páginas para el tema central
del revisionismo máxime cuando la intención de la obra es rebatir a los revisionistas)
y la respuesta de Aynat, opus cit., págs.
71-82. Por lo que respecta a Garaudy, cfr. , por ejemplo, Los mitos
fundacionales del Estado de Israel, pág.
68 donde se muestran testimonios a favor y en contra de la existencia de
las mortíferas cámaras. El problema es
que, como muy bien dice, ‘a falta de pruebas o documentos irrecusables, el
Tribunal ‘de Nuremberg debió fundarse en testimonios.’ No obstante, continúa,
‘los supervivientes, llamados como testigos y que han autentificado la
existencia de cámaras de gas, lo han hecho no según lo que ellos habían visto,
sino según lo que habían oído decir.’ Cfr.
también la página 71 donde se reproducen sospechosas declaraciones sobre
la existencia de semejantes cámaras.
En lo referente a la famosa cámara de gas de Dachau (la
única que se mostró en la película que se pasó durante el juicio de Nuremberg)
cfr. las págs. 68, 87 y 89 donde Garaudy recoge opiniones
contrarias a su utilización. Cabe
destacar aquí el testimonio del Sr. Bronzat, en nombre del Instituto de
Historia Contemporánea de Munich, de obediencia sionista, en el diario
izquierdista Die Zeit (26 de agosto de 1960): ‘La cámara de gas de Dachau nunca
fue terminada y jamás funcionó.’.
Para más desmentidos sobre afirmaciones propias de la
propaganda de guerra cfr. la página 76
donde Garaudy echa por tierra el mito de las cámaras de gas ambulantes (
cuestión ésta que aún mantienen ‘historiadores’ como César Vidal) y el del
jabón fabricado con grasa humana (hecho que ha sido desmentido incluso también
por el famoso centro Simon Wiesenthal).
(19)- Quizá no haya mejor muestra de ello que el famoso
Diario de Ana Frank sobre el que Garaudy habla en Los mitos fundacionales del
Estado de Israel, págs. 74-75 y donde expone las investigaciones
llevadas a cabo por el historiador David Irving. Como dice Garaudy, ‘la novela,
maravillosamente conmovedora, suplanta lo real, y una vez más el mito se
transforma en Historia’. Sobre esta
delicada cuestión cfr. César Vidal, La
revisión del Holocausto, ed. cit., págs. 98-105 y Enrique Aynat, opus cit., págs. 121-135.
(20)- Los mitos fundacionales del Estado de Israel,
pág. 80.
Cfr. también las páginas 70-71
donde se expone el escandaloso caso del historiador Henri Roques a quien se le
retiró el título de ‘Doctor’ por desmentir, en su tesis, la veracidad del
informe Gerstein; o bien el texto comentado en la nota 1. Por otro lado, en la página 82 Garaudy
escribe, dando ejemplos de su propia experiencia que ‘a los historiadores
críticos no se les ha opuesto ninguna refutación crítica, ninguna discusión
científica contradictoria: sólo les han opuesto, en el mejor de los casos, el
silencio y, en el peor, la represión’.
(21)- Respecto a la cuestión de la unicidad o no del
Holocausto judío durante la época nazi, tema que centró la famosa
Historikerstreit en 1986, y que va relacionado tanto con el tema de la
culpabilidad alemana como con el del victimismo judío cfr. Los mitos fundacionales del Estado de Israel,
pág. 88 donde Garaudy dice que: “en
1980, por primera vez, el carácter excepcional de la matanza de los judíos fue
puesto en tela de juicio por un célebre periodista, Boaz Evron: ..” como si fuese la cosa más lógica, a cada
huésped de honor se le lleva en una visita obligada a Yad Vashem...para hacerle
comprender los sentimientos y la culpabilidad que de él se esperan. Considerando que el mundo nos odia y nos
persigue, nos creemos exentos de la necesidad de ser responsables de nuestros
actos según su punto de vista...No se puede separar a la clase dirigente de un
país de su propaganda política, pues ésta se presenta como una parte de su
realidad. De esta forma, los gobiernos actúan
en un mundo poblado de mitos y de monstruos que ellos mismos han creado”.
Una muestra clara de esta política es el jocoso artículo
aparecido en El País el día 18 de marzo de 1998 (pág. 2) donde se informa que el Jefe del gobierno
israelí Benjamin Netanyahu suspendió la cena oficial con Robin Cook (ministro
de asustos exteriores británico), ‘por la visita que éste realizó horas antes,
en medio de las protestas de los colonos y ultraderechistas, al asentamiento
judío de Har Homa, donde se entrevistó con dirigentes palestinos desobedeciendo
las consignas impartidas por el Ejército hebreo con respecto a su programa de
viaje’. Más abajo, por si no fuese
suficiente, se nos dice que Israel había pedido al señor Cook que ‘se sometiera
al recorrido habitual en este tipo de viajes oficiales, que suele iniciarse en
el Museo del Holocausto en Jerusalén.’
