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Pasta blanda
“Fe y Acción” era un texto oficial de adoctrinamiento para
la Juventud Hitleriana, editado por la propia Casa Editora Central del NSDAP.
El mismo constituye una especie de “Libro de Virtudes Nacionalsocialistas”, en
lenguaje simple, claro y sintético, con cada uno de los rasgos, valores o
principios que deberían enarbolar los nacionalsocialistas.
Su autor, el entonces Obergebietsführer de la Hitlerjugend,
Helmut Stellrecht, desempeñaba tareas de educación militar para la Juventud
hitleriana al momento de su publicación y obtuvo rápidamente el visto bueno de
las autoridades Nacionalsocialistas, pasando luego a desarrollar tareas de
adoctrinamiento como Befehlsleiter en la “Oficina Rosenberg”.
Con apenas dos docenas de Principios éticos, en unas pocas
páginas nos brinda un excelente resumen de virtudes exaltadas por el
Nacionalsocialismo y entroncadas en la Tradición indoeuropea o ario-hiperbórea.
La exaltación del Héroe, del hombre valiente y noble, con
honor y lealtad ante todo, dueño de si mismo, que se superpone a sus pasiones
para entregarse a un fin superior, es su rasgo más distintivo. Este hombre,
además, es visto como un engranaje dentro de un Orden superior, al que honra
con su recto accionar y por el que se encuentra imbuido por un sentimiento de
religiosidad viril y activa pero respetuosa por las eternas leyes de la
naturaleza, justa y noble para con cada manifestación de la divinidad.
PREFACIO
Nos enorgullece presentar al público de habla hispana un muy
pequeño texto de época del Nacionalsocialismo, pero no por ello privado de
relevancia: “Fe y Acción” fue un texto oficial de adoctrinamiento para la
Juventud Hitleriana, editado por la propia Casa Editora Central del NSDAP. El
mismo constituye una especie de “Libro de Virtudes Nacionalsocialistas”, en
lenguaje simple, claro y sintético, con cada uno de los rasgos, valores o
principios que deberían enarbolar los nacionalsocialistas.
Su autor, el entonces Obergebietsführer (1) de la
Hitlerjugend Helmut Stellrecht (2), desempeñaba tareas de educación militar
para la Juventud hitleriana al momento de su publicación y obtuvo rápidamente
el visto bueno de las autoridades Nacionalsocialistas, pasando luego a
desarrollar tareas de adoctrinamiento como Befehlsleiter en la “Oficina
Rosenberg”.
La primera edición de este libro se realiza en 1938, en
tiempos de paz, aunque es reeditada sin cambios y en gran tirada (150.000
ejemplares), en 1943, ya con la guerra muy avanzada.
Hemos decidido hacerle dos pequeños agregados estéticos a su
obra. Ya que entendemos su gran mérito radica en la facilidad que tiene para
interactuar con el alma, y que, destinada a los jóvenes, estos suelen
entenderse mejor con las imágenes y sentimientos despertados por el simbolismo
que con las construcciones del intelecto; por un lado acompañamos cada capítulo
con una imagen artística que pretende ilustrar mediante el Arte de la época,
lenguaje del alma, la idea o principio enunciado. Siendo la actividad cultural
y artística del Tercer Reich la más prolífica y exaltada de la era moderna,
esto nos resultaba lo más adecuado sin duda (.). Por la otra parte, separamos
cada frase o idea mediante una combinación de runas. Siendo estas la representación
simbólica de los arquetipos del alma y significando, cada una, una actitud
espiritual que suele estar en armonía con las virtudes nacionalsocialistas aquí
expuestas, también esto nos ha parecido lo más adecuado.
Con esta publicación comenzamos a hacer realidad un añorado
proyecto, como es la edición de traducciones inéditas para nuestra lengua
castellana de textos fundamentales del Tercer Reich, que esperamos ayudarán a
comprender el periodo más tormentoso y oscuro de nuestra historia. Sabiendo las
dificultades que esto implica y reconociendo nuestras limitaciones, pedimos
disculpas anticipadas por las fallas que pudieron haber sido corregidas si
contáramos con más tiempo o recursos adecuados, y a la vez hacemos un llamado a
las personas que nos puedan ayudar a subsanarlas o, sobre todo, deseen
colaborar con traducciones de cualquier idioma, lo que sin duda haría a esta
empresa mucho más prolífica de lo que es en la actualidad.
Ediciones Sieghels
(1) Los
Obergebietsführer, rango de la Hitlerjugend que pocos alcanzaban y sólo se
encontraban por debajo del Reichsjugendführer (Baldur von Schirach hasta 1940,
Artur Axmann hasta 1945), eran responsables de las unidades administrativas más
importantes de la HJ., las cuales abrazaban a unos 375.000 jóvenes cada una.
(2) Helmut
Stellrecht (21 de diciembre 1898, Wangen im Allgäu , † 23 de junio 1987, Bad
Boll) De 1917 a 1918 Stellrecht combatió en la Primera Guerra Mundial y, tras
su finalización, continuó en pie de guerra, participando en diversos Freikorps.
Desde 1921 participa activamente en los movimientos völkischen de la época y se
convierte en uno de los fundadores de la Hochschulrings deutscher Art de
Stuttgart. Desde 1923 perteneció a la organización paramilitar bávara
Wehrverband Reichsflagge (en la que Ernst Röhn dirigía la sección de Münich).
En 1931 se unió al Partido Nacionalsocialista (Miembro 469.220). Participó de
la Reserva SA de Schweinfurt. En el otoño de 1931 fue gerente técnico del
Servicio del Trabajo (Arbeitsdienst) en la Casa Parda. En 1933, comienza a
desempeñar funciones en el Ministerio de Trabajo en Berlín, simultáneamente con
su actividad en la formación de líderes para la Juventud Hitleriana. En 1934
alcanza el grado de Obergebietsführer en la Reichsjugendführung. En 1939 llega
a ser Brigaderführer de la SS. Finalmente, Stellrecht se desempeñó como alto
funcionario de la llamada “Oficina Rosenberg” para la educación ideológica del
Nacionalsocialismo.
En 1945 forma parte del gobierno Dönitz. Y tras la guerra
tiene una destacada participación en los grupos de ultra-derecha.
Entre sus obras como escritor se destacan, durante la época
del Tercer Reich, las publicaciones para la educación en el espíritu
Nacionalsocialista. Entre ellas, “Die Wehrerziehung der deutschen Jugend“ (“El
entrenamiento militar de la juventud alemana”) (1936), “Glauben und Handeln“
(“Fe y Acción”) (1938) y “Neue Erziehung“ (“Nueva educación”) (1942).
Después de la Segunda Guerra Mundial, publicó varias obras
bajo el seudónimo de “Hermann Noelle”, llegando a destacarse como especialista
en temas lombardos y celtas.
(3) También en
esta excepcional actitud del Tercer Reich hacia el arte, encontramos la misma
intención de llegar al alma del pueblo.
INTRODUCCIÓN
Cosmovisión Nacionalsocialista y Tradición Ario-Hiperbórea
(descargar)
Para poder analizar correctamente la Cosmovisión (o
Weltanschauung) Nacionalsocialista, creemos hacer un gran servicio desglosando
un muy pequeño como importante texto oficial del NSDAP, más específicamente
hecho para el adoctrinamiento de la Juventud Hitleriana en la Cosmovisión NS,
llamado “Fe y acción”. El mismo, además, representa una saludable orientación
filosófica del Tercer Reich similar a la emprendida en otra larga serie de libritos
doctrinarios de la SS, a través de su editorial oficial Norland-Verlag, que
pretendemos editar próximamente. (1) El que nos toca reseñar aquí, aunque poco
conocido, no se puede negar tuvo un papel importante en la educación de la
juventud y de los militantes en general, pues además de haber sido editado por
la imprenta oficial del partido, fue escrito por un alto rango de la Juventud
Hitleriana (Obergebietsführer) con destacado papel en la instrucción de líderes
juveniles tanto como en la educación en el espíritu del Nacionalsocialismo,
formando luego parte del “Departamento Rosenberg” a ese fin.
