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En
todos los conflictos bélicos de los dos últimos siglos la propaganda basada en
atrocidades, reales o supuestas, del adversario, ha entrado a formar parte del
arsenal ideológico, cada vez más indispensable para la obtención de la victoria
final.
Con
el tiempo, esta tiende a ir disipándose con el paso de las investigaciones o la
consfesión de parte. Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, nada parecido
pasó. Al contrario, en vez de difuminarse con el paso del tiempo, la propaganda
sobre las atrocidades alemanas ha ido en aumento.
Hoy
en día, en la Televisión australiana y en la noruega, en la soviética y en la
norteamericana aparecen docenas de filmes sobre los campos de concentración. La
literatura concentracionaria, a los treinta y tres años de finalizada la
tragedia, continúa lanzando nuevas ediciones al mercado. Martilleando retinas y
cerebros de las gentes, una cifra horrorosa: Seis millones de judíos asesinados
por los alemanes.
Pero
muchos otros escritores e historiadores han puesto en duda, o han negado
resueltamente, la realidad del holocausto. En las páginas que siguen creemos
haber demostrado, de manera irrefutable, que éstos tienen razón y que el hecho
de pretender sostener, hoy en día, que entre 1939 y 1945 seis millones de
judíos fueron exterminados, a consecuencia de una política oficial de las
autoridades alemanas es una acusación cuyo único fundamento son sus móviles
políticos.
El
Autor se da perfecta cuenta de que, como toda afirmación que no sigue la
corriente de las verdades oficiales, la conclusión establecida en el párrafo
precedente será mal acogida por los más. No obstante es el resultado de una
investigación iniciada sin ideas preconcebidas, varios años ha, y basada en la
lectura de casi tres centenares de obras versando sobre este tema, así como más
de un millar de artículos periodísticos. Es también resultado de innumerables
conversaciones con supervivientes de la persecución nazi, todos ellos
milagrosamente salvos. Y es, finalmente, consecuencia del sencillo manejo de la
Aritmética y del sentido común.
Tal
como el lector podrá comprobar por la lectura de las páginas que siguen y por
la bibliografía de la presente obra, se excluyen deliberadamente los
testimonios exculpatorios de los acusados o de personas que hubieran
desempeñado un cargo público en Alemania o en Austria entre 1933 a 1945.
Unicamente citamos, en apoyo a nuestra demostración, a testimonios de parte
contraria, a enemigos de Alemania o del régimen nacionalsocialista y a diversos
autores políticos judíos.
En
las páginas que siguen se revela, no solo la falsedad de la imputación de que
seis millones de judíos fueron exterminados por los nazis, sino los motivos que
hay para que poderosas Fuerzas Internacionales estén desesperadamente
interesadas en la persistencia de ese fraude.
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