Por otro lado, no tienen desperdicio las siguientes frases
que se encuentran en Los integrismos , ed.
cit., pág. 125. ‘Dándose por sentado que Hitler, responsable
de la muerte de sesenta millones de muertos en el mundo durante la Segunda
Guerra Mundial, no cometió, según la ley, crímenes contra la humanidad sino
contra los judíos. El flagelo nazi no
era otra cosa que un inmenso progrom.
Todos sus demás crímenes entran en el trivializado derecho común de los
‘crímenes de guerra’, para los cuales incluso hay prescripción , según la ley
del 26 de diciembre de 1964. La historia
oficial exige que a partir de ahora respetemos este dogma. Los estudiosos e investigadores deberán
atenerse a esta vulgata sacrosanta.’
No obstante, ‘historiadores’ como César Vidal se empeñan en
mantener el mito de la unicidad del sufrimiento judío: ‘Si cualitativamente la
situación de los judíos fue, por regla general, peor que la de otros reclusos
del nazismo ya sometidos a un régimen horriblemente inhumano, cuantitativa y
proporcionalmente también su destino fue peor’ El Holocausto, ed. cit., pág.
161. En la 163, al presentar el
número de víctimas judías, tiene el atrevimiento y la desvergüenza de matizar
que ‘ciertamente, tal hecho no admite parangón alguno con otros episodios
aparentemente similares en la historia.’
(La negrita es nuestra). Pero
estas afirmaciones no son nuevas en él ya que en su obra La revisión del
Holocausto, además de criticar fuertemente a quienes no opinan como él, llega a
afirmar en la página 154 que ‘por sus propias características, y aunque la
historia de la humanidad no se encuentra de abundantes testimonios de barbarie
y brutalidad, el Holocausto constituye un ejemplo excepcional de abyección sin
parangón’. En términos similares se
expresa en las páginas 53, 79, 80, 167 y 168.
Ni que decir tiene que nadie ha juzgado a este personaje por insultar de
esta manera tan grosera a los cientos de millones de personas masacradas, por
poner un ejemplo, en América, Asia y África para el progreso y la gloria
europea. Sobre esto cfr. los irónicos comentarios de Garaudy en opus
cit., pág. 82. En esta página y en la siguiente se menciona
el verdadero motivo de toda esta maniobra publicitaria: ‘El mito era ventajoso
para todos: hablar del mayor genocidio de la historia era, para los
colonialistas occidentales, intentar olvidar sus propios crímenes (la diezma de
los Indios de América y la trata de esclavos africanos), para Stalin, borrar
sus represiones salvajes’. También,
claro está, había que correr un tupido velo sobre bombardeos como el de Dresde
o el de Hiroshima y Nagasaki.
(22)- En Los mitos fundacionales del Estado de Israel,
pág. 57 Garaudy nos habla de cómo el
‘mito de los 6 millones de judíos exterminados’ se ha convertido en dogma y se
ha sacralizado para justificar así la política expansionista del Estado de
Israel. Además, en la pág. 59 así como
en otras a lo largo de su escrito, Garaudy trae a colación el hecho más que
significativo de la retirada de la famosa inscripción que había en
Auschwitz-Birkenau y donde se decía que allí habían muerto 4 millones de
personas. Desde el año 1994 hay otra
placa indicando que el número de muertos fue de alrededor de un millón y medio.
No obstante, Garaudy ya había puesto en tela de juicio el número de muertos en
Auschwitz en Los integrismos, ed. cit.,
pág. 122.
(23)- Israel Shahak, Le racisme de l’ Etat d´Israël,
pág. 93.
Citado por Garaudy en Los mitos fundacionales del Estado de Israel,
pág. 101.
(24)- Cfr. sobre esto
las palabras de Garaudy en Los mitos fundacionales del Estado de Israel: ‘La
potencia mediática del lobby, cuyo centro dirigente hoy está dirigido por la
L.I.C.R.A. (Liga Internacional Contra el Racismo y el Antisemitismo), es tal
que puede manipular a la opinión pública a su antojo: mientras que la población
judía en Francia constituye alrededor del 2% del pueblo francés, el sionismo
reina sobre la mayoría de los dirigentes políticos de los media, en la
televisión y en la radio, en la prensa escrita, tanto si si trata de diarios o
de semanarios, en el cine, sobre todo con la invasión de Hollywood, e incluso
las editoriales (a través de los comités de lectura donde pueden imponer el
veto) están en sus manos, igual que la publicidad, que mantiene la financiación
de los media.’ (Pág. 114) Por otro lado, en Los integrismos
ed. cit., pág. 125, podemos leer lo siguiente: ‘Ahora,
gracias a una nueva ley perversa, que agrava la anterior al otorgar el ‘derecho
a réplica’ sólo a ciertas organizaciones -artículo 7 de la ley de 1990-, la
L.I.C.R.A. tendrá derecho a decir quién es antisemita y quién no, y de entablar
pleito a cualquiera en nombre de esa definición.’