Encontramos en la obra de Helmut Stellrecht no pocas ideas
de gran profundidad e importancia. Con apenas dos docenas de Principios éticos,
nos brinda un excelente resumen de las Virtudes que el Nacionalsocialismo tenía
interés en exaltar para constituir la base del pretendido “Reich de los mil
años” y formar al “nuevo hombre”. Aunque lo que aquí intentamos demostrar es
que este no era otro que el antiguo hombre de la Tradición (2) indoeuropea o
aria-hiperbórea.
Si bien el lenguaje sintético y simplificado no es el ideal
para resaltar las similitudes, creemos que estos principios bien podrían
equipararse al pensamiento clásico, a la conducta y espiritualidad aria que
encontró su manifestación en la antigüedad en la organización del Imperio
Romano o en la Grecia dórica-espartana, por citar dos antecedentes de los que
más registros tenemos.
Dado que constantemente vimos al entorno más cercano de
Hitler destacar como una de sus grandes virtudes, para alcanzar su éxito
político, la facilidad para desmenuzar y exponer los grandes problemas sociales
y políticos en sus expresiones más simples y fácilmente entendibles, también
deberíamos darle la oportunidad a sus filósofos para exponer los grandes
problemas del pensamiento en sus actitudes fundamentales, despojados de las
complicaciones semánticas en las que los “intelectuales” se regodean para
creerse en alturas espirituales que escondan su impotencia o incapacidad para
vivenciar los valores del espíritu en algo más que las fabricaciones ilusorias
del intelecto.
En realidad, los pueblos antiguos descendientes del tronco
ario, y el romano es su más claro ejemplo, caracterizaron su religión y
experiencia de los sagrado no en construcciones intelectuales o dogmáticas,
sino en la simple vivencia de la trascendencia que todo lo impregna, en la
ritualización de la vida que sacraliza la experiencia para elevarla hacia lo
que es más que vida. Pues en definitiva, lo importante no es “conocerla” sino
transformarse con ella. Esto lo llevó a no construir teologías, como lo
hicieron otros pueblos, sino a cargar la vida con símbolos, ritos y actitudes
que lo elevaran.
Desde el momento en que el Nacionalsocialismo eligió como
sus símbolos más importantes a los mismos que el tronco ario ha enarbolado a lo
largo de su historia, creemos no podemos eludir el analizar en qué medida su
historia puede equipararse a la de aquél y cuanto de su espíritu vivió en este.
En primer lugar, el Símbolo del Águila nos trae a la mente
las imágenes del glorioso Imperio Romano que lo utilizó como su símbolo más
distintivo, bajo el que marcharon las legiones victoriosas en su simbólica
lucha contra las fuerzas de las tinieblas. Pero esta misma águila romana,
sagrada al dios del cielo luminoso, Júpiter, es también uno de los símbolos
arianos de la mismísima gloria mística, tal como ha dejado constancia el hecho
de que bajo la forma del águila deberá separarse el alma solar del cuerpo del
emperador para su ascenso a los cielos durante la deificación o apoteosis.
A Julius Evola le debemos los más destacados intentos por
equipar el combate de los pueblos italiano y alemán con la lucha de los pueblos
arios en la antigüedad. En su obra, “La Tradición Romana”, dice: “El
conocimiento del significado originario del simbolismo ario del Águila,
resurgido emblema de nuestros dos pueblos, podría marcar el significado más
alto de nuestra lucha y vincularse con el compromiso de que en ésta se repita
en una cierta medida la misma epopeya en la cual las antiguas estirpes arias,
bajo la señal olímpica y evocando la fuerza olímpica exterminadora de entidades
oscuras y titánicas, pudo sentirse como milicia de influencias desde lo alto y
afirmar un superior derecho y una superior función de dominio y de orden.”
Aún de más importancia y profundidad es el simbolismo de la
Cruz Gamada o Swástika, que se pierde en la oscuridad de la historia como
símbolo formador y sostenedor de los arios.
Desde su primigenio simbolismo hiperbóreo de retorno al paraíso (por ser
el sol que allí brillaba) mediante la conquista de la inmortalidad, ya sea que
este fuera conocido como Whalhalla, Asgard, Agartha, Shamballa, Airyanen-Vaejo,
Gardarika, Midgard, Hiperbórea, o cualquier otra forma en que los pueblos arios
nombraron a la mítica cuna de sus ancestros, o paraíso terrenal de los
hombres-dioses, la Swástika siempre ha sido el símbolo por excelencia de estos.
Pero también la rueda solar transporta el concepto de
“Solaridad”, dador de luz y principio de si mismo, de fuerza luminosa de lo
alto que arrasa con las tinieblas, así como de centro inmutable del movimiento
y generador de él, centralidad calma y dominadora, condición fundamental para
todo Imperium.
Remitiéndonos a los antiguos fundamentos de la Cosmovisión
aria, podemos afirmar que el rasgo más característico de esta era el concepto
de Orden. Ya sea bajo el término ario-helénico de kòsmos, el rita de los
indoarios, el ascia de los iranios, el orlog de los germanos, siempre estamos
hablando de una concepción orgánica del mundo y de la vida: la vida como Orden,
captando a ley de este mundo como un reflejo de la Ley sobrenatural, que delata
una intuición de nexos profundos con lo divino y de correspondencias tales de
dar a cada cosa y a cada forma de vida un significado superior. Al decir de Julius Evola, “El hombre ario se
sentía unido a la fuerza primordial de las cosas puesto que el espíritu en él
era potencia y lo divino no un más allá a ser alcanzado a través de una
evasión, sino el centro mismo de su vida más profunda: de allí aquel carácter
de ser principio en sí mismo y de naturaleza "radiante" y
"central", en lo cual consiste justamente -de acuerdo a la analogía
presentada por la naturaleza- la "solaridad”. (3)
Este mismo concepto de Orden, como central en las creencias
indogermánicas, era el que señalaba Walter Wüst, nada más y nada menos que el
Director de la Ahnenerbe, es su obra “Indogermanisches Bekenntnis” (1942): “En
particular el rita se manifiesta como fuego, luz y espacio, siendo cientos los
pasajes del Rig-Veda que lo ensalzan triunfalmente. El rita es el fondo del que
emergen los Dioses y el Ser único y verdadero en el que continuamente se reúnen
las fases y las creaciones del mundo»”
También Hans F. K. Günther, uno de los más renombrados
especialistas en temas raciales durante el Tercer Reich, dice en su obra
“Religiosidad indoeuropea”: "El inmenso sentir de los indoeuropeos,
aquella limpia mirada del hombre predestinado a la libertad espiritual, a la
contemplación, a la theorìa, una potente mirada que aferra el mundo, con las
potencias divinas y todo el actuar humano, como la totalidad de un Orden
divino: un Orden que encontramos entre los indoarios como Rita, sobre el que
velan Mithra y Varuna (el helénico Uranos) "custodios del Orden",
entre los persas como ascia o urto (justicia, salud, orden), entre los griegos
como kósmos, entre los itálicos como ratio, entre los germanos como orlog y
Midgard..."
La antítesis de esta Cosmovisión puede encontrarse en la
concepción dualista del judaísmo, y de aquí la raíz profunda del enfrentamiento
de los judíos con los pueblos arios a lo largo de la historia. En este dualismo
encontramos por una lado a Dios y por el otro a la criatura, con una barrera
ontológica infranqueable entremedio; por un lado la carne, como pecaminosa, por
el otro el espíritu, como contemplación pasiva e inalcanzable. Típica de este
es la destrucción de la síntesis aria entre el mundo y el supramundo,
manifestado en un Orden divino; destrucción de una realización interior y,
consecuentemente, de toda calma interior y equilibrio, tan caros al espíritu
ario. El mundo, por lo tanto, ya no es kòsmos sino que se encuentra
desconsagrado.
Para el semita, y lamentablemente también el cristianismo se
ha visto cada vez más colmado por este tipo de religiosidad con el transcurso
de los años, la espiritualidad le es extraña o distante, si no fuera por el
contacto con un dios lejano, o de un mesías del que espera la salvación, o una
“revelación” para acceder al conocimiento, y con el que se relaciona mediante
un servilismo, extraño al sentimiento ario de Libertad, o mediante la
imploración rebajadora de la propia personalidad. Consecuentemente, se
experimenta una mayor descentralización que deriva en la autohumillación y en
un menoscabo del espíritu heroico. Este tipo de religiosidad lunar, pues la luz
le es exterior, conlleva un contacto con la divinidad prevalecientemente
sacerdotal en medio de un pathos de la culpa y la expiación de los pecados por
un lado y un romanticismo de pasiones desordenadas o un contemplativismo pasivo
por el otro. Posee además un transfondo de terroríficos castigos, o recompensas
en un más allá lejano. Todo esto termina por reforzar el dualismo entre los
dominios del espíritu y la vida en este mundo, situando además el súmmum del
bien y del mal ya se en un Paraíso lejano o en un infierno aterrador.
Determinadas estas dos antítesis, podemos ahora pasar a
analizar en cuanto se acercaba el Nacionalsocialismo a su propia Tradición, o
al menos tendía hacia ella, sin contaminaciones de la contraria.
Nosotros creemos que la orientación espiritual del
Nacionalsocialismo tendía fuertemente a la tradición ario-hiperbórea, aunque
con las limitaciones de nuestra edad oscura, o, como mínimo, sentaba las bases
conductuales para reencontrarse con ella. Para ello ponemos como ejemplo el
texto, inédito en lengua castellana, que aquí presentamos.
Comenzando a desglosar cada uno de sus capítulos, nos
encontramos en principio con la alusión a “La Sangre” y a “La Raza”. No es casualidad
que así sea, el mito de la Sangre fue uno de las características más
distintivas de la Cosmovisión Nacionalsocialista, y tal vez sobre la que más
erróneamente se ha opinado, pero le ha servido a esta para elevar cada elemento
de la vida a una significación ligada a determinados valores o tradiciones que
le son consustanciales. Cabe destacar que tal concepción no fue jamás una pura
referencia a la apariencia física y mucho menos un chato materialismo, como de
mala fe, o por ignorancia, se la ha llamado, y como por lo demás la apariencia
de los líderes NS dejaba más que claro - a no ser que se haya querido caer en
un total absurdo. En realidad, la Raza, y la Sangre como su portadora mística,
hacían referencia a un estilo formador caracterizado por ubicar en la mayor
estima los valores del Honor y la Lealtad, la valentía y la disciplina, una
claridad de miras y fortaleza de ánimo, una autosuficiencia y convivencia con
la divinidad, propias de una raíz común que se remonta más allá del tiempo. En
dicha concepción, la unión de las características físicas con las anímicas y
espirituales era el ideal propugnado.
Por eso es que Stellrecht dice: “La sangre es la portadora
de la vida. Tú llevas dentro de ella el secreto de la creación misma. Tu sangre
es sagrada, pues en ella la voluntad de Dios vive.” Y referente a la Raza:
“Quien tenga coraje, lealtad y honor, la marca del alemán, tiene la raza que
debería dominar en Alemania, aun si él no tiene las características físicas de
la raza nórdica. La unidad del noble y un cuerpo noble, es la meta hacia la
cual pugnamos. Pero despreciamos aquellos que teniendo un cuerpo noble portan
un alma innoble.”
Está claro que el racismo hacía referencia a características
físicas, y quienes tenían la raza del cuerpo eran considerados como los más
aptos para portar la raza del alma, pero consideramos importante destacar que
la primera era absolutamente insuficiente si no estaba vivificada por los
valores del espíritu y, en definitiva, eran estos los decisivos (4).
La conciencia de fuerzas más profundas que las meramente
individuales, ha sido una constante para el hombre ario. Ya el romano, con su
concepción de lares, penates, genios, héroes, y demás, se refiere en distinta
medida a la conciencia de las fuerzas místicas de la Sangre, la Estirpe y la
Raza, consideradas en el aspecto biológico, pero mucho más en el metafísico. El
sujeto es siempre parte de una unidad orgánica superior, subiendo de nivel en
nivel por ellas hasta encontrar su propia individuación. Mantener un vivido contacto con estas fuerzas
profundas, pertenecientes a un Orden superior, es parte importante de su
religiosidad. Estas han sido alimentadas por grandes hombres que han tanto
tomado como aportado su esencia a ellas. Ya en el terreno de lo mítico, nos encontramos
con dioses o fuerzas de lo alto que han echo otro tanto y la han mantenido en
un Orden sobrehumano, al que sujeto tiene acceso por su pertenencia, llegando
incluso a convertirse en su manifestación.
Ya en la etimología de las palabras tenemos algunas claves
que nos comprueban este sentir. Es así que, una palabra como gentil, de
gentilis, gentilitas, que hoy conocemos como una actitud amable, se refería en
realidad al concepto de “gens”, y a cualidades derivadas de una pertenencia a
una sangre o estirpe diferenciada. Parecido significado tenía la palabra
genial, de genialitas, que, al contrario de lo que se piensa actualmente al
remitirlo a un individuo único, era más bien una alusión a una cualidad racial,
en tanto que deriva de la palabra “genius”, la cual originariamente designó a
la fuerza formativa y generativa interna, espiritual y mística de un
determinado pueblo y de una determinada sangre. Otras tantas palabras, como
por ejemplo “ingenio”, remiten también a la dicha pertenencia sanguínea y a una
determinada naturaleza.
Consideraciones de similar entidad podrían hacerse en cuanto
a las referencias al “Pueblo”, pues la palabra usada en el original en realidad
es “Volk”, para la que la traducción “pueblo” se queda corta en significado
debido a los componentes “raciales” o de “estirpe” a los que hace referencia la
original alemana. De hecho, Volk es más bien una entidad determinada por una
historia común y portadora de determinados valores que va mucho más allá que un
simple conglomerado de personas de un país o Estado y en la que su pertenencia
se encuentra ligada a la sangre. El mismo texto deja esto en claro cuando dice:
“El pueblo tiene su origen en la voluntad de Dios. Todos los de la misma sangre
forman parte de él. Maldito sea aquél que desea destruir a los pueblos e
igualarlos. (…) siempre florece de nuevo con indestructible vida, y se
perfecciona a sí mismo en la fuerza que se eleva desde sus raíces hacia la
voluntad de Dios.”. Por lo que se le
asigna unas raíces comunes tanto como un fin divino más allá de lo simplemente
humano.