(25)- Esta ley, también llamada Ley Fabius, es de mayo de
1990 y, como comenta Garaudy en la página 17 de Los mitos fundacionales del
Estado de Israel, consiste en intercalar el la Ley de Libertad de Prensa de
1881, un artículo 24 bis que dice: ‘ Serán castigados con las penas previstas
en le párrafo 6 del artículo 24, los que hubieran puesto en duda... la
existencia de uno o varios crímenes contra la humanidad tal y como fueron
definidos por el artículo 6 del Estatuto del Tribunal Militar Internacional
incorporado al acuerdo de Londres del 8 de agosto de 1945. Sobre la ley Gayssot
cfr. también Los integrismos, ed. cit., págs.
121-123.
(26)-Para ver lo ‘nazi’ y lo ‘antisemita’ que es Roger
Garaudy puede ser interesante la bibliografía que de y sobre él se recoge en
Los integrismos, ed. cit., págs. 151-157.
También, dicho sea de paso, pueden ser reveladoras las palabras dichas
dentro del último capítulo de la obra mencionada: ‘El integrismo religioso o
político nace siempre de una frustración ante la soledad y la sinrazón de un
mundo sin objetivos. Los hombres,
desesperados y sin porvenir son presa de todos los nihilismos ante presuntos
valores que ya no dan coherencia ni significado a la vida; son presa también de
mesianismos, de falsos mesías que prometen un reino de Dios, no importa cuál
Dios. Entonces se produce la tranquilizadora
chatura de los desfiles masivos, con antorchas, en Nuremberg, para quemar
libros como símbolos de falsas sabidurías que conducían a la nada, y celebrar
los viejos mitos y los ritos guerreros del Dios Wotan. No podemos escapar a las falsas respuestas de
los integrismos salvo despertando a los hombres ante el sentido de las
verdaderas preguntas. No sólo la de un
orden social, económico y político que brinde a cada cual la posibilidad de
desarrollar plenamente las riquezas que porta en sí mismo, sino también la de
los postulados sobre los cuales reposa dicho orden, y que constituyen la matriz
de toda visión religiosa del mundo’ (pág.
148) O bien, simplemente, la pág.
115 de Los mitos fundacionales del Estado de Israel donde, además de
recordarnos sus estrechos vínculos con la cultura judía, afirma que ‘nuestra
lucha contra el sionismo político es, pues, inseparable de nuestra lucha contra
el antisemitismo.’
¿POR QUÉ ESTE LIBRO?
Este libro está dividido en cuatro partes. Los enlaces a
cada uno de ellas se encuentran al final de cada página
Los integrismos, generadores de guerra y violencia, son la
enfermedad mortal de nuestro tiempo. Este libro forma parte de una trilogía que
he dedicado a combatirlos:
Grandeza y decadencia del Islam, en la que denuncio el
epicentro del integrismo musulmán: Arabia Saudita. Allí tildé al Rey Fahd,
cómplice de la invasión americana en el Oriente Medio, como prostituta
política, que hace del islamismo una enfermedad del Islam.
Dos obras dedicadas al integrismo católico romano que,
pretendiendo defender la vida, diserta sobre el embrión, pero se calla cuando
13 millones y medio de niños mueren cada año de desnutrición y de hambre
víctimas del monoteísmo del mercado impuesto por la dominación americana, cuyos
títulos son: ¿Tenemos necesidad de Dios? y ¿Hacia una guerra de religión?.
La tercera obra del tríptico: Los mitos fundacionales del
Estado de Israel, denuncia la herejía del sionismo político que consiste en
sustituir al Dios de Israel por el Estado de Israel, portaaviones nuclear e
insumergible de los maestros provisionales del mundo: los Estados Unidos, que
pretenden apoderarse del petróleo de Oriente Medio, nervio del desarrollo
occidental. (Modelo de crecimiento que, por mediación del Fondo Monetario
Internacional (F.M.I.), le cuesta al Tercer Mundo el equivalente en muertos a
los de Hiroshima cada dos días).
Desde Lord Balfour, quien declaraba, al tiempo que entregaba
a los sionistas un país que no les pertenecía: Poco importa el sistema que
adoptemos para conservar el petróleo de Oriente Medio. Es fundamental que este
petróleo permanezca accesible (1), hasta el Secretario de Estado
norteamericano, Cordell Hull quien opinaba: Es preciso comprender bien que el
petróleo de Arabia Saudita constituye una de las más poderosas palancas del
mundo (2), una idéntica política asigna la misma misión a los dirigentes
sionistas israelíes. Joseph Luns, antiguo Secretario General de la O.T.A.N. la
ha definido así: Israel ha sido el mercenario menos costoso de nuestra época
moderna (3). Un mercenario sin embargo bien retribuido puesto que, por ejemplo,
de 1951 a 1959, 2 millones de israelíes percibieron, por cabeza, cien veces más
que 2 millones de habitantes del Tercer Mundo. Es además un mercenario bien
protegido, ya que de 1972 a 1996, los Estados Unidos han ejercido treinta veces
su derecho de veto en las Naciones Unidas a cualquier condena a Israel, al
mismo tiempo que sus dirigentes aplicaban su programa de desintegración a todos
los Estados de Oriente Medio. Programa publicado por la revista Kivounim
(Orientaciones) en su n· 4, de febrero de 1982, páginas 50 a 59, durante la
época de la invasión del Líbano. Esta política descansa, gracias al apoyo
incondicional de los Estados Unidos, en la consigna de que la ley internacional
es un papel mojado (Ben Gourion) y que por ejemplo, las resoluciones 242 y 338
de las Naciones Unidas, que exigen que Israel se retire de Cisjordania y de los
altos del Golán, están destinadas a quedar en letra muerta, lo mismo que la
condena unánime por la anexión de Jerusalén, condena que los Estados Unidos
votaron, aunque excluyendo cualquier sanción.