También íntimamente ligado a él se encuentra la
consideración que se hace del “Estado”, pues este es el encargado de dar forma,
contener, proteger y hacer perdurar en el tiempo al Volk, con todo lo que este
implica. Tal como nuestro texto nos indica: “Un Volk se da a si mismo su forma
a través del Estado. Hay sólo una forma natural para cada pueblo, sólo un
Estado.” Se hace luego mención a que el más capacitado de sus hijos es quién
debe ser el Führer y director del Estado. Este Führer, a su vez, debe respetar
la carga anímico-histórica del Volk, encauzar su potencia, promover su
desarrollo y saber manifestar sus anhelos. Esto le permite ejercer el cargo, y
no al revés, al tiempo que la autoridad está en realidad basada en una efectiva
superioridad. Para nada puede esta autoridad basarse en la fuerza o la
coerción, con las que sería apenas un poder transitorio sin sustento y falto de
la calificación necesaria para imponer, mediante el Estado, las condiciones
para un contacto hacia lo alto.
Yendo ya a lo que es puramente política, Stellrecht, para
remarcar el significado del “Socialismo”, pone énfasis en el que fue el lema
del Nacionalsocialismo: “El bien común está antes del bien individual”. Con lo
que esto implica en términos de sacrificio para una causa mayor y en dejar de
lado las inclinaciones egoístas y las bajas pasiones, para pasar formar parte
de la fuerza del Volk y del Estado. Luego trae también a colación otro de los
fundamentos del movimiento: “No lo mismo a todo el mundo, sino a cada uno lo
suyo”. Con todo lo que esto, a su vez, implica en término de reconocimiento y
exaltación de la Jerarquía como principio ordenador de la sociedad. No resulta
un dato menor el que para exaltar el principio más populista, el Socialismo,
que se le ha criticado al NS como un retroceso en términos de la antigua
tradición aria, se impliquen sin embargo dos actitudes que podemos calificar de
anagógicas, o de orientación “hacia lo alto” como el quebrantamiento del
egoísmo y el reconocimiento de la Jerarquía.
También, llegado el momento de ocuparse de “La Patria”,
vuelve a hacerse notar la preeminencia de una pre-existencia, de un origen
mítico ligado a los mejores, que a su vez la han fortificado con su misma
potencia. Concretamente dice: “En ti descansan hileras interminables de pasadas
generaciones. La sangre del noble y bravo que te defendió, ha caído en ti. Tú
fuiste fertilizada por los mejores que produjiste.”.
Pasando ya a las características que tiene que tener el
hombre en la “nueva Alemania”, se antepone la virtud del “Coraje”. Hasta tal punto es así, que se llega a decir:
“El coraje es el atributo más bello y noble que un hombre pueda tener. Quien no
tiene coraje no es un hombre.” Para
hacer luego referencia a la conexión con las fuerzas de lo alto que este
conlleva: “El sentimiento de haber arriesgado todo al servicio de un ideal más
alto, libera, porta a un hombre como si tuviese alas, y llena su corazón.”
Termina esta sección con uno de los más profundos sentidos
de la religiosidad aria, como ser el contacto con la divinidad desde una
actitud heroica, que nada sabe de arrodillarse ni juntar las manos en señal de
esclavitud, sino que se demuestra en la lucha contra la adversidad y la
sintonía con un Orden divino: “Nunca nadie afronta un reto más grande que la
fuerza que se le ha dado para enfrentarlo. Cuando uno ha hecho todo lo que le
es posible, la buena suerte viene a mostrarle un nuevo sendero y a ayudarle.
Pero esto no es en verdad “buena suerte”. “Resiste todos los poderes, nunca
cedas, se fuerte”, reclama el ejército de los Dioses.”.
En consonancia con esta última, otra de las virtudes del
hombre exaltada es “La Dureza”. A este respecto se dice: “Nunca deberás darte
por vencido, ya sea en el combate o en el trabajo. Aun si fallas mil veces,
debes hacer el intento mil y uno. Al final tendrás éxito y serás el vencedor.
Serás el vencedor en tu lucha y el vencedor sobre ti mismo.” Y queremos
resaltar nosotros esta última afirmación, pues vemos justamente en la figura
del “vencedor sobre sí mismo” la actitud esencial del hombre ario, aquél que
antiguamente sólo alcanzaba el segundo nacimiento con el que realmente se podía
llamar ario, o Ariya, cuando lograba vencerse a sí mismo y transfigurar su
condición. Esta actitud es la misma que subyace en sus restantes virtudes, pues
determina su capacidad de sacrificarse, de ser fiel y honrado, de tener la
voluntad y disciplina necesarias, de ser dominador y formador, de llegar a “Ser”
en definitiva, tanto como de alcanzar la victoria en la lucha por sus ideales.
Este tipo de hombre es llamado a ser el fundamento de Alemania, y por ello es
que se dice: “Necesitamos hombres duros y rudos como el acero. Sólo ellos
enseñarán el gran futuro de Alemania. Alemania será la tierra del valiente y
del fuerte. O perteneces a ellos, o ya no serás un alemán.”
En una gran muestra de pragmatismo y para no quedar
confinado en la trampa de las bellas enunciaciones, por lo demás ya repleta con
teóricos e intelectuales, es reclamada la ejercitación para el fortalecimiento
de “La Voluntad”. Para ello se exclama: “La voluntad es la fuerza que te guía
en tu interior. Ejercita tu voluntad a fin de que esté tan tensa y preparada
como una cuerda de arco estirada, en condición de soltarse en el momento
indicado, ni un segundo antes ni un segundo después. Ejercita tu voluntad en
cosas pequeñas hasta que sea lo suficientemente fuerte como para extraer de ti
aquello que Alemania espera.”
Es el momento de hacer el llamado a aquella virtud que ya
resaltamos como corolario de la Dureza: “El Autocontrol”, el que es capaz de
vencerse a si mismo. En la antigua tradición ascética del ario, en el hombre
capaz de sobreponerse a sus deseos y pasiones, vemos el fundamento del Ariya.
Por esto es que se indica: “El hambre y la sed existen para ser satisfechos.
Pero pobre de aquél que come sólo con el fin de comer o bebe sólo con el fin de
beber. Él está por debajo del animal. Nosotros odiamos a los glotones y
borrachos con cuerpos protuberantes y ojos hinchados, personas sin carácter ni
autocontrol. El cuerpo humano debe ser mantenido bajo disciplina de hierro, a
fin de que estemos siempre en comando de él y pueda ser fiable. No podemos
dejar nunca que el impulso sexual nos controle.”
Ser el vencedor sobre si mismo es condición ineludible para
convertirse en Héroe. Y justamente es la figura del Héroe, la que es reclamada
en todo momento por los líderes Nacionalsocialista como el arquetipo guía del
Tercer Reich y el secreto de todo gran hombre. El dominio sobre si mismo es la
verdadera fuente de la fuerza. Termina pues Stellrecht: “Si tú te controlas a
ti mismo, tú controlas la vida. Ese es el secreto de toda gran personalidad. Ha
ganado toda su fuerza, que ahora dirige exteriormente, superándose a sí mismo.
Deberías ser el amo de ti mismo”. Hasta talpunto esto es buscado, y no sólo
exclamado, que se ofrece al lector el pequeño ejercicio de hacer todos los días
algo que no nos guste y dejar de hacer algo que nos guste como método a emplear
para pasar del mero pensamiento a la acción.
Manifestación, tanto como condición, de lo anterior, es una
de las virtudes exigidas a los portadores de la Sangre del Volk: “La
Disciplina”. Sobre ella se dice: “Los salvajes y los medio salvajes tienen
valor, pero sólo las personas evolucionadas tienen disciplina. La disciplina es
la habilidad de estar bajo control. La disciplina se origina desde tu interior.