Una política tan inconfesable en su fondo exige el
desenmascarar el disfraz que mi libro trata de desvelar.
En primer lugar, una pretendida justificación teológica de
las agresiones debido a una lectura integrista de los textos revelados,
transformando así el mito en historia. El grandioso símbolo de la sumisión
incondicional de Abraham a la voluntad de Dios y su bendición a todas las
familias de la tierra, se transforma en lo contrario, la tierra conquistada se
convierte en tierra prometida, como pasa en todos los pueblos de Oriente Medio,
desde Mesopotamia a los Hititas hasta llegar a Egipto.
Lo mismo puede decirse del Exodo, ese símbolo eterno de la
liberación de los pueblos contra la opresión y la tiranía, invocado tanto por
el Corán como por los actuales teólogos de la liberación. Al tiempo que esta
consigna es válida para todos los pueblos fieles a la voluntad de un Dios
Universal, en este caso concreto se transforma en milagro único y en el
privilegio otorgado por un Dios partidista y parcial a un pueblo elegido. Lo
mismo sucede en todas las religiones tribales y todos los nacionalismos, que
pretenden ser el pueblo elegido, cuya misión sería cumplir la voluntad de Dios.
Así es Gesta Dei per Francos, para los franceses, Gott mit uns, para los
alemanes y In God we trust para los americanos, blasfemia inscrita en cada
dólar, dios todopoderoso del monoteísmo del dinero y del mercado.
Y por último una mitología más moderna: la del Estado de
Israel que sería la respuesta de Dios al Holocausto, como si Israel fuera el
único refugio de las víctimas de la barbarie de Hitler, cuando el propio Isaac
Shamir (quien ofreció su alianza a Hitler hasta su detención por los ingleses,
por colaboración con el enemigo y por terrorismo) escribe: Al contrario de la
opinión común, la mayor parte de los inmigrantes israelíes no son los restos
supervivientes del Holocausto, sino judíos de paises árabes, indígenas de la
región (4).
Era necesario inflar las cifras de las víctimas. Por
ejemplo, la placa conmemorativa del monumento de Auschwitz decía, en diecinueve
lenguas, hasta 1994: 4 millones de víctimas. Las nuevas lápidas proclaman hoy:
alrededor de un millón y medio. Era preciso hacer creer, con el mito de los 6
millones, que la humanidad había asistido allí al mayor genocidio de la
historia, olvidando a los 60 millones de indios de América, a los 100 millones
de negros, olvidando incluso Hiroshima y Nagasaki y los 50 millones de muertos
de la Segunda Guerra Mundial, entre ellos 17 millones de eslavos; como si el
hitlerismo no hubiese sido más que un vasto progrom y no un crimen contra toda
la humanidad ¿Se es antisemita por decir que los judíos han sido muy duramente
golpeados, pero que no fueron los únicos, cuando la televisión no habla más que
de aquellas víctimas pero no recuerda a las demás?
Además, para completar el camuflaje, se hacía imprescindible
poner un nombre teológico: Holocausto ; así se da un carácter de sacrificio a
estas matanzas reales, y se pueden incluir de alguna manera, dentro de un plan
divino, como por ejemplo, la crucifixión de Jesús.
Mi libro no tiene más objeto que el de denunciar el
camuflaje ideológico de una política, que impida que se la confunda con la gran
tradición de los profetas de Israel. Junto a mi amigo Bernard Lecache, fundador
de la L. I. C. A. (que más tarde se convirtió en L.I.C.R.A. ), deportado en el
mismo campo de concentración que yo, enseñábamos en los cursos nocturnos, a
nuestros compañeros, la grandeza, el universalismo y la potencia liberadora de
estos profetas judíos.
Nunca dejé de ser fiel a este mensaje profético, ni siquiera
durante mis treinta y cinco años de militancia en el Partido Comunista, donde
llegué a ser miembro de su Comité Central político y de donde fui excluido, en
1970, por haber dicho, que: la Unión Soviética no es un país socialista. Al
igual que digo hoy: la teología de la dominación de la Curia romana no es fiel
a Cristo; el Islamismo traiciona al Islam, y el sionismo político se halla en
las antípodas del gran profetismo judío.
Ya en tiempos de la guerra del Líbano, en 1982, el Padre
Lelong, el Pastor Matthiot, Jacques Fauvet y yo fuimos llevados a los
tribunales por la L.I.C.R.A., por haber dicho, en Le Monde del 17 de junio de
1982, con el beneplácito de su director, que la invasión del Líbano estaba
dentro de la lógica del sionismo político. El Tribunal de París, en el juicio
celebrado el 24 de marzo de 1983, confirmada ya la sentencia en la apelación y posteriormente
en el Tribunal de Casación, decía que considerando que se trata de la crítica
lícita de la política de un Estado y de la ideología que le inspira, y no de
una provocación racial se desestiman todas las peticiones (de la L.I.C.R.A.) y
se la condena con expresa imposición de costas. El presente libro es
estrictamente fiel a nuestra crítica política e ideológica de entonces, a pesar
de que la perversa ley del comunista Gayssot haya querido reforzar, desde
entonces, la represión contra la libertad de expresión haciendo del Juicio de
Nuremberg el criterio de la verdad histórica e instituyendo un delito de
opinión. A este proyecto de ley se opuso, en la Asamblea Nacional de entonces,
el actual Ministro de Justicia.
Pensamos aportar una contribución a la lucha por una paz
verdadera, basada en el respeto a la verdad y en la ley internacional.
Valerosamente, en el propio Israel, quedan judíos fieles a
sus profetas, los nuevos historiadores de la Universidad Hebraica de Jerusalén
y los partidarios israelíes de una paz justa que tras la revelación de su
malignidad se interrogan preocupados por la política del Estado de Israel y por
la paz del mundo sobre los mitos del sionismo político que han llevado a los
asesinatos cometidos por Baruch Goldstein en Hebrón y por Ygal Amir contra el
Primer Ministro Ytzhak Rabin.
El terrorismo intelectual de un lobby ya denunciado por el
General De Gaulle por su excesiva influencia sobre la información me ha
obligado en Francia a realizar una prepublicación de este texto en un número
especial fuera del circuito comercial, reservado a los abonados de una revista.
Este hecho, expresión de la situación en el país vecino, parece haber llamado
mucho más la atención de los comentaristas que el propio contenido de mi texto.
Lo publiqué yo mismo, bajo mi única responsabilidad, en
forma de Samizdat, en el sentido estricto del término que en ruso significa:
editado por el autor.
Este libro ha sido ya traducido y está en curso de
publicarse en Estados Unidos, Italia, Líbano, Turquía y Brasil.
Contra las mitologías descarriadas, ésta será una nueva
contribución a la historia crítica del mundo contemporáneo.
Roger Garaudy
INTRODUCCIÓN
Este libro es la historia de una herejía. Esta consiste, en
base a una lectura literal y selectiva de la palabra revelada, en hacer de la
religión el instrumento sacralizado de una determinada política. Es una
enfermedad mortal de este fin de siglo que ya he definido como Integrismos. He
intentado combatirlos en los libros citados antes de esta introducción. En
ellos dije cosas que no gustaron como: El islamismo es una enfermedad del Islam
(Grandeur et décadences de l'lslam) o El Cristo de Pablo no es Jesús (Vers une
guerre de religion).
Los combato hoy entre los judíos con este libro, con el
riesgo de atraerme las iras de los israelí-sionistas a quienes tampoco les
agradó que el Rabino Hirsh les recordara que: El sionismo quiere definir al
pueblo judío como una entidad nacional Esto es una herejía (5).
¿Qué es el sionismo al que denuncio en mi libro (y no a la
fe judía)?
Se define frecuentemente por sí mismo:
1· Es una doctrina política (Desde 1896, sionismo se refiere
al movimiento político fundado por Théodore Herzl (6).
2· Es una doctrina nacionalista que no ha nacido del
judaísmo sino del nacionalismo europeo del siglo XIX. El fundador del sionismo
político, Herzl, no apelaba a la religión: No obedezco a un impulso religioso
(7), Soy un agnóstico.
Lo que le interesa, no es particularmente la tierra santa;
acepta de buen grado, para sus objetivos nacionalistas, Uganda o Libia, Chipre
o Argentina, Mozambique o el Congo (8). Pero ante la oposición de sus amigos de
fe judía, toma conciencia de la importancia de la poderosa leyenda (mighty
legend) como él dice (9) que constituye una llamada de reunión de una
irresistible fuerza (10).
Es un slogan movilizador que este eminente político realista
no podía ignorar. De esta manera proclama, transformando la poderosa leyenda
del retorno en realidad histórica: Palestina es nuestra inolvidable patria
histórica este solo nombre sería un grito de reunión poderoso para nuestro
pueblo (11). La cuestión judía no es para mí ni una cuestión social, ni una
cuestión religiosa , es una cuestión nacional.
3· Es una doctrina colonial. A este respecto el lúcido
Théodore Herzl no oculta sus objetivos: como primera etapa, realizar una
Compañía a la carta, bajo la protección de Inglaterra o de cualquier otra
potencia, a la espera de hacer el Estado judío.