La aceptas porque sigues una voluntad más alta.” En el desarrollo de esta
disciplina se exige también una obediencia absoluta y ciega, que a primera
vista parecería estar en contraposición al gusto por la Libertad del ario, pero
en la antigüedad tampoco la obediencia ciega fue menospreciada, pues hay
momentos y procesos diferenciales que respetar. Así es que la obediencia
extrema era inculcada en los rangos inferiores para poder templar el carácter y
la voluntad, hasta el grado de hacerse dueño absoluto de uno mismo. Aquel que
no puede obedecer su propia conciencia y se ve disgregado por sus contradicciones
internas, necesita la obediencia exterior para poder ponerse un límite y
templarse en la práctica del autodominio. Una vez purificado y unificado en sus
tendencias, reinaba en cambio la absoluta libertad.
Nuevamente vemos entonces la actitud viril de quien busca y
lucha en su interior para alcanzar un fin más alto y el contacto con fuerzas
superiores. Así pues se indica: “La disciplina es una actitud espiritual. La
Ley y el Orden trabajan a través ella en bien de todos.“
En la antigua tradición ario-hiperbórea, la disciplina y la
obediencia hacia un Führer o emperador, que obtenga su autoridad de una
superioridad efectiva, y sepa establecer los contactos con un Orden superior,
es también la que libera y eleva. Quien se encuentra en lo más alto del
Imperium, cumple el papel de pontífice (pons + facere = "hacedor de
puentes"), ya sea por el ejemplo o desarrollo simbólico de los procesos
que cada cual debe cumplir, o por la posibilidad que brinda, a quienes en los
rangos inferiores le sirven, de participar en un sentido, un orden, una
justificación trascendente que estos antes no tenían. Puesto que el inferior no
vive nunca tan perfectamente la propia libre vida sino cuando sabe que ésta
tiene un centro y un fin en algo superior, una propia razón de ser mucho más
elevada de la que pudiera tener por sí solo. El emperador entonces cumple en
brindar puntos de referencia para consumar lo que en los otros vive como ideal
y que mediante la organicidad jerárquica permite la participación. A nivel de
procesos personales, en este juego se trata de proyectar hacia lo externo, la
dualidad interna, transfiriendo aquel yo superior, que no se sabe realizar en
manera completa y directa, hacia la persona de jefes o castas superiores, cuya
obediencia, sacrificio y lucha supraindividual por ellos, entonces, no tiene
más el carácter del servilismo, del fanatismo o de la necesidad, sino que llega
a expresar una técnica y una disciplina; llega a significar un modo de obedecer
indirectamente a algo más alto de sí mismo, de luchar y sacrificarse por la
realización misma de la personalidad. En esto residía para el mundo ario el
sentido último de la obediencia extrema y la disciplina. El Rey, emperador o
Fúhrer que cumpliera adecuadamente su papel, podía considerarse feliz entonces
por lograr la meta máxima, aunque útopica en nuestra era, de ser un Rey entre
reyes, un “Primus inter pares”.
En continua relación pasamos ahora a considerar “El Deber”.
No es este algo impuesto sino que es remontado a un más profundo significado y
ligado también a la fuerza mística de la Sangre. Sobre él se dice: “El deber es
el “tú deberías” que sientes interiormente. El deber es aquello que Familia,
Pueblo y Estado demandan de ti. Tú lo exiges de ti mismo, y el camino del deber
más alto es también la ruta a la máxima felicidad, aun si conduce a tu muerte.
La justicia proviene del deber cumplido. No existe ninguna otra justicia en el
Estado nacionalsocialista”. Se termina haciendo mención a la concepción
indo-aria del cumplimiento de la propia naturaleza, que vió su manifestación en
la antigüedad en el régimen de castas. Este, para realizar un orden justo y
orgánico, aparte de establecer una jerarquía, consideraba la realización de su
tarea como el máximo logro, aún cuando sea en un rango inferior. “Un trabajador
de la calle puede tener un rango más alto (entiéndase que es un mayor logro en
el cumplimiento de su propio papel y no una ascensión en la jerarquía formal)
que un ministro de gobierno, si él ha cumplido mejor con su deber” (5). Este
respeto se corresponde con lo que es propio de la doctrina indo-aria del dharma
y svadharma. En esta, cada ser tiene una diferencial naturaleza, determinada
por las ecuaciones personales, a la que debe ser fiel para rendir homenaje al
Espíritu supremo. Quien traiciona su propia naturaleza infringe una herida al
Orden cósmico.
Llegamos ahora al momento de analizar los dos valores
fundamentales de la cosmovisión Nacionalsocialista, tanto como de una vida sana
en general: “El Honor” y “La Lealtad”.
Expresión del antiguo adagio ario: “Nuestro honor es la Lealtad”, que
fue también el lema de la pretendida élite NS personificada en las SS. Sobre el Honor, Stellrecht nos enseña: “Tú
vives por honor, no por pan. Los esclavos creen que sólo se necesita comida y
bebida para vivir. El hombre libre sabe que él necesita honor ante todo. Ser
honorable es ser valiente. Ser honorable es ser desinteresado y leal. Ser
honorable es ser dueño de sí mismo.” El NS eligió, con buenos motivos, hacer de
este valor la base de prácticamente todas sus concepciones y ligarlo
íntimamente a la Sangre nórdica, dejando de lado las interpretaciones
materialistas e interesadas, para afirmar que: “Esta es la ley nueva, la cual
da honor sólo al valiente, al desinteresado, al leal, al que tiene auto-control,
a aquellos que hacen todo lo que pueden por Alemania.”
En cuanto a la Lealtad, tal es la importancia, que se dice
aquí: “La lealtad es una palabra sagrada. Rara vez dicha. Debe ser tomada como
por dada, tal como el aire que respiramos. Lo que existe, existe por la
lealtad. Si eso que existe deja de ser leal, regresa a la nada. Alemania sufrió
un colapso en 1918 porque la deslealtad reemplazó a la lealtad. Ahora está de
pie sobre la base de la lealtad”
Con respecto a la aplicación en la vida diaria, se dice:
“Nuevamente, la palabra de un hombre es de fiar. Las promesas deben ser
mantenidas, y serán mantenidas. No necesitamos un apretón de manos y un
juramento. Cada uno puede estar sujeto a nuestra palabra, porque otra vez nos
hemos hecho leales. Alemania es la tierra de la lealtad. Ésta habita sus vastos
bosques. Mora en sus caballeros y sus soldados. Mora otra vez en nosotros. La
lealtad es nuestro honor.”
La concepción de la Fidelidad o “Fides” fue realmente una
constante en toda relación tradicional aria. El famoso lema “Mi Honor se llama
Fidelidad” de las SS remitía a la tradicional frase caballeresca germana “Meine
Ehre heißt Treue”, pero la fides fue antes una de las más antiguas divinidades
de la Roma pagana. Sobre esta, Tito Livio llegó a decir que su posesión era lo
que diferenciaba a los Romanos de los bárbaros; aquella fides es la misma que
se reencuentra en la bhakti hindú de la tradición indoaria y en la entrega con
la cual los guerreros iranios se consagraban a sus jefes divinizados, no sólo
en sus acciones, sino también en su mismo pensamiento y su misma voluntad. Tal
fides se encuentra también como el cimiento espiritual de las diferentes
unidades políticas feudales de la edad media, tanto como en general en el sacro
Imperio medieval. Pero esta Fides no era apenas una regla conductual, sino que
más bien se transformaba en un elemento religioso, en la posibilidad de una
transfiguración personal mediante el sacrificio o la ascesis del que, mediante
su superación, rinde su ego ante un fin superior para resultar elevado con él y
alcanzar una más alta Libertad.
Y así es que, según la Cosmovisión aria, la concepción de
“La Libertad” le es indisociable. Sobre ella nos remarca Stellrecht: “No hay
libertad en Alemania para hacer cualquier cosa que uno quiera, y no habrá tal
libertad, porque de otra manera Alemania no existiría. La libertad es elegir
seguir el camino que el deber requiere. Quien no lo hace, es esclavo de si
mismo. Aquél es el único hombre libre: Erguido y orgulloso, maestro de todo lo
que le pudiese rebajar, lo mejor de la nación, el sostenedor del Estado. Él se
ha elevado sobre sí mismo. Él cumple con el deber mientras los otros se van de
vacaciones. Pero su deber lo eleva por encima de su pequeño ego y lo libera”.
Nuevamente una característica fundamental de los hombres es desligada de lo
propiamente individual y egoísta, para remitirla a una aspiración más alta y
ponerla en contacto con las fuerzas del cosmos y de su propia sangre.
Resulta sumamente interesante resaltar como esta virtud es
asociada a un actitud ascética, que, aunque en forma todavía rudimentaria, pero
no por ello menos efectiva como norma conductual, acerca al hombre ario a un
concepto mucho más elevado de Libertad. Este es similar al indo-ario del
budismo, que es la Libertad de quién se eleva por encima de sus propias
pasiones y de los deseos de su ego para encontrar el camino a una causa más
alta. Así Stellrecht nos indica que: “Los demás hacen “los que les viene en
gana”. Él es un hombre libre en medio del trabajo arduo que él mismo ha elegido
hacer. Los demás son esclavos de sus deseos y sus pasiones. Son rufianes que
pueden decir en un bar que el hombre es libre desde el nacimiento y puede hacer
cualquier cosa que él desee. Quien piensa en sí mismo es un esclavo y dominado;
Quien piensa en otros es amo y señor, y libre.” Por más que este no llegue a
las alturas del pensamiento antiguo, queremos remarcar algo que muy pocos
alcanzan a ver claramente, como ser la importancia de implantar normas
conductuales anagógicas, que puedan crear una potente corriente hacia
horizontes más elevados. Este era, en definitiva, la meta del Imperium en las
sociedades arias. Es decir, el crear las condiciones para una determinada
orientación y dar un sentido sagrado a toda la actividad de la sociedad, aún a
quienes no les sería fácil encontrarlos por sus propios medios, tal como
analizamos ya en el papel que cumplía la obediencia al emperador.
La misma Libertas romana comprendía ya el concepto de límite
dentro del marco de una Jerarquía donde a cada uno se le reconoce lo suyo. Como
ya vimos, la Jerarquía superior le abría las puertas a los inferiores para una
participación en el Orden supramundano. En la modernidad, en pos de una
pretendida “libertad”, que es en realidad un muy chato libertinaje, se pierde
el contacto con aquél Orden superior y el individuo se centra en los propios
caprichos o en el más craso materialismo economicista, con lo que su
personalidad y unidad abdica, y, ya descentrado y abierto a las fuerzas
irracionales, se vuelve esclavo del constante devenir y agitación de las
fuerzas de lo bajo. Increíblemente, a este disgregarse en tendencias
contradictorias para ser esclavo de las propias pasiones, en la modernidad se
lo llama Libertad.
Algo más controvertido, como valor ario, se podría entender
el llamado a “La Fe” de nuestro autor, pues no es propio de un señor de sí
mismo la mera “creencia” sino el conocimiento claro. Aún cuando tal concepto no
se encuentra del todo desarrollado, vemos como algo positivo cuando sobre el
mismo se dice: “La fe brota de tus sentimientos más profundos. En la fe, el
alma ve una parte del orden del cosmos. Tiene un sentido de aquello que debería
ser, y ve a través de sus ojos una parte de la forma en que debería y puede
desarrollarse. Sabe que yendo de esta manera cumple con el mandato de Dios y
trabaja en pos de la obra maestra inmensurable, incognoscible. El sendero de la
fe está delante de cada uno de nosotros. Aun si no es el camino de la fama y el
honor, es aun así el camino del deber y de la máxima felicidad. Encontrarlo
significa ganar una parte de la fuerza eterna que mueve los mundos.” Por lo que
es remitida también esta a un concepto más alto de contacto con el kòsmos, para
lo que las simples habilidades racionales suelen resultar insuficientes.
Llega el momento de analizar un Principio que siempre ha
sido de gran importancia para el hombre ario: “El Destino”. Sobre él se dice:
“Nosotros no creemos en un ciego destino que conduce a las personas por sus
vidas. No creemos que los ángeles de Dios nos protejan a cada paso que damos ni
nos impidan caer. Pero sí creemos en una voluntad divina que da sentido a cada
vida que nace. No uno general arbitrario, sino que cada vida tiene su sentido y
propósito particular. En las profundidades de nuestras almas intuimos si
actuamos de acuerdo a este sentido. Una voz dentro nuestro otorga la respuesta,
y nos habla de la voluntad divina que nos muestra el camino por el que
deberíamos ir”. Claramente es visible la actitud viril de una religiosidad activa
típicamente aria, que no se abandona ante lo divino ni espera de él la
salvación, sino que lo busca dentro de si mismo e intenta darle un sentido a la
vida de acuerdo a él. Reafirma esto luego, cuando dice: “Pero tú tienes la
libertad de decidir cuál camino quieres seguir. Ningún destino ciego te rige.
Tú sigues tu propio camino. Si tú sigues la ley en tu corazón, ese es el
sendero hacia tu Dios. Es la vía que viene de la eternidad y conduce hacia la
eternidad. Todo es parte del enorme plan del cosmos, del cuál tú eres parte si
buscas tu sendero”. “La dicha de la creación vive en cada uno, pues le
pertenece a quienes la están construyendo. No existe un cielo de gozo y
beatitud. Tú portas a Dios en tu corazón. Te has sobrepuesto a la muerte y, si
mueres, subsistirás como una parte de la fuerza eterna que obra y crea
constantemente. Tu destino es el camino que se te ha presentado. Tu libre
albedrío decidirá si lo sigues y cumples con tu misión en la vida.”
Nos encontramos aquí con el más alto sentimiento de la
divinidad aria: encontrar a Dios dentro de uno mismo, sin esperar por un cielo
de beatitud ni un infierno de tormentos, sino hacerse amo y señor de la propia
vida y sacralizarla. No se cae tampoco en el error de reducir todo a lo
simplemente humano sino que se respeta a lo divino que está todavía más allá de
la propia condición, accediendo a esta esfera sólo mediante la dura lucha,
siendo su hacedor.
La antigua tradición aria tampoco conoció jamás un destino
ciego. Este era más bien la consecuencia del Orden o Kosmos, producto de una
inteligencia divina que todo lo rige. Tampoco puede ser percibido como una
limitación a su libertad sino un claro, y pleno de Justicia, ordenamiento según
una ley más alta que la meramente humana. Para el hombre ario, con su típico
amor por la claridad, esto constituye más bien una herramienta con la que poder
accionar sobre la voluntad del todo, tal como quién utiliza una eficaz técnica
para lograr un fin, pero, sobre todo, se transforma en la posibilidad de
encontrar un sentido divino a su vida, que, en armonía con el kósmos, participa
de una potencia más alta y la aprovecha para purificar su individualidad y
facilitar su accionar. Que en la actualidad, aquél “Fatum”, sea percibido por
el hombre moderno como algo “fatal”, ciego o hasta enemigo a su voluntad, que,
por más apariencia de libertad que tenga, nada puede contra ella, esto más bien
es consecuencia de su interés meramente humano y egoísta que lo ha hecho
desvincularse de una ley más alta.