Por ello se dirige a quien se había revelado como el maestro
en este tipo de operaciones: el traficante colonial Cecil Rhodes, que, de su
Compañía a la carta, supo hacer una Africa del Sur, dando a una de las tierras
integrantes su propio nombre: Rhodesia. Herzl le escribió, el 11 de enero de
1902: Le ruego que me envíe un texto en el que diga que ha examinado mi plan y
que lo aprueba. Si se pregunta por qué me dirijo a Vd., Sr. Rhodes, le diré que
es porque mi programa es un plan colonial (12). Doctrina política, nacionalista
y colonial, tales son las tres características que definen al sionismo político
tal y como triunfó en el Congreso de Basilea, en agosto de 1897. Théodore
Herzl, su genial fundador, pudo decir, con justa razón al término de este
Congreso: He fundado el Estado judío (13).
Medio siglo más tarde es en efecto esta política la que
aplicarán escrupulosamente sus discípulos al crear, según sus métodos y
siguiendo su línea política, el Estado de Israel (inmediatamente después de la
Segunda Guerra Mundial). Pero esta empresa política, nacionalista y colonial,
no tenía nada de la proyección de la fe y la espiritualidad judías. Al tiempo
del Congreso de Basilea que no pudo celebrarse en Munich (como lo había
previsto Herzl) por la oposición de la comunidad judía alemana, se celebraba en
América la Conferencia de Montreal (1897) donde, a propuesta del Rabino Isaac
Meyer Wise, la personalidad judía más representativa de la América de entonces,
se votó una moción que se oponía radicalmente a dos lecturas de la Biblia, la
lectura política y tribal del sionismo y la lectura espiritual y universalista
de los Profetas. Desaprobamos completamente cualquier iniciativa tendente a la
creación de un Estado judío. Tentativas de este género ponen en evidencia una
concepción errónea de la misión de Israel que los Profetas judíos fueron los
primeros en proclamar Afirmamos que el objetivo del judaísmo no es ni político,
ni nacional, sino espiritual Apunta hacia una época mesiánica en la que todos
los hombres reconocerán pertenecer a una sola gran comunidad para el
establecimiento del Reino de Dios sobre la tierra (14).
Esta fue la primera reacción de las organizaciones judías
desde La Asociación de los rabinos de Alemania, hasta la Alianza Israelita
Universal de Francia, la Israelitische Allianz de Austria, al igual que las
Asociaciones judías de Londres.
Esta oposición al sionismo político, inspirado por el
vínculo a la espiritualidad de la fe judía, no ha cesado de expresarse. A
continuación de la Segunda Guerra Mundial, se aprovechó en la ONU, la rivalidad
entre las naciones, y sobre todo el apoyo incondicional de los Estados Unidos,
para que el sionismo israelí se impusiera como fuerza dominante y, gracias a
sus lobbies, invirtió la tendencia e hizo triunfar la política israelí-sionista
de poder, contra la admirable tradición profética. Sin embargo no logró acallar
la crítica de los grandes místicos. Martin Buber, una de las más grandes voces
judías de este siglo, no cesó, hasta su muerte en Israel, de denunciar la
degeneración e incluso la conversión del sionismo religioso en sionismo
político.
Martin Buber declaraba en Nueva York: El sentimiento que me
embargaba, hace sesenta años, cuando entré en el movimiento sionista, es
esencialmente el que siento hoy Esperaba que este nacionalismo no siguiera el
camino de otros que comienzan por una gran esperanza y se degradan
posteriormente hasta convertirse en un egoismo sagrado, que osan incluso, como
el de Mussolini, proclamarse como sacro egoísmo, como si el egoísmo colectivo
pudiera ser más sagrado que el egoísmo individual. Cuando regresamos a
Palestina, la cuestión era:¿Quiere Vd. venir aquí como un amigo, un hermano, un
miembro de la comunidad de pueblos de Oriente Próximo, o como el representante
del colonialismo y del imperialismo? La contradicción entre el fin y los medios
a alcanzar ha dividido a los sionistas: unos querían recibir de las Grandes
Potencias privilegios políticos particulares, otros, sobre todo los jóvenes
querían solamente que se les permitiera trabajar en Palestina con sus
vecinos,para Palestina y para el porvenir
No siempre fueron perfectas nuestras relaciones con los
árabes, pero existía, en términos generales, una buena vecindad entre el pueblo
judío y el pueblo árabe. Esta fase orgánica del establecimiento en Palestina
perduró hasta la época de Hitler.
Fue Hitler quien empujó a las masas de judíos a venir a
Palestina. De esta forma, a un desarrollo orgánico selectivo se sucedió una
inmigración de masas con la necesidad de encontrar una fuerza política para su
seguridad La mayoría de los judíos prefirió aprender de Hitler que de nosotros
Hitler ha enseñado que la historia no sigue el camino del espíritu, sino el del
poder, y que cuando un pueblo es lo suficientemente fuerte, puede matar con
impunidad Esta es la situación que nosotros teníamos que combatir En el Ihud
propusimos que judíos y árabes no se contentaran con coexistir sino en cooperar
Ello haría posible un desarrollo económico de Oriente Próximo, gracias al cual
Oriente Medio podría aportar una gran y esencial contribución al futuro de la
humanidad (15).