Parecidas consideraciones se hacen extensivas en la
comprensión de “El Nacimiento y la Muerte”. Aquí se dice: “El nacimiento y la
muerte son la misma cosa; Son los dos lados de una puerta. Para aquel que la
comprende, la muerte no abriga terror alguno. No hay tras la muerte ningún lugar
de tortura, ni infierno alguno. Ver la propia culpabilidad es la sentencia más
severa y al mismo tiempo la máxima penalidad. El juicio y el castigo están
dentro de ti mismo”. Se ahonda aún masen la autodeterminación y autosuficiencia
en el contacto con lo divino cuando se dice: “La labor inconclusa sólo puede
ser rehecha por un esfuerzo doble. Nuevamente será tuya la elección, ya sea
obrar en consonancia con el plan universal, o ser su enemigo. Esa es la única
muerte que existe, convertirse en una fuerza de la destrucción en lugar de
creación, y esta no es una muerte física. Por lo que es tu libre determinación
el escoger a qué bando perteneces, al de Dios o, para usar un viejo término, al
del diablo. Lo que llamamos nacimiento y muerte, es sólo la puerta entre dos
mundos. No existe nacimiento ni muerte, sólo el cambio, y podemos atravesar
confiadamente la puerta, pues todos los mundos fueron creados por una única
mano”.
No está de más volver a resaltar el sentimiento de
convivencia con un Orden supramundano y la comodidad y libertad que se
experimenta en su seno. Con esta concepción de la vida y la muerte, y con el
destierro al miedo raíz, como ser el miedo a la muerte, se abren posibilidades
de una amplitud de conciencia más allá de los límites de la vida, tan caros a
la Cosmovisión ario-hiperbórea.
Pasamos ahora a analizar la descripción que se hace de “La
Naturaleza”. La misma corresponde al sentimiento “pagano” de la vida propio de
la población alemana, más allá, o a pesar, de su religión. Se corresponde con
la actitud aria de sacralizar toda la vida y no posicionar lo divino en un
cielo lejano, pues la divinidad se encuentra en cada aspecto de la existencia.
Es así que ya no es necesario ponerse a orar para estar en contacto con ella,
aunque sí pueda ser válido como rito o técnica. Esto mismo se deja en claro
aquí cuando se dice: “La divinidad manifiesta su poder en sus criaturas. No
habita en las paredes que las personas construyen. Pueden ser testigos de su
voluntad, pero Dios está en todo lo viviente. Nuestros antepasados se
internaron en los bosques para hallar o para honrar a Dios. El alemán auténtico
percibe, con sagrado estremecimiento, a Dios en toda forma de vida de la
creación. Él ora a Dios honrando sus obras maestras”. Hasta qué grado este
sentimiento fue implantado en el Tercer Reich, lo demuestra el enorme cuidado
que se tuvo por los animales y por la ecología durante este periodo, hecho
inédito en la historia de un gobierno y en oposición a la imperante concepción
materialista-economicista en la actualidad, donde el criterio es la explotación
y descuido de toda forma de vida que no dé un rédito económico. Retrotrayéndose
al hombre de aquella época es que se dice: “Él protege el bosque, el árbol y el
arbusto como si fuesen sus camaradas. Él ama a los animales, los que son
torturados y atormentados en otros países. Lo que para él es parte de su grupo
familiar, es en algún otro lugar sólo una posesión. Él ve y honra en cada cosa
a la creación de Dios.”
Continuando con este contacto íntimo con la divinidad,
aunque ahora haciendo mención a los fines de una acción, se nos brinda un
capítulo dedicado al “Hacer una cosa por si misma”, que nos es más que un viejo
postulado indo-ario de “hacer lo que debe ser hecho”, desligando los fines de
la acción para purificarla en la voluntad pura del que se basta a si mismo, que
implica tanto una fidelidad a lo más puro de si mismo, como una fidelidad al
kósmos. La más baja perversión de este postulado sería caer en la mentalidad
materialista de hacer algo teniendo como fin el dinero, que es más bien la
imperante en la actualidad. Así nos lo hace saber Stellrecht cuando escribe:
“Tú nunca deberías hacer nada por dinero, sino más bien siempre porque lo vale
por si mismo. Quien nos pide que seamos buenos y devotos por el dinero, nos
seduce y nos aparta de Dios. Dios está en el bien que hacemos, pero no es en el
cielo donde gozaremos de la eternidad. Es propio del alemán hacer algo
meramente por si mismo. Tal fue siempre el primer y más alto servicio hacia
Dios en Alemania”
Llegamos ahora al que hemos considerado el mayor distintivo
de la cosmovisión aria: “El Orden”. Y si bien no es marcada por Stellrecht la
real dimensión de este concepto, no se puede negar que el mismo subyace a lo
largo de todo el escrito. Aquí apenas se hace notar que: “El mundo fue creado
cuando el orden se hizo presente. Existirá por tanto tiempo como continúe
existiendo el orden. Logrará su cúlmine cuando haya alcanzado el estado supremo
de orden”.
Pasamos entonces a la “Honestidad”. Sobre esta se dice: “¡No
debería haber nada falso en ti! El judío es deshonesto. Así nace y por siempre
se encuentra lleno de engaño. Tú naces para ser honesto y permanecer honesto.
Tu cara no miente, tus palabras son ciertas, tus acciones son claras, y puedes
mantenerte erguido frente a todos.”. Se ve que la misma recaba su fundamento a
una actitud hereditaria tanto como se hace mención a la necesidad de cultivarla
y fortalecerla. A no distinto ámbito era remontada tal virtud en la cosmovisión
del hombre ario. De hecho, etimológicamente, la palabra Honestus se encontraba
vinculada con la idea de honos, término que antiguamente tuvo el significado
prevaleciente de noble, de noble rango y que en la Roma antigua era la designación
precisa de una nobleza a la cual muchas veces le correspondía también una
nobleza biológica. Pasando a consideraciones de orden más bajo, Stellrecht hace
notar que: “La primera demanda del honor es considerar el honor de otros como
la posesión más preciada. La siguiente demanda del honor es que uno respeta la
propiedad de otros, la cual ha sido ganado por diligencia y duro trabajo.
Nuevamente debe volver a ser posible que en Alemania uno pueda dejar las
puertas sin llave por las noches. Debería haber una generación nueva en
Alemania, honesta de palabra y acto, porque el honor es para ella más necesario
que la vida misma. Y la desgracia sea para quien peca en su perjuicio…” Bien
podrían los políticos modernos, que actualmente se encuentran rebasados por problemas
de inseguridad, tomar nota de los asombrosos resultados que durante el Tercer
Reich se obtuvieron como corolario al cultivo de tales virtudes entre la
población.
De orden más estrictamente político, son las consideraciones
que se hacen sobre “La Propiedad”. De la misma se dice: “En el estado
nacionalsocialista ya no hay una propiedad con la cual el individuo pueda hacer
lo que desee. No hay derecho ilimitado de propiedad, sólo un derecho ganado
para administrarlo en provecho de la comunidad”. Volviendo a aplicar el lema
del Partido, “El bien común antes que el individual”, que ya analizamos, al uso
que se hace de la propiedad. Hasta tal punto esto fue así, que se llegó a
expropiar terrenos que eran utilizados con fines especulativos o egoístas para que
puedan ser utilizados para el bien de la comunidad. Esto constituye la
manifestación del principio referente a la necesidad de extirpar, también en el
terreno de lo político, el egoísmo, la codicia y las bajas pasiones, pues los
principios que dominan en lo alto deben ser aplicados hasta en lo más bajo para
que sean completos y puedan imperar. De poco sirve promover el cultivo de tales
virtudes si el pueblo se encuentra luego con que se permite la proliferación de
las actitudes contrarias. De esta forma pudo ser extirpado el cáncer de los
parásitos y especuladores que, sin crear nada y sólo aprovechándose del trabajo
de los demás, carcomen desde abajo los cimientos políticos de la sociedad. Sin
embargo, tampoco la propiedad fue “comunizada”. Por el contrario, fue respetada
como un logro de las personalidades libres y un premio a la iniciativa
creativa, con el sólo límite de no atentar contra el todo. Para esta valió
también el lema “a cada uno lo que merece” en lugar de la igualación rebajadora
de la personalidad.
En cuanto a “La Ley y la Justicia”, también esta es remitida
a la Sangre y a la comunidad, para elevarla más allá de las consideraciones
puramente humanas. De ella se dice: “La justicia ya no descansa sobre lo que el
individuo piensa, sino que más bien la ley debe estar enraizada en los
sentimientos de la comunidad. Queremos que la justicia otra vez rija en
Alemania, aquella grandiosa justicia no escrita que nos fue legada en nuestra
sangre”.
Llegamos ya al fin de el libro para hacer una breve reflexión
sobre “La Estructura de la Vida”, haciendo mención al natural transcurrir desde
la juventud, con el don de la fuerza que debe saberse encauzar, a la madurez,
con la amplitud de miras que da la experiencia para saber distinguir lo bueno
de lo que es inútil, y la vejez, colmada de honores para quién ha cumplido con
el deber para con su Volk. Si bien se declama la importancia de cuidar de cada
etapa por igual, el punto de inflexión en la vida de una persona se sitúa en la
forma en que se ha reaccionado ante la lucha y el cumplimiento del deber en el
combate. Así se nos dice: “Luego de que la gran batalla haya sido librada y el
pesado trabajo consumado, las personas se han formado a sí mismas interior y
exteriormente. El cuerpo y el alma han evidenciado lo que son, adonde
pertenecen, ya sea a la fuerza creadora o a la destructora”
También en esto puede verse la antigua tradición
ascético-guerrera de la Cosmovisión aria, de la guerra querida como medio
deseado en si mismo, como la oportunidad donde el hombre se encuentra cara a
cara con las fuerzas desnudas tanto como ante la oportunidad de tomar bando en
una milenaria contienda. Ante la visión de la muerte las limitaciones mundanas
son quebradas y los propios demonios desatados para ser enfrentados. Aquí se
debe luchar contra los adversarios tanto como con el propio mundo interior para
vencer sus miedos y deseos. Se le brinda entonces la oportunidad de convertirse
en Héroe librando la gran guerra santa interior, operando su transfiguración a
la luz de la muerte, cuando ya nada más vale sino las fuerzas puras.
Justamente el arquetipo del Héroe fue el más exaltado
durante toda la época del Tercer Reich y casi que podría tildarse a su búsqueda
como la actitud más sobresaliente de este periodo.
Llegados a este punto, cuando volvemos a preguntarnos si
hubo en el Nacionalsocialismo corrientes que lo reorientaran hacia las antiguas
tradiciones arias, nos resulta evidente que las mismas realmente existieron.
Sería además vano negar la asunción de sus principales símbolos. Queda para la
discusión en qué medida este contacto se llevó a cabo y cuán efectivo fue,
aunque esto resulta irrelevante para nuestro análisis pues los principios no
están sujetos a una determinada realización temporal. Consideramos de todas
formas positivos los contactos a través de las ideas aquí expuestas, con
algunas fallas típicas de nuestra época, es cierto, pero no por ello deben
despreciarse.
En el continuo referir a la antigua Tradición de su Sangre,
con todos los valores que esta conlleva, el hombre ario tuvo al menos la
oportunidad de reencontrarse con su esencia más íntima mediante el contacto con
ideas y símbolos de su más luminosa herencia, volviendo además a tomar bando en
una milenaria guerra en el plano arquetípico.
Estamos convencidos que la asunción de normas conductuales,
acompañadas con el convencimiento y el impulso interior, aun cuando sean sólo
el comienzo de un camino regenerativo, son más importantes que teorizaciones y
formas vacías.
Tal como nuestra Sangre nos dicta, debemos valorarlo sin
importar lo que se diga o desee, sino simplemente por amor a la claridad y la
Verdad.
Pablo Siegel
Buenos Aires,
Julio de 2010
NOTAS:
1.- Hemos editado ya un texto oficial de las SA para
adoctrinamiento en la Cosmovisión NS en dicha organización (Sponholz, Hans;
“Breviario Nacionalsocialista; Ed. Sieghels; 2010) y otro oficial del NSDAP
sobre la doctrina económica (Hermann y Ritsch; “La economía en la cosmovisión
nacionalsocialista”; Ed. Sieghels; 2010) que demuestran que toda política del
Tercer Reich tenía siempre como base a dicha cosmovisión.
2.- Utilizamos el término Tradición en la acepción dada por
autores como Julius Evola o René Guénon, no referente a un momento histórico
sino a una actitud ante la vida. Es
decir, en la preponderancia del Ser inmutable y lo sagrado, en el hombre para
el cual esta vida es experimentada como símbolo de la realidad trascendente que
debe ser conquistada; en contraposición con la concepción moderna donde la
preponderancia está en el tiempo y el devenir, en lo material e ilusorio, donde
el hombre centra su experiencia en la mera vida, en el confort y la
satisfacción de sus caprichos.
3.- Evola, Julius; “La Tradición Romana”; Ed. Heracles; Bs.
As.; 2006
4.- A este respecto, hemos reunido testimonios de primera
relevancia, como las del propio Hitler y
los mayores especialistas en temas raciales del Tercer Reich, apoyando esta
postura, en nuestra introducción a la obra "Doctrina y ética aria",
de Julius Evola, Ediciones Sieghels, Buenos Aires, 2008. La recomendamos para
poder esclarecer la significación exacta de lo “ario” a la que hacemos
referencia y no contaminar dicho significado con malas interpretaciones
modernas.
5.- Podemos entender que esta expresión no sea vista como
propia de una concepción aristocrática, pero debería entenderse en el contexto
de un régimen que en realidad estableció muy marcadas jerarquías. Quienes citan
siempre esta sentencia para criticar una supuesta equiparación hacia abajo,
rebajando a los mejores al nivel del hombre común, deberían también citar el
discurso de Hitler en ocasión del “Reichsparteitag der Arbeit” cuando dice:
“Cuando se me pregunta qué entiendo por nacionalsocialismo, yo debo responder:
no otra cosa que poner en movimiento, exclusiva y autoritariamente, a los más
capaces en cada plano de nuestra vida”. La implementación del Führerprinzip
está allí para demostrarlo. Podemos consentir también que se haya efectuado en
algún momento un rebajamiento del concepto de Führer, impropio de la tradición
aria, pero se debería igualmente tener en cuenta que Hitler se preocupó,
incluso hasta límites inauditos en la política moderna, por brindar siempre el
ejemplo en todas las virtudes que propugnaba y no ser visto jamás en actitudes
impropias de su condición. Será esto materia de un próximo libro por lo que no
necesitamos extendernos aquí.
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