Dirigiéndose al XII Congreso Sionista celebrado en Karlsbad,
el 5 de septiembre de 1921, decía: Nosotros hablamos del espíritu de Israel y
creemos que no es parecido al de las demás naciones Pero si el espíritu de
Israel no es más que la síntesis de nuestra identidad nacional, nada más que
una bella justificación de nuestro egoísmo colectivo transformado en idolo,
nosotros, que hemos rehusado aceptar cualquier otro príncipe que no sea el
Señor del Universo, entonces somos como el resto de las naciones y bebemos con
ellos en la copa que les embriaga. La nación no es el valor supremo Los judíos
son más que una nación: son los miembros de una comunidad de fe. La religión
judía ha sido desarraigada, y ésta es la esencia de la enfermedad cuyo síntoma
fue el nacimiento del nacionalismo judío a mediados del siglo XIX. Esta forma
nueva del deseo de la tierra es el trasfondo que marca lo que el judaísmo
nacional moderno ha tomado en préstamo del nacionalismo moderno de Occidente
¿Qué tiene que ver en todo esto la idea de la elección de Israel? La elección
no designa un sentimiento de superioridad sino un sentido de destino. Este
sentimiento no nace de una comparación con los demás, sino de una vocación y de
una responsabilidad de cumplir la tarea que los Profetas no han cesado de
recordarnos: si os vanagloriáis de ser los escogidos en lugar de vivir en la
obediencia a Dios, cometeis una felonía.
Evocando esta crisis nacionalista del sionismo político que
es una perversión de la espiritualidad del judaísmo, concluía:
Esperamos salvar al nacionalismo judío del error de hacer de
un pueblo un ídolo. Si no lo logramos habremos fracasado (16).
El profesor Judas Magner, Presidente de la Universidad
Hebraica de Jerusalén desde 1926, consideraba que el Programa de Biltmore de
1942, que exigía la creación de un Estado Judío en Palestina conduciría a la
guerra contra los árabes (17). Al pronunciar, en la reapertura de 1946, el
discurso inaugural de esta Universidad Hebraica de Jerusalén que presidía desde
hacía veinte años, decía: La nueva voz judía habla por la boca de los fusiles
Así es la nueva Thora de la tierra de Israel. El mundo ha sido encadenado a la
locura de la fuerza física. El cielo nos proteja de encadenar ahora al judaísmo
y al pueblo de Israel a esta locura. Es un judaísmo pagano el que ha
conquistado una gran parte de la poderosa Diáspora. Nosotros habíamos pensado,
en los tiempos del sionismo romántico, que Sión debía ser redimido por la
rectitud. Todos los judíos de América llevan consigo la responsabilidad de esta
falta, de esta mutación incluso aquellos que no están de acuerdo con las
artimañas de la dirección pagana, pero que permanecen sentados, con los brazos
cruzados. La anestesia del sentido moral conduce a su atrofia (18).
En América desde la Declaración de Biltmore, los dirigentes
sionistas tendrán en lo sucesivo a Estados Unidos como su más poderoso
protector. La Organización sionista mundial barrió la oposición de los judíos
fieles a las tradiciones espirituales de los Profetas de Israel, y exigió la
creación, no ya de un hogar nacional judío en Palestina, según los términos de
la Declaración Balfour de la guerra precedente, sino la creación de un Estado
judío de Palestina.
En 1938 Albert Einstein condenó esta orientación: Sería más
razonable alcanzar un acuerdo con los árabes sobre la base de una vida común
pacífica que crear un Estado judío La conciencia que tengo de la naturaleza
esencial del judaísmo tropieza con la idea de un Estado judío dotado de
fronteras, con un ejército, y con un proyecto de poder temporal, por modesto
que sea. Temo los perjuicios internos que el judaísmo sufrirá en razón del
desarrollo en nuestras filas, de un nacionalismo estrecho Nosotros no somos ya
los judíos de la época de los Macabeos. Volver a ser una nación, en el sentido
político del término, equivaldría a apartarse de la espiritualidad de nuestra
comunidad que hemos recibido del genio de nuestros Profetas (19).
En cada violación del Derecho Internacional por Israel, no
han dejado de oirse las protestas. Citaremos dos ejemplos en donde se dijo en
voz alta lo que millones de judíos piensan (aunque sin poder decirlo
públicamente por estar bajo la inquisición intelectual de los lobbies
israelí-sionistas). En 1960, durante el juicio de Eichmann en Jerusalén el
American Council for Judaism declaraba: El Consejo americano del Judaísmo
dirigió ayer lunes una carta a M. Christian Herter para denegar al Gobierno de
Israel el derecho de hablar en nombre de todos los judíos. El Consejo declara
que el Judaísmo es una cuestión de religión y no de nacionalidad (20).
El 8 de junio de 19S2, el Profesor Benjamín Cohen, de la
Universidad de TelAviv, durante la sangrienta invasión de los Israelíes al
Líbano, escribió a P. Vidal-Naquet: Le escribo escuchando el transistor de
radio que acaba de anunciar que nosotros estamos a punto de alcanzar nuestro
objetivo en el Líbano: asegurar la paz a los habitantes de Galilea. Estas
mentiras dignas de Goebbels me vuelven loco. Está claro que esta guerra
salvaje, más bárbara que todas las precedentes, no tiene nada que ver, ni con
el atentado de Londres, ni con la seguridad en Galilea A quellos judíos, hijos
de Abraham. Aquellos judíos víctimas de tantas atrocidades, ¿han podido
volverse crueles hasta tal extremo? El mayor éxito del sionismo es, así pues,
éste: la desjudeización de los judíos. Haced, queridos amigos, todo lo que esté
en vuestras manos para que los Beghin y los Sharon no logren su doble objetivo:
la liquidación final (expresión de moda aquí estos días) de los Palestinos como
pueblo y de los israelíes como seres humanos (21)
Esto es lo que está en juego en la lucha entre la fe
profética judía y el nacionalismo sionista, fundado, como todo nacionalismo, en
el rechazo del otro y la sacralización del yo.
Todo nacionalismo tiene necesidad de sacralizar sus
pretensiones, tras la dispersión de la cristiandad, los Estados-nación han
tenido la pretensión de recoger el legado de lo sagrado y de haber recibido la
investidura de Dios:
Francia, es la Hija mayor de la Iglesia, por medio de la
cual se cumple la acción de Dios(Gesta Dei per Francos).
Alemaniaestáporencimade todos porque Dios está con ella (Gott mit uns). Eva
Perón proclamaba que la Misión de Argentina es la de anunciar a Dios al mundo,
y en 1972, el Primer Ministro de Africa del Sur, Vorster, célebre por el
racismo salvaje del apartheid, vaticina a su vez: no debemos olvidar
quesomoselpueblodeDios, investidodeuna misiónEl nacionalismo sionista comparte
esta embriaguez de todos los nacionalismos. Incluso los más preclaros se dejan
tentar por esta borrachera.
Hasta un hombre como el Profesor André Neher, en su
magnífico libro: L 'Essence du prophétisme (22) tras haber evocado el sentido
universal de la Alianza: alianza de Dios con el hombre, llega a escribir que
Israel es: el signo, por excelencia, de la historia divina en el mundo. Israel
es el eje del mundo y en él está el nervio, el centro, el corazón (23).
Tales frases evocan desagradablemente el mito ario en cuya
ideología se basó el pangermanismo y el hitlerismo. En esta vía se está en las
antípodas de las enseñanzas de los Profetas y del admirable Je et Tu de Martin
Buber. El exclusivismo no permite el diálogo: no se puede dialogar ni con
Hitler, ni con Beghin, puesto que su superioridad racial y su alianza exclusiva
con lo divino no les permite en absoluto escuchar al prójimo.
Tenemos conciencia de que en nuestra época no existe más
alternativa que el diálogo o la guerra, y que el diálogo exige, como no nos
cansaremos de repetir, que cada cual sea consciente de lo que le falta a su
propia fe, y que tiene necesidad de los demás para cubrir ese vacío. Nuestro
libro se sitúa en la prolongación de los esfuerzos de aquellos judíos que han
intentado defender un judaísmo profético contra un sionismo tribal. Lo que
alimenta el antisemitismo, no es la crítica de la política de agresión, es el
mantenimiento incondicional de esta política que no proviene de las grandes
tradiciones del judaísmo, que podían justificarse por una interpretación
literal, es la política que eleva por encima de cualquier ley internacional la
sacralización de los mitos de ayer y hoy.
Notas:
1. Kimhe
John, Palestine et Israël. Ed. Albin Michel. 1973, p. 27.
2. Kimhe
John, Palestine et Israël. Ed. Albin Michel. 1973, p. 240.
3. Nadav Shragai, Haaretz, 13 de marzo de 1992.
4. Isaac
Shamir, Looking back, looking ahead. 198, p. 574.
5. Washington Post, 3 de octubre de 1978.
6.
Encyclopaedia of zionism and Israel. Herzl Press. Nueva York, volumen
II, p. 1262.
7. Herzl: Diaries. Ed. Victor Gollanz. 1958.
8. Herzl, Diaries. (passim).
9. Herzl,
Diaries. 1, p. 56.
10. Herzl,
L'Etat juif, p. 45.
11. Herzl,
L'Etat juif, p. 209.
12. Herzl,
Tagebuch. Vol. III, p. 105.
13. Herzl, Diaries, p. 224.
14. Conferencia central de Rabinos americanos. Yearbook VII, 1987, p. XII
15. Jewish
Newsletter, 2 de junio de 1958.
16. Martin
Buber, Israel and the World, Ed. Schocken, Nueva York, 1948, p. 263.
17. Norman
Bentwich. For Sion Sake. Biografía de Judas Magnes. Philadelphia. Jewish Publication Society of
America. 1954, p. 352.
18. Norman
Bentwich. For Sion Sake. Biografía de Judas Magnes. Philadelphia. Jewish
Publication Society of America. 1954, p. 131.
19. Rabbin
Moshé Menuhin, The Decadence of judaism in our time, 1969, p. 324.
20. Le Monde, 21 de junio de 1960.
21. Carta publicada en Le Monde del día 19 de junio de 1982,
p. 9.
22. Ed. Calmann-Levy. 1972, p. 311.
23. Ed.
Calmann-Levy. 1972, p. 311.
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